01.

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Todos los días se repetía el ciclo: despertar, ir al trabajo y soportar las innumerables humillaciones de mis compañeros. Ya estaba acostumbrada, aunque eso no descartaba el hecho de que sus acciones y palabras me afectaban mucho.

Y cada mañana que despertaba, salía de mi cama repitiendo la mismas palabras: sólo será otro día más.

¿Acaso tenía un propósito para continuar viviendo? Ni siquiera mis propios padres me quisieron, a tal punto que me abandonaron desde niña, dejándole la pequeña carga a mi abuela.

—Buenos días, mamita. —le dediqué una sonrisa.

Ah claro, mi abuela era la única razón por la que yo seguía ahí, de lo contrario, la gente habría dejado de escuchar sobre mi existencia desde hace mucho. Ya era una señora de edad muy avanzada y padecía de insuficiencia renal, por ende no podía trabajar, y al ser la única que me acogió con amor cuando mis papás me dejaron sin pensarlo dos veces, me esforzaba día a día por ella para pagar sus gastos médicos.

—Toma tu desayuno antes que te vayas, hija mía.

Observé el plato de comida algo insegura y no porque no lucía apetecible, sino porque mi mente me obligaba a restringir el consumo de ciertas comidas.

Sufrí de mucho abuso durante mis años en la secundaria, tanto físico como verbal y mental, y eso dejó secuelas que aún no podía superar debido a que mis compañeros de trabajo se encargaban de recordármelas y por esa razón me seguían afectando grandemente hasta ese entonces.

—Nana... comeré cuando regrese del trabajo. —sonreí nerviosa, pues no era la primera vez que ponía ese pretexto para no comer.

—Es la tercera vez que dices eso esta semana, debes comer para tener energías.

—Es que ya voy tarde a mi trabajo —me puse de pie, evitando hacer contacto visual con ella—. Me comeré esta naranja en el camino.

Y con eso me dejó ir sin cuestionar más. Supongo que mi comportamiento no le parecía alguna clase de anomalía, pues casi nunca estuvo al tanto de mis problemas ni de lo que viví en la escuela.

Con un café será suficiente, pensé, pero no tenía tiempo para detenerme y comprar uno, así que simplemente pelé la naranja y la comí en el trayecto al trabajo, que por cierto era una tienda de ropa para eventos formales (vestidos, trajes de corbata, etc...).

Cuando llegué, no fue sorpresa que mis compañeros me miraran y comenzaran a susurrar cosas entre ellos, pues no me llevaba bien con ninguno. Días atrás intenté conseguir un trabajo diferente, sin embargo, nadie me contactó para decir que había sido aceptada y con mi situación actual no podía darme el lujo de renunciar así por así.

Ignorando a todos a mi alrededor, fui directamente hacia la bodega donde habían un par de cajas con pedidos recién entregados y que debían ser ordenados, y cuando digo "un par de cajas" me refiero a muchas. Francamente, prefería estar metida allí en lugar de estar afuera con ese bulto de odiosos, pero claro que ellos no podía dejarme en paz por un día, así que mientras acomodaba las cajas y confirmaba que estas habían llegado de forma segura, los chicos aparecieron a mis espaldas.

Dos chicas y un chico: Hyeri, Soyoung y Jaehwan. Había una empleada más, pero ella era demasiado reservada y prefería mantenerse al margen, ni siquiera conocía su nombre, dudo que los otros tres también.

—Hey, rarita, necesitamos que vayas por nuestros cafés. —oí a Soyoung decir.

Otra vez, maldita sea...

Pero no podía quejarme, la última vez que lo hice me fue muy mal. Suspiré muy bajito y me demoré un poco en darme la vuelta y hacerles caso, ya que quise terminar de colocar la caja.

just another day ; Han JisungDove le storie prendono vita. Scoprilo ora