Senni (I)

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SENNI

El buscador de piezas

El pueblo era imposible de diferenciar entre el espeso humo de las llamas, los cuerpos calcinados llegaban hasta una milla a la redonda, por más que Akodo Senni buscó no pudo encontrar ningún superviviente. No era su misión ni su trabajo pero no era algo que le produjese ningún tipo de felicidad, más bien todo lo contrario. Aquella situación le recordaba a su pasado, cuando obedecía las ordenes de un señor feudal y llevaba el símbolo del Fénix en su ropa.

Cuando Senni consiguió abrirse paso y llegar al núcleo del pueblo comprobó para su asombro que la mayoría de las personas estaban vivas y el pueblo a salvo del fuego

—¡Alto ahí! —le gritó un aldeano armado con un frasco de agua.

Senni lo miro por encima del hombro, era un hombre alto y poco había que pudiesen mirarlo por encima del hombre, cuando trabajaba para el Fénix solo cuatro personas lo superaban en altura.

—No vengo armado —argumentó Akodo Senni mostrando sus manos.

—Tampoco lo estaba el otro y hemos tenido que quemar los alrededores del pueblo para que no salga de aquí con vida —contestó el aldeano.

Era un aldeano de mediana edad, con brazos fueres, posiblemente se tratase de un leñador.

—No vengo a haceros daño, solo vengo a solucionar vuestro problema —se defendió Senni de la desconfianza de las personas, que se iban reuniendo a su alrededor.

Los rostros de aquellas pobres gentes eran el vivo retrato de la desesperación y del desamparo, solo unos pocos tenían el rostro duro que forjaba la batalla, el pueblo donde Senni se encontraba era famoso por los numerosos paladines que antaño nacieron y se formaron allí pero una epidemia los borro de los mapas.

—¿Vienes a librarnos de ese monstruo? —preguntó una mujer que acercó un rastrillo al cuello del viejo Senni.

—¿Donde está? —preguntó sin rodeos.

Los murmullos y los susurros se extendían como una epidemia por la multitud.

—En aquella casa de allí, la que tiene ese boquete en el tejado —señaló finalmente uno de ellos.

Sin decir ni una palabra más Senni se acercó al lugar con paso firme, sin titubear, hacía siglos que no había retrocedido y aun más tiempo que no había sentido miedo, fuese lo que fuese lo que hubiese en aquel hogar.

La puerta estaba deteriorada, no por vieja o por la furia del clima; tenía numerosas grietas producidas seguramente por que algún aldeano habría intentado disparar con ballesta contra la casa, eran aldeanos y de una comunidad relativamente aislada así que no era extraño que alguno de ellos no tuviese ninguna idea de como acabar con una amenaza.

Senni abrió la puerta empujándola, no fue un empujón muy fuerte pero bastó para derribar la puerta como si se tratase de un simple papel..

El interior estaba lleno de oscuridad, excepto por la luz que entraba por el hueco que había en el techo y la poca luz que entraba tras Senni.

El lugar era similar a una taberna, al menos por la mesa larga que había apoyada en la pared, detrás de ella se sentía el sonido de la respiración de alguien, era una respiración tranquila a pesar de la crispación que se acrecentaba fuera de la casa. Senni no podía distinguir ninguna parte del cuerpo de aquella criatura pero si podía ver un débil humo que se alzaba tras la mesa.

—Tienes huevos. Muchos huevos —detrás de la mesa una voz increpó a Senni, era una voz de humano, aparentemente joven y lleno de amor propio.

Senni continuó con su avance, se coloco junto a la mesa y con una sola mano la apartó a un lado, la persona que había sentada, apoyando la espalda en la pared, lo miro con indiferencia y soltó un bufido.

El legado de Rafthel I: El señor del sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora