Jaden {Bilogía El Príncipe d...

By AbbyMendez11

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É𝑟𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑑𝑜𝑠 𝑙í𝑛𝑒𝑎𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑎𝑙𝑒𝑙𝑎𝑠, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑛𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑗... More

W E'R E D I F F E R E N T
P R Ó L O G O
R E P A R T O
A D V E R T E N C I A
I-Demuestra ser Alabi
II-Nada tienes, nada vales.
III-Libros en blanco
IV-Lo pido, lo tengo.
V-Oz
VI-Solo somos reflejos
VII-Dos pasiones
VIII-La chica del velo dorado
Anuncio importante
IX-El susurro del diablo.
X-El juego acaba de empezar
XI-El hombre sin conciencia
XII-El relato del lobo y la oveja
XIII-La teoría del amor no retribuido
XIV-El origen
XV-La sobriedad tiene un gesto inusual
XVI-Puede que un día te maten
XVII-Nunca confíes en Ross
XVIII-Demente
XIX-Reina mía
XX-No soy gay
XXI-Somos una enfermedad
XXII-El nuevo profesor
XXIII-No me acuesto con estudiantes.
XXIV-La fiesta (Parte 1)
XXV-La fiesta (Parte 2) Cuando una zorra sufre
XXVI-El rocío descendiente del cielo
XXVII-¿Quién mató a Vans?
XXVIII-¿Quién Mató a Vans?- Parte 2
XXX-Mujercitas
XXXI-L S D
XXXII-Obsession
XXXIII-Perfecto asesino
XXXIV-Father
XXXV-La carta del Ángel
XXXVI-Culpable
XXXVII-La carta del Diablo
XXXVIII- La Carta de Diablo II
XXXIX-Fiesta de fin año.
XL-Red Idol
XLI-Amar a un mentiroso
XLII-Tres palabras
XLIII-La primera mentira
XLIV-El único Amor de Henry
XLV-Ese Alguien
XLVI-Confía en Ross
XLVII-El juego de las manipulaciones
XLVIII-Llameaba furia
XLIV-Las estrellas en tus ojos
XLV-El fin de mi virginidad
XLVI-El pecado entre tus piernas
Capítulo XLVII-Devoraré tu alma.
Capítulo XLIVIII-Las mentiras de un pasado.
Capítulo XLIX-Inexistencia
Capítulo Final: ¿La podrás salvar esta vez?
E P Í L O G O

XXIX-Sobre el hilo Rojo

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By AbbyMendez11


Robert

Tenía esa sonrisa, esa genuina sonrisa que  hacía inevitable enamorarse de él.

Trataba de negarme, me encerraba, pero sin percibirlo, sin siquiera esperarlo cada día me enamoraba más y más de mi mejor amigo de secundaria. Y verlo presumir sus chicas, verlo tocarlas, ofrecerles lo que jamás me pertenecería, me mataba lentamente.

 Hasta que un día de verdad pasó. Luego de una practica fuimos a los vestidores, nos encerró con llave e inesperadamente se lanzó sobre mí y me besó, nuestros labios se apetecían tanto, nos dejamos llevar por el deseo que nos exigían nuestros cuerpos.

Cuando terminó, subió su pantalón y me miró decaído. Recuerdo su expresión, recuerdo cada una de sus palabras, hasta la última de ellas:

 —Rob, no soy gay, me temo que lo que ocurrió  hoy no puede pasar de nuestros labios y el recuerdo de nuestro corazón. Me iré del país la semana que viene, ascendieron a papá y ya sabes, no hay vuelta atrás. No podía marcharme sin haberte amado aunque sea por una vez. Tú y Amin han sido mis mejores amigos desde siempre... pero es innegable que lo hay entre nosotros va más allá incluso del juicio y la cordura.

Mi voz se perdió en aquel sutil gesto de cobardía, asentí y le ofrecí la misma sonrisa.

Estreché su mano y abrí la puerta. Dejándolo atrás... junto a lo que jamás debió suceder aquella tarde.

**

Hospital Central de S.D.

Will salió del consultorio después de encargarse del papeleo. Le hizo un doblez a todos los documentos que sostenía y los guardó en el interior de su saco.

—¿Qué dijeron?—le preguntó Ortiz  con la voz agitada. Se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro  por el pasillo de la sala de espera.

—Amin solo tiene heridas superficiales sobre el antebrazo, el corte en la cara no penetró su ojo pero rasgó una pequeña sutura en medio de su ceja derecha, dejará cicatriz, al menos por ahora; su muñeca se vendará, no estimaron una fecha aproximada de retiro por lo cual tendrá que venir por mínimo una vez a la semana hasta que pueda sanar—dejó salir aire por la nariz negando lentamente, algo que estremeció a Ortiz—. El ojo de Rob por otro lado se encuentra en muy mal estado, no es tan grave como para perder la visión pero sin duda traerá efectos consecuentes, al igual será vendado, tendrá que asistirse de unos 10 medicamentos más o menos, gotas, anti-inflamatorios, calmantes... Tendremos que encargarnos y supervisar su consumo.

—¿Lo van a operar?—Ortiz se tuvo que sentar y respirar hondo para calmarse.

—Primero observarán su reacción ante la prescripción—Will apretó la mandíbula cuando notó lo mucho que le afectaba todo lo que sucedió. Echó un vistazo a su reloj y dejó los documentos en el puesto a un lado de Ortiz—. Iré a buscar más información.

— ¿Ya se comunicó con el señor?—le preguntó Ortiz. Will seguía inclinado a un lado de ella acomodando en orden los papeles sobre el asiento por lo que estaban muy cerca y sus ojos se conectaron fijamente.

—Aún no, aguardaré por más resultados.—fue lo que contestó al erguirse holgándose el traje. Hizo un reverencia con la cabeza antes de girar para marcharse.

—No lo haga.

La voz de ella lo frenó de inmediato. Arrugó las cejas y se volvió para asegurarse de que esas hubiesen sido sus palabras.

 Ortiz se levantó con la mirada firme, llevaba una gran gabardina de invierno, la tomó de los bordes y la apretó en su pecho.

—Sabe lo que pasará si el señor Alabi se entera.—le advirtió con un deje de debilidad en la voz, como si ambos lo supieran perfectamente, y no era algo bueno.

Will parecía sorprendido y a la vez afectado de alguna extraña forma.

—¿Cómo puede pedirme algo así?—le exigió, negando con la cabeza rápidamente— Este asunto no puede ser omitido.—se dispuso a darse vuelta e irse pero ella lo detuvo del brazo.

—Por favor— llevó la mano de Will y la abrazó en su pecho con la mirada en el piso, su voz fue un susurro triste—, se lo suplico. Estos chicos... no están bien, necesitan ayuda— se elevó para mirarlo a los ojos y apretó su mano con más fuerza—. Pero no es de la manera que Karim piensa como se resolverán todos sus problemas. Solo por esta vez, solo por esta ocasión salga de ese pesado caparazón y sea consciente sobre el dolor de cada uno y siéntalo en sí, póngase en su lugar—señaló la puerta de la habitación de Robert. Will secó suavemente una lágrima que había rozado la mejilla de Ortiz—.  Se lo... se lo suplico Will.

Él lo pensó muy bien por unos segundos. Finalmente se pasó una mano por la cara y asintió.

—Esta bien, nos encargaremos de buscar una solución inmediata a todo esto.

Ortiz le ofreció una pequeña sonrisa de alivio y asintió.

***

Alaya dejó el uniforme de la cafetería en su casillero como cada día. Respiró con alivio, había sido una tarde difícil, Jachi le pidió que cubriera su turno los últimos dos días, pasaría todo el fin de semana en otra ciudad con su padre. Ya era un hombre de avanzada edad, sabía que debía aprovechar el tiempo.

Fue a la salida trasera, justo llegando a la puerta resbaló de repente, la llegada del invierno hacía las aceras resbaladizas por el clima frío, logró apoyarse en el mango del cerrojo para no caer. Bufó cuando se dio cuenta de que tenía las agujetas desatadas. Bajó y les hizo el nudo.

—Eres tan torpe.—escuchó el tono de burla en una voz masculina.

Se levantó frunciendo el ceño. Se le formaron muchas preguntas cuando identificó al chofer de Elah en frente, no vestía de traje, tenía una polera rosa combinada con unos pantalones deportivos, sostenía una botella de agua de la que tomó mientras se sacudía el cuello de la camisa adjuntándole una presumida sonrisa.

—¿Ross está aquí?—le preguntó, poniéndose de puntillas para detectar la limusina en el estacionamiento tras él.

—No. Pasaba por aquí, estaba haciendo ejercicio—flexionó  los bíceps de sus brazos,  luego los besó, eso fue raro—. Solo vine a saludarte.

Alaya lo miró en silencio por un momento. No lucía como alguien que se ejercitaba, no se veía cansado, no tenía manchas de sudor, su respiración era relajada, el agua en la botella estaba casi al tope.

—Gracias. Bueno, fue una grata sorpresa Jann...—lo dejó en el aire para que él lo completara, no recordaba su nombre

—Mis amigos me dicen Andy.—añadió, con encanto.

—Pasa buenas noches, Andy.—cruzó a su hombro con prisa.

El chofer la retuvo de la cintura y la chocó contra él de un tirón.

— ¿A dónde vas?

—¡¡¿Qué haces??!!—lo empujó de inmediato con un golpe en el pecho.

Él avanzó mientras ella retrocedía muy precavida.

—Eres muy linda, sé como tratarte, las niñas tímidas como tú prefieren que los hombres como yo sean atrevidos, es una contradicción pero vaya que funciona.—comentó, con toda seguridad.

De pronto  volvió a retenerla, ella lucho pero él reforzó el agarre.

—Y te haces la dura, todo un clásico—se acercó, con un tono sexual le susurró—: Conmigo no tienes que fingir.

—¡Basta!—le gritó con un golpe fuerte de su rodilla al estómago del chófer.

Empuñó las manos en posición de combate mientras él se retorcía gruñendo de dolor.

—Escucha muy bien,—le advirtió Alaya crispando los dientes—no lo diré dos veces y seré muy directa contigo. No sé qué es lo que teorizas sobre mí, pero estás en un error—escupió con fuerza para que la escuche claramente— ¡Soy la novia de tú jefe! si de verdad aprecias tu trabajo termina este juego de una vez por todas. Pierdes tú tiempo y también el mío.

Alaya  intentó sobrepasarlo pero él volvió a retenerla, esta vez del antebrazo.

—Sigues fingiendo.—sujetó con agresividad sus hombros y la besó a la fuerza, apretó su trasero y se apartó él mismo luego de hacer valer su cometido.

Alaya se quedó frisada en un principio, sus ojos estaban completamente asombrados, su cuerpo inmóvil. Cuando logro reaccionar la furia ascendió como vapor hirviendo. Sintió asco, descontrol, furia.

—¡¿Cómo te atreves?! maldito degenerado.—le gritó mientras retrocedía tomando velocidad.

—¡Vamos! sé que te gustó.—murmuró con bastante confianza siguiendo tras ella—¿A dónde vas, bonita?

—¡Aléjate! 

—¿Es tu forma de pedirme más?

Cuando llegó a la orilla de la acera hizo unas señas con la mano para llamar un taxi, el auto frenó y rápidamente sostuvo la manija de la puerta.

—Te arrepentirás.—la abrió, dándole un última mirada, una que interpretaba a la perfección su advertencia.

El chófer pateó la puerta,  cerrándola antes de que ella pudiera entrar.

—¿De qué hablas? —se acercó, acorralándola contra el auto.

—Se llama acoso—le aclaró justo en su cara—. No tienes derecho de tocarme sin mi previo consentimiento, y yo en ningún momento te lo di —el chofer amplió los ojos y se fue alejando despacio—Voy directo a la comisaría, te acusaré, pediré una investigación y una orden de alejamiento. Te ofrecí la oportunidad de que pararas y no la tomaste.

Fue en ese momento cuando el cuerpo del chofer se echó atrás muy tembloroso, su cara se cubrió de un terror palpitante, su respiración se volvió ruidosa, incluso molesta. Toda la escena de un cobarde.

—¿Q-Qué? ¿De qué hablas?—tartamudeó, agitando las manos pacíficamente. 

Alaya lo ignoró e intentó entrar al taxi una vez más. Él se volvió a interponer, pero algo cambió, en su cara, en el trato, en su aura, en la fuerza con la que lo hacía. Parecía tener miedo de solo tocarla, su cara se aterrorizaba cuando Alaya subía el tono y gente que pasaba por ahí los miraba. Resopló pasándose una mano por el pelo y se inclinó para hablarle en confidencia:

—No... no, no puedes hacer eso, arruinarías mi carrera.—le susurró con la voz agitada. Miraba a todos lados como si temiera que alguien los escuchara.

Alaya lo miró como si se estuviese volviendo loco. ¿Su carrera? ¿Ser chófer? Solo intentaba detenerla para que no cumpliera su advertencia, pero ya estaba decidida y eso no le importaba.

—No me importa.—le gritó al mismo tiempo que se escuchó la bocina del taxi unas cuantas veces.

El chofer se frotó la cara, se veía desesperado y comenzaba a sudar por todos lados. Se rascó la cabeza por un segundos hasta que su cara cambió, como si se hubiese resignado a algo. Tragó fuerte y se acercó con las manos en alto para darle a entender que no tenía intensiones de tocarla.

—Escucha,  escucha, ni siquiera me gustas, no eres mi tipo, solo es parte de mi trabajo.

Alaya dejó salir una exhalación brusca,  miró a otro lado, estaba harta de verlo y oír sus estupideces.

—¿De qué demonios hablas?—le reclamó.

—Te diré la verdad, pero tienes que calmarte.—agitó las manos suplicándole que bajara la voz.

—¿Por qué confiaría en ti?—murmuró, haciéndolo absurdo.

—Ross me pagó para que lo haga.

Escucharon un largo bocinazo que cubrió el silencio que dejó aquellas últimas palabras.

Alaya se fue a la ventanilla del copiloto, se disculpó con el taxista, le pagó por la demora y le dijo que podía marcharse.

Lo vio alejarse esparciendo el humo de dudas en el viento.

El tránsito en la calle parecía pausarse, todo se movía lentamente. Excepto su corazón, que azotaba su pecho como loco, con esa sensación asfixiante en la garganta.

Él dijo que le contaría la verdad a cambio de que olvidara lo de ir a la comisaría, ella seguía en un estado lejano, pero aceptó. Necesitaba asegurarse de que todo fuera una mentira porque sentía esa corazonada extraña, algo le decía que tenía que escucharlo.

Fueron  a un bar a unas cuadras. El lugar era pequeño, tenía un estilo vintage; las luces con luz naranja colgaban y eran escasas, los muebles eran de madera rústica y los manteles eran de color café. Le daba un aire sofisticado.

—Quiero que seas claro sobre tus palabras.—le advirtió Alaya removiéndose con nerviosismo en la cabina que ocuparon. No había tocado el café que le sirvieron, ni siquiera había mencionado una palabra desde que llegaron, Él pidió algo de tomar por los dos para hacer menos pesado el ambiente, por lo visto no había funcionado.

—Es verdad, Elah me pagó, eso es todo.—tomó un sorbo de su té frío con la mirada baja.

Alaya le dio un golpe a la mesa que le hizo sobresaltarse y echarse encima un chorro de la bebida.

—Escúchame idiota, si no quieres que sea la policía la que te interrogue me dirás todo, de principio a fin—le dio otro puñetazo a la mesa y se inclinó un poco por encima de él. Su mirada era la de un detective corrupto que no le importaban los medios para sacar información—. Me arrancarás todas estas malditas dudas.

—Está bien, pero cálmate, no hay porqué agravar las cosas, resolvamos esto aquí.

Alaya notó que con simplemente mencionar la ''Policía'' lo tenía en sus manos. 

—Entonces habla.

Él asintió suspirando, tomó un trago largo del té, su mano temblaba como si le estuviesen apuntando con un arma. Dejó la bebida en la mesa y comenzó a hablar tan rápido que Alaya tuvo que abrir el oído como vieja chismosa para entender.

—Mi nombre no es Andy, es Zedd, como el dj, soy modelo profesional, me extraña que no me reconozcas, soy muy famoso.

Alaya lo interrumpió, analizando cada parte para hacer que todo encajara.
—Si fueras tan famoso alguien además de mi lo haría, en la calle o en este lugar.

Zedd volteó los ojos pero no lo admitió.

—Soy bastante reconocido en Europa,  en este país no saben apreciar el buen arte—se encogió de hombros, Alaya le hizo un gesto para que fuera al punto—. Bueno, hace algunos años quise hacer una transición de carrera, debo admitir que ya no me estaba yendo tan bien en el modelaje, el dinero comenzó a escasearse,  no tenía una buena conducta ahorrativa. Entonces, busqué y busqué oportunidades en el mundo de la actuación, fui a cantings, fui con agentes, fui a teatros, fui a lo más bajo (cine xxx), y... nada—bufó, algo desalentado—. De un día a otro recibí una llamada; el agente de Elah, me contactaron y me reuní con Ross. Un  trabajo extraño y extremadamente secreto... Seducir a una chica, era su novia, la pondría a prueba, utilizaría todo a mi voluntad con tal de hacerle caer. Pero si de verdad esta chica era quien decía ser... no se dejaría envolver jamás, y ahí concluía mi trabajo, una buena paga, sin muchas preguntas, todo se realizaría en suma sencillez—apretó los ojos y se agachó en la mesa con las manos en la cabeza—. Pero todo se complicó en este punto—se levantó de pronto con las manos como un ruego y los ojos muy abiertos— Elah no se puede enterar de que te dije la verdad.

Y los hilos que acompañan el amor resultan ser débiles y cortos, y en un mínimo instante se deshace lo que una vez juró ser eterno.

—¿De qué hablas?—susurró, aún en el shock del momento. Se agarró tan fuerte el cabello que haló dolosamente su cuero cabelludo, las lágrimas brotaron por sí solas—¡¡¿Qué estás diciendo?!!—le gritó con las manos en el pecho, como si aquella acción aminorara el dolor de su corazón.

Las gotas cubrieron su rostro, y en su humedad dejaron partir los lamentos de un amor con ganas de crecer y nutrirse de vida, de una historia que nunca pasó.

—No te alteres por favor, tómalo con calma, como si nunca lo hubieses escuchado de mi boca.—se puso un dedo en medio los labios mirando como la gente comenzaba a espiarlos a su alrededor.

—Te contrató para...—su voz se rompió—para que me tocaras.

—Perdón, lo siento, de verdad necesitaba el dinero.

Ella se limpió las lágrimas con brusquedad y se levantó de la cabina.

—Espera Alaya... te propongo algo ¿Si?—se levantó tras ella pero no se atrevió a tocarla o atravesarse— Yo le hablaré bien de ti, le diré que nunca caíste, que siempre  fuiste leal. Pero tienes que prometerme que no le dirás nada, debes fingir que no sabes nada ¿Entiendes?

—Ahg—repugnó  la cara y se fue sin contestarle.

Llamó un taxi cuando salió a la calle y se sintió un segundo y un siglo al mismo tiempo el camino a la casa de Ross.

Tenía ese nudo en la garganta que no le dejaba respirar con tranquilidad.

Tocó el timbre un par de veces, el vigilante la  reconoció y la dejó pasar amablemente.

De alguna forma todo el ambiente de la casa se transformó en una guarida oscura. Era como él, hermosa y siniestra a la vez.

—Está en su cuarto, señorita.—le indicó una sirvienta con el mismo acento de Ross.

—¿Me podría llevar?

La empleaba asintió. La dejó en la habitación de Ross, estaba en el último piso, de hecho su habitación era todo el piso. Tomó la manija, se deslizó con facilidad, suspiró sorprendida de que estuviese abierta. Pasó con el corazón descontrolado, pero estaba lista y desesperada, tenía que verlo y enfrentar todo lo que estaba sintiendo en ese momento.

La puerta se selló de pronto de espaldas a ella, le provocó un susto del carajo. Se masajeó la frente y por poco se le salen las lágrimas, le dolía demasiado el hecho de desconocer tanto a la persona  que estaba dispuesta a entregarle su corazón. 

¿Quién era Elah Ross?

Detuvo las lágrimas empuñando las manos y advirtiéndose a sí misma que no estaba dispuesta a llorar. Paseó su vista por toda la recámara; lo primero en llamar su atención fue la singularidad de los muebles y  los adornos, era notable que todo estaba inspirado en el mar, los colores fríos y claros, habían perlas, corales, gemas y un sofá precioso con forma de caracol. Era muy diferente al estilo geométrico de la habitación de Rowly, aunque igual de lujosa.

Pero al mismo tiempo se dio cuenta que estaba vacía. Fue al closet, a su vestidor, y nada. Estuvo a punto de darse por vencida, hasta escuchar el agua correr a unos metros de ella. La puerta del baño, estaba allí.

Se acercó muy despacio, incluso llegó a retroceder, pero sabía que necesitaba hacerlo. Abrió la puerta, primero dejó un pequeña abertura, respiró y pasó adentro.

El sonido del agua se hizo más fuerte con un eco que lo hacía misterioso. Miró su silueta en el cristal  transparente de la ducha, peinaba su cabello hacia atrás y frotaba cada milímetro de su cuerpo lentamente. 

Ross se detuvo, como si se hubiese percatado de su presencia, giró en dirección a ella dejándola totalmente inmóvil. Alaya no pudo siquiera parpadear, sintió un amargo escalofrío recorrer cada pulso de su corazón.

El cristal estaba empañado pero sus movimientos eran claros, arrastró la puerta de vidrio, su imagen estaba desnuda, mojada y confundida. Su cabello plateado, su vello púbico, sus ojos verdes;  ella solo veía un monstruo.

Tenía tantas interrogantes, tanto dolor, tanto miedo...

Pero él, le ofreció esa sonrisa de aspecto natural, una tan  perfecta. Se acercó y antes de que pudiera detenerlo la besó con pasión pegando toda su desnudez a ella.

Alaya se alejó abruptamente, se limpió los labios entre hiperventilaciones.
No quería llorar pero sus ojos ya estaban húmedos.

—Eres un maldito, Ross.—fue lo único que pudo susurrar.

Elah arqueó las cejas ante su rechazo. Pasó a su lado, tomó la bata de baño y la vistió.

—¿Ahora que te pasa?—le preguntó, acomodándose la bata.

—Eres tan cínico.—apretó los dientes, ni siquiera podía mirarlo.

Ross buscó una toalla en el gabinete tras el espejo y comenzó a secarse el cabello.
—No sé de qué hablas.

—Lo sé todo.—le dijo en voz baja cubriéndose la cara con ambas manos.

—¿Podrías ser más clara?

—Eres un hipócrita—Ross dejó de secarse llevando toda su atención a ella—¿Contrataste a tu chófer, a tu actor o lo que sea, para seducirme?—las palabras le salieron con asco, con una rabia que subía y bajaba su pecho.

Hubo un silencio que solo duró unos segundos pero se sintieron como dos eternidades.

—¿Quién te dijo eso?—su tono fue fuerte y bronco. Sus ojos se quedaron abiertos como los de un psicópata.

Alaya no pudo responderle, negó con la cabeza arrastrándose la mano por la cara y tratando de sostenerse porque su piernas comenzaban a flaquear.

—¡¡¿Quién te lo dijo, Alaya?!!—le gritó con más fuerza dándole un puñetazo al lavado que ensangrentó sus nudillos.

—Me lo dijo él mismo.

Quería aguantar hasta el final.
No lo resistió, no podía estar un segundo más a su lado. 

Retrocedió a la puerta, pero antes de que su mano tomara la manija Ross la detuvo con facilidad, la lanzó a la ducha, el grifo se abrió automáticamente y el agua fría los envolvió.

Ross cerró la puerta de cristal, se inclinó para tener su rostro muy cerca. Comenzó a respirar con fuerza, apretó los ojos y pegó su frente junto a ella.

—Yo... te quiero, te quiero—le susurró agravando la garganta. Tomó su rostro entre sus manos para mirarla directamente—. Déjame explicarte.— la acorraló contra la pared, colocó las manos por encima de sus hombros y miró claramente el miedo en sus ojos.

Alaya sorbió por la nariz y lloró, lloró como juró que no lo iba a hacer, exponiéndole como una tonta lo mucho que  le afectaba, lo mucho que le dolía.

—¿Qué hice mal? ¿Qué no hice?—le preguntó con la voz débil— Yo pensé que estábamos bien, Ross ¿Qué me hizo merecer esto?—le reclamó sollozando.

—Yo... nunca fue mi intención.—Ross le tomó las manos y las besó en una súplica, su voz se escuchaba afectada, pero la confianza estaba rota.

—¡Contrataste a alguien para que me tocara!—le gritó abofeteando sus manos. 

—No... no, le dije que te hablara con cariño, te coqueteara un poco o se te insinúe levemente tal vez, jamás le pedí que te tocara.

— Nunca imaginé que tú eras la mente detrás de todo.

—¡Maldita sea! ¿De verdad se atrevió a...?—maldijo y los músculos de sus hombros se tensaron—Nunca fue mi intención, las cosas se salieron de control.

—No te creo, no te creo ni la mínima cosa, eres un manipulador—transformó el dolor en rabia, ya no iba a derramar ni una gota más por su causa. Elevó la barbilla intensificando el contacto visual—¿Cómo te atreves a juzgar mi fidelidad a tu conveniencia? 

—No es así... es que no entiendes ¡Te quiero! ¡Maldita sea! Te quiero, Alaya, eso es lo que importa.

—¡Mentiroso! Tú nunca me quisiste, porque el que de verdad quiere, confía, y tu nunca confiaste en mí. Sé  que somos de mundos diferentes, Elah, pero si te dieras la oportunidad de conocernos, de conocerme, entendieras que de este lado también hay amor.

Ross se puso las manos en la cabeza, el agua los había empapado por completo. Si estaba actuando, tenía mucho talento, de verdad se notaba su dolor, como si temiera perderla en realidad.

Pero era eso, una perfecta actuación, eso se dijo así misma una y otra vez para poder huir. 

—No te vayas...—le suplicó.

—No busques que te odie más, al punto de siquiera poder verte.

 Solo son unos cuantos afortunados los que buscan y encuentran a su otra mitad y en su camino no hayan sufrimiento, eso pensaba mientras bajaba por el ascensor dándole un último vistazo a la casa de Ross a través de  las paredes de cristal.

Ella no era uno de esos, de eso estaba convencida.

***

Entreabrió el ojo y su primera sensación fue aquel dolor  insoportable en su estómago, cada centímetro de la materia que conformaba su figura estaba lastimada, la sangre de su nariz y la expulsada por su boca al toser eran insignificantes al compararlo entre los ductos similares a corrientes de agua situados en su abdomen. No sentía las piernas sobre el dolor, sus dedos estaban rotos y el nudo que ataba sus muñecas contra la silla carcomía su carne. El cuarto estaba oscuro y sucio, un fuerte hedor putrefacto se pronunciaba por cada rincón y el frío era desgarrador.

Sentía unas pisadas acercarse en la ausencia del sonido, la sangre en sus oídos le dejó insensible...

—A..yuda... A...ayu..da.—dejó salir aquel último aliento a segundos de volver a perder la conciencia.

Escuchó una risa siniestra sobre aquellos pasos... Una vez cerca se expuso en la luz y logró reconocerlo...

—Ro..ss.

—Te doy la Bienvenida a tu día del juicio personal.

La risa se entonó en toda la oscuridad.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

¡Hola!

De verdad se ilusionaron con Elah? ¿Es bueno? ¿Es malo? ni yo sé, tengo un amor—odio—frustración con Ross.

¡Y mucho amor team different! 

Abby

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