Divád (III)

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DIVÁD

Tres semanas

La clase del profesor Kenkar estaba casi desierta, no era nada nuevo, en realidad, aquella clase tenía muy poco seguimiento. Kenkar se había ganado la fama de un profesor egocéntrico y que se centraba en machacar a sus alumnos sin piedad alguna.

Did no hubiese ido a esa clase nunca, de no ser porque Sarah tenía una afición por la magia de convocación bastante notable.

En la clase solo había tres personas: El profesor Kenkar, Sarah Hellen y Divád.

En condiciones normales eso hubiese sido muy beneficioso pues el profesor podría amoldarse más a las necesidades de sus dos únicos alumnos, pero Kenkar aprovechaba la situación para gritar más a los que tenía. Sarah tenía facilidad para seguir sus clases, pero Divád no tenía tanta suerte y siempre se llevaba la reprimenda de Kenkar, que solía utilizar una larga regla para dar fuertes golpes en la mesa.

La clase de convocación era la misma clase que la de transmutación, no era común que dos escuelas mágica compartieran clase, pero las necesidades de ambas así lo requerían.

Aquel día hacía mucho calor a pesar de que estuviese nublado y ocasionalmente en aquella semana cayera una tromba de agua.

«El tiempo esta loco, completamente loco», pensaba Divád mientras miraba atreves de la ventana de clase, Kenkar estaba hablando, dando una charla a sus dos alumnos, pero él hacía tiempo que había perdido el hilo de la explicación y solo Sarah escuchaba al profesor.

No era de extrañar que la gente no fuese a ver a Kenkar, no era un hombre simpático ni tampoco era un hombre que lo aparentara, tenía una barba cuidada y unos rasgos duros y demasiado cuadriculados, parecía un demonio venido de los infiernos, tenía unos ojos que brillaban cuando se molestaba con algo y su cara era demasiado delgada, si se le observaba bien podía apreciarse su huesuda mandíbula.

—Dudo que la ventana vaya a explicarle como convocar criaturas de otros mundos, señor pescadero —Kenkar la tenía tomada con Divád desde que por error convoco a un pez medio muerto en lugar de un pequeño perro, Kenkar no se sabía los nombres de sus alumnos, se dedicaba a ponerles motes. Incluso teniendo solo dos no había perdido la costumbre.

Did volvió a mirar a su profesor rápidamente, le tenía miedo y parecía que Kenkar era consciente de ello, más aun, disfrutaba con ello.

—Lo siento, estaba mirando el tiempo —de excusó el niño.

—Tal vez en otras clases puedas dedicarte a perder el tiempo de esa forma. ¡Pero aquí no! —la voz de Kenkar retumbaba por toda la habitación, era como una convocación en si misma.

Divád tuvo que aguantar las ganas de levantarse, recoger e irse, lo hizo por Sarah, que lo miraba como si le suplicase que atendiese.

—No lo haré más —se disculpó Divád

La clase continuó, aunque Did no estaba prestando mucha atención. Las clases de Kenkar eran muy complicadas, no tenían libros o apuntes, tan solo las palabras de Kenkar que hablaba sin detenerse ni un solo segundo, tan solo preguntaba dudas al final de la clase y solo respondía a una única duda, nunca más de una; Sarah nunca tenía dudas pero Divád tenía la cabeza a punto de explotar, y daba igual lo que preguntase porque después acabaría con cientos de dudas más. Lo único que Divád podía hacer era pedirle a Sarah que le ayudase después, en la habitación.

—Nuestra personalidad es la que abre las puertas de la convocación, una persona de buen corazón atraerá criaturas de un corazón igual al suyo ¿eso lo entiendes? —las palabras de Sarah, se grababan a fuego en la mente de Divád. Era más fácil entender las cosas cuando se las explicaba ella con aquella voz angelical.

—Si, eso lo entiendo. Si me lo explicas tú, puedo entenderlo —Sarah se ruborizó y Did la beso en los labios, era algo que a ambos le gustaba, no habían pasado de eso pero un simple e inocente beso les bastaba para mantener su noviazgo.

Todos en el colegio sabían que ellos eran pareja, la mayoría de los chicos se metían con Divád, pero él prefería hacer oídos sordos. Le decían que Sarah solo estaba con él porque era el único que le hablaba a la joven. Con el paso del tiempo la cosa fue a peor, hasta que llegó el día en el que la emprendieron a golpes con Divád y el se defendió, para ello utilizó una convocación y por primera vez llamó a un pequeño perro, justo como hubiese querido Kenkar, aunque para su desgracia el viejo profesor no estaba presente para evaluarlo.

—Aquí no enseñamos magia para que se utilice para atacar a los compañeros. Espero que eso lo entienda —el director del colegio, Salhazar, era muy anciano, casi nunca se levantaba de su silla debido a un problema en los huesos, solo para dar clase, pero aun así, todos hacían lo que él decía sin cuestionarle.

—Lo sé señor —dijo Divád, que estaba realmente arrepentido por lo acontecido.

El director utilizó su magia para hacer flotar su silla de madera en el aire y desplazarse con ella, se puso detrás de Divád.

—El profesor Kenkar me ha dicho que te distraes mucho en clase. Es el único profesor que habla así de ti, por lo que no se que pensar —se arrascó la cabeza como si quisiese obtener una revelación con aquel gesto.

—Intento estar todo lo atento que puedo señor —Divád estaba arrepentido, pero no tanto como antes, Kenkar le caía mal pero tampoco podía usarlo como pretexto para ignorarlo.

—Lo sé, lo sé...Kenkar es un hombre muy difícil. Después de todo, solo tú y Sarah Hellen vais a su clase. —El director puso una expresión de sorpresa— Por cierto, ¿como le va a Sarah Hellen? ¿ha vuelto a la normalidad?.

Sarah hacía tiempo que había vuelto a ser la chica risueña y amable de siempre, la amargura había desaparecido gracias a Divád, pero todavía los profesor seguían preocupados por ella.

—Si, ya esta bien —Did respondió rápido y sin dejar lugar a duda.

El elfo emitió una pequeña risa floja.

—Ha llegado a mis oídos cierto rumor. Enhorabuena, aunque debes controlarte, Did, una chica no es una razón para pelearte con tus compañeros.

—¡Se estaban metiendo conmigo por estar con ella! —protestó Divád airadamente.

—Un verdadero mago no utiliza su magia para cosas tan vulgares. Somos magos Divád, no borrachos en una taberna. Ahora, vuelve a tu habitación y recapacita sobre tus actos.

El joven mago volvió a su habitación, esperando encontrar consuelo en los brazos de Sarah pero cuando llegó allí solo encontró una nota.

"Estaré tres semanas fuera, el profesor Kenkar me ha dicho que me

acompañará a un torneo de conjuradores, van a jugar a un ajedrez utilizando convocaciones como fichas ¿no es genial?

Intentare traerte algún recuerdo. Te quiero."


El legado de Rafthel I: El señor del sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora