20. La encerrona

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Diol.

—¡Joder! — gruñí demasiado alto al notar la corriente eléctrica en mi muñeca.

—¿Te has dado cuenta tu también que nos reclama, no? — sonrió Neol mientras se masajeaba la muñeca.

—¿Qué necesidad había de la maldita pulsera? — me quejé mientras salíamos de nuestra habitación.

—Ya sabes que nos la pusieron para que la megáfono no sospechase más de las visitas que nos hacía el director personalmente a nuestra habitación— me recordó Neol.

—Podría haber pensado en otra cosa— resoplé y al segundo volvió aquella corriente eléctrica— ¡QUE YA VAMOS, COÑO! — grité y Neol me dio un codazo.

—¡Cállate gilipollas! — me gritó en voz baja.

Gruñí entre dientes mientras comenzamos a trotar hasta llegar al despacho del director.

—Podrías haberte planteado otra manera de llamarnos— me quejé al entrar dentro— por ejemplo, cada vez que nos necesites, que la pulserita dijese "alerta" o algo así— dije masajeándome la muñeca con fuerza.

—¿Te piensas que tengo tiempo para vuestras gilipolleces? — respondió.

—¿Qué pasa? — preguntó Neol al oírlo hablar tan serio.

—¿Qué qué pasa? — preguntó abriendo los ojos más de la cuenta dándome un miedo de narices— vosotros, eso es lo que pasa, ¡VOSOTROS! — gritó esto último desquiciado.

—¿Qué hemos hecho? — pregunté sin entender nada.

—Os he mandado a realizar un trabajo de chinos en los lugares más vigilados de la historia y aquí seguís, vivitos y coleando— se quejó.

—¿Qué...— dijimos mi hermano y yo a la vez.

—¿Sabéis? — se levantó de la silla— vuestro jefe está muy contento con vosotros— se sentó sobre la mesa sin quitarnos su mirada de encima — tanto que el dinero que me pagaba, va directamente hacia vosotros— chasqueó la lengua— y esto no puede ser así— concluyó.

—Pero...— intentó hablar Neol, este le interrumpió.

—Mi mujer está enferma y no hay nadie que pueda cuidar a mi hija— se llevó la mano a la frente— lo único que podía pagar la medicación de mi mujer era el dinero que ganaba en este trabajo— nos volvió a mirar, pero esta vez con odio— os vi robar comida de la despensa esquivando la mayoría de las cámaras y acertando con la contraseña de la puerta de la despensa, yo fui quien os contrató, yo fui el quien estuvo buscando entre tanto mocoso huérfano a alguien que fuese astuto y digno de trabajar para mi jefe— suspiró— os di lo que quisisteis, convencí a la estúpida bruja que os dejase en paz y a la gilipollas de la cocinera para que os diese la comida que vosotros le pidiéseis— se levantó de la mesa— ¿Y ahora me lo pagáis así? — nos preguntó— ¡¿AHORA ME LO PAGÁIS ASÍ?! — gritó con tanta fuerza que a los dos se nos fue un peo.

—P-podemos llegar a un acuerdo— respondí con miedo— podemos darte tu dinero y nosotros quedarnos con lo que nos corresponde— intenté negociar.

—Querido Diol...— sonrió sin ganas— ¿crees que estoy de humor para negociar con dos mocosos como vosotros? — me miró— ¿piensas que después de que tu jefe te despida sutilmente por una panda de críos estoy de buen humor? — preguntó.

—Y, ¿qué vas a hacer? — preguntó Neol.

—Buena pregunta— sonrió con malicia y del cajón del escritorio sacó una máquina donde se podía ver un reloj digital— en cuanto pulse este botón, este reloj comenzará a dar marcha atrás— comenzó a explicarnos.

—¿Una bomba? — me horroricé dando un paso atrás.

—No, no, no...— sonrió tras negar— algo mucho mejor que una bomba.

Tragué saliva y miré a mi hermano.

Neol.

Vi de reojo que Diol me miraba asustado y yo no quité la vista al tipo loco que teníamos delante.

—Este reloj es el fin de vuestras vidas— lo acarició por encima y después, del bolsillo de su chaqueta sacó un mando con un botón rojo el cual apretó haciendo que de golpe mi hermano y yo cayésemos al vacío.

—¿Qué...— miré hacia arriba mientras me levantaba del suelo arenoso con dificultad y vi que él estaba asomado sujetando el reloj.

—¿Os acordáis de vuestras pulseras? — formuló la pregunta mientras se le oscurecían los ojos. — en cuanto el tiempo termine, os transmitirá una descarga eléctrica de seiscientos voltios.

Mientras que lo escuchaba ayudé a mi hermano levantarse del suelo.

—Es más— sonrió— fijaros si seré bueno que os permitiré daros una pequeña ducha antes de que muráis— se rió a carcajadas y el techo se fue cerrando poco a poco— tomad— nos tiró el reloj digital que ya se había puesto en marcha— para que sepáis el poco tiempo que os queda de vida— y el techo se cerró del todo.

—¡VAMOS A MORIR NEOL! — entró Diol en un ataque de pánico.

—¡DIOL TRANQUILÍZATE! — le zarandeé sujetándole de la camiseta, yo también estaba asustado, ¡no quería morir!

Miré el reloj que estaba en el suelo dando la marcha atrás, nos quedaban cuatro minutos y unos chorros de agua fuertes comenzaron a salir por las paredes haciendo que en poco tiempo el lugar donde nos encontrábamos los dos estuviese lleno de agua.

—Mantén tu pulsera en alto— pedí a mi hermano y él me obedeció sin rechistar.

El agua comenzó a subirnos a tal punto que nos teníamos que mantener nadando.

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Me zambullí en el agua y abriendo los ojos vi de lejos el reloj, quedaban dos minutos y sería nuestra perdición. Estaba todo tan oscuro que no podía ver nada con claridad, así que buceé hacia el reloj y lo utilicé de linterna.

Vi de lejos un asa en forma de aro camuflada entre la arena y subí a la superficie.

Diol se encontraba con la cabeza lo más alejada posible del agua, esta ya había llegado al techo y no había apenas espacio entre el techo y el agua.

—Me tienes que ayudar— le pedí.

—¿Qué hay que hacer? — preguntó.

—Hay una posible salida, he encontrado una asa redonda— expliqué— respira todo el aire que puedas— le pedí y haciéndome caso, se hinchó de oxígeno tantos sus pulmones como sus carrillos.

Juntos bajamos hacia donde había visto nuestra posible salida, por el camino Diol me agarró del brazo señalándome después un pequeño trozo de metal, me quitó la pulsera y yo le ayudé a quitarle la suya.

Agarré el asa con fuerza y Diol la cogió por donde pudo, miré el reloj de reojo, quedaban cincuenta y ocho segundos, tiré con todas mis fuerzas con ayuda de Diol y una corriente de agua nos absorbió dentro de nuestra salida y fuimos disparados hacia lo desconocido.

Abracé a mi hermano para que no nos separásemos y acabamos fuera de un túnel de alcantarillado.

—¿Estás bien? — tosí un poco.

—Eso creo— tosió con fuerza y lo ayudé un poco dándole suaves palmaditas en la espalda.

—Estamos vivos Diol— confirmé al tocarme todo el cuerpo.

—Sigo sin creérmelo— dijo Diol sin salir de su asombro.

—¡VOSOTROS DOS! — nos gritó la megáfono de fondo— ¿QUÉ DEMONIOS ESTÁIS HACIENDO AHÍ? — nos cogió a ambos por la oreja— id a ducharos— nos ordenó— alguien está interesados en vosotros.

Nos miramos asustados.

SEIS DEMONIOS  [TERMINADA]Where stories live. Discover now