CAPÍTULO TERCERO

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Si bien es verdad que aquel grandullón no era más que una herramienta para mí, también os digo que quizá haya sido el único que siempre ha plantado cara a mi lado, sin importarle las consecuencias, sin temer más nada que perderme a mí. Sin poner una sola protesta en sus antiguos labios. No hay, según dicen, mejor arma que la que te es leal hasta la muerte, y, en este caso, él fue siempre el único que nunca me abandonó. El único que no me dejó sola. Y el único que era capaz de acabar con quien busco...


***


El llanto devoraba a la pequeña como el mayor de los desastres de la naturaleza.

Trataba de abrir sus verdes ojos, anegados por sendas lágrimas que no dejaban de brotar ante la idea de ser abandonada para siempre. Trató de ver, tras enjugarse una y otra vez con los dorsos de las manos, a quien no podía tras aquel portal ovalado y oscuro como la noche cerrada ante ella. Tras aquel resquicio de negra magia por el que la habían lanzado a su suerte.

La reminiscencia mágica hizo vibrar el aire, sonó como una cuerda al tensarse, y tras el desgarrador grito de desesperación de aquella cría que aparentaba nueve años de edad, dio un último latigazo y desapareció delante de sus narices, dejando un vacío no solo en la partículas de polvo que flotaban en el aire, si no en el corazón de la niña que volvió a gritar en aquel exasperado llanto.

Tiserisha despertó con un respingo, con el rostro bañado por silenciosas lágrimas. El gigante sentado junto a ella ya se había puesto en pie, alerta, escrutando las profundidades del bosque. Ahora quizá, aquel enorme montón de músculos no parecía tan grande como lo era cuando la sacó de aquella taberna hacía una semana. Ahora se diría que podía medir como dos codos menos de altura, y que estaba menos... hinchado. Pero aun así seguía siendo tan alto como dos hombres, y fuerte como un toro.  

—Tranquilo —se tragó el llanto la joven de rostro oculto bajo rizos rojizos—, estoy bien.

Yakull gruñó como respuesta.

—Solo ha sido una pesadilla —rechinaron los dientes de Tiserisha—. Como siempre.

Se puso en pie y, de una patada, apagó los rescoldos de la ya extinta hoguera tirando tierra encima; el comienzo del otoño estaba siendo frío. Se acurrucó bajo su gruesa capa y, como si de un animal nocturno se tratase, se dispuso a seguir caminando en aquel anochecer. Había dormido mientras el sol se alzaba sobre las espesas copas de los árboles, como solían hacerlo los suyos. Pues, por mucho que la humanidad creyera saber sobre ellos, no sabían en realidad más que sandeces. El astro ardiente del cielo tan solo los adormecía, los debilitaba si los alcanzaba de lleno con su luz, y como era de esperar, era la noche su escenario predilecto. 

—¿A dónde ir ahora? —preguntó con su torpe y profunda voz Yakull que, aun a pesar de saber que todo estaba en calma, seguía de ojos alertas.

—Seguimos yendo al suroeste, Yakull, a las islas de La Boca del León, ya te lo he dicho mil veces. —Se cubrió la cabeza con la capucha de la capa y echó a andar—. Ahora que he recuperado algo de juventud y teniéndote a ti a mi lado, es hora de encontrar a aquel de quien te hablé. A aquel a quien me ayudarás a matar. —El gigante, siguiéndola muy de cerca, asintió predispuesto—. El único problema es que no conozco su paradero. Ese maldito bastardo es un dios escurridizo. Pero conozco el hogar de uno de sus iguales. Mi padre me habló de aquel lugar en nuestros largos viajes. Mi lugar de nacimiento. Y conozco la forma de entrar. Solo tenemos que llegar allí y preguntarle amablemente adónde se esconde ahora, y si habla, quizá le perdone a él la vida.

«Y tenemos que hacerlo antes de que mi barriga empiece a hincharse y se convierta en un estorbo —pensó, llevándose la mano al vientre—. ¿Por qué siempre me dejo llevar por esa absurda necesidad de procrear? Tan solo debería haber cogido de ese chico su juventud. Ahora tendré que volver allí, al viejo castillo, y dejar de nuevo una criatura al cuidado de los míos. Y volver a dejarlo todo atrás para emprender mi jodida cacería. Maldito seas, padre, por todo lo que me has hecho sufrir dejándome sola en este mundo. Maldito seas, Akiyama...».

Y entonces su mente viajó a tiempos ya pasados...


***


La brisa del atardecer acarició las pecosas mejillas de la niña. Si bien por su aspecto no se diría que luciera más de once años de edad, el dios ante ella sabía que no era así. Que ya hacía tiempo que vivía. Que fueron cincuenta y dos ciclos anuales los que hacían desde que él, junto a sus tres hermanos de deidad, la conjurara en uno de sus experimentos.

La decepción en la voz del dios Akiyama, aquel enorme gólem de piedra ante ella, sonó más desesperada que con enojo. 

—Tiserisha, esto no puede seguir así. —Echó la vista a un lado, al suelo, donde algo se amontaba inerte, gris, a las puertas de una casucha solitaria en la pradera—. Si te llevé conmigo cuando abandoné las prácticas de creación junto a mis hermanos, fue porque quería demostrarme a mí mismo que no todo fue un error. Que algo de lo que creamos por nuestras absurdas necesidades podía ser bueno. Pero esto... —Su pétreo dedo señaló los cuerpos muertos sobre la hierba—. Esto no puede seguir sucediendo.

—Pero es que yo...

—¡Pero es que nada, Tiserisha! —esta vez sí se sintió un resquicio de su ira—. A cada momento que me despisto aprovechas y te lanzas a la caza, a quitarte años de encima a costa de la sangre de inocentes, a arrebatar vidas como un animal sin escrúpulos. ¡Y no eres un animal!

La niña arrugó el rostro y comenzó a sollozar, tomó asiento abrazando sus rodillas y escondió el rostro tras ellas, sonando entonces su dulce y entrecortada voz.

—Pero yo no tengo la culpa de ser así...

Aquel gólem de granito, algo más alto que la choza, gruñó y se pronunció con la amargura raspando en su garganta:

—Te lo advierto, Tiserisha; si sigues por ese camino, tendré que detener esto del peor de los modos. No me hagas llegar a ese extremo, pequeña —le tembló la voz—. No me hagas hacerte eso. 


***


—Debemos darnos prisa —dijo la chica con un enfado que floreció al revivir viejos recuerdos—. Daremos con ese dios bastardo del fuego, Fudo, y cuando nos dé la información que necesito, me desharé de lo que llevo dentro e iremos de inmediato a por ese mal nacido.

—¡Yo matar a Akiyama! —alzó la voz con ímpetu el gigante.

—Los dos lo haremos —apretó sus afilados dientes la joven—. Los dos lo haremos.

«Llenaré el vacío de mis entrañas con tu vida, Akiyama. Porque solo tenías que aceptar lo que soy. Porque tú eres el responsable de mi existencia. Porque si no querías que algo como yo naciera, no deberías haberme creado. Porque nunca te perdonaré que me abandonases. Que me dejaras sola en este jodido mundo. Mundo que barreré hasta dar contigo». 

La brillante luz de la luna los bañó con dulzura al salir del robledal. Los animales nocturnos dejaban invisibles vestigios de su presencia, pero lejos de todo aquello, pocos eran los sonidos que acompañaban a los pesados pasos de Yakull. No quedaba mucho ya para alcanzar el río Crank, y eso solo podía significar una cosa; que pronto estarían a las puertas de las islas del dios del fuego. Puerta inescrutable para todo aquel que no conociera la magia. Y puesto que aún nadie sabía siquiera lo que eso era, nadie conocía el secreto para cruzar la barrera mágica que impedía el paso a través de las montañas de Ibune. La magia era solo cosa de dioses. De los cuatro dioses. Cosa que Tiserisha ya sabía por el dios Akiyama, a quien llamó padre durante demasiado tiempo, en los años que vivió acompañándolo por el mundo.      

Lo que no pudo imaginar era lo que allí encontraría, a las puertas de su próximo destino. Una nueva creación de los dioses. De uno de ellos en concreto. Del dios Fudo. Una creación que, a diferencia de todas las demás, tenía el don de controlar la magia venida del cielo. La potestad de controlar los elementos de la Madre Naturaleza. Unos seres con los que tuvo la mala suerte de cruzarse en el momento equivocado.








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NOTA:

Sé que no es día de publicación, pero me apetecía dejaros un regalo de reyes. Os deseo lo mejor para este año y muchas gracias por estar ahí.

TISERISHA "Tres siglos de odio"Where stories live. Discover now