Zagi (I)

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  • Dedicado a Rocío Romero Hinojosa
                                    

ZAGI

La responsabilidad de un hijo

Ya era casi medianoche y pronto se cumpliría medio día desde que su padre lo mandó llamar. El carácter de aquel viejo testarudo era como un volcán a punto de estallar, nunca se sabía a ciencia cierta cuándo y cómo saldría el demonio que llevaba dentro. «Tendré suerte si no está esperándome con toda su guardia personal».

Minuri Zagi era el hijo mayor de Minuri Moane, el señor de la familia Minuri, y eso hacía que muchos ojos estuviesen clavados siempre sobre él, era el legítimo heredero, por mucho que su padre se empeñase en olvidarlo. Cuando abrió la puerta se encontró a su padre recostado junto a un brasero de ascuas. Era un hombre de cuarenta años pero aun así conservaba una excelente forma física y por su aspecto nadie adivinaría su edad, tenía el pelo corto y negro como el carbón, una cuidada barba gris ocultaba alguna de las muchas cicatrices que decoraban su cuello, Moane era un hombre de brazos anchos y hombros aun más anchos, nadie lo hubiese llamado un gigante pero desde luego tampoco se podía decir que fuese bajo. Su padre vestía una larga túnica de color azul oscuro que le cubría las piernas y las manos, su piel blanca como la nieve destacaba aun más cuando vestía esos colores.

En contra Minuri Zagi era mucho más endeble y pequeño que su padre, apenas llegaba al metro sesenta de altura y carecía de la fuerza física de la que todo cangrejo podía hacer alarde, su descuidada melena castaña oscura estaba recogida en una coleta que si bien disimulaba el hecho de que no se peinaba a menudo tampoco daba indicios de que lo hiciera. Aunque era joven para tener barba ya tenía algunos pelos en la cara, igual de desaliñados que su pelo; su piel era un poco más oscura que la de su padre y sus ojos grises y despreocupados rivalizaban con los de su padre: negros y dictatoriales.

—Siento la tardanza padre. —Zagi se sentó junto a su padre

— ¿Tanto como haber faltado este último mes a los entrenamientos? —Moane no desviaba la vista de las ascuas—  ¿Cómo vas a llegar a ser un gran samurái si además de ser bajo eres indisciplinado? Si Zogu...

—...si Zogu hubiese nacido antes, todo sería perfecto, se acabaría el hambre en el mundo. Oh y nuestro clan conquistaría el mundo entero —El joven de catorce años se levantó de su asiento y deambulaba por la habitación mientras hablaba, ya estaba harto de que su padre lo culpase de todo lo que pasaba en el mundo.

Moane guardó silencio hasta que su hijo se tranquilizo y volvió a sentarse a su lado, previa disculpa por su acalorado comportamiento.

—Espero que tengas una buena excusa para no ir al entrenamiento.

—La tengo, pero me temo que no iba a ser de tu agrado padre. Dime, ¿ha sido mi hermano el que te lo ha contado?

—No. Tu pobre hermano se vio obligado a mentir a vuestro maestro, dijo que estabas conmigo porque mi situación lo requería.

Moane estaba tullido desde la última vez que marcho a las tierras sombrías para hacer frente a las criaturas que amenazaban la Muralla Kaiu, sus piernas habían dejado de responderle y eso no había hecho más que empeorar su carácter, era un hombre de acción y eso no había lesión que pudiera cambiarlo.

—Veo que mi hermano no resulto convincente del todo.

—Debería darte vergüenza obligar a tu hermano a hacer esas cosas, Zogu es el doble de hombre que tu y no lo digo por su tamaño ni por el tuyo.

«Sí, sí, mucho más alto y mucho más idiota. ¿Cómo demonios se le ocurrió decir que estaba con padre?»

—El tamaño de la virilidad no determina quién es más hombre padre —replico Zagi en tono burlesco.

El legado de Rafthel I: El señor del sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora