CAPÍTULO TRIGESIMOSÉPTIMO

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—Me da igual cómo lo hagas, ¡pero acaba con ella!

Sandra, ante la desesperación de Vladd, apoyó las manos en el escritorio sintiendo el mareo de la presión en sus entrañas.

—Me estás pidiendo no solo que vuelva al jodido norte —gruñó la chica vampiro—, donde ya pasé casi un siglo a la espera de la muerte de ese cabrón de Trock, sino que me adentre de nuevo en territorio licántropo para romper con mis propias manos la tregua que impide que pudieran matarme.

Vladd giró sobre sus talones, dejando de mirar la tormenta que caía allá afuera, en los jardines del castillo de Minosa.

—Si la tregua sigue en pie, tendremos que ir a la guerra de mano de las jodidas brujas y su nuevo líder, Baalseboth. Y no he vivido esperando eternamente la muerte de nuestra madre para terminar muriendo en una guerra que no es de nuestra incumbencia.

—¡Tu hijo ya logró entregársela a esos indeseables, así que mándale a él la misión de matarla!

Vladd se movió rápido, tanto que los rubios tirabuzones de la chica se mecieron con el viento. La mano del vampiro acarició la mejilla de ella.

—No puedo confiar en ese inútil —dijo—. Ya fracasó cuando trató de matarla en el pasado, y sigue sin tener la entereza para hacerlo. ¿Crees que no le he ordenado que lo haga cada vez que lo envío a revisar el estado de Tish?

Sandra apartó el rostro, frunciendo los labios. Sabía que no tendría opción. Que cuando a Vladd se le metía una idea en la cabeza no había quien se la arrancara.

Aun así le dio la espalda, opuso resistencia.

—No sé, Vladd. Según tu hijo, Madre está siempre bajo vigilancia. Está en el puto centro de su gruta principal.

—Por eso —llegó el susurro desde atrás, haciéndola estremecer— necesito que vayáis los dos. Uno creará la distracción, y tú...

Y él la besó en el cuello.

Un escalofrío la recorrió por la espalda al sentir las manos de él metiéndose en sus pantalones, rozando con dulzura entre sus labios ocultos.

—No te pediré nada más —dijo en su oído, acompañado de una lengua traviesa—. En cuanto lo logres, seremos libres al fin.

La agarró del hombro, la hizo girar y la atrapó entre sus fuertes brazos. Ella gimió cuando sintió una mano adentrarse no solo en la parte trasera de sus pantalones, si no en el primer hueco que encontró al indagar entre las nalgas.

—¿De verdad has querido siempre que muera tu amada madre?

Él sonrió con picardía.

—Tú has sido siempre la única para mí, amor mío.

Y bajó tanto sus pantalones como sus defensas y su resistencia, que fueron invadidas y conquistadas por la dureza con la que la empotró contra la mesa, sobre ella, a los pies de ella. Por toda la habitación. 


***


—Bien —susurró Sandra mientras paseaba la mirada por la enorme cueva, viendo cómo la oscuridad devoraba las cientos de bocas de túneles que confluían en aquel frío lugar. A los mediolobo entrando y saliendo, merodeando—. Esto habrá de ser rápido. Como lo hemos planeado. Nuestra visita no puede alargarse o comenzarán a sospechar. Junto con la noche de ahí afuera, la sorpresa es lo único con lo que jugamos a favor. Así que no la fastidies, Blade. O no saldremos de aquí con vida ninguno de los dos.

El vampiro, cuyos ojos refulgieron con cierto orgullo herido, asintió sin rechistar. Miró por última vez a la anciana allí crucificada, que no reaccionaba a nada. Pudo ver que no solo le faltaba el dedo que él mismo le cercenó. Y casi sintió lástima por ella.

TISERISHA "Tres siglos de odio"Where stories live. Discover now