CAPÍTULO VIGESIMOTERCERO

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La Torre del Mago. Imponente e infranqueable edificación. Se dice que de su cúpula superior destellos solares nacen, dejando ciegos a quienes pretendan asaltarla. Que de sus más de dos mil cuatrocientas aspilleras a todo lo alto se escupen proyectiles en todas direcciones, masacrando todo cuanto pillan, destruyendo todo cuanto alcanzan. Baluarte de un solo edificio, sin murallas, sin más defensa que el poder del mismo Mago. Lugar inabordable que desde hace años ha, se ha visto asediado por las hechiceras sin éxito, con consecuencias terribles para el poblado que se situaba próximo a dicha estructura. Un desierto como jardín. Un lugar donde morir, si es lo que se desea.

Frank Riere, Historia y edificios de Corinta  


***


Cruzaron la ciudad en silencio, en dirección noroeste. La mañana los alcanzó y se cubrieron con las capas para no detener el paso. Un pinar, arroyos, un hayedo y a lo lejos, al norte, un imponente pico rodeado por un anillo de nubes oscuras que dominaba el paisaje, plasmando su titánica silueta en el horizonte.

—El Monte del Cuervo.

Ante las palabras del joven, Tish sacudió la cabeza y dejó de mirar aquel lejano titán, arrancada de su ensimismamiento.

—¿Cómo dices?

—Si no vas a hablar en todo el camino, al menos déjame que haga de guía —sonrió el chico caminando en cabeza—. Aquella montaña que domina el norte visto desde aquí es el Monte del Cuervo. Dicen las leyendas que la Muerte vive allí, y que el día de cada batalla que hace regar las tierras de sangre en cualquier parte del mundo, los cuervos vuelan desde su cima en busca de un nuevo festín, al encuentro de los cadáveres que las guerras dejan para ellos.

—Bonita historia.

—Si eres una sádica, claro —rizó aún más la comisura de los labios.

Blade guardó silencio antes de pronunciarse de nuevo.

—Antes lo llamaste dios. Al Mago. ¿A qué te referías?

La pregunta sorprendió a Tiserisha, que con Yakull pisándole los talones, decidió evadirla.

—A nada. Y por cierto, con que me digas la dirección correcta es suficiente. No hace falta que me acompañes hasta allí. Tus compañeros caza-engendros te estarán echando de menos.

Blade rio con fuerza, lanzando a lo lejos una piedra que portaba en la mano.

—No te preocupes por ellos. Saben apañárselas sin mí. Lo dejé todo en orden antes de seguirte, pues sabía que accederías a mis encantos. —Se volvió hacia ella y le guiñó un ojo, haciendo que se ruborizara muy a su pesar.

—Si no quieres acabar con esos encantos metidos por el culo, te aconsejaría que en cuanto lleguemos te marchases. Mis asuntos no te incumben en absoluto.

—A sus órdenes, mi dona.

Tiserisha bufó, pero no dijo nada más. 

A lo lejos comenzaron a divisarse unas ruinas. Casas derruidas, edificios con apenas dos paredes y cubiertos de enredaderas y escombros. Era un lugar extraño, a donde el camino adoquinado por el que se aventuraban bajo los bosques llegaba hasta adentrarse en la desolación más absoluta.

—Ahora es cuando cobra sentido el que venga contigo —dijo el joven—. Así que seguidme y haced lo que os diga. O simplemente encontraréis una muerte rápida y sin advertencias.

Se aproximaron con la cautela que su guía les aconsejó, con pasos calmos, cuerpos encorvados, evitando unas extrañas runas ocultas en rinconesinsospechados, pues Blade advirtió de que eran trampas que el mismo Mago dejabapara los intrusos. También habría que decir que era merecedor de cierto mérito el que Yakull lograra esconderse con éxito tras los derruidos muros. Y así, tratando de no llamar la atención de a saber qué, se adentraron en un edificio que aún mantenía sobre sus vigas parte del techo y Blade la invitó a asomar la mirada por una ventana.

TISERISHA "Tres siglos de odio"Where stories live. Discover now