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TZUYU

Mi casa era un lugar pequeño. 

Prácticamente nada comparada con la mansión, la cual por cierto no conocía por completo.

El taxi nos había dejado a un par de calles alejadas de mi casa. Teníamos que caminar algunos minutos para llegar, a los taxistas no les gustaba entrar por aquellas calles. Mi vecindario no tenía la mejor fama del mundo, y desafortunadamente su mala fama estaba bien infundada. 

Sana había pasado la mayor parte del trayecto del taxi en silencio pero ahora comenzaba a hacer gestos de desagrado. Parecía que finalmente estaba dándose cuenta de que pasaría unos días fuera de su castillo de princesa. 

Llegamos al lugar indicado. 

El jardín de mi casa estaba cercado por una valla de metal y una puerta del mismo material. Estaba un poco oxidada pero aún funcionaba para evitar que se metieran ciertos intrusos. Jamás nos habían robado algo en todos los años de vivir ahí, pero papá era un hombre que prefería ser precavido y por eso la había puesto de todos modos. Abrí la puertecilla de metal, la cual rechinó y le permití a Sana pasar primero haciendo uso de toda mi caballerosidad. 

Sana empezó a caminar hacia adentro a pasos cortos y dubitativos. Mi jardín no medía demasiado, quizá unos diez metros cuadrados. El césped estaba seco y pajizo y no teníamos árboles ni flores como el jardín de los Kim, si acaso teníamos algunas plantas de sombra en macetas, pero creo que ninguna estaba viva. A nuestra familia no se le daba la jardinería. 

La puerta hizo un estruendoso ruido al cerrarse y Sana giró a verme un poco asustada, le sonreí y ella rodó los ojos. Estábamos a mitad del jardín cuando la detuve. 

—Sana —La llamé y ella me miró con el ceño fruncido. 

—¿Qué? —Preguntó molesta. 

—Quiero que sepas que yo no tengo nada que ver con la decisión que tu padre ha tomado. —Comencé a decir, ella suspiró como tratando de contener su molestia —A mi tampoco me hace feliz que tú estés aquí. —Continué y el ceño de Sana se frunció —Sólo quiero pedirte que hagamos las cosas lo mejor posible para poder convivir estos días, Sana. Y sobre todo, quiero pedirte que respetes a mi familia. Ellos no tienen nada que ver con nuestros problemas o los tuyos con tu padre. No quiero que los trates de forma grosera. ¿Puedo contar con eso?

Sana rodó los ojos y siguió andando. Esperaba por el bien de todos que ella supiera moderar su mal genio, porque de otra manera jamás le perdonaría que ofendiera a mis hermanos como solía hacer conmigo.  

Llegamos a la puerta de la casa la cual era de un metal un poco más grueso y resistente que la puerta del jardín y estaba pintada de blanco pero había varios segmentos donde la pintura se había desprendido. 

Saqué las llaves del bolsillo de mi pantalón y la introduje en la cerradura girándola una sola vez ya que no estaba asegurada porque Han ya estaba ahí. Mantuve la puerta abierta para Sana y después de ella entré yo. Ella se quedó parada en la entrada, observando todo con detenimiento y también como si no quisiera moverse ni tocar nada por miedo a que sus perfectas uñas se ensuciaran. 

—Ya estoy en casa —anuncié mientras caminaba a lado de Sana y me dejaba caer sobre el sofá de la sala que estaba apenas a unos pasos de la entrada. Pronto escuché la puerta de la habitación de Han cerrarse y lo vi aparecer por el pasillo con Hyunjin en brazos. 

Él fue hacia mi y me dio un abrazo fuerte y un beso en la mejilla para luego dejar a Hyunjin en mis brazos y llevar su atención hacia Sana. Los ojos de mi hermano se abrieron un poco más de lo normal al igual que su boca. Sinceramente no me sorprendía, Han era un adolescente y Sana... Bueno, era Sana. 

roads¹ | satzu [terminada]Where stories live. Discover now