Capítulo 7

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Se obligó a sí misma borrar de su memoria aquello que había leído. Había cedido a la curiosidad, hecho que intentaría no repetir y no porque se lo había dicho Juls en un desespero porque no fuera su alma al infierno, sino por su paz mental. Sin embargo, en las horas más bajas o cuando su mente no estaba ocupada, cierta surgerencia de una amante complacida se le coló en la mente y no evitó preguntarse si cuán cierto era que la había complacido.

No era porque quisiera ponerlo a prueba. Ella no había tenido la necesidad, ni el impulso tan loco de dejarse llevar.

Ni por un beso cuando significaba el contacto superficial de dos bocas juntas.

Nunca había soñado con uno hasta ahora. Y, por más extraño le pareciera, lo visualizó.  Dicho caballero presuntuoso, arrogante, conocedor de su atractivo, dándole un beso a su amante... solo que luego, ya no lo imaginaba con una desconocida, sino que se preguntó cómo sería sentir sus labios bajo los suyos.

Esa escena imaginaria le provocó una desazón en sus entrañas. No lo entendía, sentirse como ansiosa. No le gustó para nada necesitar algo que todavía le era desconocido por una dichosa nota de una amante complacida.

A saber si se había repetido el encuentro.

Como si yace cuántas veces quisiera, ¿a ella que le iba a interesaba saberlo si era un hombre libre que no tenía afán por establecer y formar una familia?

Un arruga se perfiló en su frente y tardó en desdibujarse. Mejor no tener ninguna distracción. Estaba distrayéndose mucho y no estaba orgullosa de ello. Así que ese día se esforzó en no dedicarle un pensamiento sobre su persona. Mas el destino quiso ponerla a prueba atrayéndola a su casa.

Lord Racliffe estaba ausente por lo que tuvo ella recibirle. Podría haberle dicho a su doncella que la acompañara. Pero como era amigo de la familia y ella una solterona qué probabilidades iban a ver para que su reputación se fuera por los suelos.

No hizo el empeño de haber optado por un vestido más bonito. Llevaba uno gris que hacía llorar cualquier color más alegre. No estaba para contentar a la vista de su visita. Ni mucho menos para su excelencia.

A diferencia de sus encuentros, Erin intentó ser más comedida. No tenía nada que ver con la nota.

- Milord, ¿viene a por su chaqueta? - no lo tuteó, ni le llamó Blake, detalles que no le pasaron desapercibidos al hombre que esbozó una sonrisa -. Se la traerán en un momento. Han ido a por ella. ¿Quiere de mientras un té?

- ¿Ahora me trata como a un desconocido?

Erin ni siquiera pestañeó y entrelazó sus manos unidas en una postura correcta.

- No importa. No estaré mucho tiempo, así que tendré que declinar el té. Para otro momento será.

- Claro - otra joven más desenvuelta habría sonreído, o mejor dicho, le habría sonreído de manera coqueta.

El silencio se instaló entre ellos qué él volvió a romper.

- Venía de paso y comprobar que no se había enfermado.

Después de todo, era cortés.

- No había razón por la que preocuparse, milord - agradeció la presencia de la criada con la chaqueta, así podía marcharse y estar tranquila -. Aquí tiene, está lavada y recién planchada.

Se la tendió personalmente. Quería ver un resquicio de sus pensamientos sobre su amante. ¿Estaría inquieto por si seguía la nota en su bolsillo?

- Espero que no le hayamos disgustado. Mi doncella consideró una buena idea el que estuviera como nueva.

¿Se daría cuenta de que sabía lo que hizo con su amante?

- ¿Por qué me iba a disgustar? Es tan solo una prenda de vestir. Espero que haya servido más de su función.

Tan correcto y afable.

Erin cabeceó y no siguió analizándolo. Cogió la chaqueta y no hubo roce entre sus dedos. ¿Para qué iba a haberlo?, arrugó el ceño disgustada consigo misma cuando se apartaron.

Incluso, él carraspeó.

- Me alegra saber de que está bien.

- Gracias.

Dibujó otra sonrisa más sus labios, una correcta que no invitaba a la seducción. Erin le correspondió con otra, más dado a la situación, no al flirteo.

- He de marcharme. No quiero entretenerla más de su tiempo. Como le he dicho venía de paso. Dale saludos a su padre.

- Se los daré.

Así fue otro encuentro con lord Blake, marqués de Sutherland. Se encaminó hacia la ventana y lo vio salir a la calle. Se giró sobre sus pies, alejándose de la vista y le pareció que el día iba a ser muy gris.

No se equivocó.

Un matrimonio inesperado (borrador)Where stories live. Discover now