8. El viejo.

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Sanji.

Flashback.

—Tranquilo hijo, cuando se calmen la cosas vendremos a por ti—me prometió mi madre.
—Ya sabes que últimamente andamos un poco extresados por el trabajo y necesitamos algo de tiempo— dijo mi padre, pero por su mirada nerviosa sabía que aquello era mentira.
—Pero, ¿por qué no me lleváis con vosotros?—insistí.
—Hijo son cosas de mayores— se excusó mi madre— te quedarás con el vecino—me sonrió— cuidará de ti mientras nosotros no estemos— me besó la frente.

Me dejaron los dos delante de la puerta del vecino, mientras mi madre me colocaba la mochila con mis cosas, mi padre llamó al timbre y después de una mirada entristecida por parte de los dos, desaparecieron sin más dejándome allí, solo, aturdido, no sabía qué había pasado y por qué todo esto había surgido de repente, pero, tenía miedo, sentía que ya no tenía a nadie, solo estaba yo conmigo mismo.

La puerta se abrió dejándome ver un hombre alto, con la barba blanca algo larga, el pelo alborotado y el ceño fruncido, mirándome con sus ojos azules como el mar junto con sus cejas pobladas con el ceño fruncido.

—¿Qué quieres chico?— me preguntó mirándome con desconfianza.
—Mis padres me han dicho que cuidarías de mi mientras que ellos no están— dije nervioso.

El hombre alzó una ceja y abrió un poco más la puerta.

—¿Cuántos años tienes niño?— me preguntó algo confuso.
—Nueve— susurré con miedo, el viejo me intimidaba.
—No conozco a tus padres— me miró de arriba abajo—lárgate — y cerró la puerta.

Y de nuevo, como dije antes, me encontraba solo, conmigo mismo.

Era por la tarde y no sabía a dónde ir, me quedé de pie sin mover ningún músculo mirando el felpudo que había delante de la puerta de la casa del viejo, tenía frío y sentía las lágrimas recorrer mis mejillas, por alguna razón notaba que mis padres me habían abandonado y me habían dejado solo...

Acabé sentándome en las escaleras mirando la carretera, estaba anocheciendo y ya apenas pasaban coches y personas paseando a sus perros, la calle poco a poco comenzó a oscurecerse dando paso a la poca luminosidad que podía dar las farolas de las aceras.

Pasaron las horas y comencé a abrazarme a mí mismo, tenía frío, hambre, sueño y sentía confusión y unas ganas inmensas de llorar, pero allí sin hacer nada, seguí sentado, hasta que un coche patrulla aparcó delante de la casa donde me encontraba dejándome casi ciego por la luz que penetró de golpe a mis ojos haciendo que me doliesen por aquello tan instantáneo.

—¿Qué haces aquí chico?— me preguntó una voz varonil mientras me frotaba los ojos.
—Mis padres me dijeron que el vecino cuidaría de mi— contesté sin más.

Aquel hombre miró a su compañero y llamaron a la casa del viejo, quien algo sorprendido les contestó todas las preguntas a aquellos policías. No me conocía, no conocía a mis padres y por mucho que bajasen la voz, el silencio de la calle me hizo escuchar a la perfección que mis padres podrían haberme abandonado, cosa que realmente no me sorprendió ya que yo lo deduje, pero aún así me dolió internamente.

Soy un niño bueno, no doy problemas, me porto bien en clase y saco buenas notas, no tengo amigos, pero ¿y qué? ¿me han abandonado por no tener amigos? ¿no tener amigos es malo?

Comenzaba a hundirme en mis pensamientos más profundos y oscuros que podían rondar por mi cabeza, comenzaba a querer desaparecer, que esta vida no es para mi, ¿de qué me sirve vivir si los que me dieron la vida se han deshecho de mi?

Finalmente los policías se fueron dedicándome una sonrisa y un 'que te vaya bien', el coche desapareció por la carretera y el viejo de la casa se colocó frente a mi diciéndome cosas las cuales no pude oír, pero aún así por sus gestos pude obedecer y finalmente acabé entrando a su casa.

Ya no tenía hambre, ya no tenía frío, pero si tenía ganas de cerrar los ojos y pensar en desaparecer del mundo.

Pasaron los días y yo aún no formulaba palabra, ni un 'gracias', ni un 'disculpa por las molestias', nada, aún así el viejo tampoco decía palabra, sólo me acompañaba en mi silencio.

Hubo un día que salí para sentarme en las escaleras y mirar de nuevo a la carretera, queriendo con todas mis fuerzas que volviesen, que aquellos pensamientos negativos que había estado pensando todo este tiempo fuesen mentira y que volverían a por mi, que era verdad, que no me dejarían así sin más en la casa del viejo en la que fue recibido gracias a la palabrería de los policías.

De nuevo, como aquel día que me sentí desolado por la partida de mis padres, se me hizo de noche y sin más me entré al interior de la casa, sin ganas de nada. Aquello se convirtió en rutina y todas las tardes salía para sentarme en la escalera y esperar y volvía a entrar sin resultado ninguno. Un día cualquiera, salí como siempre de nuevo a las escaleras, pasaron los minutos y la puerta se abrió, escuché los pasos pesados del viejo y vi de reojo que se sentó a mi lado.

El silencio nos gobernó, pero por alguna razón en aquel momento no me sentí solo, me reconfortaba su compañía.

—¿Quieres venir mañana conmigo  a mi restaurante?— me preguntó de pronto.
—¿Tienes un restaurante?— le pregunté impresionado.
—Si, no está muy lejos de aquí, me gustaría que lo vieses— me sonrió.

Desde aquel entonces, todo fue diferente y el viejo y la cocina fueron los únicos motivos para seguir en esta vida.

Fin del flashback.

Aquí os dejo una foto del viejo:

Espero que os haya gustado el capítulo pichones

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Espero que os haya gustado el capítulo pichones.

Nos vemos!
ATT: Mali ❤

SEIS DEMONIOS  [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora