Jaden {Bilogía El Príncipe d...

By AbbyMendez11

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É𝑟𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑑𝑜𝑠 𝑙í𝑛𝑒𝑎𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑎𝑙𝑒𝑙𝑎𝑠, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑛𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑗... More

W E'R E D I F F E R E N T
P R Ó L O G O
R E P A R T O
A D V E R T E N C I A
I-Demuestra ser Alabi
II-Nada tienes, nada vales.
III-Libros en blanco
IV-Lo pido, lo tengo.
V-Oz
VI-Solo somos reflejos
VII-Dos pasiones
VIII-La chica del velo dorado
Anuncio importante
IX-El susurro del diablo.
X-El juego acaba de empezar
XI-El hombre sin conciencia
XII-El relato del lobo y la oveja
XIII-La teoría del amor no retribuido
XIV-El origen
XV-La sobriedad tiene un gesto inusual
XVII-Nunca confíes en Ross
XVIII-Demente
XIX-Reina mía
XX-No soy gay
XXI-Somos una enfermedad
XXII-El nuevo profesor
XXIII-No me acuesto con estudiantes.
XXIV-La fiesta (Parte 1)
XXV-La fiesta (Parte 2) Cuando una zorra sufre
XXVI-El rocío descendiente del cielo
XXVII-¿Quién mató a Vans?
XXVIII-¿Quién Mató a Vans?- Parte 2
XXIX-Sobre el hilo Rojo
XXX-Mujercitas
XXXI-L S D
XXXII-Obsession
XXXIII-Perfecto asesino
XXXIV-Father
XXXV-La carta del Ángel
XXXVI-Culpable
XXXVII-La carta del Diablo
XXXVIII- La Carta de Diablo II
XXXIX-Fiesta de fin año.
XL-Red Idol
XLI-Amar a un mentiroso
XLII-Tres palabras
XLIII-La primera mentira
XLIV-El único Amor de Henry
XLV-Ese Alguien
XLVI-Confía en Ross
XLVII-El juego de las manipulaciones
XLVIII-Llameaba furia
XLIV-Las estrellas en tus ojos
XLV-El fin de mi virginidad
XLVI-El pecado entre tus piernas
Capítulo XLVII-Devoraré tu alma.
Capítulo XLIVIII-Las mentiras de un pasado.
Capítulo XLIX-Inexistencia
Capítulo Final: ¿La podrás salvar esta vez?
E P Í L O G O

XVI-Puede que un día te maten

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By AbbyMendez11

Noviembre 22, 6 años atrás.

Internado Maximus Lenn
Cambridge, Massachusetts

El recién podado pasto del campus estaba promediamente nivelado.
El timbre sonó, aquejando en su momento por su recurrente chirrido, sobre aquel breve periodo en el que los chicos aflojan sus corbatas y las chicas suben sus faldas.

A un costado, en los escalones de la cancha de basketball, se encontraban en un punto muerto donde las cámaras no llegaban y la vigilancia se vendía por unos cuantos dólares.

La chica desabrochó el cuello de su camisa, sacó sus zapatos, se inclinó y bajó sus bragas dejándoles posar en sus tobillos, subió su falda y apretó su pecho, jugó con su cabello rojo, estiró sus piernas y tomó un cigarrillo, inhaló excitada, exhaló incitada bailando smells like teen spirit de Nirvana.

Los chicos tirados sobre el piso compartían sus cigarrillos, entrecerraban los ojos buscando claridad en una mente corrompida.

—¿Soy bonita Robert?—le preguntó, mordiéndose la lengua con picardía.

Él respondió en un gesto suscitando que se acercara, ella obedeció y lo miró tentada, le plantó un beso, la lanzó contra el suelo, la tomó y socavo sus muñecas abruptamente.

—Eres horrible.—arrancó su camisa rompiendo cada uno de sus botones.

Ella se saboreó, sujetó su corbata y lo ató con las piernas rodeando su espalda.
Robert chocó sus labios con dureza, motivado con los gemidos que dejaba en sus oídos.

Unos pasos se escuchaban avanzar sobre el silencio y las quejas sexuales de la chica.
Un inoportuno joven delgado y de ojos intensamente claros sostenía una bolsa, se detuvo al percatarse de aquel extraño grupo cerca de las tribunas, aclaró la garganta, quedando inmóvil por un minuto. Había una chica que forzaba para liberarse de un chico sobre ella, los demás se limitaban a observar e inhalar de los cigarros, una línea se dibujó en sus labios, algo como eso ocasionaría una expulsión inmediata y les aseguraría que no puedieran entrar a otro instituto igual de prestigioso.

Todos lo miraban aborrecidos.
La chica pidió a Robert que parara, él desertó y continuó sometiéndola.
La chica insistía en que le dejara ir.

El joven pálido se dio vuelta, soltó aire por la nariz, se desentendió totalmente, solo eran adictos sin cerebro, se dirigió a los casilleros detrás de las tribunas.

—¡Ya basta!—les gritó Amin, el ruido de los dos comenzaba a ser molesto—¿Y ese quién es?—inhaló la mota con un acceso de tos y escalofríos.

—Chowder bred, británico, el Vik rey.—le respondió lentamente el chico tirado en el piso a punto de convulsionar.

Vik: era el nombre que utilizaban para describir aquellos ricos aburridos, los que no sabían disfrutar la vida para su criterio.

—¿Qué diablos?— Robert golpeó el suelo a un lado de la pelirroja, ella hizo una mueca de temor, él la miró con desprecio y se puso de pie vigilando los casilleros por los huecos de la división de los asientos.
La chica subió sus bragas, tomó sus zapatos en las manos, se marchó con el delineador regado por sus mejillas y los labios temblando.

Amin miró a Robert con una risilla burlona, él se metió un cigarro en la boca, deslizó la rueda del encendedor, lo acercó a la punta e inhaló para prenderlo.—Es una perra.—murmuró con el cigarrillo en los dientes.

Amin le hizo un gesto de poca importancia y se fue con pasos torpes, se apoyó de unas cuantas barras hasta llegar a la fila de cabinas y fregarse la cara.

—¿Bred, cierto? Es una zona exclusiva—soltó en un tono intencionalmente amenazador, tiró la espalda en el casillero al lado del chico.

El extraño sacó lo que parecía ser ropa deportiva, se desmontó la mochila y las guardó ahí, lo miró de reojo inexpresivo, cerró la puerta de golpe y le dio la espalda sin mencionar tan solo una palabra.

—No obligamos a nadie a estar aquí, o a hacer nada—susurró una voz calculadora que le advertía claramente como le convenía tener la boca bien cerrada.

Chowder se detuvo, giró la cabeza ligeramente.
—No vi nada que me interese.—se alejó tirándose la mochila a la espalda, no dijo nada más.

2 meses después.
Competencia de natación colegial por el título Maximus del año en curso.

Los competidores se enlistaban en los vestidores.
Los nuevos prospectos: Bred, Lee y Alabi mantenían al público efusivo, eran los favoritos a ganar.
Chowder flexionaba el cuello realizando ejercicios de respiración.
Amin lo examinaba a lo lejos en recelo, se acercó cautelosamente tratando de establecer un contacto visual.

—"Chowder Bred"—exclamó irónico en una risilla descarada.

Bred lo ignoró como un puñetazo en la cara, continuó con su rutina antes de nadar.
Eso no pareció agradarle a Amin, pero tenía que seguir con el personaje de buen competidor, le convenía hacerlo.

—Siempre creyéndote mejor que todos—bufó, volteando los ojos—. Toma esto, te hará concentrarte más.—le ofreció un pequeño frasco con un líquido transparente.

—No... Gracias.—resopló con hastío sin siquiera mirarlo.

—No son anabólicos, solo es un energizante.—insistió acercándole la botella.

Al cabo de un rato, pese a su insistencia, aceptó y lo tomó tratando de zafarse de más distracciones.

—Sin rencores, que gane el mejor—le hizo un saludo militar cuando tocaron el silbato para salir.
—Sin rencores.—replicó Bred.

Aquel enero 27, pese al terrible incidente se coronaron ganadores:
En primer lugar Amin Alabi.
Segundo lugar Nick Addams.
Tercer lugar Lucas Lee.
.

—¿Ross?—pestañeó varias veces, ni en el sueño más bizarro imaginó encontrarlo allí, agachó un poco la cabeza, el disfraz de Monserrat era muy bueno pero la paranoia ni siquiera le dejaba pensar.

—¿Acaso no me recuerdas, Amin? ¿O quizás ocultas pecados que quisieras borrar de tu memoria?—curvó los labios bajo una expresión completamente siniestra.

Alaya alternó la vista entre uno y otro, había un aura aterrador sobre ellos, sus miradas, sus gestos, el rencor palpable, el desprecio visible.

Amin lo examinó de pies a cabeza, se rascó la barbilla y expulsó aire por la boca con fastidio, achicó los ojos como si de repente lo hubiese reconocido, frunció la mandíbula mirándo con desconfianza.

—¿Chowder Bred?—los mismos ojos profundos, era él estaba casi seguro.—Luces diferente, tu apariencia, tu nombre.—pero eran mayores las similitudes, su rostro se ensombreció, apretó los puños a sus costados y acortó el espacio entre los dos.

—Motivos artísticos y estéticos—respondió en tono de alarde.—entonces ¿Aún sigues obligando a chicas a...?—dejó la pregunta en el aire en una insinuación bastante clara.

Amin lo miró con el mismo desprecio de hace años—No obligo a nadie a estar aquí, o hacer nada—bramó sin apartar el contacto visual.

Alaya levantó un dedo, ganándose la atención de ambos—De hecho sí estoy obligada a estar aquí.—asintió sarcásticamente.

Amin le clavó la mirada como un puñal y ella se estremeció.
Elah esbozó una sonrisa marcada sin separar los labios.

—¿Y tú qué haces aquí? No recuerdo haberte contratado.— Amin devolvió la vista a Elah, solo ver su cara hacía que una vena latiera en su sien y su mente confabulara para deshacerse de él finalmente.

Ross se encogió de hombros y se pasó una mano por el cabello—Escuché que buscaban un buen pianista, me ofrecí de buena voluntad.—soltó la mano de Alaya, centrándose completamente en Amin, caminó a su alrededor como un felino antes de devorar su presa.

Amin lo siguió con los ojos, hasta que estuvo a su espalda y todos sus instintos se alarmaron.
—Tu mentira es muy corta , porqué no me dices qué quieres y te largas de una vez.—escupió a secas.

—Una bailarina...—respondió con sencillez.— Estuvo en la gala que ofreció tu padre. De rojo, danza árabe.—Amin no considero que fuese posible despreciarlo aún más, pero lo estaba logrando.— Ninguno de tus empleados tiene información, resulta extraño, imaginé que tú le habías contratado personalmente.—se volvió hacia él y lo consignó directamente y sin rodeos.

Alaya quedó en un pasmo, literalmente en todos los sentidos, trató de disimularse pero sus ojos seguían abiertos como platos, consiguió soltarse de Amin, en ese momento todo su interés estaba con Ross, les dió la espalda sin hacer tan solo un ruido, tomó una copa de vino y se desplomó sobre el sofá, necesitaba respirar.

—¿Por qué la buscas?—preguntó Amin escrutando en su mirada.

—¿Por qué preguntas?—injirió Elah deduciendo su actitud.

—¿Por qué el interés?—dio un largo paso y exhaló bruscamente en su cara.

—¿Por qué el misterio?—alzó el rostro, fijó su imponente y tajante aspecto.

Seguían acuchillándose entre miradas y las ganas empuñadas.

—Tal vez sea cierto y la contraté personalmente.—mintió, quería hacerle dudar, jugar con lo que intuía.

—No, no lo hiciste—respondió seguidamente con exceso de confianza.—, sigues siendo tan predecible.

—Y tú tan imbécil.

—De hecho sabes tanto o menos que yo.

—¡¡Yo la conozco!!—gritó Alaya en una carcajada y tomó otro trago directo de la botella.

Los dos se volvieron a ella al mismo tiempo.

Amin aclaró los ojos con un gesto de reclamo con las manos—¡¿Qué?! ¿Está ebria?—fue y le arrebató la champagne, ella peleó por quedársela pero él se la llevó, ahora sabía porque no consumía alcohol, era esa clase de persona que no soportaba un solo trago. Luego regresó a la mirada detestable de Ross. —Escúchame imbécil, aléjate de mi y de todo lo que me pertenece.

—Es un país libre, Amin, aquí las mujeres no te pertenecen solo porque sí—su amenaza no le provocó nada, seguía con esa expresión confiada y una chispa en el verde intenso de sus ojos.— ¿Acaso usted le pertenece señorita?—preguntó desviándose a ella.

Amin se acercó, le ofreció su mano para levantarse, ella respondió al gesto, se colocó de pie de su mano, observó sus ojos iluminados y esperanzados, como si esperara que claramente dijera que era parte de su propiedad, pero ella no estaba dispuesta a humillarse.

—Por supuesto que no.—contestó con imparcialidad.

Amin la soltó de repente, apretó la mandíbula, contuvo todo lo que le restregaría en otros casos, pero en este, prefirió callar.

—Entonces cuídate... Puede que un día de estos trate de matarte.—Ross tomó la copa y la elevó a su nariz por un momento, apreció el fuerte aroma, destelló aquella mínima sonrisa, dejó la bebida púrpura en el mismo sitio y finalmente se marchó.

Alaya contornó los ojos a su rastro al partir, lucía atónita, aquellas últimas palabras esparcieron un escalofrío que paralizó todo su cuerpo, no sabía a qué se refería con certeza o si era parte de un broma demasiado extraña, pero hablaba de matar, no era algo con lo que se jugaba o se decía de la nada.

—¡Tú deberías tener cuidado!—Amin estaba hiperventilando, tomó el frasco, se sirvió hasta el tope, fue hasta el final del balcón, contempló la noche posada en la luz blanca proyectada sobre el cristal, buscó calmarse desligándose de lo que dejó hacía mucho tiempo atrás. Cada vez que Chowder aparecía en su vida tenía ese efecto devastación, consumiendo todo a su paso.

Alaya retrocedió, tenía miedo, esa palabras seguían retumbando en su cabeza.
Puede que un día...

—Creo que yo también debería irme.—explicó en voz baja, tomó su cartera y se apresuró a salir.

El ascensor se cerraba, Alaya gritó que lo detuviera al tiempo que corría para alcanzarlo, Elah se interpuso entre las puertas y lo retrasó.
Pasó al reducido espacio, estaba más que incómoda, tragó en seco y se enderezó como un cadete.

Él la estudió detenidamente.

—Siento lo de la escena.—indicando el suceso anterior.

—¿Por qué dijo eso? ¿Que me cuide de qué?—dejó salir de golpe, lo estaba conteniendo pero de verdad necesitaba esclarecer aquella extraña advertencia.

—No creo que ahora me entienda del todo.—señalando su ebriedad—¿podemos vernos en otro lugar?

Analizándolo desde su perspectiva, Elah pensaba en dos cosas en aquel momento:
La primera era investigar si de verdad conocía a Monserrat.
Y lo segundo, continuar en su ya habitual paradigma: molestar a Amin.

—Podría llevarla a su casa, si usted lo desea.—concediéndole aquella mirada irresistible, no era un misterio porqué tantas mujeres sentían esa profunda atracción por él, era divino.

El ascensor se abrió, un señor de traje se acercó cabizbajo.

—Señorita Flores, el joven Alabi me pidió que la acompañe hasta su casa.—explicó señalando una pequeña placa de acero a la altura de su pecho en la chaqueta, indicaba que era su chófer.

—Me temo que será en otra ocasión ¿Le paso mi número y así coordinamos?

—Es usted muy franca señorita—no era la reacción que esperaba, pero fue... interesante.—buenas noches.

.

Unos días después, el celular sonaba con insistencia, ella seguía estudiando ciencias en su laptop.

—Hello, Alaya Flores ¿quién habla?—respondió al tomar la llamada.

—¿Flores? Lindo apellido—ese ligero acento inglés sexy envió una sensación palpitante por todo su cuerpo.—Solo la llamo para confirmar que no haya olvidado nuestros planes.—sonaba como ese tipo de persona que todos querían ser, encantador, atractivo y talentoso.
La vida no es justa.

Ya no había más alcohol que disipara su nerviosismo.
Estuvo a punto de tirar el teléfono y salir de allí como un robot.
Se tendió sobre la cama, se tapo de pies a cabeza con la sábana.

Aclaró la garganta y luego relajó la expresión.
—Temo que desertaré, perdón. Estoy enferma de gripa.—mintió, decididamente no estaba lista para verlo en un estado sobrio.

—No se escucha enferma—ella amplió los ojos, la había pillado, comenzó a toser pero sonaba muy falso.—¿Qué tal si me dice el motivo real? ¿Es por Amin?—pudo percibir un tono casi aborrecible en sus últimas palabras.
Desde el principio notó ese sentimiento en los dos ¿Qué había pasado entre ellos?

—No, no es eso.—se resignó, lo cierto es que no le gustaba mentir, no le gustaba ningún tipo de mentira, ni la más sencilla ni la más corta, ella lo sabía mejor que nadie, era como una adicción, comienza por algo muy pequeño, un desliz inocente, pero sigue, se engrandece, hasta convertirse en un completo mentiroso.—Solo por curiosidad ¿Cómo te vistes cuando te reúnes con un artista mundialmente famoso?—era una hipster sin clase, los vestidos no eran lo suyo, si Ross no le creía el otro factor estaba en que no tenía nada de su talle. Sus trajes siempre eran tan llamativos y elegantes, eran polos completamente opuestos, ella apenas podía lucir algo decente, pero él... destacaba en todo sitio. Resopló, su cara se ruborizó, desde ya intuía el desastre.

—Entiendo.—apuntó y luego le colgó repentinamente.
Eso fue raro.
.
La clase de la señorita Vans había terminado, la profesora de idiomas.
Era un día bonito, esa clase de día perfecto para ir al parque, hacer un pícnic o ir a la playa.
Sí, a ella le tocaba trabajar.
Bufó, su bici seguía en el taller así que también le tocaba caminar.
Resopló y antes de darse cuenta dos hombres situados de cada lado la sobrepasaron y le impidieron el paso.

—¿Señorita Alaya puede acompañarnos?—ordenó uno de ellos extendiéndole una mano.

Alaya levantó la mirada desde sus dedos hasta su cara.
Trajes y lentes oscuros, el perfil ideal de los secuestradores, retrocedió un paso y ellos avanzaron al mismo tiempo dejando la misma distancia entre ellos y ella.

—¿Los conozco?—arqueó las cejas alternando la mirada entre uno y otro.
Buscó una vía de escape por el rabillo del ojo, no se fiaba.

De pronto la sujetaron de los brazos, entre forcejeos la llevaron hasta una camioneta oscura en el estacionamiento.

Jaden se percató de la escena a unos metros, enseguida corrió tras ellos.
Justo cuando estuvo lo suficientemente cerca se detuvo, reconoció de inmediato a Elah oculto tras unos lentes sombreados y una gorra de gris.
¿Ross? ¿Qué demonios hacen juntos?

Sí, era él, Alaya le sonrió, la saludo con un beso en la mejilla, subieron y la camioneta aceleró.

Se quedó inmóvil, empuñó la manos, prensó los dientes, tomó su móvil y rápidamente le marcó.

—Soy Amin, ¿Dónde está?—agravó la voz y todo su visaje cambió a un interés egoísta.

—¿Amin? Escuche no puedo hablar ahora.—el sonido zigzagueó, la señal se perdía.

—¿Qué carajo está haciendo? Quiero verla... Ahora...—su entonación fue aún más fría.

—No creo que pueda, lo siento.

La llamada se cortó.

.

—¡Tengo tantas interrogantes! ¿Cómo sabe dónde estudio? ¿ A dónde vamos?—preguntó aún asimilando la sorpresa, para sí fue un gran gesto, no esperaba que alguien como él de verdad se interesara en una chica tan... desalineada, incluso ella lo reconocía, no era la más femenina o ''chic''.

—Paciencia señorita—Ross tocó suavemente su nariz—. Bueno, tal vez... Busquemos ropa para reuniones con artistas mundialmente famosos.—sus labios se curvaron muy poco, pero era perfecto.

.

Era jueves, faltaba solo un día y ya desprendía chispitas de emoción, el celular sonó un par de veces, reconoció el número de Amin, no pudo evitar blanquear los ojos.

—Hola.—contestó de mala gana.

—¿Por qué colgaste la llamada? ¿Te divertiste?

Ella entrecerró los ojos, ese tonito exigente no le agradaba.
—No la colgué, se cortó.—le aclaró haciendo una mueca como si él pudiera verla.

—Esta semana será nuestra segunda cita.

—¿Qué día exactamente?

—¿Por qué? ¿Tienes planes toda la semana?

Cada vez lo soportaba menos, hablaba como si fuese su dueño y ella le tuviera que dar explicaciones.

—No, solo el viernes.—le dijo con altanería.

Escuchó una risilla, le dieron ganas de hacer como las caricaturas y meter la mano en el teléfono para darle un puñetazo en la cara.

—Lo siento, justo el viernes es el día de la cita, tendrás que cancelar.—comentó con simpleza.

—¿Qué? No voy a cancelar, es importante.—lo maldijo tantas veces internamente que creyó invocar  diabl*.

Soltó un bramido, ella le sacó la lengua.—Escúchame Alaya, ¿Crees que soy tu segunda opción?—y otra vez ese tonito exigente ¿Podría alguien bajarlo de ese aura de egocentrismo?—Tienes un compromiso conmigo, quieras o no tendrás que cancelar y no es una petición, hazlo y punto.—y así mismo lo puntualizó, sin dar detalles, solo una orden que suponía que iba a cumplir por temor.
Pero no.
No lo iba hacer.
Tan sencillamente como él, sin detalles, no lo haría y punto.
—No, escúcheme usted a mí, no soy su esclava y mucho menos su mascota para seguir sus órdenes ciegamente.

—No es un tema a conversar.—le colgó.

¡Te oodio!

.

Había llegado el dichoso viernes.
Amin estaba en el mismo edificio de hace unos días, está vez en la planta baja.
Ross por otro lado se presentó en un restaurante por una zona exclusiva.

Amin la citó a las 8:00pm, pero pronto dieron las 9:00 y sin darse cuenta ya eran las 11:00pm.

Al llegar la media noche las botellas estaban vacías.
Fue directo al ascensor, se encontró con una mujer voluptuosa de pelo corto.

Subieron al último piso, e hicieron el amor.

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