CAPÍTULO VIGESIMOCTAVO

25 13 16
                                    




—Debes de estar de broma.

El gruñido de Tiserisha provocó un tic en el pómulo del dios, que, sentado sobre aquel trozo de muro, repiqueteó con los dedos esta vez con cierta impaciencia.

—No bromeo —dijo de pronto junto a su oído, con aquella voz nerviosa.

Tish contrajo todos los músculos de su cuerpo. Aquella jodida manía del Mago de aparecer donde quería y cuando quería empezaba ya a molestarle.

—Pues vete olvidando de esa idea. Porque Yakull no está en venta.

Lucero alzó la cabeza como un animal que escucha un ruido, desapareció dejando una estela de polvo, y volvió a aparecer sentado en otro montón de piedras. Tish podía sentir aquel nerviosismo que lo embargaba flotando alrededor de él.

—¿Nervioso? —dijo venenosa.

—¿Yo? —contestó Lucero, que no perdía de vista su Torre—. ¿Por qué habría de estarlo? Soy un dios, chica.

—Uno al que las brujas quieren muerto.

El desquiciado rostro del Mago se materializó frente a ella, con ojos ambarinos refulgiendo de furia.

—No juegues a ese juego conmigo, niña, o te haré pedazos aunque no le guste a mi querido Ya'kull.

El nombrado, los miró con la confusión pendida de sus ojos.

—Padre —dijo—. Tú no matar a Tish.

Lucero lo miró por el rabillo del ojo y mostró de nuevo aquella sonrisa nerviosa. Se apartó despacio.

—Tranquilo, pequeño —dijo—. Solo estamos... hablando.

Tiserisha miró al grandullón y la pregunta huyó de sus labios.

—¿Por qué te interesa tanto?

—¿Que por qué? —mostró los dientes—. ¡Él fue mi gran obra maestra! No hay otro igual. Y no es porque no pueda, pero no se llegó a finalizar un ejemplar hembra que lo acompañara. —Rio para sí—. Y es tan poderoso, y tan leal. —Miró a la chica a los ojos—. Tú misma lo habrás podido comprobar. Ni un perro es tan fiel como Ya'kull. Un portento.

Tish saltó con los ojos de uno al otro sin mover la cabeza.

—¿Y para qué quiere ahora un dios como tú a alguien como él?

—Compañía. Una de la que te puedas fiar —elevó los hombros—. De eso escasea en este mundo. Y ya me cansé de las chicas que me enviaba el rey. No me fío de ellas. ¿Quién quiere tener cerca a alguien que pueda apuñalarlo al menor despiste? Pero Ya'kull no es así. Él está por encima de toda traición, envidia, o mala intención. Él es... puro.

El gigante bajó la cabeza, sentado sobre el firme como un niño al que habían regañado.

—Tengo la información que precisas —habló de nuevo del dios—. Es tan sencillo como aceptarla, me devuelves mi creación, y todos contentos. Si no, tendré que hacer cambios drásticos en ese trato. El tiempo es muy importante para mí, chica vampiro. Y el vuestro se está expandiendo más de lo que mi paciencia permite.

Tiserisha lo miró con ojos temblorosos, tratando de pensar rápido. Algo en aquel maldito dios la ponía cada vez más nerviosa.

«Si le entrego a Yakull, pierdo mi mejor baza para plantar cara a Akiyama. —Miró al gigantón, que abrazado a sus rodillas se mecía como un niño pequeño—. Y además, no puedo dejarlo solo con... ¡No! No me jodas, Tish, nada de sentimientos. Él es solo una herramienta. Él es solo a quien usaré para derrotar a ese bastardo de piedra. El vínculo que nos une es cada día más poderoso, y eso hace que mi influjo lo haga cada vez más fuerte. Si lo pierdo ahora, nada de todo lo vivido junto a él habrá tenido sentido. El vínculo se romperá y ya no podré convertirlo en el monstruo que necesito para vencer... Pero si no se lo entrego, ese maldito loco es capaz de...».

El dios desapareció delante de sus ojos, como un espectro que se desvanece a su antojo, y Blade emitió un gemido. El chico, atravesada su clavícula por el afilado cetro del dios, contraía su hermoso rostro de dolor. Trataba de golpear a Lucero a la desesperada, pero la otra mano del dios, convertida en difusos parpadeos, detenía sus puños como si de los de un bebé se tratase. 

—Veo que te cuesta tomar una decisión, chica —dijo esta vez apretando los dientes—. Quizá necesites un incentivo.

Extendió el brazo izquierdo y todos sus dedos y, con un movimiento tan rápido que nadie pudo ver, cercenó el brazo de Blade desde el codo como si de mantequilla se tratase.

—¡Ahh! —el bramido de dolor del vampiro encajaba perfectamente con la expresión aterrorizada de sus ojos.

Tiserisha ignoró el dolor de la herida en su hombro y buscó los cuchillos bajo su capa, pero aquel dios sonrió ante sus intenciones.

—No, no, no —dijo con algo parecido a una sonrisa dibujada en el rostro, y sacó de debajo de su túnica uno de ellos—. ¿Buscas esto?

—¿Cuándo...?

—Una manufactura extraordinaria —lo sopesó una vez más, Blade agonizando pendiendo de su extraño cetro—. Si pretendías atacarme, he de advertirte de que no es buena idea, chica.

Tiserisha, furiosa, miró a Yakull, allí arrinconado. Pensó en la posibilidad de transformarlo y luchar. Pero aquel dios, tan veloz como la luz misma, no tenía rival entre aquellos escombros. La violencia no era la respuesta. Y eso la enervaba.

Lucero tiró al chico a los pies de Tiserisha, que se agachó junto a él. Lo sintió aterrado.

—Te advierto de que si pretendes luchar —comenzó a decir el dios, jugando con el cuchillo en su mano—, y se diera el caso más que improbable de que me vencierais, matarme no sería la mejor opción.

—Igual matarte es la única opción que me queda —gruñó Tish.

El dios carcajeó con aquel sonido artificial, fuera de toda cordura.

—Si quieres cumplir con tu venganza, yo diría que no. —Apoyó la afilada punta del puñal en su propio pecho—. Karar'deriom —dijo—. Si yo muero, todos lo haréis conmigo.

Tanto Tiserisha como Blade fruncieron sus ceños, él no solo intrigado por aquellas palabras, sino por el dolor mismo que no lo abandonaba.

—¿A qué te refieres? —preguntó ella, mirando en todas direcciones, a la espera de alguna trampa. Definitivamente, la presencia de aquel jodido dios la ponía de los nervios.

—Mi muerte será el fin de todo —mostró muchísimo lo dientes—. Solo tienes que tener eso en cuenta. Y ver si te compensa siquiera intentarlo. Así que, ¿qué me dices? ¿Hacemos trato, o tengo que seguir cambiando las normas? Igual podría empezar también por tus miembros. Quizá les tengas más aprecio a estos que a los del chico.

Blade salió disparado al exterior hasta perderse en la oscuridad, llevándose consigo el gruñido de dolor por el golpe que lo había alcanzado. Tiserisha era ahora quien colgaba de la mano del dios, asida por el cuello, robado su aliento.

Agarró el antebrazo del dios, desesperada. El aire dejó de fluir y la desesperación a manar de todos sus poros. Trató de gritar, de influir en Yakull para que luchara por ella, pero si el aire no circulaba, mucho menos la voz. Y entonces fue ella en esta ocasión quien comenzó a tratar de golpear al Mago. Una patada, un puñetazo, un zarpazo, y así tanto como pudo. Hasta que uno rozó el pómulo del dios, que volvió a vibrar en un tic, haciendo que aquella mirada ambarina se frunciera de rabia.

—Vaya, vaya —dijo entre dientes—. Veo que eres infinitamente más fuerte y rápida que ese niñato. Pero no tienes opción.

Apretó aún más, y el cuello comenzó a emitir un leve crujido. Un silbido mucoso salió de su garganta como último recurso:

—Yak...

—¡Te estoy ofreciendo un trato justo, maldita inhumana! —rugió el dios fuera de sí—. ¡O me das a Ya'kull, o mueres!

—No.

Aquella voz a su espalda lo hizo percatarse de que se había despistado una milésima de segundo, y una mano enorme se cerró a su alrededor como una tenaza de acero.


***


NOTA: Este dios no sabe lo que es un trato justo... ¿no creéis?

TISERISHA "Tres siglos de odio"Место, где живут истории. Откройте их для себя