Jaden {Bilogía El Príncipe d...

By AbbyMendez11

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É𝑟𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑑𝑜𝑠 𝑙í𝑛𝑒𝑎𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑎𝑙𝑒𝑙𝑎𝑠, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑛𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑗... More

W E'R E D I F F E R E N T
P R Ó L O G O
R E P A R T O
A D V E R T E N C I A
I-Demuestra ser Alabi
II-Nada tienes, nada vales.
III-Libros en blanco
IV-Lo pido, lo tengo.
V-Oz
VI-Solo somos reflejos
VII-Dos pasiones
VIII-La chica del velo dorado
Anuncio importante
IX-El susurro del diablo.
X-El juego acaba de empezar
XI-El hombre sin conciencia
XII-El relato del lobo y la oveja
XIII-La teoría del amor no retribuido
XIV-El origen
XVI-Puede que un día te maten
XVII-Nunca confíes en Ross
XVIII-Demente
XIX-Reina mía
XX-No soy gay
XXI-Somos una enfermedad
XXII-El nuevo profesor
XXIII-No me acuesto con estudiantes.
XXIV-La fiesta (Parte 1)
XXV-La fiesta (Parte 2) Cuando una zorra sufre
XXVI-El rocío descendiente del cielo
XXVII-¿Quién mató a Vans?
XXVIII-¿Quién Mató a Vans?- Parte 2
XXIX-Sobre el hilo Rojo
XXX-Mujercitas
XXXI-L S D
XXXII-Obsession
XXXIII-Perfecto asesino
XXXIV-Father
XXXV-La carta del Ángel
XXXVI-Culpable
XXXVII-La carta del Diablo
XXXVIII- La Carta de Diablo II
XXXIX-Fiesta de fin año.
XL-Red Idol
XLI-Amar a un mentiroso
XLII-Tres palabras
XLIII-La primera mentira
XLIV-El único Amor de Henry
XLV-Ese Alguien
XLVI-Confía en Ross
XLVII-El juego de las manipulaciones
XLVIII-Llameaba furia
XLIV-Las estrellas en tus ojos
XLV-El fin de mi virginidad
XLVI-El pecado entre tus piernas
Capítulo XLVII-Devoraré tu alma.
Capítulo XLIVIII-Las mentiras de un pasado.
Capítulo XLIX-Inexistencia
Capítulo Final: ¿La podrás salvar esta vez?
E P Í L O G O

XV-La sobriedad tiene un gesto inusual

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By AbbyMendez11

—La vida se muestra de formas extrañas. Un día estás en la cima, miles de personas aclaman tú nombre y otras lo escriben en fantasías personales, los deleitas con escritos usurpados y encierras tu corazón en murallas estrechadas con plomo, y hoy estás... Frente al espejo dudando del destino, si estás equivocado.
¿Qué tal si hay algo inesperado? Si la vida no tiene que ser preceptuada, diseñaba u ordenada como una receta de alguna droga. Su nombre es Monserrat, es lo único que sé... Yo...
Creo que...—abrió los ojos, aún acostado en el sillón con las manos unidas sobre su abdomen.— Creo que esto no está funcionando.—pestañó varias veces, como si pasara de una realidad a otra cada vez que se abría la oscuridad, se levantó frotándose la cara, caminando sin coordinación.

La doctora se acomodó sus anteojos sin levantar la vista de su libreta—¿Por qué no continúas y me dices qué provoca Monserrat en ti?—su voz era algo mecánica, no expresaba interés.

Ross se detuvo, de frente a la ventana que daba con el paisaje de toda la ciudad y el azul lejano de la playa—No lo sé...—masculló, por un segundo la miró ahí, en el reflejo del cristal, justo detrás de él, se volteó rápidamente, buscándola, pero ella no estaba, al menos no en su realidad.—No lo entiendo.

La señorita hizo un ruido extraño a boca cerrada, uno que expresaba cansancio—¿Podrías tratar de describirme lo que sientes?—dijo casi como burla mientras mordisqueaba el lápiz.

—¡Acabo de explicarle que no lo sé!—le gritó en el momento que tomó una meseta que colgaba junto a la ventana y la lanzó contra el piso. La doctora abrió las manos en la sorpresa, el lápiz cayó en su regazo y resbaló hasta el suelo, sus ojos se ensancharon con los de él, aterrados. — A veces creo que no me escucha, pone su cerebro o lo que sea en automático solo para cumplir con su horario—de pronto su cordura había regresado, su voz volvía a ser formal, aunque su tono era agridulce—. Créame a mí tampoco me agrada verla cinco veces a la semana, pero es una maldita obligación después de que casi me jodo la vida.—caminó muy despacio al sillón, se alisó el pantalón antes de tomar asiento con las piernas cruzadas.

—¿Podría Calmase señor Ross? No sabe lo que dice.—el interés de ella despertó con el temor, tomó un vaso de agua de la mesa que los separaba y bebió hasta dejarlo vacío.

—De hecho estoy al tanto, por eso duele.—suspiró, alzó la vista a la pintura en la pared tras la doctora, era ese tipo de técnica que parecía un desastre de colores a mano de un niño de cinco años, no era de esas que transmitían algo, más bien a él no le transmitía nada. Como diría Picasso, el arte es una mentira que nos hace darnos cuenta de la realidad.—¿Sabía usted que los ignorantes son más felices? Quisiera vivir en la mediocridad, ignorar, desentenderme de todo y de todos—se hundió en el respaldo, con las manos cruzadas tras su cabeza—. Pero a estas alturas, es imposible. Una vez que hayas las raíces, no hay remedio.—echó una vista rápida a su reloj.—El tiempo terminó, largo.

La mujer levantó una ceja y sacó su móvil del bolsillo de su chaqueta—No es cierto, no hemos concluido.

—No finja que le importo por favor.

.

Era un día lluvioso.
Fuertes vientos desviaban las gotas que viajaban desde las grises nubes del cielo.

El ambiente favorito de Alaya, solo eran sus audífonos, el estruendo de los rayos chocando contra la superficie y el aroma a playa en las cercanías.
La cama estaba tibia, tomó la manta y se cubrió de pies a cabeza.
En los días de lluvia cerraban más temprano en su trabajo, por fin tendría el tiempo para terminar esa historia que tanto le intrigaba en esa app de libros digitales ''Pattwad'', La hechicera y el Dios egipcio.
¿Terminarán juntos? ¡Por favor sí! de eso depende mi estabilidad emocional.

Un ruido extraño la perturbó por un momento, cada vez más fuerte y molesto, no podía ser un rayo azotándose con tanta frecuencia.
Bufó y se sacó los auriculares, de inmediato dedujo que el sonido provenía de su ventanal.
Dudó un momento en bajarse de la cama por la oscuridad, solo era la luz de la luna y una pequeña lámpara sobre su mesita de noche dándole ese aspecto tétrico a su habitación.

Tragó forzado, el plan era bajar corriendo, quitar la rama (lo que imaginaba que golpeaba el cristal), correr de regreso a la cama y taparse de pies a cabeza antes de que chucky o esa chica del aro le halara un pie (paranoia de miedosa que no puede ver películas de terror).

Luego de medio rosario finalmente se decidió, lo primero que observó fue ese impermeable rosa, se acercó agudizando la vista.
¿Jaden?

Quitó el seguro y las abrió con la clara confusión en toda su cara.

—¿Jaden? ¿Qué haces aquí?—lo vio asomarse y luego saltar adentro con agilidad.

—Tengo cinco minutos llamando ¿Estás sorda?—su mirada estaba en el piso, por alguna razón no tenía ese aura fastidioso y parlanchín habitual, se sacudió el cabello, se sacó el impermeable y lo tiró a una esquina.

Ella alzó las manos al aire con un signo de interrogación en la expresión—¿Qué haces? Mis padres están aquí—él seguía dándole la espalda, tomó los bordes de su t-shirt para quitárselo, ella aclaró los ojos con la cabeza ligeramente ladeada, hasta que vio como lo subía y casi se atraganta con su propia saliva—¡Yo no entro chicos a mi cuarto!

Él giró la cabeza tan pronto como la escuchó, arrugó las cejas con una sonrisa intencionalmente maliciosa.
Se acercó mientras se subía la camiseta, ese abdomen bien marcado contrastaba con la débil luminidad, pero era la posición perfecta, mostrando solo lo necesario, incitando el misterio visual. Las gotas húmedas que resbalaban hasta esa v definida que bajaba a su entrepierna.
Genial, ahora estás pensando en su entrepierna.
El cabello húmedo que caía a su frente, sus labios que lucían más rojos que nunca. Comenzó a saborearlos, cuidado, un hombre atractivo ya es tentador, pero un hombre atractivo que sabe que está buenísimo usará todo a su favor, porque él sabe lo que puede provocar, y sabe perfectamente cómo utilizarlo.

—¿Entonces soy el primero?—estaba tan cerca que le hizo retroceder un paso atrás.

Sus manos comenzaron a moverse como si no encontraran qué otra cosa hacer.—Sí, pero no tiene que ver, está mal.

Él deslizó el purgar por las franjas de su pantalón, dejando expuestas las bandas de CK, avanzó un paso y ella retrocedió— Soy afortunado—su mano siguió subiendo, ya la camiseta estaba a la altura de su pecho, los ojos de Alaya bajaron a sus pezones, él la observó todo el tiempo, su cara estaba tan rosa como imaginó sus labios, no, no los de las boca.—, además no vamos hacer nada malo a menos que tú quieras.

Alaya tragó, tragó varias veces, hasta que ya no le quedaba saliva y su garganta quedó seca y rasposa.
—¿En serio estuviste ahí por más de cinco minutos?—cambió de tema tan drásticamente que ambos tuvieron la misma expresión de ''no entiendo un carajo'' —Lo siento, debes estar helado.—pero él era más astuto, tal vez más diablillo, con el tiempo aprendería que de un Alabi no se huye con palabras, se huye corriendo literalmente como una perra, quizás no tan literalmente.

Se terminó de sacar el t-shirt mientras su sonrisa se hacía más grande y más traviesa.
Los labios de Alaya comenzaron a temblar, y gracias a Dios no emitían sonido, porque si lo hubiese hecho lo único que comunicaría sería un lenguaje neandertal que ni el hombre las cavernas entendería.—¿Se puede saber qué estás pensando?—dio un largo paso atrás sin la capacidad de pestañear.

—Está empapado,—le lanzó la camiseta, ella instintivamente la atrapó; demasiada inocencia para una mente pervertida como la de Jaden, justo en ese milisegundo en el que alzó las manos para agarrarla, él usó su cuerpo para acorralarla junto a la ventana, dónde la luz los iluminaba, y la lujuria era más notable en sus ojos—¿Qué estoy pensando?

Ese último susurro transmitió una electricidad que hizo que sus piernas se debilitaran, esa sonrisa, tenía dos dientes que parecían colmillos reales.
Y ahora lo imaginas como el chico de Crepúsculo.
Giró la cabeza a un lado, desprendiendo la conexión visual, pero él tomó su mentón, ella maldijo internamente, digamos que tenía una imaginación muy viva y eso provocabas cosas en su cuerpo, cosas malas, cosas de las que no hablaremos.

Él se acercó, su boca casi hacía contacto con su cuello.—Yo Nunca te tocaría sin tu permiso, creo que...

—¡Esta bien!—exclamó con rapidez, interrumpiéndolo.—buscaré algo que te quede en el cuarto de mi hermano, no tardaré.—se zafó agachándose un poco y salió a la velocidad de la luz aplicando el corre perra.

Jaden se frotó los hombros, ya podía temblar libremente, tenía un frío de polo norte.
¿Qué hizo mal está vez?—pensaba mientras merodeaba la habitación, luego estaba ese perfume, el mismo de aquel dichoso día que se combinó con vino, clásico y cautivador, roció un poco en su muñeca, podía apostar que tenía un toque de lavanda y ciertas combinaciones de cítricos.
A una esquina del espejo en el tocador encontró un suéter rosa.

Alaya descansó la frente al otro lado de la puerta, apretando la manija, inhalando hondo, necesitaba regresar a la tierra y prepararse para ver su torso otra vez, maldición era atractivo, era jodidamente atractivo, sus ojos grises, profundos, dilatados, la dejaban completamente cautivada y él lo sabía, sabía lo que tenía, por eso era tan bueno y sus métodos de seducción eran casi imposibles de pasar, por lo que se volvía una tortura, y las gotas viajando hasta ese punto bajo su pantalón no ayudaban.
Contó hasta diez y giró el llavín.

Esa no era la vista que esperaba, no tenía certeza si era decepción o sorpresa lo que sintió en cuanto abrió pero ya podía caminar sin vacilar, aunque ese era su suéter favorito.

—Encontré algo aquí, ¿Por qué siempre usas ropa tan holgada?—estiró el suéter de cada lado haciendo un puchero.— No dejas que se noten tus atributos.—la miró de pies a cabeza, incluso dormía con una pijama de ''hora de aventura'' nada sexy.
Las mujeres duermen sin ropa, Alaya.

—No busco mostrar lo que no poseo—se encogió de hombros, tiró la ropa que sostenía en un rincón y le acompañó a un lado en la cama.—¿Cómo te fue con tu papá y lo del carrito?

—Discutimos, le reclamé que deje de controlarme, no lo pensé dos veces, solo salí, caminé un rato por la fuente y llegué hasta aquí.—las cosas se pusieron intensas esa noche, Will reclamó el nombre de la chica, pregunta capciosa, ya lo sabía.
Lo llevó al cuarto secreto de la cocina, la pantalla estaba encendida, su padre en el escritorio de su oficina en la cede del edificio.
Por un momento cerró los ojos, recordó como pasaron las cosas.

—¡Estoy harto de todo esto! Me impusieron sus reglas, las acepté, me tiraron en esta cárcel y he permanecido aquí, ¿Qué más quieren?—su gesto paso a ser severo, su voz expresaba cansancio.

—Me preocupa que te relaciones con esa clase de personas.—el señor entrelazó los dedos sobre la mesa, le dió una mirada inminente, una que estudiaba cada centímetro de su cuerpo.

—¿Qué?—Amin levantó las cejas, esperaba otra excusa como... ''no te distraigas, estás aquí por la empresa'', pero , incluso sonó despectivo.— ¿No eres tú el que me reclama sobre mi comportamiento hacia ellos?

El señor se agarró el puente de la nariz mientras tamboreaba su otra mano en la mesa—No te lo estoy pidiendo Amin.

—Exacto, ese es tu problema, ¡Todo lo que sale de tu boca son órdenes! ¡No soy tu empleado, soy tu hijo!—le gritó como nunca, incluso Will se sacó lentes oscuros con los ojos muy abiertos.

—Estas comprometido.—le dijo con simpleza.

Amin curvó una comisura, su padre vio en él algo que jamás notó, decisión—Ya no más.

—¿Qué estás diciendo? ¿Sabes lo que eso implica, cierto?—se levantó de golpe apoyando las manos en la mesa, inclinado adelante.

—Ya no me importa, padre.—se encogió de hombros y se entró las manos en los bolsillos.—Sé que ocultas algo, y tarde o temprano saldrá a la luz.—Sus miradas se asesinaban mutuamente.— Pero yo no estaré aquí cuando el mundo se te derrumbe encima.

—Todo es mi culpa, te dije que te podía acompañar.—Alaya consoló su hombro, sus neuronas tenían un juzgado en su cabeza, debía, o no debía, si o no, puede o...
Al diablo
Se lanzó y le dio el abrazo que sabía que necesitaba. Él no lo esperó, un remolino de sensaciones pasó a su estómago, unas que jamás había sentido, y ese perfume, sí era lavanda, la apretó con fuerza, su cabello olía a miel, no quería despegarse, quería pausar el tiempo en ese momento.
—No cambiaría nada, te lo aseguro.—le susurró, ella se apartó, le dio una sonrisa triste. Y sus brazos ya la extrañaban.

Por un rato estuvieron en silencio, dejando que el cielo cubra sus voces, sus miradas fijas sobre el suelo.
La luna llena de aquella noche era diferente, como si quisiese ser testigo de un infortunio, se asomaba por los cristales violentas que teñían su aún reluciente luz.

De imprevisto tiraron de espaldas en la cama, como si lo hubiesen coordinado, con una sonrisa menos incomoda.
—Mis padres también son muy controladores—soltó Alaya con un suspiro—, a pesar de todo sé que me aman y todo lo que dicen o hacen es por mi bien.

—Al menos tus padres te aman.—giró la cabeza a ella, jamás había tenido una mujer en su cama que no estuviese desnuda, eso amplió su sonrisa.

—Tus padres también, es solo que aveces no saben cómo decirlo.—ella seguía mirando al techo.

Él inspiró antes de hablar—Yo no tengo padres Alaya, mi madre está muerta y mi padre me cree un mediocre.—lo dijo con sutileza, como si no le causara la mínima molestia, mentía, ella lo sabía.

Volvió la cabeza a él, sus ojos adquirieron una chispa que no podía interpretar—Cuanto lo siento, lo lamento—rozó su mejilla con el dorso de su mano.—, en mi siempre tendrás alguien con quién hablar o deprimirte.

Entonces de ser una pequeña sensación que no entendía, cuando sus ojos dieron con los de él, lo fue todo, como un puñetazo en la cara, como un trago amargo, como un remolino de mariposas. Negó con la cabeza.
Esto no puede estar pasando.
Se levantó de golpe sentándose a la orilla de la cama.

—Perdón por malinterpretar todo—dijo con una rapidez que hizo que se entendiera a medias. — Pensar que tu pensabas que iba a pasar algo cuando no eran tus pensamientos sino mi pensamiento, aveces pienso idioteces y tu claramente no piensas lo mismo que yo pienso, mis pensamientos son un desastre.—no se entendió nada.

—¿Qué?—se levantó situándose junto a ella con cara de ''¿Qué demonios?''

Alaya respiró frotándose la cara, aclaró la garganta y susurró:
—Perdón por insinuar que tú insinuabas algo.

Él esbozó una sonrisa sincera, esa que le lucía tan bien.
—No te equivocaste.

—¿Qué significa?—giró a él y antes de darse cuenta, estaba tan cerca que sus labios casi chocaban.

Jaden le acomodó el cabello detrás de la oreja,—Yo sí quiero contigo.—Alaya abrió los ojos hasta donde fue capaz, su voz sonaba ronca, pero decidida.—Me gustas en serio.—podía sentir su aliento, y ese perfume masculino, ese aroma a lluvia, esos ojos grises, joder lo estaba dejando pasar.—Si tal vez lo intentamos, y dejaría de ser un ruido sin sentido y se transformara en la más hermosa melodía que nos acompañe en nuestro lecho de amor—tomó su rostro entre sus manos, sus labios ya se había rozado.—Si tú me acompañas, Alaya, yo tendré la fuerza para enfrentarme a lo que sea, quiero hablar contigo, reír y deprimirme.—sus narices rozaban, su boca la deseaba.—Nunca haría nada sin tu consentimiento, pero una vez alguien me dijo...
Los besos no se piden, se roban.
.

Y cuando sus labios chocaron contra los míos, sentí como si siempre le hubiesen pertenecido, era mi lugar, mi destino.
Pero estaba ese sentimiento extraño, esa corazonada, ese peligro.
Y resultó ser real, justo cuando escuché el crujido de la puerta abriéndose y mi padre pronunciar mi nombre.

Los ojos del señor Flores se enrojecieron a un punto antinatural, sus puños se cerraron.
un segundo, en el que sucumbía antes sus instintos progenitores, un segundo, en el que el silencio dejaba más en dicho que cualquier otra cosa.
Un fuerte viento azotó las ventanas.
Y en un segundo su padre se lanzó contra Jaden agarrándolo del pecho, arrastrándolo y clavándolo en la pared, chocándolo contantemente con fuerza y sin control, sus ojos parecían vidrios rotos cubiertos por llamas flamantes.

Ni siquiera podía escuchar los gritos de Alaya pidiéndole que parara, en ese momento no veía nada más que el maldito que se quería aprovechar de su hija.

Jaden no se resistió, soportó cada impacto contra el muro con los ojos cerrados, y lo hizo por ella, sus ojos desesperados, sus lagrimas, sus gritos, y en ello se ausentó el aire.
Se desplomó de rodillas, elevó una mano y la extendió a la poca visión que tenía de su padre, la conciencia se fue y su cuerpo se desvaneció a un lado.

Su padre gritó su nombre y con rapidez corrió hasta su armario, tomó su broncodilatador, lo introdujo en su boca, la cargo entre brazos y la llevó a su cama.
La arropó con la manta, Jaden se estiró y se acomodó el suéter, hizo una mueca de sufrimiento, le dolía tremendamente a espalda, pero había valido la pena, ese beso lo había valido todo, suave, lento, tierno, sus labios tersos y mojados, sí, había valido el dolor.
Claro que no olvidó a su padre, se acercaba con una mirada asesina, una de ''te voy a abrir el estómago, lo llenaré de piedras y te echaré al mar'', eso o algo parecido.

Caminó hasta tenerle delante, en escepticismo y un tono corto mencionó:
—Aléjate de mi hija—su voz ligaba un conjunto de sentimientos que le hacía carraspear.—, Conozco tu clase. Les dibujan un mundo de colores brillantes ¿No?—se detuvo en un punto en el que los dos se miraban directamente, soltó aire por la nariz, había una oscuridad atemorizante en sus ojos.

—Usted no me conoce.—se limitó a decir.

Él relajó la expresión, como si estubiese seguro de lo que iba a decir.—Tienes razón, no te conozco, pero conozco a Alaya ¿Crees que tiene posibilidad de llamar su atención?—dejó en ello una sonrisa burlona, pero sus ojos no dejaron de mirarle con desprecio.—¿Un depravado que se filtra por las ventanas de las jóvenes? ¿Con cuántas más lo haces?

Jaden retrajo el rostro, notó por el rabillo un movimiento en la cama así que bajó la voz.

—No tiene idea de con quién está tratando.—le dijo, como si fuese demasiado obvio.

El señor le dio una mirada curiosa, resopló sonriendo y acortó el espacio entre los dos para obtener toda su atención.

—¿Cree que mi hija frenaría un futuro prometedor por un mediocre como usted?—bufó, haciéndolo sonar absurdo— Te diré lo que pasará: Alaya será una abogada exitosa, se casará con un talentoso profesional, en esta parte de la historia tú no existes.—sus dientes crisparon y aquello no llevó a ala realidad.

—Alaya no es así.—desmintió apresuradamente.

Él soltó una risa irónica—¿Cree conocerla más que su propio padre?—su rostro volvió a apagarse, su voz bajó hasta convertirse en un susurro.— lárgate de mi casa y no vuelvas nunca.—

Jaden parpadeó repentinamente, aferrándose a su autocontrol recogió el impermeable y salió con una brecha en el pecho.

.

Dos semanas transitaban en penurias, los días eran secos, las pocas lluvias de octubre siempre dejaban sequías e insoportables oleadas de calor. En otros países, octubre era el aviso de los fríos helados de invierno, pero en la isla, el clima tropical era impredecible.

Sostenía su mandíbula contra el pupitre, jugó con el bolígrafo hasta aburrirse, blanquear los ojos y quejarse de la vida.
Suspiró, desarrugó la hoja de papel que había tirado al piso hacía un segundo, comenzó a rayar cosas sin sentido

—¿Otra carta? ¿Cuántas van, 30?—bufó Rob espiando inclinado en su escritorio.

Jaden tiró el cuerpo atrás de golpe cubriéndose la cara.
—Tienes razón—tiró el lápiz sobre el papel.—¿Qué estoy haciendo? ¡Escribo, leo y pienso demasiado!—lo dijo como si sonara a la mayor locura.—Creo que el aburrimiento me está afectando.

Robert dejó una risilla lanzando el avión de papel que ya había terminado.
—Mencionaste que te evita y no responde ninguno de tus mensajes. Entonces envías cartas suponiendo que cambió de número o extravió el móvil,— hizo comillas con los dedos aclarando los ojos.—¿Cuándo te volviste tan crédulo? es la excusa más estúpida que he escuchado, creo que eso deja mucho que decir.—el avión cayó en el escritorio de una chica, ella se volteó, él le guiñó le ojo y le lanzó un beso con la mano.

Jaden rodó los ojos, no lo podía comprender, desde ese día prácticamente despareció.
Siguió rayando el papel, solo eran garabatos, pero una palabra sobresalía, se repetía tantas veces, se extrañó que apenas lo notara.

—Citas... citas... ci...—su entrecejo se cerró, presentía que había algo más.

—Si no quiere verte mucho menos querrá una cita contigo.—le hizo ese gesto de "teléfono" con la mano a su oído.—Llámame.—susurró.

—¡Eso es!—gritó, obteniendo la atención de todos a su alrededor.— Lo había olvidado por completo, tengo tres citas con ella, tendré la oportunidad de verla y confrontarla.—dio un toque al pupitre con los nudillos antes de ponerse de pie con las manos en la cintura y una sonrisa de reivindicación.

—¿Olvidas que tus citas son como Amin y no como Jaden?—ahora la chica solo mirada a Jaden, maldijo y se cruzó de brazos.

—Lo sé.—alardeó regresando al asiento.—Aún así trataré de sacarle todo, tal vez se sincere más con el rico Amin de lo que lo haría con el don nadie Jaden. Convenceré a Ortiz de que me comprometí con seguir ayudando a su protegida por tres ocasiones más.—lo anotó al reverso de la hoja rayada.—Pediré que la cite dentro de dos días, no habrá nada que lo evite está vez.

Robert chasqueó, agitando las manos para obtener la atención de la chica.

—Tengo un mal presentimiento, nada va a salir como lo esperas...—le advirtió. Su mirada pasó a otra con un estilo punk que se acercaba a la chica de aspecto fresa que estaba ligando, la punk se inclinó y besó a la fresa.
Y vaya qué beso de telenovela.
Si la cara de Rob fuese una caricatura en ese momento su boca habría llegado al suelo. Se volteó a Amin, como lo esperó, ya él se estaba burlando

—Esa era tu corazonada.—le guiñó el ojo. Se burló de él todo el día.

.

La citó en uno de los rascacielos más altos del país, el balcón era enorme, completamente cristalino, su transparencia delicada resaltaba el paisaje de ciudad nocturna, las luces de los edificios en los alrededores parecían estrellas destellantes, acompañados en las melodías del pianista y la brisa templada.

Amin la esperaba impaciente.
Con unos minutos de retraso finalmente se presentó, en un traje de falda azulado, el cabello recogido en una coleta alta, unos anteojos pequeños y poco maquillaje.

—Buenas noches.—saludó inclinando la cabeza.

—Su falda es muy larga.—la miró de pies a cabeza sin intensión de disimularse.

Alaya levantó una ceja torciendo los labios.—Espero que ese no sea el tema a tratar ¿Puedo sentarme.

Él le dio una sonrisa traviesa y le señaló los asientos.

—Recordé que no toma alcohol—recogió una botella, sirvió dos copas de un líquido espumoso que resbaló por las orillas y se consumió hasta hacerse transparente.—, las colocadas a su izquierda no contienen ni una gota, quiero estar lo más sobrio posible al igual que usted, tal vez ambos lo necesitemos.

Ella no tuvo otra escusa, así que la recibió y se sentó de mala gana.

—¿Entonces cuál es el tema a tratar señor Alabi?—dejó la copa en la mesa y hundió la espalda de brazos cruzados.— ¿Cuánto tiempo debo estar aquí?

{El le dio una mirada de pocos amigos—¿Aún no ha llegado por completo y ya quiere marcharse? Relájese—estiró el cuello tomando un trago.—, el Señor Alabi es mi padre, recuerde llamarme Amin.—sonó más a una orden.

Él la examinó directamente, pasaron minutos, solo la mirada y bebía.

—¿Por qué me mira así?—soltó finalmente levantando las cejas.—Es... incómodo—hizo un puchero y se tiró el cabello a la espalda sin mucho ánimo.

—Hemos acordado que me hablaría sobre su vida y no ha mencionado nada.—contradijo restándole importancia.

—Creo que nada sobre mi vida le interesaría.—se encogió de hombros cruzando las piernas.

—Vamos acompáñeme.—la llamó en un gesto con la mano.

Alaya resopló, se levantó alisándose la falda.

—¿Hacia donde?—cuestionó, con una expresión retraída que no quería hacer notoria.

Amin sujetó su mano y la haló un poco pero ella volvió atrás haciendo su respiración ruidosa.—¡Acompáñame!—persistía, la condujo, más bien la arrastró hasta el final del extenso balcón.

Alaya estaba temblando, intentó zafarse, pero él seguía viendo las cosas como un juego.
Su respiración comenzó a entrecortase, se abanicó el cuello, él siquiera lo notó.

La música se apagó.

—Es notorio que la señorita sufre de acrofobia... o miedo a las alturas, como quieras llamarle.—mencionó el pianista tomando a Alaya de la otra mano.

—¿Y tú quien eres?—inquirió Amin, mirándolo con incredulidad.

—¿Ross?—pronunció Alaya, pasmada.

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Gracias por seguir aquí, ¿Ya conocieron a nuestro triángulo principal? Bueno no, en realidad no es un triángulo porque hay alguien más... No, no es una chica... Y no, aún no se presenta. Tendrás que descubrirlo por cuenta propia más adelante.

¡Y mucho amor team different!

Abby

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