3.- SANJI

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Nombre: Sanji
Edad: 17

-¿Ahora qué quieres?- le preguntó mi acompañante mientras colocaba meticulosamente cada herramienta de cirujía en su sitio bien limpias.
-Necesito pagar la hipoteca o sino me quedo sin casa- se justificó el hombre con cierto temblor en sus palabras.
-Dime querido amigo, ¿qué quiere donar ahora?- me reí, qué irónico.
-El riñón izquierdo...- dijo algo nervioso.
-Dime buen señor, ¿hasta qué día tiene para pagar la hipoteca?- le pregunté mientras lo acompañaba hasta la camilla.
-Me falta menos de veinticuatro horas- contestó- me informaron de que aquí se ganaba dinero rápido y...
-Túmbese señor- le interrumpí- será mejor que se calme, esto le dolerá un poco- sonreí para tranquilizarlo, a lo que él asintió.

Menos de veinticuatro horas para pagar la hipoteca, si se queda sin casa, ¿tendría familiares?, ¿dinero para pagarse la comida? Hmmm...

Le inyecté el contenido de la jeringa y esperé pacientemente mientras me fumaba un cigarro a que el cuerpo dejase de respirar y mostrase el síntoma del efecto de la jeringa, una mancha roja en la frente, una vez que la vi, me levanté del sitio y saqué mi otro material para realizar la operación.

Un hacha, unas tijeras, un cútex...

Descuartizar a aquel señor me resultaba igual de fácil que hacerlo con una lubina, primero la cabeza, después los brazos y piernas dejando sólamente el torso para poder quitarle los órganos fácilmente.

Mis ayudantes se dedicaron a limpiar toda la sangre que sin querer había rellenado casi toda la habitación de su color. ¿Qué puedo decir? Aquello me resultaba igual de divertido que destripar a un pescado muerto.

Coloqué cada órgano en un frasco y marqué su número de teléfono.

-¿Ha pasado algo malo?- fue lo primero que me preguntó.
- ¿Piensas que ha pasado algo malo?- sonreí.
-¿Has hecho otra de las tuyas?- me preguntó ya sin sorprenderse.
-Es un placer destripar al pescado- miré los frascos de reojo.
-Colócalos en el elevador, iré a recogerlos- me ordenó.
-No sin antes bajar la pasta- dije seriamente.
-Como siempre- y colgó.

Hice un gesto para que uno de mis ayudantes recogiese los frascos con sumo cuidado, oí de fondo el sonido del elevador bajar y al instante el otro ayudante me tendió en la mano el dinero, mientras lo contaba, el elevador subió con la mercancía y salí de aquella sala subterránea.
Había acabado mi trabajo por hoy.

Como siempre, me duché rápidamente, me observé detenidamente para comprobar que no había nada de sangre que pudiese delatarme y cogí ropa nueva.

Al salir me dirigí hacia el restaurante del viejo, el cual seguramente me estaría esperando con espátula en mano por haberme escaqueado de nuevo en limpiar los platos.

Entré por la puerta trasera donde estaban todos cocinando sin esperar mi presencia y sin más caminé hacia donde aún había una pila de platos esperándome.

Después de aquella adrenalina no me importaba limpiar todos los platos del mundo.

-¿Cuándo has venido?- me preguntó de golpe.
-He estado aquí todo el día- mentí.

Seguí limpiando platos, esperaba que me diese con la espátula en la cabeza, pero al comprobar por mí mismo que dos montañas enteras de platos estaban limpios, lo más seguro es que mi mentira se la hubiese creido y me había librado de otro chichón en la cabeza.

Miré de reojo al viejo mirarme con el ceño fruncido y finalmente se fue de allí para volver a gritar como un loco dando órdenes a los cocineros e incluso camareros que aún no habían salido con los platos terminados hacia sus respectivas mesas.

Querido viejo, si supieras lo divertido que es limpiar a un humano por dentro...

Sonreí.

SEIS DEMONIOS  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora