Costumbre.

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No hay nada peor en esta vida qué acostumbrarse a las situaciones.

Sentir comodidad en una situación o simplemente atenerse a que es lo que le toca. Es algo sumamente peligroso.

Hay personas que nacen sin dinero y se acostumbran a la pobreza y no aspiran a más, piensan que siempre tienen que estar sin dinero en los bolsillos por que así se acostumbraron cuando chicos. Pierden esas ganas de sobresalir y de superarse todo por que así viven de manera cómoda.

También estan las personas que se acostumbran no a una situación si no a las personas. Cuando están en una relación y de pronto y antes de que te imagines ya se acostumbraron a la vida que llevan. A despertarse en la mañana con un mensaje de buenos días o de oír los ronquidos estrepitosos de la persona a tu lado. Y es peligroso acostumbrarse a eso. Por que cuando ya no están... duele. Por que  veces olvidamos qué las personas y las relaciones no son eternas, por que  veces las personas sufren de la gracia del destino y los familiares, amigos o pareja les son arrebatados. Y entonces duele tanto que quema, saber que ya no están, y la seguridad de que nunca regresarán. O veces,  también sucede que estas personas deciden irse por cuenta propia... dejándote con el vacío de la dependencia y entonces hay un dolor qué  quema de otra forma... en los lugares del corazón llamados insuficiencia y después de pasar ese sufrimiento decides no volver a acostumbrarte jamás . Por que al final todos se irán ¿no?. Lo mejor es vivir el aquí y el ahora, gozar cada momento, pero sin esperar a que mañana continúen contigo.

Pero la peor costumbre es el conformismo a las injusticias a la discriminación, a la violencia y al miedo. Cuando vives una situación tormentosa una y otra vez pero después de un tiempo te acostumbras o eso y  crees, como cuando en la escuela esos pequeños y molestos comentarios que hablaban acerca de tu físico, tu forma de ser o manera de reírte llegan, cuando el grupo de la esquina se burla de ti, pero tu te acostumbras, y dices que esta bien, solo son simples comentarios, pero cuando ya no aguantas más te quiebras.   

Park Jimin se acostumbró.

Cuando tenía seis años hablo con sus padres del deseo de ser un bailarín profesiónal.  Como los de aquel documental qué pasaron en su televisión.
Los que parecían escuchar la música con el cuerpo y no solamente con sus oídos.

Fue en esa época qué su padre con una sonrisa que le dijo que sí, lo inscribiria en la mejor academia de baile de la ciudad. Pero tenia que meterle empeño y dedicacion.

Entonces sus horas de práctica comenzaron. Primero las sesiones normales de dos horas al día. Después se le agrego otra para que destacara de sus compañeros.  El pequeño estaba feliz cuando lo eligieron para ser el centro de el baile en el festival de la escuela. Aunque cuando pasaron los años. Todo se hizo más extenuante. Agregándole más y más carga.
Quitándole más y más sonrisas.

Entonces un día al cumplir los diez y seis años su padre lo sacó de los estudios medios.
Pues no le servirían para nada en su futuro de bailarín. Y en cambio le estorbaban esas horas de escuela.

Tanto llegó la obsesión de su padre que ahora prácticaba todo el día. Todas los días de la semana.

Cuando Jimin caía o se equivocaba sufría un castigo. Uno severo. A veces eran golpes pero también a veces era quitarle libertad. Al punto de que no hablaba con nadie en toda su academia. Nunca cruzaba palabra ni siquiera con sus instructores.

A Jimin ya no le gustaba bailar.

Ahora con casi veinte años, Jimin no podía hacer otra cosa más que bailar y llorar. Pero en silencio si no, los sollozos molestaban a su padre claro está.

Por eso mismo cuando Jimin recibió la carta de YoonGi suspiró con alivio.

Jimin estaba acostumbrado a la vida que tenía. Pero ya no la quería más.

– Hola Soy Jimin.

– Por favor , sálvame.

El Omegaverse ¿QUEE?     KTH & JJKWhere stories live. Discover now