☆ sɪᴇᴛᴇ

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Al pensar aquello, Jisung inmediatamente negó con su cabecita, mordiéndose el labio fuertemente como castigo al pensar semejante cosa

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Al pensar aquello, Jisung inmediatamente negó con su cabecita, mordiéndose el labio fuertemente como castigo al pensar semejante cosa.

Vió como Minho se sentaba en una de las sillas del comedor y comía el cereal de colores dentro de la caja, la que no guardó porque alguien lo interrumpió. También notó como ojeaba las hojas coloreadas con lápices o pintura. Había impreso varios dibujitos de animales para entretenerse, pero Minho levantó uno recién pintado, uno de Cenicienta.

—¡No, hyung, no toque eso! —corrió hasta allí y le arrebató la hoja con cuidado, la pintura aún no estaba seca.

—¿Qué cosas haces cuándo estás solo? —cuestionó con una ceja alzada, mientras se acomodaba sobre el respaldo de la cómoda silla.

—Nada fuera de lo normal. Solo coloreo, ¿acaso no le gusta? Pues ahí tiene la puerta y la invitación de no hablarme nunca más —espetó con enojo, mientras apilaba los demás animalitos para guardarlos en su carpeta especial.

La que siempre llevaba al cementerio.

—Muy áspero de tu parte Han, lo que dijo Moonbin enserio te afectó.

—¿Otra vez con eso? Pensé haberle dejado en claro que no le importa lo que me afecta o no.

Idiota.

Genial, desde que conoció a este tipo dice groserias que nunca le había dicho a nadie. Claramente eso le quedaba corto. Si tan solo él le agradara a Minho, él lo hubiera defendido de esas feas palabras, pero no le quedó más remedio que aceptar que era igual a todos.

Aún así, se relajaría. No conocía aquel carácter suyo, ni tampoco le gustaba tratarlo así, por lo que aquel plan seguía en pie: intentar ser amable y lindo para ser su amigo.

Quizá podía curar aquel frío corazón que el mayor poseía.

—Lo siento, trataré de no gritarle de nuevo. Si ya se acabo de comerme el cereal que no le convidé, podemos subir a mi habitación a terminar el trabajo.

Minho sonrió y dejó la caja sobre la mesa, no sin antes llevarse unos cuantos a la boca, a la vez que se levantaba de la silla. Miró al rubio y luego a su cabello. No supo como, pero sabía que algo le faltaba y no tardó en acordarse a lo que en verdad venía. Buscó entre sus bolsillos y sacó su billetera, Sunggie frunció su ceño, aún así le siguió prestando atención mientras lo miraba a los ojos.

—Ten, se te cayó cuando saliste corriendo —la distancia no era mucha, por lo tanto no estiró mucho su brazo.

Los ojitos de Jisung brillaron y su boca se abrió en grande. Tocó su cabellito para saber si lo que veía era falso, pero en efecto, lo que miraba era real: Minho tenía su brochecito.

No lo había roto, no lo había tirado a la basura, ni lo había humillado con los demás por eso. Si alguien más que no fuese él lo hubiera encontrado, probablemente hubiera sufrido todo lo mencionado.

Lee Minho era diferente. Y esa idea sería muy difícil de sacar de su cabecita.

Dió unos pequeños saltitos en el lugar y unos gritos de felicidad. Tomó el broche y rodeó el torso de Minho con sus cortos brazos y lo apretó con demasiada alegria.

—¡Gracias, gracias, gracias, Minho hyung!

El nombrado se quedó estático, con los brazos alzados pero sin tocar el cuerpo del menor, hasta que este comenzó a mecerse de un lado a otro, aún gritando. Tomó sus pequeños hombros y lo alejó del él.

—Si vuelves a hacer una cosa como esa... —Jisung lo miraba expectante, con un brillo peculiar en sus ojos cafés—. Juro que te romperé en dos —amenazó.

El cuerpo del rubio tembló en sus manos y lo soltó enseguida. El brillo desapareció y la felicidad también, siendo reemplazada por el miedo.

—H-Hyung... n-no diga esas cosas, me a-asusta.

¿Algo más? Pensó Minho. Se vestía con colores horrendos, se ponía cosas en el cabello y en la cara. Tenía una voz chillona y una personalidad infumable, ¿ahora le asusta una simple amenza?

—Me alegro.

Ambos se miraban a los ojos, y ambos apretaban sus mandíbulas, como si hubiese palabras atrapadas dentro. Palabras que no querían decir, ni tampoco sabían cuales eran.

—¿Me hace un favor? —el mayor respondió con un leve asentimiento—. ¿Me lo coloca en el cabello?

Jisung extendió de nuevo el accesorio y le sonrió, de una forma sincera que Minho no supo como tomarla.

—Por favooor —insistió.

Lee lo miró fulminante por unos segundos más y tomó por fin el broche. La brutalidad era lo suyo, pero corrió lentamente el cabello rubio del lado derecho y se lo colocó.

Siendo imposible no pasar las yemas de los dedos por su suave y sonrojada mejilla.

Minho carraspeó interrumpiéndose a él mismo y alejándose del menor. Agachó su cabeza un poco nervioso, pero una risita lo hizo levantar la mirada.

—Así no es —con una inocente sonrisa, apartó el accesorio y lo llevó un poco más atrás de su cabeza y finalmente, se lo colocó como le gusta—. Así está perfecto.

—¿Entonces por qué me hiciste hacer eso?

—Para comprobar algo.

—¿Qué cosa?

—Que usted no es malo.

Jisung sonrió levemente, sientiendo como los dedos de Minho habían pasado por su mejilla.

Esa maldita sensación.

Esa maldita sensación

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━ 𝐼𝑛𝑓𝑎𝑛𝑡𝑖𝑙 ⟩⟩ 𝑀𝑖𝑛𝑆𝑢𝑛𝑔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora