UNSTOPPABLE ━━Percy Jackson

By -beifong

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❝No puedo dejar de mirar esos ojos oceánicos ❞ ⇝ Basado en la... More

━━━ Unstoppable
01. Problema a futuro
━━ Acto I. Alma frágil ━━
02. Percy Jackson aka pececito
03. Que comience la odisea
04. Una promesa que solo la muerte puede romper
05. En medio del caos
06. Más preguntas que respuestas
07. Los límites de la hospitalidad
08. Iluminas mi camino
09. Poder creciente
10. Energía que se agota fácilmente
11. Sembrando dudas peligrosas
12. Sacrificio
13. Hacia la tormenta
14. Demuestra tu valor
15. Tregua perdida
17. Intervención divina
18. Masticar el cristal roto
19. Dolor de un corazón ajeno
20. Blackjack
21. Entra al vacío, alma frágil
22. Bajo las estrellas
23. Lazos irrompibles
24. Calma que precede a la tempestad
25. La herencia de las sombras
26. Los hijos de la noche
27. Solo quieren crueldad
28. Las desgracias no vienen solas
29. La misericordia de una madre
30. Máscara de porcelana frágil
31. Presenta nuestros respetos
32. La sombra de una leyenda
33. Un legado familiar
34. El hedor de la traición
35. Secretos que matan
━━ Acto II. Voluntad de Hierro ━━
36. En tierra extraña
37. Aún más profundo
38. Demonios al asecho
39. Una dinastía maldita
40. Este no es mi sitio
41. La muerte está en el aire
42. Antes morir que perder el honor
43. Corazón de guerrera
━━ Acto III: Dulce Venganza ━━
44. La trampa está tendida
45. Deserta si te atreves
46. Respuestas en las cenizas
47. Lobo solitario
48. Nacidos para la batalla
49. El final del viaje
50. En busca de una voz propia
51. La venganza se sirve fría
52. Vencer o morir
53. Prepárate para la gloria...
54. Epílogo
Curiosidades

16. Sentimientos encontrados

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By -beifong






















CAPÍTULO DIECISÉIS


【Sentimientos encontrados】







P E R C Y


¿En qué momento todo se había ido a la basura?

Se que, debido a la buena suerte que me cargo, siempre me pasan cosas bastante malas e inesperadas, que uno se preguntaría si no me he acostumbrado ya a ello.

La respuesta es no. Y no creo que me acostumbre.

Todo a mi alrededor era un caos. Casas incendiadas. Cráteres enormes por doquier. Soldados romanos a punto de matarnos...

Quise creer que, tal vez, Octavio era el responsable de todo esto, que no era mi culpa que el Campamento Júpiter estuviera en llamas. Pero sabía que Octavio podía ser muchas cosas, más estaba seguro de que nunca traicionaría a los romanos. Por lo que una parte de mi se reprocho por haber confiado ciegamente en los semidioses que veían a bordo del Argo II. Dejando a un lado a Annabeth, eso estaba claro.

Además, me dolía el pecho al recordar la mirada de decepción de Mera. Quería correr y disculparme con ella, decirle que yo jamás haría nada que pudiera lastimarla. Que no sería capaz de atacar su hogar.

- Percy debemos irnos -dijo Annabeth frente a mí, había estado tan distraído que ni siquiera me había percatado de su presencia.

- Nosotros los distraeremos -dijo Hazel, ella y Frank estaba a un costado mío. Dio un silbido y Arion llegó a su lado en un segundo.

- Iré por Mei, Jason y Piper -aviso Frank- Váyanse.

Annabeth y yo echamos a correr hacia el buque. Al dar una mirada hacia atrás pude ver como Frank se transformaba en un enorme dragón, abriéndose paso hasta donde estaba Mera. Un alivio recorrió mi cuerpo cuando vi que se alejaba de ahí y los llevaba a un lugar seguro.

Una vez arriba noté como el chico, llamado Leo, seguía presionando botones y atacando al campamento. Apenas lo vi, corrí a embestirlo para quitarlo del mando de operaciones. Leo cayó al piso dándose un golpe en la cabeza. Sus ojos se pusieron blancos y luego se desmayó.

Una lástima, quería darle un puñetazo antes de eso.

Pero sabía que no había tiempo para golpes, teníamos que salir de aquí. Tenía que salir de aquí, si no quería que mi cabeza rodará por el Campamento Júpiter.

La verdad es que me gusta mi cabeza pegada a los hombros, gracias.

El dragón se acercó y dejó con cuidado a Mera, Jason y Piper en la cubierta para luego convertirse de nuevo en Frank.

Lluvias de flechas llameantes y piedras gigantes golpeaban el barco, desestabilizándolo. El Argo II seguía flotando en el aire, pero si seguíamos siendo atacados pronto se vendría abajo.

- ¡Mei! -escuché a Jason gritar- ¡Haznos desaparecer!

- Enseguida, César -le respondió Mera mientras daba una pequeña inclinación.

Evite cuestionar el por qué ella lo había llamado de ese modo y me limité a observar lo que pasaría a continuación. Mera levantó las manos, sus dedos se movieron con gracia y sus ojos adoptaron un color rojo como siempre lo hacían cuando ella hacía uso de su magia. El viento hizo ondear su cabello castaño y pronto me encontré babeando por ella, siendo incapaz de apartar mi mirada.

La Niebla se arremolino alrededor del Argo II y, entonces, todo proyectil lanzado pasaba a varios metros lejos de nosotros. Mera estaba haciéndoles ver a los romanos que el barco estaba posicionado más a la derecha de lo que en realidad estábamos.

Nunca me voy a cansar de decirlo. Mera de verdad que era sorprendente.

Annabeth se acercó a pasos rápidos al mando y tiró de el hacia atrás. El barco crujió. La proa se inclinó hacia arriba y adoptó un ángulo espeluznante. Las amarras se partieron y el Argo II salió disparado hacia las nubes.

Después de varios minutos, Leo despertó. Sobo su cabeza y con trabajo se puso de pie. Y antes de que me acercara a darle otro golpe, Annabeth me detuvo.

Vi como Leo inspeccionaba sus alrededores hasta que reparó en Mera y su increíble demostración del uso de la Niebla.

- ¿Estoy soñando o por qué hay una hermosa chica en mi barco? -dijo parpadeando.

Por un segundo, quise lanzando por la borda.

Cuando nos alejamos lo suficiente de la vista de los romanos, Mera bajó los brazos y la Niebla desapareció. Se le veía demasiado cansada y como no, si había hecho desaparecer a un trirreme enorme. Eso debía agotarla. Sin pensarlo corrí a su lado para ayudarla, pero ella negó con la cabeza y se dejó caer al suelo de madera, justo a lado de donde se encontraba Leo.

- Estoy bien, pececito. Solo necesito descansar un poco -explico con cansancio, gotas de sudor recorrían su rostro y su respiración se había acelerado.

Annabeth frunció el ceño ante mi apodo, pero dirigió su mirada al chico de cabellos rizados.

- ¡Por todos los dioses! ¿Qué pasó, Leo? -cuestionó Annabeth.

- Apenas me recupere te arrojaré por la borda -gruñó Mera en dirección a Leo.

Al menos, en eso estábamos de acuerdo.

- Oigan se los juro, no recuerdo nada de lo que paso -Leo levantó las manos en modo de defensa.

El entrenador Hedge, el sátiro que los había acompañado, dio unos golpecitos con el bate de béisbol contra la cubierta. Con su ropa deportiva y su gorra calada sobre los cuernos.

- Mira, muchacho, te has cargado algunas cosas -dijo Hedge- Has atacado a los romanos. ¡Genial! ¡Increíble! Pero ¿tenías que cortar los canales por satélite? Estaba viendo un combate de lucha.

- A este también lo aviento por la borda -masculló Mera, molesta.

- Entrenador, ¿Por qué no va a asegurarse de que todos los fuegos se hayan apagado? -pidió Annabeth.

- Ya me he asegurado.

- Pues vuelva a hacerlo.

El sátiro se marchó andando penosamente y murmurando entre dientes. Ni siquiera Hedge estaba lo suficientemente cabreado como para desafiar a Annabeth.

- Leo, ¿Octavio te ha engañado? -preguntó Annabeth tranquilamente mientras se arrodillaba a su lado- ¿Te ha tendido una trampa o...?

- Octavio jamás haría algo para dañar al campamento -espeto Mera con una mirada de sorpresa adornado su rostro, seguramente porque nunca se imaginó que un día defendería al augur. Annabeth le dio una mirada de reproche.

- No -respondió Leo enseguida- Ese chico es un tonto, pero él no ha incendiado el campamento. He sido yo.

Frank, a nuestro lado, frunció el entrecejo.

- ¿A propósito?

- ¡No! -Leo cerró los ojos, apretándolos- Bueno, sí... o sea, yo no quería. Pero al mismo tiempo me sentía como si quisiera. Algo me empujo a hacerlo. Notaba una sensación de frío dentro de mi...

- Una sensación de frío -repitió Annabeth en un susurro, su tono de voz cambió, casi parecía... asustada.








•••










La cosa no pintaba demasiado bien. El Argo II había recibido mucho daño, por lo que se debían reparar algunas cosas lo antes posible para poder seguir con nuestro viaje.

El aterrizaje no fue como la seda. Con los remos dañados y el trinquete roto, Leo apenas pudo controlar el descenso. Pero una vez abajo, Hazel pudo subir a la cubierta.

Todos nos reunimos en el comedor que Leo había construido. El armario estaba lleno de tazas, vasos y platos mágicos del Campamento Mestizo, que se llenaban de cualquier comida o bebida que uno pidiera. También había una nevera portátil mágica con latas de bebida, perfecta para picnics en la tierra.

Las sillas eran cómodas butacas reclinables con programa de masaje, con soportes para las espadas y las bebidas que uno quisiera. No había ventanas, pero las paredes estaban encantadas y emitían imágenes en tiempo real del Campamento Mestizo, dándome una sensación de nostalgia.

Mire con anhelo la imagen de una puesta de sol en la colina mestiza, donde el Vellocino de Oro relucía en las ramas de un alto pino. Tenía que admitirlo, extrañaba mi hogar.

- Así que hemos aterrizado -dije, dejando a un lado mis pensamientos- Y ahora, ¿qué?

- Tenemos que arreglar el barco -hablo Annabeth- ¿Qué necesitamos, Leo?

- Lo más fácil es el alquitrán -respondió Leo- Podemos conseguirlo en la ciudad, en una tienda de materiales para techos o un sitio parecido. Y también necesitamos bronce celestial y cal. Según Festo, podemos encontrar las dos cosas en una isla del lago, justo al oeste de aquí.

- Tendremos que darnos prisa -advirtió Hazel- Apuesto que Octavio está buscándonos con sus augurios. Los romanos enviaran una fuerza de asalto a por nosotros. Es un asunto de honor.

- Estoy segura de que no has podido ser tú, Leo -dijo Annabeth en cuanto vio la mirada de culpabilidad del chico- La sensación de frío que mencionaste... yo tambien la he notado. Debe de haber sido algún tipo de magia, de Octavio o de Gaia, o de uno de sus secuaces.

Annabeth dio una mirada rápida a Mera y desee que no estuviera haciéndose ideas erróneas sobre la hija de Hécate.

- Pero hasta que sepamos lo que ha pasado...

Frank gruñó interrumpiéndola, se le veía demasiado molesto.

- ¿Cómo podemos estar seguros de que no volverá a pasar?

- Ya estoy bien -insistió Leo- Podemos dividirnos. Nadie irá a ninguna parte solo. Piper y el entrenador Hedge se pueden quedar a bordo con Jason, mientras que un equipo va a la ciudad a por el alquitrán. El otro puede ir a buscar el bronce y la cal.

- Me parece bien -concordó Annabeth- Meira, puedes ir con el equipo que vaya a la ciudad. Supongo que te será más fácil ubicarte desde ese lugar.

- ¿Y eso para que nos sirve? -cuestiono Mera.

- Bueno, desde ahí te será más fácil encontrar un camino de regreso hacia el Campamento Júpiter -repuso Annabeth como si fuera lo más obvio.

Pronto todas las miradas se dirigieron hacia ella. Una punzada de nerviosismo me sacudió, se venían problemas.

- ¿Disculpa? -Mera levantó una ceja, incrédula ante las palabras de Annabeth. Cruzo los brazos y la miró fijamente.

- Si Mei regresa al campamento la acusaran de traición -intervino Jason. No me habia dado cuenta de que traía un corte en la cabeza hasta ese momento, se le veía cansado, pero eso no evitó que ayudará a Mera.

- Puedes ser de ayuda allá. Retrásalos o habla con ellos para explicarles el asunto -indicó Annabeth a Mera- Estoy segura de que puedes convencerlos. Después de todo eres experta en crear ilusiones a tu antojo, ¿no? Además, les recuerdo que la profecía habla de siete mestizos, no de ocho.

Antes de que pudiera hablar, Mera contraataco.

- ¿Y por qué tengo que ser yo? Quizás la profecía no te incluye a ti. Quizás debas ser tú la tiene que irse -gruño Mera en dirección a Annabeth, perdiendo la poca paciencia que estaba conteniendo.

Sentí como si tuviera frente a mí a dos bombas a punto de explotar, cada una mirándose con una furia bastante preocupante. Todos queríamos intervenir, de eso estaba seguro. Sin embargo, nadie parecía querer adentrarse a ese terreno peligroso y terminar hecho puré por cualquiera de las dos. Mera tenía un punto, pero no estaba de acuerdo con vetar a Annabeth.

- ¡Escúpelo ya, Annabeth! -soltó Mira con rabia, su aura roja comenzaba a presenciarse alrededor de sus manos- ¿Por qué me quieres echar a mí? Porque, por lo que veo, soy tu única opción.

Annabeth frunció el ceño, sus ojos grises miraban con determinación a Mera, saltando chispas de lo enojaba que estaba. No pudo contenerse y le gritó la respuesta, importándole poco si acababa convertida en un animal horrendo.

- ¡Es obvio! -chilló- ¡Todos los tripulantes presentes somos hijos de alguno de los Olímpicos! ¡Todos, excepto tú! Tú eres la que no encaja, está más que claro que no debes ser parte de esta misión. Además, los hijos de Hécate apenas se están ganando nuestra confianza, no me eres de fiar.

A Annabeth solamente le había faltado acusar a Mera de traición, echarle la culpa del incidente que tuvo Leo, para finalmente ponerle la cereza al pastel de todo este asunto. Se contuvo, pero sus últimas palabras dejaron bien claro lo que ella pensaba al respecto. Creí que Mera la convertiría en ese mismo instante en un conejillo de Indias como lo había hecho Circe, su hermana, conmigo. O peor, lanzarle una bola de magia y desintegrarla como lo había hecho ya con varios monstruos.

En lugar de eso, vi como la mirada de Mera se rompía. Sus ojos ya no echaban chispas de lo enojada que estaba. Su aura roja se apagó. Y entonces, entendí que Annabeth había dado en un punto sensible. Las palabras que Mera me había dicho apenas hace una noche retumbaron en mis oídos, recordándome lo afligida que se sentía debido al desprecio y rechazo por parte de los demás, simplemente por ser la hija de quien es. Por lo que las palabras de Annabeth fueron para ella, como un puñetazo directo a la cara.

- No tenemos que pelearnos por esto ahora -Jason intervino de nuevo. Era el mejor amigo de Mera, seguramente él también se había dado cuenta de que aquellas palabras la habían afectado- Me temo que estoy en desacuerdo contigo, Annabeth, no creo que eso sea motivo como para expulsar a alguien. Además, a ella le confiaría mi propia vida. Y como todos sabemos, nadie puede escapar de las profecías, mucho menos cambiarlas. Si alguien tiene que irse el destino mismo lo decidirá.

Jason había encontrado las palabras perfectas para apaciguar el momento y se lo agradecí internamente. Odiaba ver a Mera afligida.

- Tiene razón -añadí al segundo. Annabeth me miró con sorpresa, le parecía irreal que no me pusiera de su lado. Y no la entendía, era obvio que no me iba a poner de su parte. Había sido demasiado cruel.

- ¿Todos a favor? -preguntó Jason mientras levantaba la mano derecha. Yo lo imite, enseguida.

Hazel, Frank e incluso Leo levantaron la mano inmediatamente. Piper se unió a los segundos y Annabeth no tuvo más remedio que aceptarlo.

- Bien, de acuerdo -dijo Annabeth entre dientes- Percy y yo iremos por el alquitrán.

De pronto, todo pareció relajarse.

- ¿Frank podrías convertirte de nuevo en ese asombroso dragón para llevarlos? -preguntó Hazel, se le veía nerviosa.

- Sí -contestó Frank, indeciso.

- Excelente -añadió Hazel- Sa... Quiero decir, Leo y yo podemos ir en busca del bronce celestial. Mei, Jason, Piper y el entrenador pueden quedarse a descansar y vigilar el barco.

- Yo digo que la chica manos mágicas nos acompañe. Será increíble que se una al equipo de Leo -exclamó el hijo de Hefesto y todos le dimos a una mirada de desconcierto- ¿Han visto como nos ha ocultado bajo de la Niebla? Eso fue asombroso.

- ¿Manos mágicas? -cuestiono Mera, frunciendo el ceño.

- Prefieres, ¿rojita? ¿lindura? ¿brujita? ¿próxima novia de Leo?

Estaba haciendo un increíble esfuerzo por no invocar una ola gigantesca que lo arrastrara al mar. Me sentía incómodo y un poco molesto ante el último sobrenombre que Leo le había dado a Mera.

Sabía que mis sentimientos habían cambiado en el transcurso de estos días. El hecho de haber emprendido una misión con Mera había hecho que me acercara a ella más de lo debido. Quería a Annabeth, pero ese sentimiento se desvanecía con cada minuto que pasada. Y es que estaba comenzado a tener fuertes sentimientos por Mera. No me bastaba con tener una vida de semidiós difícil, también debía de serlo mi vida amorosa.

Me prometí que apenas tuviera tiempo hablaría con Annabeth, porque no era justo, ella no se merecía esto.

En realidad, nadie lo merecía.

Tenía que hablar con ella pronto porque no quería lastimarla, ni mucho menos traicionarla. Así como también no quería traicionar mis sentimientos. No quería dejarlos a un lado, porque me sentía completo al estar cerca de Mera. Se sentía bien.

- Creo que prefiero brujita, Capitán -respondió Mera soltando una risita.

El rostro de Leo pareció brillar en cuanto escuchó a Mera, feliz por el apodo mencionado.

- ¿Ya les he dicho que esta chica es increíble? -sonrió Leo.

Calma, Percy, aun no es tiempo de lanzarlo al mar, me repetí mentalmente, convenciéndome de que aquello no era necesario.

No por el momento.








Este ha sido un capítulo especial.
¡Hasta que tenemos uno narrado desde el punto de vista de Percy!

Podemos ver cómo tiene sus sentimientos hechos un relajo. No le basta con tener que lidiar con la cara de tierra, también tiene que arreglar su vida amorosa.

Ya veremos cómo se soluciona esto.

¿Qué les pareció el capítulo? Me encantaría saberlo.

P.D. No me odien a Annabeth, les juro que toda la desconfianza que tiene hacia Meira está justificado jaja solo que lo explicaré en capítulos más adelantes.

¡Hasta la procsima!
-B.

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