Jaden {Bilogía El Príncipe d...

By AbbyMendez11

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É𝑟𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑑𝑜𝑠 𝑙í𝑛𝑒𝑎𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑎𝑙𝑒𝑙𝑎𝑠, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑛𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑗... More

W E'R E D I F F E R E N T
P R Ó L O G O
R E P A R T O
A D V E R T E N C I A
I-Demuestra ser Alabi
II-Nada tienes, nada vales.
III-Libros en blanco
IV-Lo pido, lo tengo.
V-Oz
VI-Solo somos reflejos
VII-Dos pasiones
VIII-La chica del velo dorado
Anuncio importante
IX-El susurro del diablo.
X-El juego acaba de empezar
XII-El relato del lobo y la oveja
XIII-La teoría del amor no retribuido
XIV-El origen
XV-La sobriedad tiene un gesto inusual
XVI-Puede que un día te maten
XVII-Nunca confíes en Ross
XVIII-Demente
XIX-Reina mía
XX-No soy gay
XXI-Somos una enfermedad
XXII-El nuevo profesor
XXIII-No me acuesto con estudiantes.
XXIV-La fiesta (Parte 1)
XXV-La fiesta (Parte 2) Cuando una zorra sufre
XXVI-El rocío descendiente del cielo
XXVII-¿Quién mató a Vans?
XXVIII-¿Quién Mató a Vans?- Parte 2
XXIX-Sobre el hilo Rojo
XXX-Mujercitas
XXXI-L S D
XXXII-Obsession
XXXIII-Perfecto asesino
XXXIV-Father
XXXV-La carta del Ángel
XXXVI-Culpable
XXXVII-La carta del Diablo
XXXVIII- La Carta de Diablo II
XXXIX-Fiesta de fin año.
XL-Red Idol
XLI-Amar a un mentiroso
XLII-Tres palabras
XLIII-La primera mentira
XLIV-El único Amor de Henry
XLV-Ese Alguien
XLVI-Confía en Ross
XLVII-El juego de las manipulaciones
XLVIII-Llameaba furia
XLIV-Las estrellas en tus ojos
XLV-El fin de mi virginidad
XLVI-El pecado entre tus piernas
Capítulo XLVII-Devoraré tu alma.
Capítulo XLIVIII-Las mentiras de un pasado.
Capítulo XLIX-Inexistencia
Capítulo Final: ¿La podrás salvar esta vez?
E P Í L O G O

XI-El hombre sin conciencia

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By AbbyMendez11

Una vez alguien me habló de amor, me dijo que era lo único por lo que valía la pena existir. Yo me negué renuentemente, «solo son incoherencias» decía. Era un invidente que no podía aceptar que su vida solo era un hueco profundo y vacío, que no tenía nada bueno para ofrecerle, por ello me aferraba a pensar que todos se sentían igual, pero fingían, nunca me di cuenta que la falla estaba en mí.

.
—Espero que tengas una razón justificada, un chisme demasiado grande, o no, más bien una bomba que me arranque la cara de emoción para hacerme venir a la universidad tan temprano.—masculló Javier dejando salir un inusual bostezo. Se frotó la nariz, estaba roja, su piel pálida hacía que la sangre se reflejara como si le hubiesen pegado un fuerte puñetazo, apretó la boca para dejar de titubear y roció el aliento caliente en sus palmas restregándolas.

La mañana era fría.
El viento soplaba con fuerza, llevaba las ramitas que se desprendían de los árboles en el entrante ciclo otoñal, las hojas comenzaban a teñirse, aún brillaba el verde, pero ya se distinguía el aviso amarillento.
El cielo lucía templado, alertaba chubascos en horas de la tarde y brisas heladas como eran aquellas de otoño.
Jachi apretaba su suéter con los brazos cruzados, era esa clase de persona friolenta que siempre ocupaba dos abrigos gruesos como mínimo, hasta en los días más calurosos.
Suspiraba entrecerrando los ojos lentamente para escapar de su somnolencia.

Alaya estaba cansada, había dormido tan pocas horas que sentía que no lo había hecho.
Pegó varias palmaditas a su frente y estiró los brazos hasta donde pudo, su vida se iba por segundos y también la estabilidad de sus pies.
—¿Qué dijiste? No entendí nada.—se jorobó y estrechó los hombros como un adorable oso perezoso.
Obligó a que Jachi lo repitiera, aunque le tomó unos minutos recordarlo.
Ambos estaban parados de frente, como dos fantasmas perdidos.
—Espera, cinco minutos más Jachi, o me desplomaré.—respiró hondo el aire húmedo, llenándose los pulmones de ese olor a tierra rociada por pequeñas gotas de mañana.
Comenzó a moverse arrítmicamente, con pasos descoordinados, tronando los dedos, tarareando happy de Pharrell Williams.

Javier levantó una ceja, le dio una mirada de bicho raro y aclaró la garganta para exigir una explicación—¿Qué haces?—puso los brazos como jarras.

Ella hizo ese paso «disco» moviendo las manos en señal de paz con los dedos por encima de los ojos—Me estoy moviendo.—hizo un movimiento que se podría asemejar a la caminata lunar de Michael Jackson si no le hubiese salido tan torpe.

Él explotó y se tapó la boca para controlar la risa—Estás bailando.—le dio una entonación de pregunta pero claramente era una afirmación.

—Es mi ritual para tomar ánimo,—explicó ella, sin detenerse.— solo me muevo y dejo que mi cuerpo haga el resto ¿No tienes un ritual?—because I'm happy. Clap along if you feel like a room without a roof.
Because I'm happyyy

Jachi arrugó la frente pasmándose en silencio por unos segundos.
Movió la cabeza de lado a lado, y al final, le sonrió fascinado.
—No tengo uno.—contestó él, se puso la mano en el pecho e inclinó la cabeza como si fuese una deshonra.
Alaya fue moviendo los hombros disparatadamente y lo haló a la pista invisible, él no lo esperó, pero le siguió la corriente.

—Tengo frío—exhaló en sus manos y las friccionó con velocidad.

Ella se apartó para empujarlo con el codo, le guiñó el ojo en una mueca de fan loca y se volvió a acurrucar—¿Por qué no le llamas a Karl eh?—soltó un risilla ahogada sobre su pecho.

Él dejó de moverse, a la vez que sus blancas mejillas se tiñeron de rojo.
Alaya lo percibió de inmediato, se separó, bajando las cejas.

Javier se estiró las mangas hasta cubrir la punta de sus dedos, fue notable que le costaba articular lo que sea que quería decir, se dio vuelta y comenzó a caminar con la vista en el suelo, ella fue detrás.—Nos seguimos texteando, pero no sé si en realidad quiere una amistad o algo más, tampoco sé si yo lo quiero—se tapó la cara, las palabras se le escapaban antes de que pudiera detenerlas.—¿Tener una nueva relación? ¿Estar con otra persona? No estoy totalmente seguro de...
—¡Vamos Jachi!—lo cortó, empujándolo de la espalda.— Sheldon se marchó hace más de un año, te prometió que intentaría hacer que la relación a distancia funcionara, pero al final te rompió el corazón—trató de controlar la rabia, pero cada vez le costaba más–, se fue con alguien más–le tomó la mano, estaban acostumbrados a hablar abiertamente, decirse las cosas así de claras en la cara, sabían que era mejor una verdad doliente a una mentira llena de ilusiones—. Sé que eso del primer amor es muy profundo, pero si hay interés mutuo tienes que darte la oportunidad.

—Ese es el problema—frenó, mirando los primeros rayos de sol en la mañana.—¿Cómo puedo saber si es mutuo si ni siquiera estoy seguro de mí?—apretó los ojos con un fuerte presión el pecho—además Kalr en chat es...—suspiró, decepcionado.— todo un caballero, es increíble, divertido y hasta romántico, pero es otra historia cuando estamos en persona, me siento en la misma posición que con Sheldon, «muchas letras, poca realidad»—se mordió el labio inferior, se forzó a bajar la voz e intentar liberar todo el rencor, la frustración, la desilusión, necesitaba hacerlo.— Quiero creer que puedo estar así y divertirme por un rato, pero sin querer aterrizo y mi corazón sabe que necesito alguien que me abrace, soy humano y preciso que si me quieres, me lo demuestres, me muestres tu interés.—se recogió los flecos en la frente hacia atrás, su voz era menos que un susurro.—aveces creo que me está evitando.

Alaya no esperó por nadie y lo abrazó, rodeó su cuello, lo hizo descansar en su hombro, le acarició la cabeza y lo besó con dulzura. Ya había estado en ese oscuro lugar, era una jodida pesadilla.
—Lo siento Jachi, creo que es algo que deberían de conversar lo más rápido posible si te sientes lastimado.—respondió, brindándole un masaje relajante.—No creo que te esté evitando, hace días que tampoco veo a Jaden, entonces como siempre están juntos, alguna razón tendrán, supongo.—susurró suavemente a su oído.

El sol se ponía, cegando sus ojos que se acostumbraban a la vista nocturna del cielo.

La imagen de aquel malnacido irrumpió en su cabeza, tanto que pudo olvidar todo ese asunto de Karl por un momento.
—¡Gracias a Dios! Es una obra divina, el señor no quiere que te encuentres con él—señaló el índice al cielo con un gesto de certeza—¿Ya olvidaste lo que te hizo? Nadie lastima a mi princesita con cabello de oveja.—le estiró los cachetes como a una niña.

—Solo le quiero agradecer por el trabajo que me consiguió.—hizo una mueca de dolor y abofeteó sus manos en su cara.

Chasqueó la lengua, fulminándola—No es para tanto, no tienes porqué agradecerle nada, te lo merecías.

—De hecho sí—dijo, en contra—, gracias a él pude resolver ese asunto con el señor Vásquez.

Él no la entendió del todo, de igual modo pensaba que se resumía en culpar a Jaden.

.

Las horas transcurrieron con velocidad, finalmente llegó al lugar que Ortiz indicó.
Avanzó hacia el gran portón y tocó el lujoso timbre dorado con aspecto de león, un señor con un gran mostacho francés salió al instante, al comprobar su identidad le dio la bienvenida con amabilidad.

Trató de disimular la cara de asombro, el lugar era majestuoso, el techo estaba cubierto por unas filas de luces en forma de diamante, brillaban tanto que podías concentrarte por minutos admirando nada más que su complejidad.
Rojo, era visualmente el tema del decorado interior, había una pared entera forrada con rosas del tono sangre, al cruzar de lado, rozó su mano con suavidad, eran reales, podrían ser miles, por supuesto eran bellísimas, pero no era lo más llamativo, en realidad cada rincón poseía algo impactante, lamparas, esculturas, y esas pinturas abstractas que transmitían una extraña tracción sexual.

Observó a Ortiz acercarse, con aquel porte impecable, esos pasos firmes y derechos, podría definir seguridad hasta con su estilo al caminar.
Le saltaron brillitos en los ojos, su yo interior se postró a venerarla como la diosa que le consideraba.
Se sonrieron con añoranza, Alaya se volvió para agradecerle al señor del bigote gracioso pero ya se había marchado, se sorprendió porque siquiera percibió el momento en que lo hizo.
Ortiz la abrazó, fue algo que tampoco esperó pero se sintió cálido, tenía un aroma tan fino, perfecto, como ella, la sensación en su traje de terciopelo era tan agradable, acurrucó la cabeza con el deseo de que el momento se extienda unos minutos extras.
Hasta que Ortiz se apartó e inconscientemente hizo un movimiento con las manos de que no quería dejarle ir, tiró los brazos y se despertó un poco peinándose el cabello.

La señorita le pidió que se acomodara, señalándole la selección de moblaje finísimo, sus ojos se asombraron, inclinó la cabeza y se sentó despacio.
Dejó un suspiro de satisfacción, tal y como lo imaginaba, era como poner las nalgas en las nubes.
Y en esa misma expresión, que no tenía intensión de que fuera sexual, pero claramente lo era, el príncipe entró a la sala en una mirada  alzada.
Ella identificó la silueta con los ojos entreabiertos, y al abrirlos por completo se ruborizó como tonta.

Él enarcó las cejas, sin duda tenía una cara de orgasmo atractiva, disimuló la risa rascándose el puente de la nariz.

Alaya se levantó y se inclinó para ofrecerle una reverencia.

—No es necesario señorita.—pronunció Amin intentando entonar una voz más ronca.

Se levantó de golpe con vergüenza.—Lo siento.—murmuró, trató de controlarse, pero de pronto fue consciente del hombre frente a ella, ¡Dios, era guapo! tanto que intimidaba, tenía esos hermosos ojos azules que vio de reojo, temía que al fijarse directamente se quedara en ellos como boba. Alto, hombros anchos, postura masculina, y no era un misterio la complexión musculosa que se escondía tras ese traje gris que le quedaba tan bien.
Se acercó a ella en aquellos pasos tan erguidos, Alaya buscó un agujero en el piso para esconder la cabeza que cada vez estaba más roja. Tomó su mano, se inclinó y la besó con suavidad.
Ella tragó en seco, en el sentido literal, su saliva despareció y su garganta raspaba, para acabar su mano no dejaba de temblar, y se dio cuenta de que él lo notó, al parecer le causó diversión, al elevarse le sonrió y se saboreó los labios de un modo tan sensual que le hizo vacilar.

—Bienvenida señorita Flores, el placer es todo mío.—se recogió el cabello tras los oídos.

Alaya respiró para poder hablar.
Ya basta.—le ordenó a todas sus hormonas, sí, era un tipo lindo, intimidante, fuerte, precioso.—No comiencen de nuevo.—pero nada más que eso, no tendría nada de malo reconocer la belleza.

—Muchas gracias—mencionó, con la voz reestablecida y centrada.— es un verdadero honor, tengo las preguntas en mi libreta, si gusta puede revisarlas antes u Ortíz...

Sacó la libreta de su bolso y se volvió a ella pero también se había marchado, dibujó una línea en el entrecejo dando por hecho los silenciosos que eran todos allí.

—Descuide—en un segundo el príncipe estaba a su espalda susurrándole al oído, tan apegado que podía sentir la suavidad de la camisa negra y la fricción de su pecho—, puede preguntar lo que desee.—su voz, su voz era otro dilema, masculina, ronca, segura.

Giró tan rápido y con tanta torpeza que tropezó con sus propios pies , y el estúpido instinto que nos hace aferrarnos a cualquier cosa cuando nos vamos a caer la obligó a sujetarse de su antebrazo, él le sonrió, este sería el cuarto dilema, la blanca sonrisa y esa barba moderada, se quedó en ella, ni siquiera se constó cuando la enderezó y la llevó hasta el sofá.

Les dio un ultimátum a sus hormonas y volvió a respirar.

Estaban de frente, pero en distintos muebles.
Al sentarse Alaya recobró la cordura que necesitaba, pasó las paginas en el libro bajo la mirada analítica de él, había percibido su belleza desde mucho antes, pero algo resultaba distinto, llevaba un traje de pantalón negro sobre una blusa blanca sin escote, «demasiada tela» era de esperarse en ella, tenía un maquillaje sutil, con el tiempo y tantas caras, sabía demasiado de cosméticos femeninos, le enorgullecía, en ese color rojo en sus labios, eso sí era nuevo, suculentos, tentadores, posesi...
—¿Está listo señor?—levantó la cabeza de repente y lo hizo despertar.

—Por supuesto—tosió en la mano y se ajustó la corbata.—descuide, lo que menos haremos es hablar...—se levantó y le acompañó de lado en el mueble, dejando una limitada distancia entre ambos.

La luz que cubría el lugar cambió a un tono rubí, las luces con forma de diamante parecían reales, y no lo pensaría mucho si fuesen de verdad considerando el lujo del espacio.
El ambiente se volvió tenso, como si una aurora de pronto liberara una sensación erótica incontrolable, como si se predijera lo que pasaría, aquel brillo de luna reflejado en los vitrales que se teñía del mismo tono color deseo, el propio deseo satírico de aquel príncipe envuelto en un pensamiento obsceno.

Alaya luchó con sus neuronas para regresar a la realidad, se impulsó hacia atrás hasta arrinconarse en la esquina del sofá.—Si gusta puedo apartarme y ocupar su asiento—señaló el otro sillón sin desconectarse de la conexión visual.—, incluso no me molestaría estar de pie.—se levantó, esperando una respuesta.

Él sonrió y la miró deleitado, finalmente podía conocer una Alaya más sumisa.—Me gusta sentir la calidez de las personas.—dio golpecitos a su lado en el colgín indicándole que volviera al asiento.

Ella tragó toda la saliva de su boca—¿Se sentiría confortado si me colocó junto, en un espacio oportuno?—le preguntó, quedándose inmóvil.

Amin se mordió el labio inferior, el negro anexo del gris en sus ojos se dilató, y en esa penetrante mirada que no ocultaba su lujuria, se colocó de pie holgándose el traje, se acercó y llevó las manos sobre sus hombros.

Alaya no se atrevió a mirarlo de frente, su cuerpo se inestabilizó, pero se contuvo.

—Es usted muy directa.—admitió, buscándola con la mirada, pero ella lo evadía una y otra vez.— No se preocupe, solo quiero que generemos confianza, a usted le conviene más que a mí.—le guiñó el ojo cuando por fin logró que sus ojos se cruzaran, pero ella se agachó otra vez.— Entonces colóquese en este lugar—la guió hasta rincón del sofá y la tiro de golpe.—y yo me colocaré aquí.—a pocos centímetros.

Suspiró, ya ni siquiera recordaba cómo respirar naturalmente—Bien, en primer lugar, es pertinente mencionar lo agradecida que me siento respecto a su voluntariado, sé que puede tener cosas más importantes.
—"Las tengo".—le interrumpió en un gesto presumido.

Ella le sonrió, una muy incómoda pero continuó—Pude concluir que Ortiz le ha hablado sobre mi, de todas formas creo necesario presentarme formalmente—infirió, extendiéndole la mano—Alaya Flores Orquídea, estudiante de derecho—dejó la mano tendida, él ni siquiera se movió.—el tema asignado es referente a Las clases sociales, usted expresará su punto de vista, si hay alguna pregunta que pueda ofenderlo, la pasaré sin problemas.—apretó el puño, avergonzada, pero antes de que la baja, él la sujetó, la arropó en la suyas y la acarició con dulzura.

—Estoy de acuerdo, puede proceder.—asintió, acortando la mínima distancia entre los dos.

Llegaron los del servicio con las bebidas, ella desistió argumentando que no consumía alcohol, Amin pidió que llevaran otras que no contengan.
Fue caballeroso al ofrecerse a servir en ambas copas, pidió que se retiraran y los dejasen solos.

El aroma del vino era extravagante, ligado al perfume de rosas de aquella mujer de piel soleada y traje, asomó el rostro mientras le ofrecía el líquido, se acercó a la copa inhalando las excitantes fragancias.
—A propósito, que rico hueles... ¿Podemos brindar por eso? Por tan hermosa esencia—pronuncio perdiendo en ello su posición al tutearla.

Alaya tomó la copa, rozando sus manos por la conveniente cercanía para él, descendió su rostro por unos segundos con el corazón azotándola como loco.
—No lo creo adecuado, pero gracias—lo rechazó, con bastante altura.—mejor brindemos porque la entrevista sea satisfactoria para ambas partes.—él se resignó.

Chocaron las copas, el sabor era agradable, y en discreción observaba los labios de ella, que se atenuaban con el color púrpura del vino, y cómo los friccionaba para limpiarlos.

Colocaron las copas sobre la mesa de al lado, junto a las botellas.

—Es usted único heredero de una fortuna y un título muy poderoso. Comencemos por su infancia ¿Cómo fue crecer en un ambiente lleno de excentricidades?—cruzó las piernas y escribió algunos apuntes en el papel.

Amin hizo un puchero, las entrevistas eran tan aburridas, además no le gustaba hablar de su infancia ¿No podía preguntar por algo más interesante? Como su boca, por ejemplo, que solo lucía más provocativa en ese color.
—Perfecto, el sueño de cualquier persona en el mundo, siguiente.—dijo, sin mucha importancia.

Alaya distinguió el repentino cambio actitud y levantó una ceja.
—Señor, prometió sincerarse con confianza, y tomando en cuenta que la perfección no existe—resaltando claramente ese parte.— , no creo que lo esté siendo—le vio rodar los ojos, por alguna razón no le sorprendía, era demasiado bueno para ser real.— bueno ¿Podría ser más descriptivo? ¿Puede referirse a la relación con su familia, con sus padres?—le dijo y notó un cambio más drástico en su visaje, era algo más que simpe incomodidad, pidió otra botella al servicio, y bebió la copa que llenaron para él.

Observó a Alaya por unos minutos, era tan crédula que a veces le daba risa solo verla, una mezcla de ternura y lastima, luego decidió que podía hablar en intimidad con ella, por lo menos lo conveniente.

—Está bien señorita Flores, trataré de hacerlo—llenó la copa una vez más y tomó la mitad.—, en cuanto a mis padres... Mi madre, ella murió al momento de darme a luz, nunca tuve la oportunidad de conocerla, nunca tuve una madre.—se encogió de hombros haciendo círculos en la mano con la copa, por más que se esforzara en disimular que no le afectaba, era notable, en el tono, en los suspiros que salían sin querer.— Mi padre, él siempre ha sido lejano, distante, es como tu propia sombra, está ahí, pero a veces te preguntas ¿Para qué está? ¿Qué función tiene?—miró la silueta oscura en el piso, la repudió.—Los únicos recuerdos buenos siempre han estado al lado de mi hermano, Robert, el dinero toma más sentido cuando lo disfrutas al lado de alguien ¿Sabes?—recordarlo le sacó una sonrisa, al menos se forzó en pensar así— Después de eso vivimos la vida a nuestra manera, alcohol, más dinero, más extravagancia, todo eso es igual a una buena y exitosa vida mi querida Flor.—lógica matemática.

Bebió la otra mitad en su copa, luego se sirvió otra, ella lo estudiaba meticulosamente, creyó prudente quedar en silencio y esperar a que termine con esa clase de... desahogo, entre unas gigantes comillas.

El alcohol ya le estaba haciendo efecto por beber demasiado rápido, achicó los ojos y tiró la espalda en el respaldo con las piernas abiertas.—Mucha gente nos juzga, pero es pura envidia, tengo millones con qué cerrarle la boca a cada uno de esos imbéciles muertos de hambre, y...—dejó salir una risa y se pegó al pecho proclamando lo que decía.

Alaya se quedó tiesa, al pie de la letra, aún asimilaba si lo hubiese escuchado con claridad.
—¿Cree usted que la gente se compra con dinero?—arrugó la nariz, asqueada.

Él se volvió a ella, el cabello se le había alborotado un poco pero lucía tan jodidamente bien, ¿Cómo alguien puede lucir sexy estando medio borracho?
—Por supuesto ¡Quien diga lo contrario miente!—soltó, no estaba bromeando, no hubo una pizca de diversión en como lo dijo.

Eso era todo lo que necesitaba, ese tipo era un imbécil más.—Está hablando usted con alguien que no lo haría y no está mintiendo.—expresó, no vaciló, no titubeó, fue firme en cada sílaba.

En ese momento ambos se enjuiciaron, sus semblantes eran indiferentes.

Amin se acercó ante una mujer sólida en su argumento. Llevó su rostro al compás de su oído y susurró:
—No creo que resista mi propuesta—salió una risilla pícara, sus labios rozaron su oído y eso esparció una corriente eléctrica que se obligó a soportar—... Diez millones de dólares y te acuestas conmigo, y no te haga la dura o la ofendida, no te creo ni un poco.—mojó su lóbulo y estaba dispuesto a recorrer su cuello, hasta caer en sus senos, pero ella se paró con brusquedad.

Sus ojos se abrieron tanto que dolían, y estaba él, su sonrisa era siniestra, sus ojos se intensificaban con un destello aterrador, alzó la mirada, como si la tuviera en sus manos, en su poder, mordió sus labios como si saboreaba lo que sería suyo.

Sus latidos eran sofocados en su cuerpo inmóvil.
Su mirada estaba en ella, como si estuviese indagando cada lugar, y su mente lo llevara a un cuarto de hotel.

Aferrada a su autocontrol solo apretó los puños—Si busca una respuesta, es su totalidad es un no, si busca una razón, le doy las gracias y me retiro.—recogió su libreta y fue al mismo rincón a tomar su cartera.
Hasta que lo vio arrojar la copa contra el suelo como si nada, el estruendo la espantó y retrajo las manos.
Él solo sonreía como si no hubiese provocado aquel desastre sobre el piso puramente blanco.

Al romperse los cristales se esparcieron por cada esquina, ella hiperventilaba mirando al suelo, su corazón latía con tanta fuerza que sentía que se detendría.

De repente se puso al frente impidiéndole el paso.
Alaya presionó tanto los nudillos que comenzaron a blanquearse diluyendo la sangre, Amin se acercó aún más.

Era una rara sensación, los labios de ella latían con ímpetu, los cristales del piso resplandecían, no lo entendía del todo, pero sabía que no era normal, ese sentimiento de descontrol no se complementaba a los cálculos en orden de toda su vida, no estaba bien, no era correcto.

Amin sentía aquel remolino inconcluso, incomprendido hasta por el mismísimo Alá, tan bizarro que se le escapaba de las manos y por alguna razón, estaba endemoniadamente excitado.

Se estiró y fingió un bostezo.—No pensará usted que hablo enserio, ni siquiera la conozco, además ¿diez millones? considéreme usted tacaño, o tal vez «usted»—llevó el dedo índice a la línea entre sus senos, y la tentación ascendía, más viva que nunca, pero le daría más diversión al juego— ... no es la mujer por la cual pagaría diez millones de dólares.—lo deslizó hasta sostener su barbilla y hacer que lo mirara fijamente.— solo quería ver su reacción, espero no lo haya tomado con tanta seriedad.

Una vez más los cristales se rompieron, esta vez fue algo en su interior.
Apretó los ojos y visualizó el piso tintado de vino, agitó el cuello de su camisa buscando oxígeno.—¡¿Una reacción?! ¿Tan exagerado quería lucir para dejar este desastre?

—No es nada que la servidumbre no arregle.—hizo un gesto de que le daba lo mismo.

—Sabe ¿Qué? tiene razón, no valgo diez millones, no nací en un pedestal de oro y diamantes como lo ha hecho ¡Usted! tampoco valgo cinco, ni siquiera uno, no valgo nada...
No valgo nada y a la vez valgo demasiado, pues no soy como ¡Usted! no le pongo precio a las personas como si se tratase de "cosas" sin corazón y sin sentimientos, valemos más de lo que todo el dinero del mundo puede pagar, si vienes de arriba, si vienes de abajo ¡No importa un carajo!
Lamento mucho lo de su padre, aún más lamento lo de su madre, pero ni siquiera eso justifica sus acciones, no justifica que sea ¡Usted! el que no valga como persona.

Amin cruzó los brazos, sin duda llegó a ofenderse, pero otra vez aquella fragancia de flores cubrió su olfato, y mientras le reclamaba él no hacía  más admirar sus labios, en su forma de corazón, en aquel labial de luz tenue y en los mismo gestos duros que le hacían encender lo que algún día estaría obligada a apagar.

Tomó un fleco de su cabello y lo enredó en su dedo—¿Está segura? quizás nos podamos conocer mejor, y una vez que tengamos más confianza podría...—rozó su mejilla y dibujó la línea de su labio inferior.

Ella abofeteó su mano, roja, pero de ira.—No todo en la vida es dinero, señor príncipe maleducado.... Y no....

Amin miraba como su boca subía y bajaba con poco sentido para él, rascó tras su cabeza mientras expresaba aquel discurso extremadamente largo y fantasioso.

Pensando por pocos segundos llegó a una conclusión definitiva:
No hay manera, recurriré a los clásicos.
Tendré que callarla a la antigua.

Tomó su cabello, sujetó su nuca y en un intento conflictivo, le plantó aquel beso.
Besó sus labios aún teñidos en vino.

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