Jaden {Bilogía El Príncipe d...

By AbbyMendez11

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É𝑟𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑑𝑜𝑠 𝑙í𝑛𝑒𝑎𝑠 𝑝𝑎𝑟𝑎𝑙𝑒𝑙𝑎𝑠, 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑐𝑒𝑟𝑐𝑎, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑛𝑢𝑛𝑐𝑎 𝑗... More

W E'R E D I F F E R E N T
P R Ó L O G O
R E P A R T O
A D V E R T E N C I A
I-Demuestra ser Alabi
II-Nada tienes, nada vales.
III-Libros en blanco
IV-Lo pido, lo tengo.
V-Oz
VII-Dos pasiones
VIII-La chica del velo dorado
Anuncio importante
IX-El susurro del diablo.
X-El juego acaba de empezar
XI-El hombre sin conciencia
XII-El relato del lobo y la oveja
XIII-La teoría del amor no retribuido
XIV-El origen
XV-La sobriedad tiene un gesto inusual
XVI-Puede que un día te maten
XVII-Nunca confíes en Ross
XVIII-Demente
XIX-Reina mía
XX-No soy gay
XXI-Somos una enfermedad
XXII-El nuevo profesor
XXIII-No me acuesto con estudiantes.
XXIV-La fiesta (Parte 1)
XXV-La fiesta (Parte 2) Cuando una zorra sufre
XXVI-El rocío descendiente del cielo
XXVII-¿Quién mató a Vans?
XXVIII-¿Quién Mató a Vans?- Parte 2
XXIX-Sobre el hilo Rojo
XXX-Mujercitas
XXXI-L S D
XXXII-Obsession
XXXIII-Perfecto asesino
XXXIV-Father
XXXV-La carta del Ángel
XXXVI-Culpable
XXXVII-La carta del Diablo
XXXVIII- La Carta de Diablo II
XXXIX-Fiesta de fin año.
XL-Red Idol
XLI-Amar a un mentiroso
XLII-Tres palabras
XLIII-La primera mentira
XLIV-El único Amor de Henry
XLV-Ese Alguien
XLVI-Confía en Ross
XLVII-El juego de las manipulaciones
XLVIII-Llameaba furia
XLIV-Las estrellas en tus ojos
XLV-El fin de mi virginidad
XLVI-El pecado entre tus piernas
Capítulo XLVII-Devoraré tu alma.
Capítulo XLIVIII-Las mentiras de un pasado.
Capítulo XLIX-Inexistencia
Capítulo Final: ¿La podrás salvar esta vez?
E P Í L O G O

VI-Solo somos reflejos

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By AbbyMendez11

Los ojos no solo exhiben tu alma, reflejan tus demonios.

.

—Yo también me retiro.—comentó Ortiz quien trató de mantenerse al margen del suceso.

Amín presionó su cabeza con dureza en el espejo, cerró los ojos, maldiciendo en ambas lenguas, su cara ardía, su pecho se consumía, podía jurar que enloquecería esa noche, su mente estaba hecha un nudo ¿De verdad estaba dispuesto a perder? Caer rendido ante una chica.
—¡Maldita sea! Robert ¿Qué demonios hago?—golpeó el espejo a puño cerrado, pero no se agrietó, se impulsó atrás con las manos abiertas, recogió la champaña de una mesa circular abastecida de aperitivos y bebidas finas, sacó el colcho y se tomó casi la mitad de un solo trago.
La desprendió de sus labios con la respiración jadeante, aún más perdido en los pensamientos, en la búsqueda inútil de cómo salir de aquella situación, cómo ganar cuando la derrota estaba a un solo paso, a un segundo, quizás ya había perdido y no quería aceptarlo.—¡Maldita sea!—aterrizó el peso de su cuerpo apoyando ambas palmas en la mesa, no le gustaba esa idea, no, no estaba dispuesto a dejarla ir tan fácil.

—¿Me preguntas a mí?—inquirió Robert encogido de hombros.— No lo sé, ni siquiera sé cuál es tu psicosis con esa chica, en serio te estoy perdiendo.—resopló, fue a los bocadillos, despegó unas cuantas uvas de su tallo, llevó una a su boca, le dio un mordisco a la pulpa y desechó el raspón de la punta sobrante.

—No estoy siendo obsesivo—tomó otro trago con una mala mirada, recogió el cabello de la peluca que estorbaba tras sus oídos.—tú fuiste el que sugirió pasarla bien en esta isla, además "¿Tú y Jachi?"—le hizo señas de que no era quien para juzgar.

Robert sonrió, una que podía parecer inocente pero no tenía nada que ver, hizo malabares con las uvas en sus dedos y lanzó una aire, subió la cabeza buscando atraparla con la boca, le guiñó el ojo cuando lo consiguió.
—Ok, en primer plano el juego de Jachi y yo es muy distinto, no es forzado y es divertido—rió y le sacó la lengua.—, tú por otro lado estás de siquiatra, hay muchas más chicas, Amin.—llevó la mano a la altura de su oído e hizo círculos en el aire.

Consumió las últimas gotas en la botella y la arrojó con brusquedad sobre la mesa.
—Es ella y punto, Rob.—rugió, hizo una pausa y bajó la cabeza.
Palpó la superficie de cristal que servía de soporte para los alimentos y cerró los ojos.
Rozó con suavidad en movimientos giratorios y continuos, casi podía verla, el retrato de su cuerpo en el vidrio, sus senos, podía sentirlos, descubiertos, exquisitos, podía acariciar justo la punta, dominarla, concederle dolor, pero no uno cualquiera, sería sufrimiento sumado a placer, y ella le suplicaría, lo rogaría rasgándose la piel, le imploraría como un suplicio, que la penetre.
No, esta vez podía dar garantía de ello, su primera vez le pertenecía.—No es forzado, solo me está tomando más tiempo.—lanzó una uva a su boca y le guiñó el ojo.

.

Por otro lado, Alaya se encaminaba a la entrada trasera, tenía sus audífonos a todo volumen con Two Feet sacudiendo su espíritu, se los sacó en cuanto vio a dos agentes con aquella mirada inicua y desentendida, como si la analizaran de pies a cabeza, escondiera drogas o algo similar.

—¡Saludos! ¿Qué tal? Soy Alaya Flores, me contrataron para trabajar aquí.—sentía un poco de inseguridad, imaginó que Jaden la esperaría afuera, pero ni siquiera logró comunicarse, no respondía sus mensajes ni sus llamadas desde hacía unos días.

—¿Trabajar aquí? ¿En qué servicio?—preguntó uno de los guardias cruzado de brazos.

Exhaló y se mordió el labios inferior—No lo sé aún, el chico que me consiguió el puesto sólo mencionó que asistiera a esta hora y él se encargaría del resto.—eso no se escuchó nada bien, sintió como sus expectativas bajaban a toda velocidad y se hacían polvo contra el suelo, se preguntaba dónde estaba él ¿Dónde estaba Jaden?

—No sé qué trama señorita, pero los empleados que se encuentran trabajando para esta gala así como todos los que realizan alguna labor, entretenimiento y demás, fueron seleccionados hace exactamente 6 meses, practicando 8 horas cada día.—mencionó el otro uniformado que la observaba minuciosamente—¿Acaso no sabe toda la gente importante, a diferencia de usted, que hoy se presentarán aquí?

Alaya miraba cómo su boca se movía lentamente, entre muecas y gestos de aversión, como si le hablara al gusano más horrendo de la tierra, aborrecible y sucio.

El mismo hombre dio un paso adelante y después se quedó tieso, como los muertos—Le pido con anterioridad que se retire, no procure que tomemos medidas.—le ordenó en un tono amenazante y un aspecto que buscaba transmitir lo mismo.

Su boca se abrió, no pudo hablar, no pudo decir nada por un minuto completo, estaba frenética.
Los nervios no ayudaron, trató de controlar las piernas pero fue imposible detenerlo en sus manos, buscó el inhalador en su mochila, aspiró lo más parecido a un aliento de vida que podía conocer. Le devolvió la tranquilidad y la estabilidad a su cuerpo, le devolvió las palabras, sabía lo que tenía que decir.

—No, no estoy tramando nada señor, es cierto lo que digo—habló con verdad y firmeza, con la mano en el pecho, al final, todos tienen un corazón, si les explicaba, ellos podrían entenderla.— estoy al tanto de que no estaba enterada de las condiciones pero en serio necesito este empleo, por favor, necesito que una persona de esas importantes que usted menciona esté dispuesto a ayudarme con...

El guardia no esperó que concluya y le gritó:
—¡Eso es! Trata usted de infiltrarse para aprovecharse de alguno de los invitados.—fue sobre ella a toda a toda prisa y el otro le siguió de lado, forzaron sus manos y la retuvieron a su espalda.

Fue tan repentino que siquiera lo vio venir, en un segundo esos dos hombres estaban encima de ella, a punto de obligarla a arrodillarse y colocarle unas esposas. No podía entenderlo, no podía entender cómo pasó, en qué momento.
Las lágrimas se deslizaron en sus mejillas ¡Pero no quería llorar! No quería darles a entender que se sentía acorralada por ser descubierta, o remordida, pero sus garras dolían, apretaban con intención para hacerla doblegarse, uno sujetó su cabello y lo empuñó como un trapo, arrojó su cabeza para atrás con fuerza, casi lo dislocó por el tirón.
—¡No es cierto!—gritó con el dolor.— ¡Suéltenme! ¡Suéltenme!—de nada servía resistirse, ellos eran mucho más grandes, bruscos y fuertes, podían lanzarla al piso con facilidad, en cambio querían hacerla rendirse, que dejara de luchar, pero ella no estaba dispuesta, no se arrodillaría ante ellos.

—¿Qué pasa aquí?—exclamó Ortiz exaltada, quien desde los pasillos cercanos escuchó el desorden.

—Esta mujer trata de colgarse para perturbar a los invitados.—alegó uno de ellos.

—¡Ya les dije que no es cierto!—gritó con la voz rota.

-—¡Alto el alboroto!—vociferó Ortiz alzando las manos abiertas.

Los agentes dejaron de apretarla y ella de resistirse.

—Suéltenla—los guardias la soltaron—¿Qué tiene que decir en su defensa joven?—se acercó a la chica, la miró directo a los ojos, parpadeó en revuelo, su rostro se fue relajando despacio, como si hubiese descubierto un diamante entre carbón.

Alaya respiraba con agitación, acarició sus muñecas, pálidas por la falta de sangre circulando en el agarre, limpió aquellas lágrimas que salieron sin su consentimiento, luego elevó el rostro, sólida, como si nada le hubiese afectado, miró directamente a la señora, como ella lo hacía, y sin pelos ni tropiezos en la lengua soltó:

—Jaden Durant me dijo que me presentara para ocupar un cargo en este lugar, la verdad ni siquiera especificó y fue mi error no preguntar, solo mencionó la hora y la dirección, y él solucionaría lo restante, fue mi error confiar sin responsabilidad.—se reprochó así misma, fue una tonta precipitada por querer acabar con los problemas de una vez por todas, ignoró por completo lo que siempre decían sus padres, lo fácil nunca es bueno.

—¿Jaden Durant?—le preguntó pasmándose en el momento.

Ella parpadeó para espantar las lágrimas y asintió cabizbaja.

Ortiz se quedó en silencio sin creer lo que pasaba, cada músculo de su cuerpo estaba en tensión, reaccionó lentamente al principio y después de golpe.

"Entonces es verdad, todo lo que dijo Amin es cierto"

Sentía pesar por aquella chica, si lo que decía tenía certeza, lo único que quería era trabajar, trabajar para ayudar a sus padres, un acto de honradez.

Buscó algo en el bolsillo de su blazer, se aproximó y levantó dulcemente el codo de la chica, presionó el dispensador del envase que había sacado por encima de su muñeca, el contenido transparente, de la consistencia de un gel, se sentía frío, era una buena sensación, lo frotó con cuidado en ambos brazos.—Entonces ¿Vienes a laborar chiquilla?—expresó con benevolencia.

El guardia mayor intervino de inmediato con un paso al frente—¡Jefa! ¿Qué hace? Ni siquiera está entrenada, además dijo que se ligaría con los visitantes para aprovecharse de ellos.

—¡Silencio Contreras!—recriminó Ortiz señalándolo.—estoy hablando con la chica.—volvió a ella y se centró en su mirada, aquella temerosa y firme a la vez, que le proyectaba tanto—¿Vienes a laborar chiquilla?—repitió.

—Venía, no me quedaré en un lugar donde hay ignorantes que piensan como este señor.—se apartó, vio como hizo el intento de volver a tomar su mano pero se enderezó, su postura era enviable, retrocedió y se abrazó, vio que el agente la miró con algo más que rencor, y ella no contemplaba callar de nuevo.

—Chiquilla no nos juzgue a todos por ignorantes como Contreras y López—habló de repente, Alaya giró a ella con brusquedad—. La entiendo más de los que cree, acompáñeme por favor, conmigo nada le pasará.—palmeó su antebrazo indicándole que se apoye de él.

—¿Qué?—susurró para sí levantando las cejas, aquella señora había sido amable con ella desde que llegó, incluso le creyó sin indagar demasiado.

¿Cómo sabía que decía la verdad? ¿Conocía a Jaden?

Apretó los muslos para no vacilar, hizo un asentimiento y respondió al gesto de cortesía.

La señora apretó su mano con calidez y le sonrió.

Los guardias se apartaron, no con mucho gusto pero la dejaron pasar.

—¿Qué le mencionó a Contreras en cuanto a los invitados? Por algo lo dijo ¿No?.—inquirió Ortiz una vez que atravesaron la puerta.

Alaya suspiró de sólo recordar, quería pasar rápidamente de esa parte, estaba cansada de pensar en ello.

—En la universidad un profesor bastante insoportable me responsabilizó con un ensayo sobre las clases sociales—gruñó y lo volvió a maldecir internamente—, son 1000 páginas en las que debo interpretar el tema desde un punto de vista de clase baja, es decir, "pobres", en esta no tengo problema alguno—reconoció, dibujando una línea en su labios, ladeando la cabeza.—, le podría describir todo un libro hablando de cómo mis padres, mi familia y yo hemos luchado por vivir honradamente sin sucumbir a los instintos cuando se tiene hambre o cuando ves a gente que tiene miles de cosas que tú nunca siquiera vas a probar.—dejó salir el aire que había estado conteniendo, no se avergonzaba de ello, jamás saldría de sus labios algo que lo indique, pasar por todo eso la fortaleció, tal vez le abrió los ojos, de ello aprendió a diferenciar los privilegiados de los desechados, los de arriba y los de abajo, los verdaderos monstruos y las victimas reales. Endureció el rostro y continuó:
Pero... también tengo que buscar a alguien "rico", que exponga su punto y me comparta un poco sobre su vida llena de lujos. A eso me refería con el señor, no era mi intención molestar a nadie, solo...—las palabras se detuvieron por sí solas, aquello parecía cada vez más lejano.

La señorita Ortiz la contempló, su voz tenía esa entonación ligera y delicada que acariciaba los oídos, recordaba aquel gesto singular en sí, aquella dedicación y firmeza notorias incluso sobre sus poros, vio el mismo dilema existencial y la pasión descomunal por lograr y enorgullecer, se reflejó en Alaya, en su carisma, su paciencia, sus expresiones.

—En algo Contreras tenía razón—se refirió, admirada.—, la mayoría de invitados aquí son personas refinadas, dadivosos y poco solidarios, no te ayudarían, no querrían ser molestados por la servidumbre.—se expresó honestamente, sabía que no eran las palabras que quería escuchar, pero de nada servía ofrecerle expectativas a la chica.

—¿Usted podría ayudarme?—preguntó con gran ilusión

Negó con la cabeza en una pequeña sonrisa.—No, no podría.

Alaya agachó la mirada, tal vez se precipitó al hablar.

—Entiendo.—susurró, sus mejillas se sonrojaron.

—No, no se equivoque, con gusto le ayudaría si pudiera—le aclaró, confortando su hombro.—pero no soy lo suficientemente rica, no crecí en lujos ni los prefiero. Vengo de un lugar como usted.

Una línea apareció entre sus cejas—¿En serio?—preguntó con asombro.

—Así es joven, pero no se preocupe—deslizó la mano a su espalda y la acarició con dulzura—, conozco a alguien de esos refinados que sí la puede ayudar, tal vez no ahora, se encuentra sumamente ocupado, pero me dejará su número de teléfono y...—se detuvo y subió el dedo índice, como si hubiese recordado algo importante— A propósito, ni siquiera me ha dicho su nombre.—le mostró sus blancos dientes con empatía.

Se tapó la boca para no gritar como loca ¿Era un ángel aquella mujer?—Alaya, Alaya Flores Orquídea ¿Y usted?—dijo, escuchándose ahogada por la mano en sus labios, hasta quiso tirar algunos pasitos de baile para festejar, pero no, ya eso sería mucho.

Ella rió, era tan dulce y afeminada—Todos me llaman Ortiz, me contactaré con usted para comunicarle en que día podemos realizar la sesión.

—¡Por supuesto!—gritó demasiado fuerte, lo notó así que respiró rápido para calmarse—Nunca tendré suficiente para agradecerle, esto es mucho más de lo que pedía, usted es un ejemplo, todo lo que quisiera ser en el futuro.—se lanzó por impulso y la abrazó.

Ortiz se sobresaltó, eso no lo había considerado, pero igual lo recibió y se sintió bien hacerlo.

—¡Basta ya!—mofó en un risita.—No tengo problemas en ayudarla siempre y cuando pueda.

Ella asintió como un cachorrito obediente.—Por cierto señora Ortiz, no a mencionado cuál es la persona que se ofrecerá, lo digo en caso de que deba tener una preparación previa.

La señorita Ortiz se detuvo, haciendo que Alaya haga lo mismo, agarró sus manos y cruzó los dedos con los de ella, la apretó con fuerza, eso la intimidó.
Oprimió sus párpados y exhaló sobre su rostro.

—Alaya —ladró como si la estuviese reprendiendo.—prepárese, y prepárese muy bien, está a punto de cruzarse con la persona más necia, irresponsable e incesante que alguna vez haya conocido, es tonto, es incapaz y ruidoso,—miró al techó y rodó los ojos, Alaya aún seguía con cara de expectativa.— Mencionar lo presumido que es está demás. Tiene que ser fuerte y mostrarse superior, no se deje envolver, siempre mantenga la cabeza en alto.—resguardó sus manos y le advirtió mirándola de frente, era de las pocas chicas en las que intuía, aunque sea en una setenta por ciento, que no terminaría en la cama de Amin.

Alaya asintió nueva vez, sus descripciones eran tan gráficas que supuso que estaba exagerando.
Ortiz continuó:
—Prepárese y prepárese muy bien, pues se entrevista será con el propio Príncipe de Dubái.

Aguardó por una respuesta pero ella estaba perpleja.
Pasaron minutos de miradas extrañas y asentimientos incómodos.

—¿Un príncipe? no le entiendo Ortiz.—habló finalmente en un leve temblor de voz, se mordió la lengua para controlar el ¡Qué mierrrrd***! que su mente quería exclamar.

—Como escuchó, esta es la persona a quien entrevistará, se lo debe.—de eso estaba segura, unió las manos por delante y siguió el camino.

Alaya la siguió como un perrito faldero—¿Qué? ¿Me lo debe? en serio discúlpeme, pero esta cometiendo un error, es imposible que alguien como yo...

—De eso me encargo "yo" señorita—dio media vuelta y le puso un dedo en los labios.— puede confiar en mí, no se menosprecie por favor, usted es suficiente, ojalá existieran más personas así.

—No me estoy menospreciando solo estoy siento realista, ni siquiera le conozco, no estoy preparada.

—¡Ya no más excusas!—le dio un golpecito en la frente.—Lo único que tendrá que entender, es que esto es algo que por ahora debe mantenerse confidencial...—le hizo saber con la mayor claridad posible.

Una empleada llegó algo agitada, les interrumpió al instante:
—¡Señora Ortiz! La he buscado por todos lados, en la zona veintidós necesitan su ayuda lo antes posible, ya va a iniciar.—la chica no dejaba de moverse, de verdad parecía tener prisa.

Ortiz le colocó la mano en el hombro produciendo un efecto placebo en ella, su respiración se normalizó y le sonrió a la parecía ser su jefa.
Volvió a Alaya rebuscándose algo en los pantalones—Senorita Flores su trabajo aquí será ayudarme con la supervisió. Paséate por todos lados, si ves que algo anda mal llámame tan pronto como sea posible, toma esta tarjeta, si te preguntan qué haces aquí y la muestras no te molestarán más y esto para que te comuniques.—pasándole un walkie-talkie y una tarjeta dorada.

—Pero ¿Cómo supervisaré?—le preguntó, con un tono nada animado.

—Usa tus instintos, sé que eres buena, hasta luego.—le dio la espalda y el adiós agitando las manos. Partió junto a la chica.

Pasaron unos minutos desde que Ortiz se marchó, había entrado a varios cuartos a los largo del pasillo, que más bien parecía un laberinto, preguntó y vigiló si todo iba bien, todos ellos le aseguraron que iba mejor que nunca, no lo dudó, con seis meses de entrenamiento no se extrañaría. Si es que el guardia no mintió, pudo exagerar para echarla más rápido, eso sí no lo dudaría.
El palacio era gigantesco, nunca había visto tanto lujo, y si eso era en los espacios de servicio, ya podía imaginar el de los ricos, pero no era capaz de sacar de sus pensamientos lo que mencionó Ortiz, ese príncipe desconocido.

.

Amin estaba sentado sintiendo que su cabeza explotaría y Rob no paraba de apreciarse en el espejo.

Ortiz pasó a la habitación deprisa.
—¡Todo listo prepárense para salir!—ordenó, direccionando a los empleados.

El espejo gigante comenzó a temblar repentinamente, Rob se espantó e hizo sonar un grito afeminado, luego se dividió abriendo un pasillo conectado a un balcón que se desprendía de la pared junto con unas elegantes cortinas púrpuras que cubrían el lugar; se escuchó un murmullo al fondo desde la parte inferior.
La terraza se instaló por completo, en seguida los asistentes colocaron los tronos y se retiraron, dejando únicamente a Will y Ortiz en el aposento

Ortiz se colocó en el puesto que le correspondía—¡Ubíquense rápido! Y recuerden el procediendo.—rezó a Dios que lo hicieran.

Ambos se sentaron con pereza, imaginando cómo pasarían toda la noche, más aburridos que calamardo, solamente asintiendo y sonriendo ¡Qué pesado!

La señorita activó el micrófono:
—Damas y Caballeros
El príncipe de Dubai Amin Alabi y el sumamente exitoso empresario y amigo personal de su alteza Robert Kayser.

Las cortinas se abrieron, el murmullo y los aplausos fueron mayores.

Amin inspiró mordisqueándose el labio.—Ésta será una noche larga y tediosa.

.

Alaya miraba el espectáculo desde una de las pantallas del baño, estaba desconcertada, era increíble.

—Cuanto glamurf, glamug, galmout, gamuol.—se rindió arrojando los brazos.—bien, mi francés no es el mejor.
¿Y sabes si esa palabra deriva del francés?

—Para añadir, de tantas voces interiores que hay en el mundo, a mí me tenía que tocar la sarcástica y molesta.—bufó, sacándole la lengua a su propia imagen el espejo.

Continuó en su caminata por los pasillos, era más fácil de lo que supuso.
Frenó de pronto, sus cejas se unieron con rareza, le había parecido escuchar un sonido extraño por un segundo, algo como un grito o una queja, pero ya no lo volvió a notar.
Avanzó por la misma vía, no pasó un minuto en cuanto volvió a frenar, esta vez el ruido fue mas fuerte, era una queja, una queja de dolor, de repente su corazón se agitó enajenado y la hizo correr a toda velocidad hacia el sonido, las quejas se transformaron en gritos, podía escucharlos claramente, se acercó a la puerta, giró el llavín y la impulsó.

Se encontró con una gran cantidad de mujeres, solo eran chicas, eso lo distinguió rápidamente, algunas flexionaban sus músculos en los barrotes que iban de esquina a esquina al fondo del salón, las demás estaban alrededor de la chica recostada sobre el suelo.

Las señoritas la miraron en una expresión singular, una señora que se notaba exhausta pasó por delante de ellas.
—¿Quién es usted?—le preguntó sin preámbulos.

Alaya apresuradamente sacó la tarjeta de su bolsillo—Estoy trabajando como supervisora, vine a ver qué sucedía.—hasta ella misma se sorprendió de cómo lo manejó, la mujer tenía una mirada intimidante, pero al escucharla dejo salir su suspiro y su rostro se suavizó.

Se allegó a ella frotándose los ojos—Está bien, una de nuestras chicas de repente comenzó a sentir un dolor intenso en el hombro izquierdo, no sabemos qué hacer, le damos masajes y nada funciona.—la mujer daba vueltas en círculos sin avanzar a ningún sitio, empezaba a agitar a las demás.

Ladeó la cabeza como si intentara asimilar por lo inesperado—Entiendo, yo... me comunicaré con mi jefa.—rectificó, tomó la radio colgado de sus jeans.

Lo retuvo en las palmas, al instante tomó un trago amargo que no quería digerir. No entendía un carajo de cómo utilizarlo.

Preguntó en el cuarto si alguien comprendía cómo funcionaba pero las chicas no tenían idea. Lucía tan complejo, tantos botones, ni siquiera estaba segura de que fuese una radio.
Intentó presionar todos las teclas, revisó si tenía un instructivo marcado en algún lado pero éste no decía nada. Quizás estaba averiado y Ortiz no se había percatado.

En su angustia recordó lo que mencionó, que actuara por instinto y mantenga la cabeza en alto.
—Esta bien la revisaré, tomé clases de enfermería.—les dijo, y el suspiro de alivio se escuchó unísono como una onda.

Al examinarla comprobó lo que ya imaginaba, no se trataba de un simple dolor muscular, la chica se había dislocado el hombro.
Se lo comentó a la señora y a las demás.

—¡No puede ser!—exclamó la mujer con inquietud.

Todas comenzaron a alarmarse.
—¡No puede ser!
—¡Nuestro acto está arruinado!
—¡Por favor no, nos preparamos demasiado!

—¡Silencio necesito pensar!.—refunfuñó la dama.

No dejaba de moverse de esquina a esquina rechinando los dientes, pisando con fuerza y golpeándose la frente, pero eso no estaba ayudaba en nada.

—¿Ustedes son el cuerpo de baile cierto?—les preguntó Alaya. Algunas chicas comenzaron a llorar, el cuarto era un lío.

—Así es, cerramos el evento, bueno... lo cerrábamos, ahora no tengo ideas, la suplente abandonó a última hora.—meneó la cabeza, pues lo consideraba una total irresponsabilidad.—Clara era la bailarina principal, tenía un solo y es la chica con más experiencia, la única que podía realizar todo lo que nos proponíamos.—explicó, ella se desempeñaba como directora del baile.

Se enojaron, otras gritaban con fuerza y lágrimas en los ojos, era el evento más importante de sus vidas y en ese momento estaban frenadas sin un plan de cómo debían actuar.

Clara estaba a punto de desmayarse de dolor y solo Alaya podía percibirlo.

Tenía que tomar una decisión y tenía que hacerlo rápido, tenía que devolverle el favor a Ortiz y tenía que ser fuerte.
—¡Les ayudaré!—gritó con tanta energía como pudo para que todas la escuchen.

Las chicas la miraron despistadas.

—Pero ¿Cómo?—dijo una de ellas secándose los ojos con un pañuelo.

—Lo primero es que Clara necesita atención médica lo antes posible, necesitamos a alguien que la acompañe.

La habitación se silenció por completo.
Ellas necesitaban una voz que les diga qué hacer, una líder.
La directora era una persona fuerte, pero ver a su hija en aquel estado la quebró, cerró su mente por completo, ella también quería tener esperanza.

Alaya lo entendió desde el momento que la escuchó hablar, cómo podía dirigirlas si su hija estaba tirada en el suelo, retorciéndose.—Lo segundo es que tienen que confiar en mí y en mi manera de hacer las cosas, supliré a Clara.

—¡¿Cómo? ¿Sabes bailar?!—preguntó otra de las bailarinas casi sin voz.

—Toda mi vida, es lo que hago y es lo amo.—le habló con el corazón, y cada una de ella pudo notarlo.

Nadie más dudó, solo confiaron.

Escuchó un ruido, era música, se acercó a la televisión, pasaban el evento, observó una orquesta llena de diferentes estilos musicales presentándose ante el Príncipe y su acompañante.

Sus ojos se iluminaron de inmediato.

Lo señaló—¡Necesitamos eso!—gritó colérica.

—¿El acto de apertura?—preguntó la directora con un suspiro.

Asintió sonriente.—Así es, ¡Música en vivo! Ritmos latinos, luego que terminen su presentación, una de ustedes les contactarán, lo demás lo iremos creando mientras ensayamos.—usó sus muslos como tambora para tocar algunos sonidos contagiosos.

—¿Crees que 4 horas son suficientes para planear todo esto?—comentó la directora alucinada por el entusiasmo de la joven.

—¡Lo intentaremos!—gritó con emoción otra de las chicas, haciendo que las demás la acompañaran enérgicas.

—Lo intentaremos y lo lograremos—expresó Alaya con confianza empuñando la mano en alto.— ahora necesito que alguien lleve a Clara al hospital.

—Yo lo haré—declaró la directora, se inclinó y unió la mano con su hija.

—No, necesitas quedarte y ver que todo salga bien.—pronunció Clara, con las pocas fuerzas que le quedaban.

Una lágrima recorrió su mejilla, besó la frente de su hija acariciando su cabello—Tú estás por encima de todo, no te dejaré.

Finalmente la ayudaron a levantarse.

Alaya avanzó a la puerta y tocó el hombro de la directora antes de salir.—Buena suerte, espero que todo salga bien.

—Lo mismo digo.—le extendió la mano y ella la apretó.—Una cosa más chica, ¡vaya! ni siquiera sabemos tu nombre, estoy confiando en ti más que nadie en toda mi vida, sabes bailar pero... ¿Sabes bailar Bellydance? La danza árabe que se expondrá ante su alteza, era el solo de Clara.

Su corazón tembló, sin duda no fue algo que consideró al ofrecerse, pero ya lo había hecho, al 

Ambas se despidieron tomando sus caminos.

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Hi, las cosas siempre surgen de forma tan inocente ¿No?
Pero... Averiguar qué sigue se los dejo a ustedes.
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Abby

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