CAPÍTULO VIGESIMOCUARTO

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Os juro que habría matado a aquel chico si no fuera porque lo necesitaba. Si no fuera porque...


***


Los días se fueron sucediendo, uno tras otro. Y la Torre no mostraba signos de vida o movimiento alguno. Tiserisha ya comenzaba a desesperar. El temor a acabar muerta antes si quiera de alzar una sola pregunta al aire la ataba de pies y manos a aquel montón de escombros donde permanecían ocultos día sí y día también.

La idea era comprobar si lograban verlo salir. Si aquellos surcos en la tierra se levantaban en forma de polvo dando evidencias de que algo se movía por aquella tierra desolada. Se turnaban para traer algo de caza, para vigilar, para descansar. Aun así Yakull no perdía de vista a aquel chico vampiro a pesar de que en ocasiones la comida más bondadosa se la trajera él. Comida que, por supuesto, debía degustar el vampiro en primer lugar por exigencia de Tiserisha. Y si ella dormía, el grandullón no, siendo como una gárgola incansable junto a ella.  

Pero el tiempo pasaba demasiado lento, y Tiserisha opinaba que era desesperante.

«¿No habrá otra forma de llamar su atención sin jugarnos el pellejo?»

Los escombros crujieron a la entrada del destartalado salón y Tish vio llegar a Blade con un venado. No le hizo falta mirar al grandullón; ya lo escuchaba babear de solo olerlo.

—Pongo el fuego —dijo ella—. Hoy cenarás como un rey, grandullón.

—Como un rey —repitió Yakull con una sonrisa en el rostro.

—¿Nada? —preguntó Blade, echando un vistazo a la Torre por la ventana.

—Nada —suspiró Tish.

—Bueno, tarde o temprano tendrá que salir, y entonces, solo tendremos que alzar voces piadosas y rezar por que no nos degüelle sin pensar.

—Eso espero... Aunque empiezo a pensar que incluso puede que ese jodido dios esté ya muerto.

Blade la miró mientras colocaba la cena sobre la hoguera.

—Has vuelto a llamarlo dios —dijo, y ella encogió los hombros.

—Entonces, ¿de verdad que no conoces lo que es en realidad?

El chico arrugó el lado tatuado de su rostro con una indiferencia que también se reflejó en sus palabras.

—Sinceramente me importa una mierda. Dios o no, no sirve para gran cosa. Lo que sí me llama la atención es qué puede querer mi dona de alguien como un dios.

Tiserisha lo fulminó por un breve instante con la mirada. Una mirada que se apagó al pensar en su vindicta. ¿Y si ese jodido dios estaba muerto? ¿Habría perdido entonces su mejor baza para encontrar a Akiyama?

«Da señales de vida, maldito hijo de put...»

Un destello cegador se reflejó en la pared frente a la ventana. Uno tal que los dejó aturdidos a pesar de no haberlos alcanzado de lleno. Yakull gimió de dolor, llevándose la mano a su ojo sano. Tish y Blade se tiraron al suelo, solo viendo estrellitas bajo los párpados cerrados y ardientes.

—¿Qué ha sido eso? —gritó Tiserisha.

—La prueba de que ese dios al que buscas está con vida.

«¡Está vivo!»

Tish se arrastró hasta la ventana al igual que hiciera el chico. Acarició el rostro de Yakull tumbado en el suelo, que mostraba un ojo enrojecido y lloroso entre los dedos de su mano.

—¿Está bien, amigo?

Y el gigante, enjugándose el ojo con el dorso de la mano, terminó por asentir.

TISERISHA "Tres siglos de odio"Where stories live. Discover now