Capítulo 2 (breve)

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Lord Racliffe no insistió en persuadirla de cambiar su opinión. 

Hacía tiempo que había aceptado que el carácter de su hija mayor era bastante peculiar, por no reconocer que era bastante ermitaña, callada, reservada, y una solterona. Solo el casi era la pequeña diferencia para no  decir que había adoptado una vida de monja dado que su lectura de cabecera no era la Biblia, ni llevaba una actitud de mártir. Simplemente, ella le gustaba estar más en la biblioteca que el estar de baile en baile, aunque las oportunidades de encontrar un buen marido habían acabado.

Detalle que a Erin la enorgullecía más que avergonzarla.

¿Él? ¿Qué podía hacer?, se preguntó por enésima vez mientras iba a la casa de los duques. Intentó no lamentarse más por lo no que había hecho o había dejado de hacer y pensó en disculparse por la ausencia de su hija. Sus amigos estaban acostumbrados a dicha falta. No les extrañarían que no la vieran a su lado. Sin embargo, el marqués de Sutherland, pudiera tomarse su ausencia como una ofensa.

¿Pero qué caballero gallardo, noble y apuesto pudiera tomarse la ausencia de una desconocida como una ofensa a su persona?

***

La protagonista de los quebraderos de cabeza de Racliffe no se movió ante el paso de las horas. Solo cuando sintió la irritación en los ojos tomó un breve descanso para darse cuenta de que su padre aún no había regresado. Una nota fue todo para indicarle que iba a cenar sola. Afuera era de noche y había perdido la noción del tiempo.

- ¿Prefiere cenar en el comedor o le subimos la cena a su habitación? - una criada amablemente le preguntó.

- No, traedla aquí, por favor - dijo sin deshacerse todavía del papel.

El tacto le recordó de dónde procedía; no todos podían acceder a hojas de papel tan finas como aquella que tenía en la mano. Lo que le trajo el recuerdo del por qué su progenitor había ido a la casa de los Blake. Había llegado el hijo de los duques a Londres. Arrugó el ceño al intentar recodarlo. Pero, como antes le había ocurrido, un vago recuerdo de un joven moreno y alto le vino a la mente. Difuminado. Estaba mal de su parte no recordarlo con más nitidez ya que habían sido vecinos. Quizás, no había tenido trato, sino lo recordaría...

 Se encogió de hombros y se centró en llenar su estómago. Era humana al fin y al cabo, aunque este hecho era poco creíble para muchos conocidos y amigos. 

Se llevó una cucharada de estofado caliente mientras el silencio fue la melodía que escuchaba. Una melodía que no le era para nada molesta.

***

No muy lejos de allí, en un ambiente más distendido y ameno, Sutherland contaba anécdotas que deleitaban a sus oyentes, entre ellos, unos orgullosos padres y un humilde servidor que disfrutó tanto de la cena como de la compañía.

- En un futuro próximo, ¿tendrías el pensamiento de volver a viajar?

- Por ahora pienso de disfrutar de la estancia aquí con mi familia y de retomar mis tareas, que he dejado un tiempo desatendidas.

- Eres aún joven, tiene todo el tiempo del mundo para hacer y deshacer. No pretendía sonar grosero.

No sonó grosero porque era un cumplido. En vez de presumir sobre la edad, respondió con modestia.

- El tiempo no perdona; avanza inexorablemente como el reloj de arena. Cada gramo, que se desliza, cuenta. Es hora también de tomar decisiones prácticas que afectan a mi vida y a mis seres queridos. 

Racliffe miró a sus amigos que no se sorprendieron por su declaración. 

¿Una declaración llena de intenciones?

Cabeceó, por más que quisiera, Erin se encerraría en banda. Además, si el marqués la conociera, ¿estaría tentado, como mínimo, en cortejarla? Sabía que la diferencia de edad, de tres años, pudiera ser una dificultad para el noble mas eso no era lo importante.

Contuvo un suspiro. Seguramente quién fuera la marquesa estaría orgullosa y encantada de ser su esposa. 

Estaba claro que su hija no estaría tan emocionada si estuviera en ese papel. 

Un matrimonio inesperado (borrador)Where stories live. Discover now