Deseos Prohibidos

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Los deseos prohibidos de Uchiha Akemi. Una joven que pasa por distintas dificultades para alcanzar la felici... More

ADVERTENCIA
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
EXTRA - SHISUI
CAPÍTULO FINAL
LIBRO 2 - CAPÍTULO 1
LIBRO 2 - CAPÍTULO 2
LIBRO 2 - CAPÍTULO 3
LIBRO 2 - CAPÍTULO 4
LIBRO 2 - CAPÍTULO 5
EXTRA - YAMI
LIBRO 2 - CAPÍTULO 6
LIBRO 2 - CAPÍTULO 7
LIBRO 2 - CAPÍTULO 8
LIBRO 2 - CAPÍTULO 9
LIBRO 2 - CAPÍTULO 10
LIBRO 2 - CAPÍTULO 11
EXTRA - SHUN
LIBRO 2 - CAPÍTULO 12
LIBRO 2 - CAPÍTULO 13
LIBRO 2 - CAPÍTULO 14
LIBRO 2 - CAPÍTULO 16
LIBRO 2 - CAPÍTULO 17

LIBRO 2 - CAPÍTULO 15

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CAPÍTULO 15: UCHIHA MAI

No olviden votar. 🥺

Akemi tomó un sorbo de chocolate caliente mientras miraba fijamente la pantalla de su teléfono, que esperaba pacientemente que la otra persona contestara la videollamada. Habían pasado más de cinco años desde que había llegado a Estados Unidos y solo seguía en contacto con tres personas: Sasuke, Sumiko y Shun. Solo había hablado con ellos tres, siendo los únicos en conocer los detalles de su nueva vida y cómo le iba. En todo ese tiempo su familia nunca la contactó y aunque le costaba admitirlo, le dolía.

Recordaba muy pocas cosas de esa semana tan horrible, pero sí recordaba el sentimiento de tristeza y lo lastimada que se sentía por no recibir el apoyo de su familia, como si no fuera importante para ellos. Sin embargo, no estuvo sola, sus amigos, el abuelo Zen y Shisui estuvieron con ella, por lo que siempre estaría agradecida.

Esa misma semana también había sido muy movida, tuvo varias veces la visita del Inspector Hyuga Neji.

—Señorita Uchiha, parece que tiene un don para las desgracias. —Había dicho éste cuando terminó de dar su declaración, mirándola intensamente con sus ojos perlados—. Sin ofender.

Por supuesto que no se había ofendido, tenía mucha razón. Estando en Japón muchas situaciones traumáticas le habían pasado, pero por suerte, eso se había detenido al salir de allí.

Luego de eso, Neji prosiguió a contarle lo que estaba sucediendo. Yami iría a un centro psiquiátrico y permanecería ahí hasta que se viera mejoría en su salud mental, lo que significaba que podría salir si mejoraba. Se había enfadado tanto al enterarse, solo la tratarían como una víctima, aún cuando se había revelado que ésta estaba detrás del secuestro de Akemi y Sasuke.

Pero su familia seguía apoyando eso.

El último día en el país, antes de que Shisui fuera dado de alta, de enteró que su hermano menor se había ido de casa con un primo, Uchiha Obito. Se había preocupado bastante porque no entendía el motivo, ¿se iba porque sus padres apoyaban a la persona que lo hizo pasar por una noche horrible? ¿O por algo más? De cualquier forma, Shisui la había calmado, diciéndole que Obito era un buen hombre y que Sasuke estaría bien. Tenía razón, su hermano a través de las videollamada se veía bastante bien, cada vez más tosco y serio, pero bien. Ya no era un niño y se notaba.

Suspiró. Ella tampoco lo era, todos habían crecido y madurado. Ahora tenía veinticuatro años y un anillo en su dedo, que se encontró mirando con una sonrisa. De sus momentos favoritos estaba cuando había recibido ese anillo de diamantes, sencillo pero elegante.

Durante el viaje del avión, mientras miraba a Shisui teclear muy concentrado en su teléfono, había llegado a su mente el mensaje de Izumi y no pudo evitar sentir una punzada de enfado, preguntándose si estaría hablando con ella en ese momento. Éste, al sentir su mirada, levantó la cabeza y la miró alzando una ceja, divertido.

—¿Por qué me miras como si quisieras apuñalarme?

—¿Con quién estás?—Le había preguntado, intentando mirar la conversación pero él apagó la pantalla, lo cual la agitó—. ¿Qué escondes, Uchiha Shisui? Estás hablando con esa tal Izumi, ¿verdad?

Eso pareció divertido más, causando una risa.

—Revisaste mis mensajes, con razón no conseguía una conversación.

La hizo sonrojarse, un poco avergonzada con su acción pero no se detendría, debía sonsacarle la verdad como fuera.

—¡Responde!—Le exigió, sacudiéndole el brazo, aunque no con mucha fuerza porque recién había salido del Hospital, no quería lastimarlo—. ¡Dime quién es ella! ¿Por qué mandó la foto de un anillo?

Él negó y decidió no mirarla, enfocando su vista en la ventanilla del avión.

—No voy a decirte nada—puntualizó, ignorando sus quejas.

Tras varios minutos de insistencia, el abuelo Zen, que se encontraba sentado detrás de ellos, intervino luciendo igual de divertido que su nieto.

—¡Por el amor a Dios, Shisui, sólo díselo a no nos dejará descansar tranquilos!

Akemi había sonreído triunfante mientras escuchaba como éste y otros viajeros pedían lo mismo, solo que estos parecían hastiados de ella.

Él se dignó a mirarla, suspirando. Seguidamente, se levantó, provocándole curiosidad.

—Luego no te quejes de que no fui romántico—le había advertido, sonriendo suavemente mientras que la sonrisa de ella se desvanecía al verlo arrodillarse a un lado.

Al notarlo, se levantó con rapidez con el corazón a millón, que parecía que le iba a explotar al ver que éste sacaba de su bolsillo una pequeña caja de terciopelo negro.

Al abrirla, un hermoso anillo se encontraba dentro, esperando a su dueña.

—¿Te casarías conmigo?

De ese momento, solo podía recordar más que todos las lágrimas de emoción y los gritos y aplausos de todos a su alrededor. Había dicho que sí sin pensarlo dos veces, abrazándolo por el cuello.

Luego de aceptar y recibir algunas felicitaciones, se enteró que Izumi era una amiga que lo estaba ayudando a escoger un anillo adecuado, ya que trabajaba en una joyería, y que, cuando finalmente consiguió uno del gusto de él, la misma se lo llevó al Hospital cuando Akemi no se encontraba. Se había sentido muy apenada porque había tratado muy mal a esa chica, pero él le restó importancia, diciendo que ésta no se había molestado.

Sin embargo, a pesar de que se habían comprometido, todavía no realizaban una boda. Al llegar a esa nueva tierra, fue fácil para Shisui y su abuelo porque ya conocían todo, pero no para ella. Recordaba haber llorado un montón porque no lograba aprender el idioma, ni la cultura, pero le frustraba más saber que la Akemi antes de la amnesia conocía el idioma porque había sido parte de sus estudios. Con el pasar del tiempo fue mejorando, fue duro pero logró avanzar.

A veces, pequeños recuerdos de su infancia y adolescencia llegaban a su mente, haciéndola sentir melancólica, pero intentaba restarle importancia. No necesitaba de esos recuerdos, podía hacer nuevos y mejores junto a su nueva familia.

Durante los primeros años vivieron con el abuelo Zen, no fue difícil, ya que era alguien extrovertido y con energía, pero que odiaba que le dijeran anciano. Por accidente se le había escapado cuando se encontraron por primera vez solos en casa.

—No puede hacer eso, usted está un poco anciano para esas cosas y podría lastimarse—le había dicho, al ver que estaba construyendo un huerto, derramando toda su fuerza en sacar tierra con distintas herramientas y arrancar maleza.

Éste había levantado la vista, enfadado.

—¡No estoy anciano! ¡Tengo sesenta años, muchacha! ¡Estoy en la flor de mi juventud!

No lo había vuelto a mencionar jamás, por lo menos no en voz alta.

También, hubo un momento en el que se sintió decepcionada de sí misma al notar que tanto Shisui y Zen eran independientes económicamente, pero ella no. Su prometido la tranquilizaba, diciendo que no había problema en ello, que siguiera en busca de lo que realmente deseaba hacer.

Y así lo hizo, tomó clases de modelaje, pero no le apasionó, tampoco las de cocina, ni las de jardinería, pero un día, mientras navegaba por internet aburrida, encontró una página web, en donde podías leer distintas historias, así como escribir las tuyas propias. Por mera curiosidad y porque le pareció interesante, decidió escribir una, contando por lo que había pasado después del accidente, pero cambiando, omitiendo y agregando nuevos detalles para hacerla más atractiva.

Sumiko una vez le había dicho que su vida parecía de una novela.

Resultó ser lo suyo y terminó siendo su adicción, escribía sin parar. Le encantaban los comentarios que recibía y ver tantos votos, era mucho apoyo que la animaba. Todos pedían más y más de lo que escribía, hasta que un día una editorial la contactó. Dijeron que habían leído su historia y que deseaban publicarla en físico.

Meses después su libro fue publicado y era un éxito. Recibía muchos mensajes, la mayoría se lamentaba por todo lo que había pasado la protagonista. A leerlos solo sonreía y se decía si supieran.

—¿Hola? ¡Tierra llamando a Akemi!

Se sobresaltó, mirando al pelirrojo en la pantalla, luciendo curioso y agitando una mano, intentando llamar la atención.

—Lo siento, estaba pensando en algo.

—Ya veo.

Sonrió y recordó el motivo de la llamada.

—¿Por qué querías hablar conmigo con tanta urgencia?

El rostro de Shun se enrojeció, pero sus ojos brillaron emocionados.

—¡Me voy a casar, dulzura!—Anunció animadamente.

Akemi casi dejó caer su taza de chocolate al escuchar el anuncio sorpresivo de Shun.

—¿Lo estás diciendo enserio o es una broma?—Le preguntó, dejando su taza de lado para dedicarle toda su atención al chico.

Éste negó, sacudiendo su cabello en el acto, que en esos cinco años habían crecido considerablemente.

—No es una broma, Sumiko y yo nos vamos a casar—contestó, esbozando una sonrisa. Su mejores amigos habían comenzado a reunirse con frecuencia poco después de que Akemi se fuera del país, con la excusa de que estando juntos no les dolía tanto su partida. Al cabo de unos meses confirmaron su noviazgo y no le sorprendió. Ahora eran una feliz pareja de casi cuatro años—. Se lo pedí ayer por la noche, lo cual me hace preguntarme cuándo Shisui y tú van a realizar una boda.

Ella se encogió de hombros, sonriendo. Conseguir tiempo para eso era complicado.

—No lo sé, pero me alegra mucho por ustedes.

Él suspiró.

—Ya tienen más de cinco años juntos y una hija, Akemi—le recordó, frunciendo el ceño—. No sé qué están esperando.

Su amigo tenía razón y ahora que él anunciaba su boda, quizás sería bueno comenzar a tomar en cuenta la suya propia.

—Es más, ¡podemos hacer una boda doble!—prosiguió, bastante contento con su idea—. ¡Sí, vamos a hacer eso! ¡Una vida doble! ¿Qué te parece?

Estaba apunto de contestar cuando el chillido de una niña la hizo brincar de su silla. Estaba apunto de ir a ver qué ocurría cuando la dueña de tal escándalo se acercó corriendo, venía del patio y la tierra en su ropa y cuerpo lo evidenciaban. Sus ojos estaban llorosos y con sus manos sucias jaló a su madre del vestido, para luego extender sus brazos, mostrando su deseo de ser cargada.

Suspirando al ver su vestido lleno de tierra, la cargó y la sentó sobre sus piernas.

—¡Mamá, en el patio hay un sapo enorme!—Exclamó casi entre lágrimas—. ¡Casi me toca!

Tanto Shun como ella se rieron al escucharla.

—Deberías besarlo, quizás aparezca tu príncipe azul—sugirió el pelirrojo, divertido.

La expresión horrorizada de la niña fue épica.

—¡Iugh, no, qué asco!—Hizo como si fuera a vomitar—. ¡Si tengo que besar a un sapo prefiero quedarme sin príncipe azul, tío Shun!

El susodicho soltó una carcajada.

—Ojalá pensaran así por siempre—suspiró, para luego escucharse cómo alguien lo llamaba—. Dulzura, me tengo que ir, debo entrar en una reunión. Seguiremos hablando más tarde, ¿vale?

Asintió y se despidió, apagando la pantalla de su teléfono para fijarse en la niña sentada sobre sus piernas. Era preciosa como una muñeca de porcelana. Tenía el cabello negro, largo y ondulado, que junto con unos ojos de un tono azul oscuro, hacían que su piel pálida resaltara todavía más.

Le recordaba mucho a la niña del sueño que nunca podría olvidar, quien en el mismo había dicho que se llamaba Akari.

—Mai, mira tu ropa y acabas de cambiarte—le señaló reprobatoriamente.

A diferencia de la primera vez, Mai había sido planeada. Al principio resultó bastante difícil porque a pesar de tener a Shisui y a su abuelo, no era lo mismo que tener a una madre para aconsejarte y apoyarte en ese tipo de situaciones. No tenía idea de cómo ser una buena madre, pero intentaba hacer lo mejor posible. Aunque Mai era un poco difícil, se trataba de un desastre andante y muy consentida por su padre.

Pero la amaba a pesar de ello, detrás de su apariencia de niña chillona y consentida había una pequeña bastante tímida, al punto de que le costaba hacer crear amistades con otros niños.

—Lo siento, mamá—murmuró, bajando la mirada con culpabilidad—. Prometo que no lo volveré a hacer

Alzó una ceja.

—Siempre dices lo mismo, pero lo vuelves a hacer. Tendré que castigarte. —Necesitaba aprender.

Ésta levantó el rostro, en pánico.

—¡Pero esta vez lo digo enserio! ¡No lo volveré a hacer!—Se llevó las manos a sus cachetes, ensuciándose el rostro en el proceso—. ¡No me castigues, por favor!

Era tan linda que estuvo por poco de decirle que lo dejaría pasar de nuevo, pero si no la castigaba nunca aprendería y menos cuando nadie en casa lo hacía.

—No te creo. Ahora quiero que vayas a hacer tus tareas mientras pienso en un castigo adecuado—le ordenó, bajándola—. Pero primero vamos a cambiarte de nuevo.

Mai infló las mejillas, molesta. Siempre le había advertido a Shisui que estaba siendo muy consentida, pero éste no se lo tomaba enserio.

Era su princesita adorada, después de todo.

—¿Qué es lo que sucede?

Hablando del Rey de Roma, su novio apareció, entrando por la cocina. Con el pasar de los años se volvía cada vez más atractivo, nunca se cansaba de verlo. Cada día lo amaba más y más.

—¡Papá!—Los ojos de su hija brillaron de felicidad y de inmediato comenzó a correr hacia su progenitor, que la tomó entre sus brazos con facilidad—. Papá, dile a mamá que no me castigue.

La sonrisa de Shisui se paralizó mientras que Akemi lo miró con los ojos entrecerrados, esperando su respuesta. Si le llevaba la contraria él sabía lo que sucedería, ya la había puesto a prueba varias veces y no le gustaba que pusiera en duda su autoridad como madre.

—Mai ha vuelto a ensuciar su ropa de tierra, aun cuando acaba de ser cambiada. Le pedí que no lo hiciera más y me ha desobedecido, necesita ser castigada—le informó, cruzándose de brazos.

—Papá, di algo—le pidió Mai ante tanto silencio, frunciendo el ceño con los brazos alrededor del cuello del susodicho.

Shisui, que parecía estar ente la espada y la pared, suspiró.

—Bueno, quizás deberíamos reconsiderar lo de un castigo—sugirió con una sonrisa nerviosa.

Ya lo esperaba, él siempre se rendía ante su hija. Se levantó de la silla y tomó su teléfono, dispuesta a salir de la cocina, pero antes se detuvo para dirigirse a Mai.

—Cariño, tu padre estará muy contento si lo dejas dormir contigo esta noche—le contó con dulzura, mirando de reojo al susodicho.

Los ojos de Mai volvieron a brillar, llenos de emoción. Amaba dormir con sus padres y muchas veces por las noches interrumpía en la habitación, pidiendo dormir con ellos.

—¿En serio, papi? ¿Dormirás conmigo?

No entendía porqué Shisui se mostraba tan sorprendido, no era la primera vez que lo hacía. Pon a prueba la autoridad de Akemi y no serás bienvenido en su cama.

—También se encargará de bañarte y vestirte de nuevo—agregó, mirándolo fulminantemente.

Después de decir eso salió de la cocina, para dirigirse al patio. Caminó hasta detenerse a orillas de la piscina, no sin antes abandonar su teléfono sobre la tumbona. Se deshizo de su ligero vestido para mostrar un bikini rojo. Ya se había puesto bloqueador, así que se dejó caer en el agua con un suspiro, amaba nadar. Quería enseñar a Mai, pero ésta se negaba, le causaba pánico estar cerca de aguas profundas.

Después de un buen rato en el agua, se salió para acostarse en la tumbona. Desbloqueó su teléfono con la huella y le escribió a Sumiko. Shisui estaba con la niña, así que debía aprovechar ese tiempo. Sin embargo, ésta estaba ocupada. Era dueña de su propia repostería, así no tenía mucho tiempo disponible.

《Ando un poco ocupada, ¡pero mira esto!》

Recibió la foto de su mano, adornada de un lujoso anillo. Era elegante y bonito, como Shun. Realmente estaba muy contenta por ellos y les deseaba lo mejor del mundo.

—¿En serio no me dejarás dormir contigo hoy?

Lo miró de reojo con intenciones de ignorarlo, pero no veía a su hija por ningún lado.

—¿Dónde está Mai?

—Está con mi abuelo—contestó con los labios fruncidos, acercándose para sentar en la tumbona. Los dedos masculinos se deslizaron por el nacimiento de sus senos hasta llegar a la tela de la parte inferior de su bikini, con el que comenzó a jugar—. Todavía no me has respondido.

Tragó saliva, sabía lo que intentaba. El paso de esos dedos sobre su piel le habían dejado un ligero hormigueo.

—Me llevaste la contraria, sabes que no me gusta—masculló, volviendo la vista a la pantalla, aunque no estaba prestando atención a nada.

—No te llevé la contraria, solo dije que quizás podría reconsiderarse el castigo. Además, es una niña y a esa edad a todos les gusta ensuciarse.

Le dirigió una mirada fulminante.

—Entonces, lava la ropa y báñala tú. No es agradable tener qué hacerlo varias veces al día, Shisui.

Él solo sonrió y la besó apasionadamente. Cerró los ojos y lo abrazó por el cuello, decepcionándose por caer tan rápido, pero le era imposible rechazarle. Su boca cubrió la de ella completamente. Sus cálidos labios se abrieron y cuando lo imitó y abrió los labios, profundizó el beso. Le acarició la lengua con la suya, enviando escalofríos por todo su cuerpo.

Respirando pesadamente se alejaron.

—En vez de estar hablando sobre castigos, deberíamos practicar para darle un hermanito a Mai, ¿no te parece?—Susurró pícaramente mientras esparcía besos por su cuello y hombro—. Aprovechemos que mi abuelo está aquí y la está cuidando.

¡Hola a todas!

Bueno, espero les haya gustado el capítulo. Al principio, Mai se iba a llamar "Ai", pero decidí cambiarlo porque dejó de gustarme. Je, je.

Quizás a algunas no les agrade cómo va la historia, pero a mí sí.  😝

Se les quiere, cuídense. ❤

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