Garren (I)

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GARREN

Lejos de casa

El sonido del gallo indicaba un nuevo día, el inicio de una nueva búsqueda. Por fin Garren Scorpio había conseguido encontrar un templo de Moradin, el dios de los enanos. Aunque su visita al templo el día anterior no tuvo el resultado esperado lo cierto es que se sentía feliz y con ilusiones renovadas, tal vez estuviese un paso más cerca de su hogar.

Mientras Garren se limpiaba los ojos lagañosos y se ponía su pesada armadura de acero recordaba todo lo acontecido tratando de descubrir algo que se le estuviese escapando, algo que hiciese encajar las piezas de aquel puzle en el que se había convertido su vida.

«Repasemos. Estaba combatiendo contra los rebeldes en la plaza del pez rojo, uno de ellos consiguió abatirme de mi caballo con una lanza de caballería que había robado a uno de mis compañeros, caí del caballo eso es seguro, tal vez perdiese el conocimiento. Entonces aparecí aquí»

El día anterior había estado lloviendo y la viuda que regentaba la posada donde había tomado hospedaje no pudo ir a por agua del pozo, así que no pudo tomarse su vaso de agua caliente que religiosamente tomaba al despertar.

«Revan, dame fuerzas, Revan, dame coraje, Revan, castiga a mis enemigos —rezó postrado de rodillas ante la cama».

Cuando bajo a la sala común el bardo local le saludo con una alegre melodía, como llevaba haciendo toda esa semana.

— ¿Que nueva misión realizara hoy nuestro valeroso caballero? —le pregunto mientras tocaba su instrumento, un arpa artesanal que desafinaba en las notas más agudas.

—Buscare en la ciudad costera que hay a cuatro millas, tiene puerto y me gustaría saber a dónde se dirigen sus capitanes. Tal vez viaje lejos.

— ¿Seguís buscando vuestra patria?

—Mi país me necesita, necesita mi espada y yo hice un juramento. No tengo elección.

—Uhm —cada vez que el bardo pensaba las arrugas de su frente eran más visibles, tenía ya cuarenta años, pero el espíritu de un adolescente, según le contaron a Garren pudo ser bardo real pero uno de sus rivales uso la magia para dejarlo sin habla— Tal vez encuentres algún barco que vaya a Cerelia.

— ¿Cerelia?

—Sí. Es una gigantesca ciudad en mitad del océano, la mitad del comercio del mundo está allí. En Cerelia se pueden encontrar maravillas y también información muy valiosa.

—Parece un buen lugar para buscar —Garren le pidió a Lina, la viuda, el desayuno de siempre: pan tostado con miel.

—Cerelia también es famosa por la ley de la paz —intervino Lina mientras preparaba la comida de Garren— eso no te lo ha cantado nuestro bardo por lo que veo.

Lina era una mujer amable, desde que Garren llego al pueblo lo trató bien, a pesar de que las demás personas lo miraban con recelo por adorar a un dios del que no sabían nada. En el pueblo se adoraba a Pelor, dios del sol, pero Garren no lo conocía. Lina quedo viuda una noche de tormenta, su marido intentó salvar a su hijo que había caído al río, pero ninguno de los dos volvió  a casa. Lina había sido una mujer entrada en carnes pero después de la muerte de su hijo y su marido fue perdiendo peso y salud hasta tal punto que sus brazos eran tan delgados que Garren temía que se hiciera daño con sus tareas.

— ¿Que quieres decir con eso? —sin duda no era normal que el bardo ocultase algo, era un hombre que hablaba mucho y en ocasiones cosas que no deberían ser contadas.

—Hace dos generaciones el rey que gobernaba Cerelia decreto que toda arma estaba prohibida dentro de la ciudad a excepción de sus soldados.

— ¿Y qué hay de la magia? —por suerte Garren no solo se valía de su espada a la hora de combatir contra sus enemigos.

El legado de Rafthel I: El señor del sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora