Zogu (II)

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ZOGU

Penitencia

Faltaban apenas días para que el invierno llegase a su fin. Zogu no podía recordar un peor invierno que aquel; nunca había llegado a conocer realmente a su madre, su padre nunca hablaba de ella, y había perdido a su hermano y parecía que a su padre no le importaba.

El camino hacía las tierras de los Hida era un camino largo, tendrían que embarcar de nuevo en la gracia del mar, algo que a Zogu le preocupaba, él había nacido para el campo de batalla no para viajar en barco. En el mar su fuerza no podría ayudarlo, ni su hacha.

«Tú encárgate de los monstruos y yo de los humanos. —recordó las palabras que su hermano le había dicho cuando acompañó por primera vez a su padre en un viaje diplomático. En aquel entonces Zagi había sido el que viajó en barco mientras Zogu se quedaba en el palacio Minuri entrenando, como hacía siempre; pero su hermano ya no estaba, ahora era responsabilidad suya acompañar a su padre—. Volveré antes de la próxima estación —esta vez la promesa de su hermano no se cumpliría, no volvería nunca más».

Hacía más de un mes que Moane había vuelto junto con sus allegados al palacio Minuri con el saco ensangrentado.

—¿Qué lleváis ahí, padre? —le había preguntado sin imaginarse tan siquiera la respuesta.

—La cabeza del hijo de tu madre —la respuesta fría de su padre había sido como un jarro de agua fría para Zogu, que no había perdido la esperanza de volver a encontrarse con su hermano; le habría contado que O-Ushi se había ido a entrenar con los Unicornio para aprender a montar caballos, también le habría contado la heroica victoria de Kisada frente al oráculo de la tierra. Le habría contado tantas cosas.

Pero el tiempo había pasado y no había momento en el que Zogu no se arrepintiese de no haber hecho nada, «era mi hermano, yo lo conocía —se lamentaba cada vez que recordaba la hilera de sangre que el saco dejaba tras de si—. Yo lo conocía mejor que nadie».

El gigantón, como lo llamaba su hermano, estuvo esperando mucho tiempo a que su padre lo mandase llamar, que le explicase los motivos por lo que su hermano estaba muerto o al menos los motivos por los que parecía que a nadie le importaba excepto a él.

«Padre nunca me habló de madre —recordó como cuando era más pequeño le había preguntado a su padre sobre ella pero Moane jamas le había contado nada—. Ni siquiera me dijo su nombre».

Su padre viajaba en el carruaje junto a él y Cheno; era un carruaje sencillo, que había sido utilizado en pocas ocasiones, justo donde Zogu se había sentado podía verse la palabra Zagi en el reposabrazos de madera; a su hermano le gustaba escribir su nombre con algún objeto punzante cuando se aburría. Cheno se había quedado dormido mientras su padre observaba el paisaje por la ventana, «¿estas pensando en mi hermano? —se preguntó el menor de los hijos de Moane—. ¿O tal vez en madre?».

Por mucho que Zogu se preguntaba qué ocurría en la mente de su padre jamas lo descubriría, nunca había visto a su padre exteriorizar sus sentimientos.

—¿En que pensáis padre? —se atrevió a preguntar al fin.

Su padre lo miro a los ojos, con sus ojos oscuros, fríos y vacíos.

—En el tiempo que quizás nos encontremos cuando zarpemos rumbo al puerto del palacio Hida.

Zogu suspiró y miró el también por la ventana, el cielo estaba nublado pero así llevaba varios días y la lluvia no había hecho acto de presencia.

—Confío en que tengamos un buen viaje —dijo Zogu, temiendo hacerle alguna pregunta a su padre que tensase la situación. Su hermano Zagi solía hacerlo y eso le había granjeado gran cantidad de problemas con su padre.

—Los vientos nos serán favorables, además, haremos escala en la isla de las especias.

«Si mi hermano estuviese aquí podría decirme donde esta ese lugar —Zogu siempre había sido el fuerte de la familia, pero nunca había sido tan listo como su hermano; no era algo de lo que Zogu sintiese envidia, él siempre pensó que estarían juntos—. La mejor cabeza y la mayor fuerza, unidos somos el guerrero perfecto —le había dicho en cierta ocasión su pequeño hermano, pero ahora el guerrero ya nunca sería perfecto, nunca tendría cabeza».

—¿Como murió mi hermano? —preguntó antes de pensar demasiado la pregunta.

—¿De verdad quieres saberlo? —respondió su padre.

—No —«Si»—. La verdad es que prefiero no saberlo —«me lo dirías de la manera más cruel o me mentirías».

Cuando embarcaron en la gracia del mar unas pocas gotas de agua empezaron a caer, la lluvia besó el rostro de Zogu, como una caricia, «hasta el cielo llora por mi hermano». Hicieron falta una docena de soldados para poder subir a Minuri Moane junto con el carruaje al barco; el capitán se había opuesto a llevar tanto peso pero el oro del cangrejo hizo que cambiase de opinión.

—Todo hombre tiene un precio —le había dicho una vez su hermano. «Tenías razón».

En el tiempo que había pasado como reemplazando a Minuri Zagi en tareas de acompañamiento se había dado cuenta de que el mundo no era un lugar tan maravilloso como él creía, el mundo era cruel, oscuro y vil como su padre le había contado. «Mi hermano siempre estuvo ahí, en la oscuridad, observando todo lo malo del mundo y protegiéndome de todo mal».

Antes de la muerte de Zagi, Zogu siempre había creído que su fuerza y su tamaño lo habían convertido en el protector de la familia pero ahora era consciente de que era el más débil de la familia; su hermano jamas habría temido descubrir la verdad, su hermano hubiese abierto el saco para ver el rostro de su hermano por última vez, «quizás se habría vengado, habría castigado al responsable de lo que me hubiese pasado».

Aquella noche soñó que todos volvían a estar juntos; su padre, su madre, su hermano y él. En el lugar que ocupaba su madre solo había una sombra borrosa, pero sabía que era ella. Tal vez su padre nunca le habló de su madre pero Zagi sí lo hizo.

Le contó como su madre cruzó la garganta de la bestia pétrea cuando era muy joven en busca de un trabajo mejor, por aquel entonces Oriente permitía la entrada a los extranjeros y había mucho trabajo para ofrecer, sobretodo a cualquiera que quisiese servir al Cangrejo o al Unicornio para parar el avance de las criaturas sombrías; su madre se unió al Unicornio y junto con una división emprendió un viaje de solo ida a las tierras sombrías. Su caballo se partió una pierna en un repliegue de tropas y ella quedo atrapada. Por lo visto su padre fue el que la rescató y se enamoraron; a Zogu siempre le había costado creer que su padre pudiese sentir devoción por alguien, pero era mejor que no creer nada.

Pasaron varios días hasta el gran hijo de Minuri Moane volviera a ver la costa; la costa Mantis era tan bella como le había contado su hermano, un paraíso lleno de islas y sin el menor indicio de corrupción sombría en ellas. Era un buen lugar para dejar de ser un niño. Un buen lugar para pedir su primera incursión en las tierras sombrías al padre que le había quitado la cabeza al guerrero perfecto.


El legado de Rafthel I: El señor del sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora