Edwin (III)

476 11 0
                                    

EDWIN

Miedo en la oscura noche

—Cuando la luna esta en su punto más alto la noche es más peligrosa —le había dicho Moek en una ocasión. Edwin estaba convencido de que así era, pero lo que nunca había mencionado el viejo mago era que los peligros aumentaban en una noche sin luna.

Llevaba dos días caminando, sin dormir y sin descanso; cada paso que daba parecía que fuese a ser el último pero ya no podía dar marcha atrás, aunque lo deseaba con todas sus fuerzas. Volver atrás para coger algo de comida o bebida, volver atrás para coger un mapa, volver atrás para preguntar que criaturas moraban en esos paisajes por la noche.

Pero Edwin no podía volver atrás, si volvía atrás tan solo demostraría que no estaba preparado para dar a sus padres la recompensa que merecían. Demostraría que no era ningún héroe y él quería convertirse en uno.

Edwin trataba de pensar poco o nada en el sonido que los arbustos producían cuando algo los molestaba; ignoraba el sonido de los búhos, como si no existieran. Pero no dio de lado al humo; el humo significaba vida, aunque también podía significar muerte. Tenía seis años pero sabía lo que eran los bandidos y tenía un sentido común lo suficientemente desarrollado como para saber que si ese fuego era un campamento de bandidos estaría en un gran problema.

Consciente del peligro que acechaba se acercó despacio, intentando no hacer ruido. Cuando estuvo cerca del fuego observó detenidamente, escondido entre los arbustos, con la astucia de un zorro y la precaución de un felino salvaje.

El campamento era reducido, tan solo se componía de un dos tiendas de campaña pequeñas y un carromato; dos personas preparaban algo de comida junto al fuego. Uno era adulto y otro joven, tan solo un poco más alto que Edwin. Junto al carromato también había animales: dos caballos y un perro que dormía.

Edwin evaluó la situación para ver como podría hacerse de la comida sin que lo vieran pero casi todos los planes que se le venían a la cabeza era una consecución de errores y malas situaciones.

Un leve roce dejó a Edwin paralizado, muerto de miedo. Sentía como toda la sangre le hervía y de pronto se dio cuenta de lo absurdo que había sido su viaje. No era un héroe, los héroes no tenían miedo; los héroes tenían fuerza y él era débil. Tan solo era un niño que había tenido la suerte de encontrar un hogar cuando no tenía nada y que por culpa de su idiotez había perdido.

Y entonces gritó.


El legado de Rafthel I: El señor del sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora