Jane (VII)

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JANE

Reencuentro

Por fin había llegado, lo había encontrado, sin lugar a dudas el hombre que estaba de espaldas ante ella era Marco; se había acostumbrado a verlo y lo conocía muy bien como para reconocerlo. Jane no sabía que tenía que decir o hacer, le hubiese gustado decirle como había llegado hasta él para comprobar si se sentiría orgulloso, pero tendría que contarle lo que le ocurrió con aquél gnomo y era una parte de su viaje de la que no se sentía muy orgullosa.

—¿Vas a sentarte aquí de una vez? —la mano de Marco señalaba un taburete junto a él.

Se encontraba en la posada más lujosa de toda la capital y eso significaba que no iba vestida para la situación, sus roja estaba sucia llena de arañazos. Miró a su alrededor y comprobó que todos la miraban a ella, no la mirada de los hombres a la que ya se había acostumbrado sino a la dolorosa mirada del rechazo a la que nunca se acostumbraría por más veces que la conociera.

Jane obedeció y se sentó junto a Marco que le dedico una sonrisa.

Durante los días que habían transcurrido Jane se preguntaba que haría cuando lo volviese a ver y había llegado a la conclusión de que darle un puñetazo sería lo más adecuado por haberla dejado tirada pero cuando estuvo sentada a su lado su furia desapareció como una piedra se hunde en el agua.

—¿Porqué me dejaste allí sola? —Jane reprimió sus impulsos de sonreír; estaba feliz pero no quería que Marco lo supiese.

—Desapareciste y uno de los informadores de la ciudad me dijo que te había visto con un noble adinerado de esta ciudad, vine a buscarte pero cuando llegué aquí me encontré con que solo se te parecía.

Jane no pudo evitar reír.

—¿He pasado por todo lo que he pasado por una confusión? —dijo incrédula.

Marco la acompañó en la risa y después se dieron un fuerte abrazo. Todos los allí presentes miraban con desconcierto la escena.

—Nos quedaremos un tiempo aquí Jane, he encontrado un buen trabajo y también para ti. Lo mejor de todo es que nos permitirá seguir con tu entrenamiento y tendremos toda la noche.

Jane lo miró esperando una respuesta y Marco se infló lleno de orgullo.

—Seremos vigilantes nocturnos pequeña, en el castillo ni más ni menos.

La noticia alegró a la mamono, la capital de occidente era una ciudad muy hermosa y en su punto más alto, que era el castillo, podía verse todo el valle, todo el esplendor de occidente estaría ante sus ojos, durante toda la noche, como un dulce regalo de los dioses a los que tanto había rezado por algo así.


El legado de Rafthel I: El señor del sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora