Un trocito

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Dada la escasa vida social de dicha dama en particular, uno podía pensar que no tenía amigas. Sí, prácticamente ninguna.

¿Pero si fuera una amiga, una cantidad digna de considerar y supliera las demasiadas amistades banales que había por el mundo?

Solo que, para Erin, Georgina Feather, era la única que la entendía, o medianamente, soportaba su hermetismo. No era una gran conversadora porque no le interesaba hablar de ropa, de fruslerías, del último divorcio, o de la fiesta que había sido un bodrio. Prestaba mejor su oído y escuchaba de maravilla. Georgina nunca tuvo queja alguna de ello, era la que hablaba de las dos por los codos. De todas esas cualidades y por ellas, la consideraba como una hermana. Así que en esa mañana que se había levantado con el pie izquierdo, nada significante. Ni el hecho de que había tenido el error de coger la taza de su padre, cargada de café, en vez de su taza de té con leche, le advirtieron que iban a haber cambios en su vida.

Literal.

Ni el hecho de que se le había hecho tarde en la quedada de su amiga en la que le tenía que contar algo importante la puso sobre aviso. Ni tampoco...

¿Iba a dar más detalles?

Agradeció el buen gesto del caballero que le sostuvo la puerta sin entretenerse en poner una sonrisa. Pasó por delante de él, entrando en la coqueta cafetería que daba a dos salas. Fue a la que indicaba para damas. Hubiera sido brillante haberse equivocado. Llegó a la mesa casi dándole un vahído.

- ¡Perdóname! No era mi intención el llegar tan tarde.

- Creía que te habías entretenido - dijo enigmáticamente mirándola con curiosidad -. ¿No me vas a decir qué te ha dicho?

-¿Quién? - tenía que quitarse la bufanda, el abrigo que el camarero tan buenamente estaba esperando para llevárselos, ella se negó con una mano -. Por Dios, Georgi, dame un respiro para que me llegue el oxígeno al cerebro y pueda pensar.

Ante su palabrería, se rio.

- ¿No te has dado cuenta?

Erin miró ambos lados sin dar con la clave de su amiga.

- ¿Que mi día está siendo muy negro como la ala de un cuervo?

Ante la mención del adorable animal, Feather se santiguó.

- No lo menciones; da mala suerte.

- Discúlpame si creo recordar que es un.... - se calló -. Me callaré. Dime qué era lo que tan importante me tenías que contar.

Al recordárselo, le brillaron los ojos. Dicho brillo podía ser de dos cosas: había ganado un puesto de trabajo como institutriz, pocas oportunidades había para las solteras o... Un sudor frío le recorrió por la espalda.

- ¡Estoy prometida!

Erin supo que el día no había hecho más que empezar.

Un matrimonio inesperado (borrador)Where stories live. Discover now