CAPÍTULO DECIMOTERCERO

34 17 18
                                    


Te odio, te odio, te odio, te odio, te odio, te odio, te odio, te odio... Te amo.

                                                                                                                       Notas


***


La vida nuca suele ser justa. Eso es algo que solo sabemos quienes pisamos la tierra con los pies y la conciencia. Y, a veces, me lamento tanto de haber estado tan ciega en el pasado... Vosotros, que también conocéis las patadas que da la vida en la entrepierna, comprenderéis que todo esto terminara como lo hizo. Quienes aún viven flotando entre algodones, pensarían que puede ser injusto. Pero, ¿qué más da? La vida es así, le pese a quien le pese. Lo que más me jodió fue tragarme semejante patraña, pues de no haber sido así, ahora no estaría aquí, a tres días de mi puta muerte.


***


El sol, allá afuera, no era más que un borrón perdido tras los nubarrones, ahogado en la tonta añoranza de días en los que bañaba el mundo con la plenitud de su luz.

—Se avecina tormenta —dijo Tiserisha junto al ventanal, los dedos entrelazados a la espalda—. Si vamos a anular la tarde de cacería os pediría que solucionáramos esto de una vez por todas, aquí mismo, aunque no confiéis ni en vuestros jodidos vástagos. No pienso perder más tiempo.

Vladd se acercó hasta plantarse junto a ella, también contempló el manto oscuro que cubría el cielo arrastrado por el viento.

—No creo que sea necesario —dijo el chico con seriedad—. Sandra está realmente preocupada por todo lo sucedido, y por esa osadía por parte de uno de sus hijos al retarte. No se lo perdona a sí misma. Su propia sangre tratando de arrebatarte la vida. —Negó con un cansado ademán de cabeza—. Está decidida a acabar con todo esto casi tanto como tú, Madre, pero necesita que nos organicemos, y puesto que no se puede confiar en nadie aquí, solo ella conoce el lugar donde nos revelará lo que tiene pensado para arreglar esta situación. —Rizó el labio no demasiado convencido. Habló rozando el susurro, como si las paredes escuchasen—. Al parecer conoce la forma de atrapar con vida a quien cree que va detrás de ti, y que así puedas sacarle a hostias el motivo de su traición, pero, como has podido comprobar, aquí no es seguro hablarlo.

Tiserisha asintió. Fue Vladd quien volvió a hablar mirando através del cristal.

—Sea quien sea es un cobarde, y merece un siglo de torturas.

«Así es —pensó Tiserisha haciendo rechinar los dientes—, un maldito cobarde. Uno que si tuviera los huevos de plantarme cara como se ha de hacer, como hizo ese chico, le arrancaría la puta cabeza por tratar de arrebatarme mi destino».

Tomó aire y trató de dominar la impaciencia, la ira, las ganas de arrepentirse de haber creado toda aquella vida que ahora deseaba su muerte. Suspiró y giró la cabeza hacia el hermoso chico de pelo negro y perfectamente engrasado.

—Veo que se te ha pasado el enfado conmigo—dijo forzando una sonrisa.

Vladd subió los hombros, la mirada gacha.

—No te creas, Madre. Nunca dejaré de recriminarte el que no te quedes a nuestro lado. Y pensar que además esta vez partirás antes de lo acostumbrado...

Tiserisha pasó con afecto la mano por la espalda del joven, provocando en él un escalofrío.

—Vive, hijo —dijo—. Yo tampoco dejaré nunca de recordártelo. Vive y guía a nuestro pueblo con otros valores, con otras costumbres. Cámbialo todo, tienes poder para hacerlo.

TISERISHA "Tres siglos de odio"Where stories live. Discover now