Sombras en la Niebla

By Nyhlea

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[Ganadora Terror/Paranormal Watty 2019] 21 de diciembre, 2016. Un grupo desaparece en el bosque entre la espe... More

Antes de comenzar...
Sombras en la Niebla
Dedicatoria
Prólogo
Primera Parte | Un pueblo maldito
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Segunda Parte | La dama del infierno
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Tercera Parte | El castigo del monstruo
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Cuarta Parte | La mortalidad de las ilusiones
Capítulo 30

Capítulo 21

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By Nyhlea

I

La habitación no era una de hotel. El piso era de viejas y desgastadas baldosas y las paredes blancas de concreto tenían la pintura salida a pedazos. No había una distinción clara entre las paredes y el techo, ya que estas eran altas y se comenzaban a curvar hasta formar la planicie. Las ventanas estaban al otro lado de la puerta en la que seguía apoyado, las que no tenían cortinas, pero sí una rejilla en la mitad inferior de estas y una lámina pegada en su totalidad para volver la superficie borrosa. En el resto, no había cuadros ni decoraciones, sólo un enorme reloj detenido en las cuatro de la tarde y una gran cruz de madera barnizada.

La luz de la tarde entraba a raudales, iluminando los delgados pilares de concreto repartidos más hacia los límites, y las sillas de madera y metal que estaban dispuestos en un círculo casi completo, ya que tenía una especie de pasillo que conectaba el centro despejado con el resto del aparente comedor escolar. Y allí, justo en medio, estaba una figura humana sentada con las piernas cruzadas y las manos apoyadas en las rodillas desnudas. Desde mi lugar, podía ver que sólo llevaba unos pantalones blancos en su tostada piel, la que cubría un cuerpo raquítico y avejentado.

La respiración provenía de él.

Volví a mirar unos segundos más la puerta de hotel y luego el comedor. No lograba entender lo que estaba pasando; el como un lugar como aquel estaba metido en un hotel y que pareciera tener su propio atardecer despejado al otro lado de los ventanales. Parecía de otro mundo, una situación onírica en la que me había visto envuelto sin buscarlo. Sin embargo, cualquier situación era mejor que la cosa que estaba en el pasillo.

Observé la herida que estaba en mi hombro, la cual había atravesado las capas de ropa. La sangre se estaba secando, por lo que supuse no tendría que preocuparme mucho. Además, había sido más bien superficial, sin comprometer los músculos o algo peor.

Con cautela, avancé en dirección al hombre en el círculo. No fui directamente y tampoco hice ruido alguno. No sabía cuán humano era o si era seguro estar cerca de él. Si estaba en un lugar como aquel y de esa manera, entonces no se debía tratar de nadie cuerdo.

A medida que me acercaba, sus facciones se hicieron más evidentes. La puntiaguda y caída nariz sobre tupido vello que le crecía en el rostro, el que envolvía labios secos y agrietados. Profundas arrugas surcaban su piel a los lados de los ojos y la sien, la que era amplia por la perdida de cabello que había sufrido con los años, el que era canoso y lo llevaba corto. Pero nada de eso llamaba realmente mi atención. Justo a ambos lados de la nariz, los párpados estaban hundidos y cerrados, dando a entender que no poseía globos oculares.

"... episodios de extrema violencia." "Alucinaciones de figuras humanoides mirándolo por la ventana." "Atacó a su familia con un cuchillo de cocina y se quitó los ojos con los dedos."

Era imposible no recordar el expediente en la recepción del hotel, el que hablaba de un hombre que había perdido la cordura y atacado a su familia, para luego arrancarse los ojos para buscar la paz al no ver a lo que lo observaba por las ventanas de su casa. Lo más perturbador, era que el número 204 estaba en el expediente. Justo la habitación en la que había entrado, con ese brillante número colgando en ella.

Tenía que salir de allí. Todo me gritaba que era peligroso y yo estaba herido y cansado, pero tampoco podía optar a ello con esa cosa rondando el pasillo del segundo piso. Por lo menos, contra un humano tendría más posibilidades de salvarme. O eso quería creer.

Lo más extraño de todo, más que ese comedor ajeno al pueblo, era que un hotel estuviera relacionado con un hospital psiquiátrico...

—Veo que volviste —dijo el hombre, sobresaltándome, pero yo no contesté. Hablarle devuelta sería provocar que se reafirmaran sus sospechas de que no estaba solo. Además, yo no era del que hablaba, nunca lo había visto en mi vida—. No seas tímido, ambos sabemos que sé que estás aquí —aseveró ante mi silencio.

Ya sin la necesidad de no hacer ruido, cojeé hasta la primera ronda de sillas, la más externa, y me permití descansar apoyado en el respaldo de una de ellas. Mas no le respondí. No estaba seguro de que no corriera peligro si lo hacía o que mi voz no fuera a temblar por el intenso dolor que sufría en ese momento.

—El director no me creyó, dijo que seguía alucinando. Pero ya sabes como son los doctores, no creen en lo que no está escrito —murmuró, rascando la piel detrás de su oreja con una larga y rota uña, ladeando la cabeza, lo que me recordó a un perro que no entiende lo que ocurre—. Pero ambos creímos que dejarías de venir cuando me quité los ojos —rio—. Ya ves, eso no sucedió. Quizás debería... —Su voz se iba volviendo más suave mientras hablaba. Para poder oírlo, me había tenido que ir acercando a su posición hasta quedar a unos pocos metros de distancia—. ¿¡Ya no hablas, monstruo!?

La agresividad en sus palabras me sobresaltó, al igual que el que me llamara monstruo. Sentía que no era a mí a quien le hablaba, que intentaba llegar a la bestia que rugía inseguro en mi interior. Sabía que eso no era probable y que me estaba confundiendo con alguien más, pero no podía evitar sentirme turbado con sus palabras.

El hombre dobló las piernas frente a él y luego utilizó las manos para terminar acuclillado en su sitio. Torció el cuello hacia arriba e hizo crujir sus vertebras; un ruido fuerte y claro que bombeó más adrenalina en mi sistema.

—Hace ya muchos años que no nos veíamos, pero no debes guardar rencores —continuó, acentuando mi extrañamiento ante su afirmación de que me conocía. No sabía cuántos años, pero sí que era imposible que nos hubiéramos conocido en ese tiempo. ¿O acaso el pueblo me había quitado ese recuerdo? ¿Realmente lo conocía?—. En ese entonces eras menos tímido.

El viejo se incorporó sobre sus piernas y se sacudió el polvo de los pantalones, los que de por sí ya estaban bastante maltratados. Luego, estiró los brazos y los llevó a ambos lados de su cuerpo para avanzar hacia mi posición. Tuve que ignorar la urgencia con la que el monstruo me pedía que retrocediera, que tampoco era seguro dejar que estuviera cerca de mí.

Me incliné sobre una de las sillas que estaban a ambos lados del improvisado pasillo que le permitía salir de ese círculo, buscando que no chocara con mi cuerpo al pasar por allí. No era creyente, pero una parte de mí quería rezar para que no lograra dar conmigo. Si bien la adrenalina estaba ayudando, realmente el dolor era insoportable. Tendría que descansar si quería poder salir de allí. Claro, eso si lograba sobrevivir a ese viejo loco primero.

—¿Vamos a seguir jugando a este juego estúpido? —cuestionó, deteniéndose justo en frente, con una sonrisa torcida.

Extendió una de sus huesudas manos hacia mí, tomándome por la barbilla con la destreza impropia de alguien que no tiene casi músculos y carece en su totalidad de ojos. La acción provocó que saliera un gemido de mi boca, lo que aumentó el diámetro de su sonrisa.

—Ahora estamos entrando en la mutua cortesía, ¿no lo crees? —Soltó una carcajada y giró su cuerpo en mi dirección. Yo luchaba con ambas manos para soltarme de su agarre, por lo que el tubo de metal cayó con fuerza al suelo, provocando un repiqueteo sonoro contra las baldosas del piso.

Sus largas y rotas uñas se me enterraban en la carne de las mejillas y la manera en que ejercía presión provocaba que se me abriera levemente la boca. Aun así, me mantuve en silencio.

—Ahora, dime, ¿a qué has venido? —preguntó, levantando los párpados, dejándome ver la oscuridad que escondía la piel que antaño había cubierto un par de ojos humanos.

Con la luz llegando de detrás de su espalda, no lograba ver con claridad las cuencas y la carne que debía de haber quedado en ellas luego de la exéresis brutal. Tampoco era como ver al abismo que me había presentado la criatura anterior, pero la sensación de vacío en mi estómago se asemejó bastante.

—Contéstame. —Su demanda vino seguida de una nueva presión en mi piel que logró abrir un par de cortes, los que no tardaron en sangrar y dejar un húmedo camino hasta mi mandíbula.

No debía, eso era lo único claro que tenía. Si hablaba, entonces algo peligroso podría pasarme. Pero, al mismo tiempo, el silencio estaba comenzando a traer un sufrimiento que no sabía si podría soportar. Cada célula de mi cuerpo pedía a gritos que todo aquello se detuviera, que encontrara un agujero donde sanar mis heridas. Mas estaba el otro lado, el monstruo, el que estaba dispuesto a usar dientes y garras para sobrevivir.

Un golpe en mi estómago me obligó a doblarme sobre mi propio cuerpo. El puñetazo había logrado quitarme el aire y me soltó justo para dejarme caer al suelo. Abrí un tanto los ojos para buscar la vara de metal, pero esta había rodado hasta quedar bajo los asientos un par de metros más allá.

—Huelo la sangre y el veneno circulando por ella en ti. No vas a sobrevivir mucho más —siseó, acuclillándose a mi lado—. Habla y quizás le hable bien de ti al director. —Sus palabras sonaban a un mal chiste, a algo que sólo una mente retorcida como la de él podría disfrutar.

Me mordí la lengua con fuerza y la solté para respirar entrecortadamente entre mis apretados dientes. El silbido del aire entrando y saliendo pareció divertirlo, porque rio y me jaló del cabello para obligarme a mirarlo al rostro, el que seguía mostrando esas oscuras y pútridas aberturas.

Una larga lengua se asomó entre sus labios, la que pasó por uno de los cortes para probar la sangre. La sensación fue desagradable, por lo que quise huir. Su mano volvió a asirme con fuerza por la barbilla, acercando su rostro al mío.

—Habla, pequeña bestia, habla.

Tomó mi cabello con su mano libre y me arrastró por el suelo hasta quedar fuera del círculo, donde me dejó caer como un muñeco de trapo al tiempo que yo gruñía de dolor e intentaba soltarme. Se alejó unos pasos, enfrentándose a la cruz y dándome la espalda a mí. Utilicé mi brazo sano para incorporarme levemente y doblar mi cuello para observarlo.

—Aquí nadie va a oírte —dijo, elevando los brazos hacia el techo con los dedos torcidos como garras—. ¡Este es mi pequeño santuario! —exclamó, girando sobre sus pies para volver a enfrentarse a mí—. Así que, Arser, ¿vas a obligarme a que te saque las palabras a golpes? —Enarcó una ceja y bajó los brazos, volviendo a avanzar hacia mí.

Mi apellido en sus labios me supo a una enorme mentira. Yo no lo conocía, era imposible. En mi vida lo había visto y era una idea que continuaba repitiéndose en mi cabeza, como un cantico que me proporcionaba un lugar seguro donde mi confusa mente pudiera dejar de dar vueltas sin control.

—¡No sé quién eres! —grité, dejándome llevar por el pánico.

—¡Mientes! ¡Eres un sucio y asqueroso mentiroso! —gritó a su vez, dando largas zancadas hasta donde me encontraba—. ¡Todos creían que mentía, pero si existes! —Pasó una pierna por sobre mí y se sentó en mi pecho, obligándome a abrir la boca con sus largos dedos—. Pero, quizás, si te corto la lengua y se la llevo al director, entonces va a creerme y tú dejarás de decir viles mentiras —carcajeó, tomando mi lengua para comenzar a jalar de ella.

Me retorcí como pez salido del agua, pero no hubo caso. Comenzaba a tirar y a intentar arañar, pero mi saliva le dificultaba la tarea de arrancármela de un tirón. Entonces, apreté los dientes y logré morderlo, con lo que me soltó y retrocedió afirmándose los heridos dedos.

—No te necesito vivo, tampoco escucharte —gruñó, como un animal enjaulado.

Dejó su mano herida a un lado, dejando caer grandes gotas de sangre al piso. Con la otra, rebuscó algo en su bolsillo hasta encontrarlo. No pude ver bien que era, pero el metal dio un pequeño destello por la luz de las ventanas antes de que lo introdujera por su oído izquierdo con fuerza. El ruido de la carne desgarrándose llegó hasta mí, consiguiendo que el monstruo gruñera desde mi garganta y este se escapara por entre mis labios heridos y ensangrentados por sus uñas.

La luz de la tarde se comenzó a extinguir a una velocidad alarmante, llevando a la habitación a una completa oscuridad. Mis ojos no se apartaron de la figura que sonreía con satisfacción, mientras un hilo de sangre caía por su ahora inexistente oído.

—Ahora, vamos a jugar de verdad.

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