Keyra en las nubes (fanfic n...

By hola_eff

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Niall nunca se ha enamorado. En su penúltimo año de instituto, lo único que le preocupa son las tardes de piz... More

Sinopsis
Prólogo
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Epílogo
Agradecimientos.

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By hola_eff

Llevo una semana de vacaciones, si es que así les puedo llamar. Cada día Keyra ha perdido más su fuerza, es increíble la rapidez con la que el cáncer se ha echo cargo de todo su cuerpo, pero no de su mente. Su fuerza mental y emocional sigue intacta, siempre está tranquila y lleva una pequeña sonrisa débil en sus labios.

Ayer por la noche volvió a subirle la temperatura y no ha hecho más que dormir por horas y horas, y yo he aprovechado el día para ayudar a Mimi a ordenar sus cosas en la habitación de invitados, pues Will y Mayra finalmente la convencieron de hospedarse aquí y no en un hotel caro.

Cada cierto rato voy a la habitación de Keyra para asegurarme de que esté bien, y durante horas su posición sobre la cama no cambiado ni un sólo milímetro. Toffee la despierta por la tarde para ayudarla a darse un baño, como en los últimos días, pues ella no tiene la fuerza suficiente en las piernas como para estar de pie en la ducha por mucho tiempo. Podría ser peligroso si se cae, por lo que Toff se encarga de ella y yo la ayudo a veces. Keyra dice que el baño es su momento favorito del día, cada vez que tiene la oportunidad.

Después de ese baño, vuelve a dormir profundamente y sólo se despierta por un segundo cuando yo apago la luz y me recuesto a su lado, al final del día. Entonces balbucea algo que no logro entender.

—Sigue durmiendo, bebé.

Ella asiente con la cabeza y se deja caer nuevamente sobre la almohada. Beso su frente, me acomodo y tiro de ella hacia mi con ambos brazos.

Su voz pequeña me despierta en mitad de la noche.

—¿Niall?

—¿Sí, amor? —pregunto al instante.

He desarrollado mi oído de una manera increíble durante las últimas semanas, pareciera que mi inconsciente está siempre alerta, esperando a que ella me despierte si algo pasa.

—Tengo mis regalos de Navidad —susurra.

Aún faltan cuatro días para Navidad, y deben cerca de las 4am, posiblemente está delirando.

—Sí, bebé, pero aún no es Navidad —digo. Beso su mejilla caliente y vuelvo a rodearla con mis brazos para acercarla a mi. —Vuelve a dormir, aún no es de día.

—Es que no los he puesto en el árbol.

—Mañana los pondremos, ¿sí?

Dejo caer mi cabeza sobre la almohada y cierro los ojos, esperando a que el sueño vuelva, pero Keyra insiste.

—¿Y qué tal si lo olvido?

—Yo lo recordaré.

No dice nada, pero su cuerpo se tensa. Espero que no esté a punto de vomitar.

—Necesito ponerlos bajo el árbol —solloza. —¿Qué tal si lo olvido?

Dios, no ahora. Ambos necesitamos dormir, ella tiene mucha fiebre y yo mucho cansancio. Aunque quisiera, no puedo sacarla de la cama así a esta hora.

—No llores, princesa. —Limpio la única lágrima que deja escapar y acaricio su mejilla. A pesar de que está todo oscuro, puedo notar su barbilla temblando levemente. Beso su frente delicadamente, para corroborar la alta temperatura de su cuerpo. —Tienes un poco de fiebre, no podemos sacarte de la cama si tienes fiebre.

—Es que tengo que poner mis regalos —llora. Me rompe el corazón verla luchar contra el llanto. Ni siquiera tiene sentido que sufra así por algo tan banal, no sabe de lo que está hablando y probablemente ni siquiera recuerde esto por la mañana. —No dejes que me de fiebre ahora, necesito poner mis regalos.

Suspiro. Tal vez pueda acompañarla, poner sus regalos y volver a dormir al instante. Lo que sea porque deje de llorar, no vale la pena dejarla sentirse mal por esto, es absurdo, pero ella ni siquiera lo sabe.

—Bien. Vamos a poner los regalos —digo, limpiando las nuevas lágrimas en su piel. —Pero luego volverás a dormir, ¿de acuerdo?

Key traga saliva, sorbe por la nariz y asiente. Sus grandes ojos están algo irritados ahora y quiero besarlos para que vuelvan a verse tan hermosos como siempre.

—No te levantes, voy por algo para abrigarte —ordeno al salir de la cama y vuelvo a cubrirla hasta el cuello. Joder, hace muchísimo frío esta noche, y ella tenía que elegir este preciso momento para necesitar desesperadamente poner sus regalos bajo el árbol.

Saco al azar uno de sus abrigos del armario y vuelvo a su lado, me inclino hacia ella. Está comenzando a dormirse de nuevo y considero seriamente dejarla dormir y volver a acostarme, pero va a molestarse conmigo si lo recuerda mañana.

Sólo quiero hacerla felíz.

Acaricio los pocos centímetros de cabello en su cabecilla y sus ojos se abren con suma suavidad.

—Ven aquí. —la ayudo a sentarse sobre la cama y paso sus brazos por las mangas del abrigo.

—Están en el armario —susurra, apuntando por encima de mi hombro cuando aún no he terminado de abrochar los botones de su abrigo. Cuando abro el armario nuevamente, me doy cuenta de que la bolsa en la que metió sus obsequios se encuentra en la parte más baja de la repisa. Pongo los ojos en blanco sólo porque sé que ella no podrá verme, mientras me pongo de cuclillas para sacarlos de ahí y ponerlos sobre la cama.

—No veas el tuyo, no están envueltos —se apresura.

Me río y digo

—Está oscuro de todos modos, no puedo ver nada.

Las cosas que la inquietan siempre han sido las más inusuales y extrañas, pero ésta noche supera a todo lo que podría haberle preocupado antes alguna vez.

Tardamos como un minuto completo en llegar hasta las escaleras, y una vez ahí, la tomo en mis brazos para hacernos llegar al primer piso. Más vale que no haga ruido, si Will nos descubre va a matarme en un instante.

Las coloridas luces del árbol de Navidad se encienden y apagan de forma intermitente. Son casi tan hermosas como los ojos emocionados de mi novia al verlas después de dos días. Creo que de todas las personas en esta casa, ella es definitivamente quién más disfruta al ver esas lucecillas y quien tiene menos oportunidades de hacerlo. Estoy seguro de que Keyra estaría aquí las 24 horas del día sólo mirando este árbol si le fuera posible.

—Vamos, ponlos ahí —la animo, entonces se agacha lentamente hacia la alfombra y yo le alcanzo la bolsa de obsequios. —¿Quieres ayuda? —pregunto.

—No.

Le doy una como-quieras mirada, pero ella no me ve, pues está demasiado concentrada en acomodar cada objeto junto al resto de los regalos.

—¿Podemos mirarlo por un momento? —pregunta al terminar.

—Es la hora de dormir, amor. Podemos admirarlo mañana.

—Pero mañana va a ser de día —se queja.

No tengo la energía para verla llorar otra vez, ni para discutir con ella, por lo que accedo fácilmente.

—Sólo un momento —suspiro. —Ven aquí.

Keyra se pone de pie lentamente y la ayudo a caminar hasta el sillón más cercano al árbol. Un escalofrío me recorre al apoyarme sobre los cojines fríos, pero pronto vuelvo a entrar en calor gracias al cuerpo abrigado de Keyra sobre mí. Apoya su cabeza en el hueco de mi cuello y suspira.

—¿Tienes frío? —pregunto. Sacude la cabeza de izquierda a derecha.

Al menos ella está bien. Me digo a mí mismo que puedo aguantar el frío por un rato. De todos modos va a dormirse pronto y volveremos a la cama.

Me despierto poco después por el cuerpo tembloroso de mi novia y cuando abro los ojos ya es de día. No tenía planeado dormirme también. Will va a matarme, tengo que llevarla a la cama ahora.

—Amor. Despierta, amor. —susurro. —Estás temblando, vamos a la cama.

Me mira, suspira y vuelve a cerrar los ojos. Está demasiado dormida aún, a pesar del frío que siente.

Sin demasiado esfuerzo, la recojo entre mis brazos y camino hacia la escalera, entonces Will sale de la cocina con dos tazas de café en sus manos.

—¿Qué hacen aquí abajo tan temprano? —me pregunta con una evidente amenaza bajo sus cejas. —¿Pasaron la noche en la sala?

Técnicamente. Parte de ella.

—No, estuvimos aquí como una hora. Keyra quería poner sus regalos bajo el árbol —digo. Ruedo los ojos, rogando que con eso baste. Will, tanto como yo, sabe que cuando Key tiene una idea es imposible quitársela de la cabeza, y él tiene parte de la culpa, por darle todo lo que pedía cuando era una niña.

Niega con la cabeza, como si en su mente se quejara por lo terca que es su hija y yo vuelvo mi camino hacia nuestra habitación. Estoy congelado, en serio.

Recuesto a Keyra en su lado de la cama y me aseguro de que esté lo suficientemente cubierta por las cobijas, entonces doy la vuelta para acomodarme al otro lado. La abrazo por la cintura y flecto mis piernas detrás de las suyas.

—Niall —susurra, apenas audible.

—¿Sí? —espero que no quiera hacer más cosas, realmente necesito dormir.

—Cuando te canses de cuidar de mí, puedes volver a tu casa, ¿Sí? Y cuando me reponga puedo llamarte para que vuelvas.

Me paralizo al oírla. Un nudo comienza a quemarme la garganta automáticamente, pero me esfuerzo tanto como puedo por tragarlo y actuar con naturalidad. La fiebre le hace decir esas cosas sin pensarlas, es sólo eso.

Beso su cabeza y la apego aún más a mí.

—Jamás me cansaré de tí.

Ahora es ella quien de pronto parece inmovilizarse y se queda congelada por un segundo.

—Me estoy muriendo—dice desconcertada, como si acabase de enterarse.

No ahora, por favor.

—Me estoy muriendo—repite sin aliento y los sollozos comienzan.

Se está muriendo, sí. Mi hermosa Keyra está muriendo y acaba de descubrirlo, por alguna razón. Pareciera que estos días vivió como si todo fuese normal, como si sólo su cuerpo tuviera algunas dificultades, sin embargo, no como si su cuerpo simplemente ya no funcionara y poco a poco se estuviera deteniendo en el tiempo.

Por más que lo intento, no puedo acostumbrarme a la idea, y nunca podré.

—No, bebé, no te estás muriendo—digo. Al menos lo intento, pero es imposible. La aprieto con fuerza en un intento por reprimir mi propio llanto. —Por favor no llores. No puedes morir, Keyra. No puedes.

No puede morir. Es tan simple como eso, ¿por qué parece tan fácil pensarlo y no puedo hacerlo realidad? Crear la imagen de mi vida sin ella es la cosa más dolorosa que alguna vez he intentado hacer, incluso cuando ni siquiera lo logro, duele como el infierno. Una vida es demasiado tiempo, yo no puedo vivir si ella no vive conmigo.

El llanto de Keyra ha destapado todos mis miedos y angustia. Después de muchas semanas de esfuerzo por no dejarlos salir, ya no puedo hacer nada para detenerlo, porque todo está demasiado cerca y aún no estoy preparado para afrontarlo.

Va a morir, joder. Está muriendo ya y yo no puedo hacer más que mirar desde cerca cómo su cuerpo se desvanece y poco a poco comienza a apagarse. ¿Va a morir hoy? ¿Mañana?

—Necesito respirar—lloriquea. —Niall, necesito respirar.

De súbito su respiración entrecortada por el desconsuelo se transforma en tos y Keyra literalmente no puede respirar.

Mierda, no, por favor. No en este momento.

—¡Keyra, respira por favor!— chillo. Giro su cuerpo boca arriba y presiono su pecho con cuidado. Ni siquiera sé hacer esta mierda, pero necesito que deje de toser. —¡Joder, Keyra! ¡Por favor!

La puerta de la habitación se abre de golpe y el rostro aterrorizado de Tiffany me observa por sólo un segundo.

—¡Ayúdame, Tiffany! —literalmente grito y lloro.

—¡Mamá, Will! —Tiff chilla.

—Tiffany, haz algo por favor. —le ruego. —Por favor.

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