Jaden {Bilogía El Príncipe d...

By AbbyMendez11

99.6K 9K 3K

É𝑟𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑑𝑜𝑠 𝑙í𝑛𝑒𝑎𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑎𝑙𝑒𝑙𝑎𝑠, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑛𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑗... More

W E'R E D I F F E R E N T
P R Ó L O G O
R E P A R T O
A D V E R T E N C I A
I-Demuestra ser Alabi
II-Nada tienes, nada vales.
III-Libros en blanco
IV-Lo pido, lo tengo.
V-Oz
VI-Solo somos reflejos
VII-Dos pasiones
VIII-La chica del velo dorado
Anuncio importante
IX-El susurro del diablo.
X-El juego acaba de empezar
XI-El hombre sin conciencia
XII-El relato del lobo y la oveja
XIII-La teoría del amor no retribuido
XIV-El origen
XV-La sobriedad tiene un gesto inusual
XVI-Puede que un día te maten
XVII-Nunca confíes en Ross
XVIII-Demente
XIX-Reina mía
XX-No soy gay
XXI-Somos una enfermedad
XXII-El nuevo profesor
XXIII-No me acuesto con estudiantes.
XXIV-La fiesta (Parte 1)
XXV-La fiesta (Parte 2) Cuando una zorra sufre
XXVI-El rocío descendiente del cielo
XXVII-¿Quién mató a Vans?
XXVIII-¿Quién Mató a Vans?- Parte 2
XXIX-Sobre el hilo Rojo
XXX-Mujercitas
XXXI-L S D
XXXII-Obsession
XXXIII-Perfecto asesino
XXXIV-Father
XXXV-La carta del Ángel
XXXVI-Culpable
XXXVII-La carta del Diablo
XXXVIII- La Carta de Diablo II
XXXIX-Fiesta de fin año.
XL-Red Idol
XLI-Amar a un mentiroso
XLIII-La primera mentira
XLIV-El único Amor de Henry
XLV-Ese Alguien
XLVI-Confía en Ross
XLVII-El juego de las manipulaciones
XLVIII-Llameaba furia
XLIV-Las estrellas en tus ojos
XLV-El fin de mi virginidad
XLVI-El pecado entre tus piernas
Capítulo XLVII-Devoraré tu alma.
Capítulo XLIVIII-Las mentiras de un pasado.
Capítulo XLIX-Inexistencia
Capítulo Final: ¿La podrás salvar esta vez?
E P Í L O G O

XLII-Tres palabras

406 64 87
By AbbyMendez11

Y este es el instante en el que te das cuenta de que todo lo que creíste siempre, estuvo mal. Que la pluma transcribe en un mismo sentido lineal, sin superiores, ni desiguales; estamos unidos genuinamente por la falla que nos creó y todos terminaremos de igual forma.

***

Miró el reloj en su muñeca, apenas distinguía las manijas, no había pegado un ojo en toda la noche. Ni siquiera podía hablar o respirar sin presionarse el pecho.
La gente transitaba delante, solo eran reflejos difusos y borrosos a la luz; le decían cosas, susurraban en su hombro, pero él no podía escucharlos, como si el peso de conciencia ocupara todos sus sentidos.
Sasha sujetaba su mano, eran las seis de la mañana, la sala de espera estaba en completo silencio. Sacó el papel ensangrentado de su bolcillo, lo desempuñó para volver a leer tres palabras que fueron suficientes para romperle el alma.

Sorry, i'm gay.

Apretó los ojos y las lágrimas recorrieron sus mejillas, encerró el papel en su mano, intentó decir alguna cosa, pero su voz fallaba, sus labios temblaban como los de un niño.
Era inexplicable, el dolor, la impotencia, lo inútil que resultaba suplicarle al tiempo regresar, y saber que la posibilidad  de cambiar las cosas era cero, querer evitarlo cuando ya es tan tarde, y odiarte tan fuerte que te quemaba la garganta.
Entonces lo único que puedes hacer es darte por vencido, ya no hay otra oportunidad.

—Maldición!—gritó con todos sus pulmones, se levantó con la mente revuelta, empuño las manos y le pegó a la pared con desesperación.

—¡Jaden!—gritó Sasha con pánico.

Continuó pegándole, sin importar el dolor, la sangre goteando al piso, su alma estaba más rota.

Sasha detuvo su puño con ambas manos, le costó frenarlo pero lo consiguió.
—Basta.—le susurró, lo miró a los ojos, le transmitió que no estaba solo.

—Todo es mi culpa.—titubeó balanceándose cuando sus piernas flaqueaban, su cabeza latía, sus movimientos eran inestables. 

—Estás mareado.—Sasha tomó su cara entre sus manos y la recostó en su hombro. Besó su mejilla y acarició su cabeza.—No, no es tu culpa, Karl va estar bien.

***

—Alaya... ¿Puedes escucharme?—Rowly apartó el cabello en su frente.

Ella entrecerró los ojos de espacio con la mirada fija en el techo mientras recuperaba la noción de la realidad.

Y todo vino de golpe en un segundo, sus ojos se abrieron al límite, se levantó con un impulso desesperante.

—¿Qué haces?—Henry la tomó de la muñeca regresándola a la cama—Estas en el hospital, sufriste un ataque de asma.

Ella arrugó la frente cuando vio el suero inyectado a su muñeca.

—Debe descansar—Ortiz elevó los brazos entrecruzados en su pecho. Alaya levantó una ceja cuando la miró, lucía distinta a la ejemplar Ortiz de actitud y postura perfectas. Sus ojos estaban hundidos, rodeados por una sombra oscura como el aura que emitía, cansado, asustado y pesado.

—Ortiz ¿Cómo supo de...?—masajeó su frente en dirección al límite natural de su cordura.

—Quise saber cómo se encuentra mientras espero los resultados.—se arrastró la cara con la palma y tragó grueso,  fue visible lo mucho que le costó decir aquello.

—¿Cuáles resultados?—replicó Alaya, los miró a ambos esperando una explicación.

—Cierto, olvidé que aún no lo sabe, ambos incidentes sucedieron en un lapso muy corto.—fue lo que dedujo en ese momento.

Alaya había detectado algo raro en su rostro desde que la escuchó hablar, pero esa vez fue peor, como jamás la había visto. Una Ortiz rota, con una descomunal carga de culpa.

—¿Qué pasó?—ya no sabía qué pensar pero estaba segura de que ocultaban algo muy malo. Su respiración comenzó a cortase, comenzó a sentir la garganta seca y rasposa.

Ortiz fue paseando por la habitación con inquietud. En algún punto se detuvo, se agarró el puente de la nariz y cerró los ojos.

—Es un tema delicado,  sería mejor...

—Ortiz.—la interrumpió.

Ortiz la miró, Alaya no mencionó nada pero transmitió todo, y lo más claro fue:
Si sucedió algo, tengo que saberlo.

—Karl... intentó quitarse la vida.

A veces vemos la vida como un segundo tormentoso y la muerte como la única salida.

Miró a un punto fijo en la nada con los ojos asustados, con la mente lejana a la realidad que se negaba a aceptar, con el corazón tratando de soportar el peor sentimiento que jamás había sentido.
 Sintió una mano en su hombro, pero no sintió el consuelo.

Entendemos que cualquier razón es injustificable, pero nunca tratamos de entender a la persona, hasta que ya es demasiado tarde.

—Tranquila...—Henry se acercó para susurrarle y hacerle saber que estaba allí solamente por ella.

—¿Cómo, Dónde está?—apenas pudo  hablar, con la voz débil y baja. Sus ojos consternados se guiaron a Ortiz, ella se esforzó por mantener la calma aunque solo podía sostenerse en silencio.

—En este mismo hospital, en cuidados intensivos, dependiendo de una máquina para respirar.—era la primera vez  que Ortiz se quebraba completamente, su voz centrada descendió a un desvarío sollozo.

—Jaden... ¿Dónde está?—susurró, enterrándose el recuerdo de sus ojos, cómo la miraba en esa terraza... Juzgándola, despreciándola, destruyendo las migajas de su pecho cuando ya estaba roto.

—Está en la sala de espera del quinto piso.

Alaya apretó los labios, se arrancó la inyección del suero rápidamente pero antes de levantarse la mano de Henry ya estaba delante, frenándola.

—No vas a ningún lado—determinó, sus labios formaron un línea fina, no estaba dispuesto a ceder, su cuerpo parecía un muro inamovible, imposible de sobrepasar—, aún no estás en condiciones de...

—Déjame.—Alaya lo interrumpió abofeteando sus manos pero ni siquiera se movieron.

—Ya lo veía venir—le avisó Ortiz, haciendo que llevaran su atención a ella— tendrá que dejarla ir, es algo que ni usted, ni yo podrá evitar.—Rowly intentó intervenir pero ella se adelantó con las manos en alto—Ellos se necesitan, los dos.—sobre todo él.

Henry se perdió en sus pensamientos por un minuto.
Después de un rato bajó la mano con la notable disconformidad en su expresión, pero se apartó.

Ortiz le indicó el camino. Jaden estaba en la sala de espera del quinto piso y ellos estaban en el primero. Tomó el ascensor, aprovechó los minutos para tratar de poner en orden su cabeza. Cerró los ojos, exhaló con profundidad, solo después de abrirlos distinguió que ya no usaba el vestido de la fiesta, sino una bata de hospital y unas sandalias. El timbre sonó, las puertas se deslizaron a los lados.

Él estaba ahí, apoyaba la espalda de una pared con los brazos cruzados y la mirada al suelo, por su postura no podía notar más que su cansancio, todo en él lucía exhausto, fuera de sí, incompleto.

—Jaden...—murmuró cuando pudo recomponer la voz y decir algo.

Su mirada llegó a ella, el rencor en sus ojos la heló.

—¿Qué haces aquí, Alaya?—emitió como si su simple presencia fuese una peste, dio un paso a ella con las manos cerradas haciéndola retroceder.

Alaya se detuvo, mirando un desprecio casi palpable, no pudo hablar, ni siquiera dejó salir un sonido. Tenías tantas cosas atoradas en la garganta, tanto por decir o hacer. Quería abrazarlo, decirle que estaba ahí para él, que lo estaría siempre.

—Te pregunté qué haces aquí.—replicó con brusquedad, haciéndola sobresaltar.

—Lo siento mucho.—susurró tímidamente, intentó hablar pero Jaden se lo impidió de inmediato.

—¿Lo sientes? Eres una hipócrita—le escupió, la señaló al pecho con el índice, en el punto justo en que estaba su corazón—¿Cómo te atreves a venir aquí y fingir que te importa?—rugió con toda la potencia de su voz. Tal vez quería descargarse, tal vez lo necesitaba. 

Alaya apretó los ojos y unas lágrimas inconscientes se deslizaron por sus mejillas, colocó sus manos temblorosas  junto a su rostro como un ruego, su cabeza comenzó a martillar sus oídos,  su corazón latía dolorosamente cada fracción de segundo, como si su propio cuerpo quisiera castigarla, porque en ese momento todo lo que sentía era culpa. 

Su respiración comenzó a zigzaguear. Tragó forzado y trató de corregir la voz:
—Sé que estás..

—Ya vete—Jaden no la dejó terminar, sus ojos eran agujeros profundos llenos de odio—No necesito tu compañía, tampoco tu lastima.—retrocedió, ocupó uno de los asientos y se cubrió la cara con las manos.

Alaya se puso las manos en la cabeza, las arrastró hasta su cuello, mirando a una nada sin esperanza.

—Por favor.—sollozó, tiró los brazos con desesperación e intentó acercarse.

—Deberías irte.—Sasha pasó por delante, la miró con un gesto extraño, como alguien que sabía demás, o tal vez era muy buena con las suposiciones. Se giró a un lado y le señaló el camino a la salida.

Alaya agachó la cara, se mordió el labio inferior, respiró para contenerse. Levantó la cabeza, le dio una última media sonrisa, estúpida y triste. No podía hacer más, él la eligió a ella, y ella lo sabía. 

***

Las vacaciones navideñas estaban a pocos días de terminar, el nuevo año se presentó con: Corazones rotos, corazones flechados y no correspondidos.
Verdades y mentiras.
Y una tragedia que los silenció a todos.

Faltaba un cuarto para que se marcaran las dos de la mañana en el reloj del pasillo. Visualizaba la aguja girar y girar, un movimiento constante, casi sin sentido. Exhaló en sus palmas y se frotó las manos, ya se hacía costumbre pasar toda la noche en esos incómodos asientos de espera, dichosamente podía componer tres horas de sueño seguidas.

El doctor que le había presentado Ortiz antes se acercó, revisaba algunos documentos con las cejas fruncidas. Levantó la mirada, se acomodó los anteojos y le preguntó:

—¿Señor Jaden Durant?

—Sí, soy yo.

—El señor Karl Smith acaba de despertar—Jaden se levantó de golpe, el doctor se detuvo con los ojos asombrados, asintió lentamente y echó un vistazo a los documentos que sostenía, luego continuó:—Al momento pidió hablar con usted. Está estable, avanza satisfactoriamente e inferimos lo mejor,  acompáñeme por favor.—le dio la espalda y caminó por otro pasillo.

Jaden fue detrás de él. Apenas procesaba sus palabras, parpadeaba despacio, los escalofríos viajaban como pulsos eléctricos por todo su cuerpo, la emoción y el terror combinados.

Respiró por la boca con los labios temblorosos, se detuvo cuando sintió al doctor hacerlo, levantó la mirada, miró la placa en la puerta con el número de habitación, descendió al mango que el doctor sostenía, Inesperadamente le puso una mano en el hombro y lo miró fijamente.

—Trate de escucharlo y comprender, los pacientes sobrevivientes a un intento de suicidio suelen despertar con el mismo trauma que los lleva a atentar contra su vida, con frecuencia terminan en un estado peor.—el doctor le dio una mirada de experiencia. Le dio un golpecito en el hombro, giró el mango e impulsó la puerta.

La luz blanca cegó sus ojos, casi como un destello místico.
Presionó los párpados, inhaló con esfuerzo y cuando volvió a la visibilidad, su corazón se congeló.

Continue Reading

You'll Also Like

934 114 9
En su emocionante primer año universitario, Sesshomaru Taisho cruza caminos con la enigmática Towa Higurashi, desencadenando una serie de eventos que...
920K 55.8K 44
Paris Smith siempre ha sido una chica soñadora, talentosa, amante de todo lo que tuviera que ver con la astronomía: las estrellas, los planetas, las...
913 192 13
Ella creía tener una vida tranquila. O al menos así era hasta que despertó fuerzas antiguas que la llevarían a un lugar del que quizás jamás podría r...
33K 2K 67
Él era el amigo de su papá pero también el hombre que siempre soñó. -Quédate aquí para siempre, cásate conmigo- Mencionó Rodrigo mientras acercaba a...