☆ ᴠᴇɪɴᴛɪsɪᴇᴛᴇ

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Había perdido la cuenta de cuantas veces entró en la casa del rubio, pero sin dudas, esta vez fue una diferente, como si hubiese otra vibra, una más calida

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Había perdido la cuenta de cuantas veces entró en la casa del rubio, pero sin dudas, esta vez fue una diferente, como si hubiese otra vibra, una más calida. O tal vez era por la estufa que estaba pegado a él por lo congelado que estaba, así que sacudió su cabeza para borrar todos esos pensamientos y se centró en volver a recuperar tanto la articulación como la sensibilidad en su cuerpo, que por culpa del frío se había ido.

Aún así, se levantó del sofá sin importarle que su mochila caiga al suelo y se dirigió a la cocina, observando atentamente como el rubio movia sus labios y sonreía, o cómo los abría cuando pensaba, o cómo los mordia cuando el vendedor, a través de la línea telefónica, le decía las pizzas que tenía ya hechas para no esperar tanto, al parecer su madre y él eran conocidos. Dejó aquello de lado y se centró en cómo sus deditos pasaban delicadamente por la zona antes mordida, quizás limpiando un poco de saliva. Su respiración se volvió un poco errática y su corazón comenzó a palpitar, no sabía por qué estaba nervioso, solo sabía que quería correr y besarlo.

Besarlo hasta quitar todo el brillo labial que tenía. Besarlo hasta que sus labios queden más rojos e hinchados que la otra vez. Besarlo hasta que quede sin aire y escucharlo jadear en su oído. Besarlo hasta poder acariciar cada rincón de su cuerpo y tenerlo debajo de el mientras se volvía un mar de gemidos.

Quería tantas cosas que pensaba que el tiempo no le alcanzaría.

Jisung colgó el teléfono y dio unos saltitos de felicidad, pidió la pizza favorita de su hyung –la cual pregunto con anterioridad–, lástima que esta tardaría unos largos minutos en venir.

—Pancita, tú deberías tener más aguante —palmeó su estómago, la cual ya estaba gruñendo. 

Y eso fue el colmo. Avanzó rápidamente hacia el menor y se detuvo una vez delante de él.

—Hyung, me asustó.

Dejó sus manos a los costados de la cintura adversa y ejerció fuerza sobre ella para alzarlo y depositarlo sobre la mesada.

—¡Hyung! —el menor estaba sorprendido, sabia que Minho tenía cambios graves de actitud, pero no sabía que tantas.

Y acto seguido, el pelinegro estampó sus labios sobre los ajenos, comenzando a lamerlos de forma necesaria para luego morderlos y degustarlo a su gusto.

Y luego se sumiría en su propio infierno porque esto se le estaba volviendo adictivo.

Y luego se sumiría en su propio infierno porque esto se le estaba volviendo adictivo

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━ 𝐼𝑛𝑓𝑎𝑛𝑡𝑖𝑙 ⟩⟩ 𝑀𝑖𝑛𝑆𝑢𝑛𝑔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora