Un trozo

1.3K 319 10
                                    

No le gustó que se evadiera tras esa respuesta poco creíble para él. Miró exasperado al cielo que evidentemente no era el más alegre y podía llover como había dicho Erin. Mas esa no era la razón por la que había cambiado de rictus y estaba seria.

Se contuvo en buscarla, sabiendo que era mejor darle su tiempo y no agobiarla. Salvo que se estaba conteniendo mucho. No pudo más y fue siguiendo sus pasos, que lo traían de vuelta a casa. La alcanzó entrando en el salón que daba a la terraza.

- Erin, por favor.

La cogió del brazo para detenerla y girase hacia el frente y lo mirase.

- No sé lo que te ha venido a la mente para que te pusieras mal. Era como si he hecho algo que te haya disgustado y no sé lo que es realmente. ¿Es porque he dicho algo? - la vio negar moviendo la cabeza -. Entonces, ¿es porque te encuentras mal y no me lo quieres decir?

Erin se mordió el carrillo interior. Estaba entre la espada y la pared. Porque no había razón plausible de su comportamiento. Había tenido ganas de gritar y de apartarlo de esa dama tan distinguida y hermosa. Hasta había comprendido que, quizás, entre ellos hubiera habido algo más que una relación amistosa entre vecinos.

- No, no me encuentro enferma.

- ¿Por qué has venido a buscarme, Erin?

Le acarició la sien, propagando esa tierna sensación por su cuerpo.

- Tuve la absurda idea de querer dar un paseo y quise saber si te hubiera gustado venir conmigo.

Roderick inspiró hondo porque normalmente su mujer no tenía iniciativa, y podía haberlo sido si no fuera por... ¿por qué? O, ¿por quién?

- Pero ya había visto que lo habías dado con lady Hampton.

Intentó sonar su voz indiferente.

- No tienes por qué sentir celos de ella.

No fue la mejor manera de tratar el tema.

Era echar sal a la herida.

- ¡¿Celos?! - bufó como si esa palabra fuera impropia para ella -. No la conozco, milord. No he tenido trato con ella salvo que tu familia y tú, sí. Aunque no sé con cuánta familiaridad os habéis tratado en el pasado. ¿Qué podía esperar a verla a tu lado? Si la recibes con una alegría desbordante y le dedicas tu mejor sonrisa. ¿Por qué ha de importarme?

Había hablado demasiado y le faltaba el aliento. Se giró sobre sus pies; había hecho demasiado el ridículo. Mas el caballero no pensó igual, volviéndola a coger del brazo.

- Hacía tiempo que no la había visto. Su familia es prácticamente como la tuya, cálida y respetuosa. De las veces que los habíamos visitado mis abuelos y yo me han tratado con cordialidad y afecto. Lady Hampton es una maravillosa chica que da la casualidad que tiene mi edad y puede que compartamos cosas afines. Nada más. Ha sido una sorpresa haberla visto.

Se fue desinflando como una tarta sin crema y, antes de reconocer que se había sentido celosa para nada, se había equivocado en su percepción cuando los había visto en buena armonía, se revolvió como un gato provocando que él respondiera con un abrazo.

- ¿Me creerías ser desleal con otra mujer estando mi esposa a pocos metros de mí?

Jadeó porque cada curva de su cuerpo rozaba con el suyo. Intentó reordenar su cabeza, si eso fuera posible, y el sentido común que se había evaporado como el humo.

- Ella es de alta alcurnia y más bonita. Es normal si te sintieras una mínima parte atraído hacia su persona.

- No me había fijado en ello.

Le levantó la barbilla, acariciándole la mandíbula.

- No estoy bromeando, Roderick - chasqueó la lengua.

- Ni yo tampoco.

Ambos se miraron sintiendo que las garras del deseo fueron trepando por sus extremidades hasta alcanzarlos, cediendo a lo inevitable. Contuvieron el aliento, notando el aire espesarse. Inclinó el rostro...

- ¿Cuándo te darás cuenta de que...? - no llegó a completar la frase.

Apareció la señora Soemes, la ama de llaves, que carraspeó. A regañadientes, se tuvo que apartar de su esposa que tenía la respiración alterada, afectada al igual que él, y quiso recomponerse al segundo.

- Lo siento por la interrupción, milord. Milady, me había dicho de hablar sobre el menú de esta noche.

- Por supuesto - tenía que fingir  decencia -. Entonces, os dejo para que lo habléis. Nos vemos más tarde, Erin.

La aludida asintió, sin dejarlo de mirar hasta que lo vio desaparecer por la puerta.

Un matrimonio inesperado (borrador)Where stories live. Discover now