Cómo Ocultar un Secreto a Tod...

By onlymidnightwriter

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Dos amigos de la infancia, Lidia Moore y William Marchese comienzan una relación amorosa semanas antes de sep... More

Cómo Ocultar un Secreto a Todo el Mundo © (HISTORIA EN EDICIÓN)
Prólogo (EDITADO)
Capítulo 1 - Revelando verdades (En edición)
Capítulo 3 - Encuentro (En edición)
Capítulo 4 - Nuevamente en Whamville (En edición)
Capítulo 5 - Mentira descubierta (En edición)
Capítulo 6 - "Molly" (En edición)
Capítulo 7 - Personas desagradables (En edición)
Capítulo 8 - Premio a la mejor hermana mayor (En edición)
Capítulo 9 - Bodfish (En edición)
Capítulo 10 - Adiós a lo que llamo privacidad (En edición)
Capítulo 11 - Primera experiencia en Grand Theft Auto (GTA) (En edición)
Capítulo 12 - Futuros padres (En edición)
Capítulo 13 - Mensajes codificados (En edición)
Capitulo 14 - Prácticamente virgen (En edición)
Capitulo 15 - ¿Cariño o amor? (En edición)
Capítulo 16 - Decisiones (En edición)
Capítulo 17 - Amigos (En edición)
Capítulo 18 - "Necesitamos privacidad" (En edición)
Capítulo 19 - Padres Dinero y Apuestas (En edición)
Capítulo 20 - Cumpleaños número 3 (En edición)
Capítulo 21 - Mejor verdades dolorosas que mentiras piadosas
Capítulo 22 - Usada (En edición)
Capítulo 23 - El sueño (En edición)
Capítulo 24 - Desilusión (En edición)
Capitulo 25 - Ahogo (En edición)
Capítulo 26 - Destruida (En edición)
Capítulo 27 - 3 Padrinos (En edición)
Capítulo 28 - Cambio (En edición)
Capítulo 29 - Hermanos (En edición)
Epílogo (En edición)

Capítulo 2 - Alicia (En edición)

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By onlymidnightwriter

La mañana siguiente me desperté por la madrugada sin necesidad de despertador.

Dejé a mi pequeña delicadamente y con cuidado, de no despertarla, en su cuna, ya que durmió en mis brazos la noche pasada.

A mi suerte la cabeza no me dolía. Resulta que cuando lloro antes de dormirme, al día siguiente mi cabeza hace que sienta que fui de fiesta la noche anterior; pero este no era el caso.

Lola se acomodó mejor en mi cama, ocupándola por completo. Los viernes ella no estudiaba ni trabajaba, por lo que siempre dormía hasta tarde y se quedaba a cargo de mi pequeña hasta la hora de llevarla al jardín. Ella misma, ya hace tiempo, se había ofrecido a hacerse cargo de De-de todos los viernes.

Me di una ducha rápida y me coloqué unos jeans negros de tiro alto, una blusa peplum blanca. Debatiendo si ponerme unas plataformas o mis tacones, me decidí por mis tacones negros. Me maquillé apenas sin exagerar y cubriendo las varias imperfecciones.

Acomodé mis gafas de lectura en mi bolso, pañuelos, mentas, un poco de maquillaje, cheques, tarjetas, dinero, licencia de conducir, todo lo necesario para salir de casa.

Tomé mi blazer de color rosa, y luego de depositar un beso en la cabeza de mi niña me marché hacia la cocina. Allí se encontraba Danny, el cual también trabajaba los viernes por la mañana.

- Hey, princesa, ¿todo bien?

Besó mi frente cuando entré a la cocina, y le di un abrazo agradeciendo a su apoyo constante.

Asentí con la cabeza como respuesta a su pregunta sonriéndole. Era un nuevo día, y hoy tenía mi cita con el sexy pediatra, por lo que iba a ser un buen día

- Todo bien- asentí mientras que Danny me alcanzaba un tazón para el cereal que siempre comía todas las mañanas.

Coloqué leche, para después verter el cereal. No era de colores como el que comía en mi adolescencia por lo que no eran tan divertidos mis desayunos. Supongo que al mudarme a Los Angeles creí que debía madurar con el cereal. Eso ni siquiera tiene sentido.

Antes de ir a trabajar, fui al baño a comprobar de que todo estuviera en orden, es decir, mi cabello, y mi maquillaje.

Retoqué levemente el polvo y me hice una cómoda trenza espiga. A gusto con el resultado final, di mi visto bueno. Guardé nuevamente todo en mi bolso para después besar la mejilla de Danny y dirigirme a trabajar.

Trabajaba en una companía de fotografía, por supuesto que no era fotógrafa. Mi trabajo consistía a ayudar en todo el aspecto a la fotografía, todo que tiene que ver con el arte y la expreción.

Luego de aparcar, caminé hacia mi empleo. Saludé al portero del edificio y me dirigí al ascensor. Trabajaba en un edificio enorme, este estaba lleno de oficinas de distintas temáticas. Nuestra empresa de fotografía, "better in an image", poseé 4 pisos.

Cuando la puerta del elevador se abrió en el piso 10, solté un suspiro de alivio. La música esa era sofocante. Sofocante y monótona.

Enseguida vi a Kent, el fotógrafo de desnudos. Adoraba su trabajo aunque es homosexual y nunca ha tomado fotos del genero masculino.

Cuando eso suceda me encargaré de tener mi día libre.

Al llegar hasta él, me saludó y obligó a que girara sobre mi misma.

- Vamos Kent, ¿en serio?- pregunté antes de dar una vuelta.

- Siempre me pregunto por que aún no te he fotografiado.

- ¿Por qué soy una "especie" de monja y no me dejo fotografiar al desnudo?, ¿tal vez?- elevé mi ceja con una sonrisa.

- ¡Claro!- soltó una risa contagiosa-. Monja y con una hija.

Hice una mueca divertida y me dirigí a saludar al resto del personal. Saludé a más de cincuenta personas, algunos solamente de lejos, otros me acerqué a saludarlos, todo depende de la cercanía que tenga con la persona. Al acabar, llegué con mi jefe, este me sonrió como siempre hace. Parecía un día como cualquiera.

Adam Clarence es uno de el mejor fotógrafo de la empresa. Esta empresa a mejorado gracias a él. Es solicitado para que fotografíe tantas cosas inimaginables. También ante las mujeres es muy "solicitado", pues es muy apuesto.

Su cabello es dorado oscuro, sus ojos claros y su piel dependiendo de la época, bronceada o pálida. Tiene un muy buen aspecto. Aun que para mi todas las chicas exageran, es cierto, es apuesto, pero no es tan sexy.

Aunque no me guste juzgar por la apariencia, suelo hacerlo. Toda chica en su sano juicio creo que es un poco juzgadora. A mi parecer Adam tiene barbilla extraña, también pómulos femeninos, y sus ojos son muy pequeños. Aun así, es guapo.

Según todos, él se enamoró de mi al instante que me vio, pero yo no me creo todas esas tonterías, soy una chica con una hija. Nadie se enamora de una madre, al menos a mi edad.

Mucho menos alguien que se encuentra rodeado de chicas talla cero y mucho más simpáticas que yo...

- Hola, Adam- sonreí y besé su mejilla.

- Lidia- dijo al verme-, te ves muy bien hoy.

- Gracias, tu tampoco te ves tan mal.

Este hizo un gesto, simulando que le ofendí el ego.

- Siempre me veo excelente.

Giré los ojos. Ese es el tema de los chicos lindos, tienen el ego por el cielo. Las chicas deben de destruirlo hasta dejarlo como pequeños pedazos.

- Muy bien, necesito que hagas una gran decisión hoy...- dijo con un tono de voz, haciendo parecer que estamos en el medio de la segunda guerra mundial a punto de decidir si mandar bombas o no.

Me senté a su lado, luego de dejar mi bolso en mi escritorio. En nuestra oficina habían dos escritorios, y una mesa central. Los escritorios, generalmente, sirven solo para apoyar maletines o bolsos, y la mesa central era donde en verdad trabajábamos.

- ¿Sobre qué? - pregunté quitándome el blazer y colocándolo en el respaldo de mi silla.

- La portada de la revista - me respondió como si le hubiera preguntado el resultado de 2+2.

Me colocó dos imágenes completamente diferentes enfrente mio. Una de ellas era la sombra de una chica esquelética al desnudo, giré los ojos, una imagen demasiado estereotipo. Era en blanco y negro y me producía una imagen de tristeza sobre como está la sociedad el día de hoy.

Aunque en esta empresa se sigan excesivamente los estereotipos, yo intento aún ser la misma de siempre. No me preocupo por bajar mi talla ocho, a cero. Creo que ocho está bien, creo que la talla catorce está bien. Todas las tallas, mientras una persona se encuentre saludable, están bien.

Debo de aceptar que antes de tener a De-de yo era un talle seis; y al momento que comenzó a crecer mi panza y todo mi cuerpo me austé. Había hasta pensado en quedar obsesa debido a un hijo, un poco exagerada. Pero con un poco de gimnasia todo volvió a su lugar, no completamente, pero en mi opinión me encuentro bien.

La siguiente era la imagen de un parque de diversiones. El parque se veía una rueda gigante y un poco de una montaña rusa verde y azul. En el centro, una chica de espaldas sostenía muchos globos de colores, no se veía nada más que el cabello lleno de bucles y un poco su cintura, pero no se notaba tanto su perfecta figura de modelo.

- Creo que es obvia mi decisión, Adam.

- Me gusta que te sientas parte de esto.

- Si, si- asentí ignorándolo-, ahora manda a imprimir esa linda imagen llena de globos de colores.

Este obedeció y colocó en el escáner la imagen. Comencé a leer las diferentes cosas que estaban programadas para los siguientes días.

Al leer aquel nombre pestañee más de dos veces.

Al principió, creí que era mi imaginación jugándome un juego. Pero yo leí correctamente. Mañana mismo, había una seción fotográfica de William Marchese.

A mi suerte, no trabajaba los sábados.

- Hey, ¿mañana puedes venir a trabajar? Te pagaré extra- su mirada no se aparto del escáner en proceso-. Sabes que va a haber mucho trabajo.

Aún exaltada, logré aparentar control.

- Lo lamento- busque una rápida y buena excusa-, mañana tengo que llevar al pediatra a Sandy.

- Uhg- suspiró-, ¿no puedes cambiarlo?

Negué con la cabeza seriamente sin elevar la mirada de la agenda de la semana. Detestaba mentir. Quería enseñarle a mi hija que estaba mal mentir, y mintiendo no era una buena forma de demostrarlo.

Mentir es lo que más he hecho los últimos años. Prefiero el termino ocultar la verdad. Aunque esa sea la definición de mentir.

- De acuerdo, es cierto- soltó un suspiro-. La pequeña De-de está por adelante de todo.

Le sonreí forzadamente y asentí. Me acomodé nuevamente en mi silla esperando que el tema de William, acabara allí mismo.

Comencé a ver los títulos para la portada de la revista. No eramos quienes elegíamos los títulos, pero si eramos importantes en la decisión, debido a que nosotros elegíamos la imagen, debíamos estar de acuerdo de que la imagen concordara con el título.

- ¿No te gusta?- preguntó Adam-. Me refiero a William Marchese.

No, el tema no había acabado. Negué con la cabeza como respuesta, e intenté seguir con lo mío. Pero mi cabeza estaba en otro lado.

- Wow, la primera chica que no se desmaya ante él.

Si tu supieras...

Solté un bufido y asentí nuevamente. Mis respuestas estaban basadas en asentimientos y negaciones con la cabeza, nada más que eso.

Me sentí mal, pues Adam no tenía idea sobre esto, y solamente requería ayuda cuando él aparezca para que le saquen fotos. Minutos después apareció una nerviosa y apurada Danielle Stuart.

- ¡Lidia, Adam!- gritó sorprendiéndonos.

- Respira Danielle- la intentó calmar Adam.

Hasta comenzó a respirar con ella de forma que pareciera que estaban en medio de un parto.

- ¡La prensa se enteró de que William Marchese estará aquí!- su respiración estaba entrecortada, parecía que corrió una maratón.

- ¿Y como surgió eso?

El ceño de Adam estaba fruncido, sus puños apretados. Este odiaba a la prensa. Era algo irónico, pues él era parte de lo que se llama en si, la prensa. Pero lo distinto, es que siempre publicamos cosas con el consentimiento de quienes son nombrados.

Cuando los famosos vienen aquí a ser fotografiados, todo es de lo más discreto. Solamente lo saben quienes deben saberlo.

- No lo se.

- De acuerdo- dijo aún con los puños apretados-, si yo me entero que alguien traicionó mi confianza, le irá mal.

Nunca lo había visto de esa forma, echaba humo por las orejas. Ya no era el inocente y sonriente Adam, ahora era una especie de ogro gruñón, que lastimaría a todo lo que esté a su paso.

Hice un gesto de temor al igual que Danielle, aunque esta lo demostró más que yo. Cuando Adam vió nuestras caras, su rostro se calmó.

Sus puños se volvieron palmas abiertas. Se había clavado las uñas en la piel, allí se notaban unas marcas. Hasta parece que se había acostumbrado a eso, ya que sus manos se veían dormidas.

- Debo ir a...tomar aire.

Se marchó de la oficina. Observé la puerta por donde había desaparecido, unos cuantos segundos, en silencio. Aún tenía un poco de miedo a esa cara que había puesto, Danielle me observó esperando que hiciera algo.

- ¿Qué?- pregunté confundida.

- ¿No vas a ir a ayudarlo?

- ¿Y como demonios se supone que lo ayude?

- Ya sabes, eres importante para él- dijo alisando con sus dos manos su falda de tiro alto-. Tu presencia fue lo que lo calmó.

Fruncí el seño. Mi presencia no lo había calmado, nuestras caras de terror ante él fueron lo que lo calmo. De cualquier forma, aunque estaba en desacuerdo con lo que dijo Danielle, me levanté de la silla, salí de la oficina y busque pistas de a donde podría haber ido. Por un segundo me sentí Dora la exploradora cuando no encuentra el puente para cruzar al otro lado.

La chica de la recepción, Jasmín Abedo, se encontraba tecleando algunas cosas en una computadora. Me acerqué a ella y esta colocó su columna recta al verme, como si estuviera haciendo algo indebido.

- ¿Viste a Adam pasar por aquí?- ignoré su sospechosa reacción.

- Si, me dijo que iría un segundo a la terraza- elevó los hombros la chica, parecía no importarle nada.

Fui al elevador, y a mi mala suerte estaba casi repleto. Odio los elevadores, también odio a las multitudes. Si, es algo malo trabajar en el piso 10 de un súper edificio lleno de oficinas.

Saludé a algunos conocidos de vista con una sonrisa y un: "buen día". Fueron bajando todos de apoco, hasta que me quedé sola. Al menos cuando estaba repleto de personas no se escuchaba la música de fondo.

Las puertas se abrieron en el penúltimo piso y tuve que subir por las escaleras con estos tacones, ya que no hay elevador hasta la terraza.

Malditos tacones. Eran preciosos, de verdad, también eran cómodos, pero cuando se trataba de subir escaleras...

Simplemente no eran para esto.

Al llegar, el viento soplaba fuerte. Agradecí no ser una de esas chicas delgadas, por que sinó el viento me llevaría con él. Caminé con paso seguro hasta él. Era el único en toda la terraza.

Creo que nadie más viene a la terraza jamás, aunque tenga bonita vista, los empleados del edificio son la mayoría demasiado maduros y no pierden el tiempo observando la belleza simple de un sitio como este.

Me coloqué a su lado. Su perfil se veía tenso, no era el Adam agradable. Cuando uno ve a Adam olvida de lo que lo rodea, pues siempre parece traer la felicidad consigo.

Dejé de observar al chico rudo que se hacía pasar por mi jefe y me dediqué a observar la belleza de la ciudad de Los Angeles. A lo lejos se veían las costas. Las personas hacían surf, adolescentes que creen conocer la definicón de las palabras esfuerzo y vida.

Los adultos hablaban por teléfono por las calles, desde el piso treinta se pueden observar cientos de adultos apurados y creyendo que su tiempo es lo más importante del mundo. Se oían tantos bocinazos, que arruinaban la imagen.

- Eso es lo que me gusta de la fotografía- suspiró Adam-, te demuestra la parte bella de las cosas.

Estaba en lo cierto, una fotografía de esto, sería toda una maravilla, y luego uno puede colocarle un audio que concuerde mejor con la imagen.

- Pero eso es solo una triste fantacía.

Adam asintió, vi en su cara la tentación de sacar un cigarrillo de su bolsillo. Pero este no fumaba cuando yo me encontraba cerca. Sabía que quería alejar a mi hija todo lo posible de ese ámbito. En la entrevista de trabajo, cuando esta acabó, le pregunté si fumaba.

Este me dijo que si, y yo le pedí perdón, le expliqué que era un estupendo trabajo, a demás de la paga, pero no podría arriesgar a mi hija de esa forma. Soy un tanto sobre protectora

Ahora, hasta donde sé, Adam fuma un cigarrillo solamente por las noches. Estaba feliz por él, aunque nunca le pedí que cambiara, fue su desición.

- Al igual que la vida adolescente- asintió señalando con la barbilla a los felices adolescentes que hacían surf.

- Supongo que la adolescencia trata de ello- elevé mis hombros-, luego poco a poco caen en la realidad.

Aunque yo no había caído poco a poco, fue como que me empujaran desde un barranco. Algunos tienen una caída más suave, pienso yo, y otros ni siquiera caen.

Estuvimos, aproximadamente, diez minutos más allí. Era relajante darnos el tiempo para un respiro. Sentí que invadía su espacio personal, me sentía una intrusa, de alguna manera.

Pero este no mostró ningún gesto de molestia, no demostró nada. En cambio, cuando los diez minutos fueron pasados, me abrazó. Y por supuesto que le devolví el abrazo.

- Gracias. ¿Sabes? Me recuerdas mucho a una persona.

- ¿A quién?- elevé mis cejas intrigada por el comentario.

- A mi hermana- se colocó con la espalda encorvada, nunca lo hacía.

Pestañé tres veces seguidas. De su madre si sabía, también sabía de su padre, muy buenas personas. En una fiesta de fin de año los había conocido. Ellos adoraron a mi pequeña y no se comportaron para nada incómodos frente a que soy muy joven para tener una niña.

- No sabía que tenías una hermana- dije y este se pasó las manos por el cabello inseguro. ¡Boom! Invadí su espacio personal-. Lo siento, no quise preguntar.

Me di media vuelta dispuesta a irme.

- No- negó con la cabeza deteniéndome-, es bueno tener a alguien con quien hablar.

Era cierto, me sentía un poco más libre después de haberle contado todo a Lola, de cualquier forma eso no quería decir que iba a gritarlo a los cuatro vientos para sentirme extra-libre.

- Su nombre era Alicia- en el momento hubiera jurado ver que una lágrima se le había escapado-. Cuando tenía quince, se embarazó de su novio- tragó saliva nuevamente apretando los puños-. Él quería que abortara, mi hermana no quería. Él chico desapareció.

Parecía dolido. De alguna forma, ya conocía el final de la historia. Aun así escuché el final sin detenerlo.

- Cuando ella tenía siete meses de embarazo, él chico apareció y le disparó, dos veces en la cabeza, y dos veces en él estómago- se pasó la mano por la cara evitando que cualquier cosa se escape de sus ojos-. Luego se disparó a él mismo.

Este es mi problema de cuando me cuentan cosas, nunca se que decir. No soy estupenda para las palabras de ánimo, solamente sé que en esos momentos se debería actuar y lo único que hago es quedarme quieta como una absoluta inútil.

- Dos veces...- repitió-. Dos veces a mi hermana y al bebe. Como si un solo disparo no fuera suficiente.

- Lo-lo lamento- tartamudee-. Si te incomodo solo házmelo saber.

- No- sonrió dolido aún-, me parece maravilloso como llevas las cosas, ¿sabes? Tu, tu pequeña...- su sonrisa dolida no se borraba de su cara-. Mi hermana esperaba una niña, también. Le pensaba poner Kira.

Volví a abrazarlo y lo apreté fuertemente. Yo ya no debía ser una bolsa de emociones como era hace unos años, pero lo que me contó me hizo sentir embarazada nuevamente.

Derramé algunas lágrimas mojando la estupenda camisa de Adam. Dos opciones, o no se dió cuenta, o no le importó. Al separarnos, me sonrió con ternura.

- No quiero que te sientas mal, ¿si?

- Me siento como una intrusa en tu vida- asentí con una sonrisa tímida.

- No lo hagas- negó con la cabeza quitándome las lágrimas de las mejillas-. Eres especial para mi, por algo te lo cuento.

- También lo eres para mi. Me apoyaste desde que nos conocimos y nunca me trataste diferente por tener un bombo en mi estómago.

Sonrió y besó mi frente tiernamente. Sabía que él no me veía diferente, el no me amaba, al menos no de esa forma. El veía a su hermana en mi, le recordaba a ella, en como quiso seguir adelante con el bebe y todo ello.

- Te quiero mucho, Adam.

- Yo a ti, Lidia.

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