Jane (I)

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JANE

Un nuevo comienzo

Era de día y Jane sabía perfectamente lo que aquello significaba, «Tendré que quedarme aquí encerrada hasta que anochezca». Tenía hambre y sed, mucha sed. Se había olvidado de los días que llevaba de viaje, olvidó el sabor de lo último que se había llevado a la boca, lo único que recordaba era el sabor de la tierra mojada que le llenaba la boca cada vez que caía al suelo presa de la desnutrición. «Yo no pedí esto», ese pensamiento era lo que más la atormentaba, no entendía por qué tenía que ser todo así, ella solo quería tener una vida normal pero en los tres pueblos anteriores donde lo había intentado lo único que consiguió  fue que la apedrearan para echarla de sus vidas «Nací como un mamono, una criatura de las tierras sombrías, pero no quiero vivir como un monstruo, no soy así».

Jane era un mamono, una criatura horrenda y vil. Los mamono eran unos seres fuertes que carecían de manos, piel y rostro, a excepción de un solo ojo que les ocupaba casi toda la cara. Los tendones y músculos estaban desprotegidos de carne, donde debería haber manos solo tenían dos formaciones óseas en forma de afiladas cuchillas y en el torso una enorme boca. La luz del sol los quemaba y unos minutos de exposición eran suficientes para acabar con sus vidas. Para fortuna de Jane los mamonos tenían un talento innato para cambiar su aspecto, podían ser a ojos de los demás unos humanos normales, pero esa transformación no les aseguraba nada, el hecho de no poder salir cuando había sol era algo que los demás veían extraño y tarde o temprano, de una forma u otra terminaban por descubrirlo todo. Los mamonos eran viles, crueles y sangrientos, devoraban humanos y encontraban una placentera satisfacción en desgarrar sus músculos con su boca central. Pero Jane era diferente, antaño había sido despiadada, pero ahora en su cabeza solo estaba el tener una vida normal, lejos de las tierras muertas donde nació. La noche era su amparo y el día su tortura.

—No hay derecho, ¿a qué no? —Jane habituaba a hablar sola, siempre estaba sola, sentir su propia voz hacia que su soledad disminuyera por unos instantes. Pero cuando nadie respondía a sus palabras sentía como si un puñal le atravesara el corazón

«Lleve flores a sus tumbas, me disculpe ante sus descendientes, les di oro, les rogué que me perdonaran, no soy tan mala.»

Cuando Jane decidió cambiar fue a una aldea cercana donde ella había descargado toda su furia, busco el perdón de aquellos a los que había dañado pero ellos le respondieron quemando las flores que les llevo, golpeándola mientras ella lloraba indefensa tirada en el suelo, matándola y robándole el oro. Si no fuese porque su impía raza se regeneraba y volvía a la vida dos horas después de morir su periplo habría acabado ahí.

«No importa si me transformo en una mujer alta, baja, fea o guapa, el final siempre es el mismo.»

Eso era lo peor de todo, el día. Por las noches Jane podía trabajar en alguna taberna que la aceptase como camarera, aprovechando su habilidad para cambiar de aspecto podía tapar su torpeza con una bonita sonrisa, pero por el día no podía hacer nada que no fuese esconderse, a veces podía hacerlo en el sótano de su casa donde pasaba el tiempo buscando alguna ocupación. La semana anterior Jane revelo su identidad a un chico que decía estar enamorado de ella. «Me dijo que me casara con él, no podía estar con él a menos que supiese la verdad, me prometió  que no le diría nada a nadie, pero fue el primero en lanzar una antorcha para quemar mi casa. ¿Qué hice yo para que ocurriera esto?»

No sabía bien donde estaba exactamente, los campesinos llevaban días siguiéndola, obligándola a esconderse en estrechas cuevas para pasar el día, se habían hecho de unos pocos hombres armados y ella no tenía nada más que la ropa que llevaba cuando la despertaron, un camisón descolorido y deshilachado que usaba para dormir, estaba sucio y se le enganchaba en las ramas cuando escapaba por algún bosque, pero al menos le daba calor. «Podría transformarme en mi forma verdadera y matarlos a todos, pero eso me haría ser realmente el monstruo que creen que soy, ¿por qué no se dan cuenta de que no quiero hacerles daño?»

El legado de Rafthel I: El señor del sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora