4. El juego de la botella.

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Domingo, caluroso domingo, desperté en los brazos de Ryder, su cuerpo rodeandome por completo.

Miré la hira en el reloj que estaba en su mesita de noche, aún era temprano.

— Buenos días cariño. — Susurró en mi oído.

— Buenos días. — Me volteé para mirarlo, tenía su cabello todo despeinado y aún estaba asueñado.

— ¿Que quieres hacer hoy?

— ¿Dormir todo el día? — Me escondí en su pecho y lo escuché reir.

— Eres una dormilona, vamos levanta tú enorme trasero, vamos hacer ejercicio.

El se paró de la cama como si no estuviera acabado de levantar, muy energeticamente.

Me eché a reir como si hubiese dicho un gran chiste, yo no hacía ejercicio ni en educación fisica, ahora el quería obligarme, ha-ha-ha.

El me fulminó con la mirada y buscó en su armario ropa deportiva. Se desnudó frente a mi como si fuera lo más normal en el mundo.

Cerré los ojos para seguir durmiendo, y me puse boca abajo.

Sentí un leve cosquilleo en mi cuello y me estremecí, pero no quería abrir los ojos porque se sentía tan bien.

Sus besos pasaron por mi mejilla y luego recordé a Ryder y su segunda forma de despertarme.

Abrí los ojos inmediatamente y me alejé la boca de Ryder en mi cuerpo.

— Estoy despierta ¿Vale? Estoy despierta.

Salí de la cama y me senté en el piso, tenía mucho sueño.

— Eres demasiado vaga, Sav, cambiate.

— No quiero cambiarme, dejame.

El me cargó como una bebé y salió de la habitación, me llevo hasta la mía y me dejó en mi cama.

— Te doy tres minutos para cambiarte. — Dijo y salió de la habitación.

Gruñi y me paré frente mi armario, busqué lo más deportivo que tenía, me coloqué rápidamente e hice una coleta rápidamente.

Abrí la puerta y Ryder estaba ahí esperando, agarró mi mano y caminamos fuera del instituto.

Entramos en su auto y el condujo al gimnasio más cercano del instituto.

Entramos en el lugar y Ryder saludó a la recepcionista, parece que venía muy menudo aquí, lo seguí hasta las maquinas de hacer ejercicio.

Me hizo probar cada una de ellas, mi cuerpo estaba adolorido hasta la medula.

— Uno. — Bajé, el estaba contando mis abdomiales. — Dos. —  Volví al piso y me acoste.

— Esto no es justo.

Ryder negó con la cabeza.

— Ven, serás mis pesas.

Me paré del piso y me coloqué en sus manos, el me levantaba como si nada.

— Ay, me siento una princesa. — Y arriba y abajo, arriba y abajo.

Cuando terminó me colocó nuevamente en el piso. Miró la hora en su reloj.

— Es mejor ir a cambiarnos, vamos a una fiesta esta noche.

— Ryder, ya estoy cansada, quieres explotarme.

El me subió en su espalda, y caminó fuera del gimnasio, me entró en el copiloto y condujo devuelta al instituto.

Fui sola hasta mi habitación y me duché rápidamente. Me cambié por unos shorts negros y una blusa apretada a mi cintura, zapatos bajitos y me maquillé un poco.

Alerta Mujeriego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora