Zagi (VI)

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ZAGI

La serpiente más peligrosa

Había humedad en el ambiente y hacía frío, pronto empezaría el otoño pero en aquella caverna parecía que el invierno llevaba días empezado. Nadie que no se adentrara hasta el final podría pensar que allí se resguardarían personas como Ridley o como Senni, personas de un poder increíble, aunque Minuri Zagi solo había tenido el placer de ver a Senni solo dos veces en acción y en ambas contra el mismo adversario. No había visto de lo que era capaz Ridley, pero desde luego incluso Senni le temía.

Al final de aquel estrecho paso, creado en el interior de la caverna había una puerta de hierro, parecía antigua pero por el aspecto también se podía deducir que era gruesa, a cada lado de aquel gran portón había un guardia humano, con armadura completa, portando unas espadas largas que relucían a la luz de las antorchas que daban luz al pasillo de piedra.

—Soy Minuri Zagi. Vengo a ver a Ridley —dijo sin titubear.

El guardia de la derecha se acerco al aro de hierro que servía para tirar de la puerta y, con un gran esfuerzo, la abrió.

—Puedes pasar —le espetó el guardia de la izquierda, sin mover ni un solo musculo, como una estatua de metal que solo tuviese voz.

Pasó por el umbral de la puerta y sintió un escalofrío, lo que había dentro era una estancia de piedra tratada, construida, había menos humedad pero también había menos calor y más oscuridad, las antorchas están mucho más diseminadas en la lejanía y para moverse por aquel tétrico lugar había que llevar una vela, como el resto de individuos que paseaban por la instancia, todos ellos con capas y capuchas, ocultando su rostro como si huyeran de si mismos, «no confían en nadie», pensó Zagi, que estaba acostumbrado a ver escenas parecidas en las cortes, pero al menos los nombres mostraban sus ojos, solo tapaban sus bocas con grandes abanicos decorados. Su padre una vez le dijo que el abanico de un noble decía mucho sobre su personalidad, «estos hombres y mujeres no transmiten ninguna opinión, son como sombras en los callejones —pensó— no me extraña que Ridley prefiera a gente como yo para estar con él, estas personas son deprimentes».

—Toma —una voz ajada y agrietada le susurró a la espalda.

Zagi se giro rápidamente, como un acto reflejo, no confiaba en aquellas personas y estaba acostumbrado a vivir en aquella desconfianza, para él era un alivió saber que ante cualquier peligro siempre estaría atento. Era un anciano, al menos eso decían sus manos pues nada más quedaba al descubierto, estaba tapado con una túnica gris y su cabeza agachada no quedaba reflejada por la tenue iluminación que daba la vela que tenía en la mano y que ofrecía al heredero de la familia Minuri.

Zagi cogió la vela sin perder de vista al anciano que dio unos pasos atrás para fundirse con las sombras en cuanto soltó la vela. «Creo que voy a ser el más normal de los que están por aquí».

Avanzó hacía delante por inercia, no sabía exactamente donde tenía que ir, pero la mayoría de las personas iban y venían desde la parte central. La sala desbocó en un un largo pasillo, donde a cada paso que daba veía como el número de personas se reducía, la luz de la vela casi se extinguía, era demasiado tenue y dentro de poco la cera caliente empezaría a abrasarle los dedos, «tenía que haber pedido una base para la vela».

Se dio prisa, acelero sus pasos y dejo de concentrarse en las personas que iban pasando, todas lo ignoraban y si no quería acabar con las manos quemadas por la cera tendría que darse prisa en llegar al final del camino, cuando empezó a notar el calor del fuego en la punta de sus manos vio por fin el final del camino, una sala totalmente iluminada y donde esperaban varias personas, sentadas en unos bancos de piedra con el símbolo que había en el suelo del carruaje. De entre todas las personas, Zagi pudo distinguir a Senni, de pie, justo delante de la única puerta de la sala, una puerta de hierro con la cabeza de un gran dragón rojo pintado.

El legado de Rafthel I: El señor del sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora