Jane (X)

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Jane

Asesino de reyes

Las campanas sonaron en mitad de la noche. Todo el mundo dormía excepto los pocos guardias que realizaban su trabajo con entrega y cansancio.

Jane estaba vigilando las murallas con Marco; corrieron al interior de los cuarteles para reunirse con sus compañeros.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Marco, que miraba de un lado para otro.

Un compañero del turno de día se les acercó y los instó a seguirlo. La mamono y el replicante lo acompañaron.

—¿Qué esta ocurriendo, Therman? —preguntó Jane, que era la última de la fila, después de Marco. Después de lo que había pasado con la misteriosa niña, no dormía tranquila por los días y le asustaba girar cada esquina.

—Han intentado asesinar al rey —contestó Marco, que llevaba toda la guardia con ella.

Jane pensó la razón por la que Marco sabía lo que había ocurrido, pensó que quizás el replicante ocultase algún motivo en especial cuando decidió que trabajaran en el castillo de la capital de Occidente, pero entonces recordó que dependiendo del sonido de la campana, la alerta era una u otra.

Bajaron por la escalera de caracol que separaba los distintos niveles del castillo; bajaron hasta las catacumbas y atravesaron la zona donde los pesos más peligrosos del reino.

En la última celda había un pasadizo secreto que permitía llegar hasta las habitaciones del rey sin tener que pasar por ninguna de los amplios y luminosos pasillos que constituían la construcción más grande del reino; si el asesino había llegado hasta el rey, sin duda lo había hecho a través de ese túnel.

—¿Cuantos hombres hay allí? —preguntó Marco, mientras corría.

El soldado trató de hacer memoria pero la situación le impedía pensar con claridad; titubeó y finalmente dijo "cuatro" con voz tímida y confusa.

Los tres corrieron, iluminando el camino con una antorcha que Therman portaba. Jane miraba a Marco, que seguía a Therman con mirada desconfiada; el replicante tramaba algo y a la mamono no le gustaba nada eso, conocía cada movimiento, cada mirada, de su gran amigo y mentor.

Cuando llegaron a la gran puerta de piedra que separaba el túnel del dormitorio del rey, se detuvieron.

—No hay nadie —concluyó Therman. Marco empezó a deslizar la mano hasta su tobillo sin que Therman se percatase de ello.

Jane se abalanzó sobre su amigo para detenerlo.

—¡Jane, no! —gritó Marco, intentando evitar que la mamono le quitase el puñal que llevaba escondido—. No lo entiendes Jane.

Therman se sorprendió y sacó una espada corta de la parte trasera de su armadura de cuero.

—¿Qué significa esto? —preguntó Therman—. ¿Traición?

Marco intentaba librarse de la inmovilización de Jane, pero el replicante no era tan fuerte físicamente como la mamono.

—Marco, ¿Qué demonios estas haciendo? —preguntaba, incrédula, su compañera de vigía—. Nuestro deber es proteger al rey y a su familia, tenemos que proteger este castillo.

Marco intentó darle pellizcos a Jane en la piernas para que lo soltara.

—¡Idiota! —le gritó Marco, desesperado—. Nuestro compañero es Thorman, no Therman.

Jane alzó la vista hacía el soldado Therman y, sin tiempo para reaccionar, la espada del supuesto soldado le rajo el ojo; Jane se tapó la cara, rabiando de dolor. Marco se levantó rápidamente y le quito el puñal a Jane.

El legado de Rafthel I: El señor del sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora