Zagi (IX)

491 9 0
                                    

ZAGI

Lo que todo hombre debe hacer

—Zagi —le espetó Edgar con aire de superioridad—. Tienes visita, quizás sea tu madre que ha venido para que te escondas debajo de sus faldas.

Zagi siguió tumbado en la dura cama durante un par de minutos más, mirando hacía arriba haciéndose la misma pregunta que se hacía día tras día «¿qué hago aquí?». Después de sopesar las ventajas y desventajas de afrontar un nuevo día, el pequeño cangrejo se desperezó el cuerpo y se puso la ropa de novato con la que ya había compartido un año entero.

—¡Vamos! —lo apremió Edgar—. Te están esperando.

—Lo sé —respondió con desgana Zagi—. Si no te importa, dile a Stukeley que espere un poco, no me encuentro bien hoy.

Edgar salió de la habitación con una sonrisa que Zagi conocía muy bien, «no le dirá nada, solo lo impacientará para joderme».

Edgar volvió a abrir la puerta con prisa.

—No es Stukeley quien te espera —Edgar parecía asustado—. Es otro tipo, uno pelirrojo.

Zagi abrió bien los ojos mirando hacía el suelo, como si se tratase de una broma pesada, «Ridley...¿qué hace aquí?. ¿Acaso ha cambiado de idea respecto a mi?». El joven Minuri se dio prisa por salir y nada más salir se encontró con el pecho de la persona que tantas pesadillas había protagonizado durante todo ese tiempo.

—Rid..ley —dijo con voz entrecortada y sin mirarlo a la cara.

El pelirrojo le cogió la barbilla y le alzó la cabeza para clavar sus ojos verdes en los ojos grises de Zagi.

—¿Donde está toda esa energía tuya? —le preguntó el impasible pelirrojo.

Edgar se alejó de allí apegado a la pared, reptando como una serpiente, «incluso Edgar tiene miedo. Después de todo es normal».

—Hacía mucho tiempo que no nos veíamos, he de admitir que tus últimas acciones me dejaron impresionado —le dijo Ridley a la vez que le soltaba la barbilla. Zagi no bajó la cabeza, estaba paralizado de miedo—. Pero me preocupa que ese empuje que tenías hace un año se haya estado diluyendo.

Las piernas le temblaban y si no apretaba sus puños su manos eran como un mar descontrolado, incapaz de encontrar la calma y de apaciguar sus movimientos.

—Yo... —no sabía que decir o que hacer, lo único que quería aquel joven de quince años era escapar de allí—. No sé que decir señor.

Ridley suspiró.

—Me decepcionas Minuri Zagi.

Las palabras se clavaron y destrozaron el poco espíritu que quedaba en el muchacho que permaneció inmóvil mientras Ridley se alejaba con paso lento.

—Yo...no puedo ser así —dijo Zagi sin pensarlo.

Ridley detuvo su paso y se dio media vuelta para mirarlo.

—¿En que no deseas convertirte Minuri Zagi?

Zagi volvió a mirar al suelo, incapaz de mantener la mirada del pelirrojo.

—En un monstruo, en algo de lo que avergonzarme —dijo con serenidad.

—Todo el mundo muere, todos los fuimos concebidos y todos podemos arrebatar una vida, esa es la verdad que tienes que meter en tu cabeza.

—¿Y por qué alguien debe de morir? —preguntó Zagi sorprendido de si mismo, hacía meses que no hablaba tanto con alguien—. ¿Qué derecho tengo yo para decidir quien muere y quien no?

El legado de Rafthel I: El señor del sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora