Keyra en las nubes (fanfic n...

By hola_eff

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Niall nunca se ha enamorado. En su penúltimo año de instituto, lo único que le preocupa son las tardes de piz... More

Sinopsis
Prólogo
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Epílogo
Agradecimientos.

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By hola_eff

Los días han pasado y Keyra ha estado bien. No he dejado de visitarla cada día después de clases durante esta semana y sólo ha estado algo cansada en algunas ocasiones, pero sigue viéndose optimista y tranquila. A veces qusiera tener esa capacidad de ella para ver las cosas con tanta simpleza y calma.

Hoy han terminado las clases del semestre y la semana entrante es libre para todo el instituto, de modo que podamos estudiar y descansar un poco antes de que los exámenes comiencen.

Estoy en el tren subterráneo volviendo a casa, desde que tuve que enviar mi auto al taller para arreglar nuevamente ese ruido extraño que tuvo hace algún tiempo. Keyra no pudo acompañarme esta vez para adivinar cuál era la falla con exactitud. Y la verdad es que la extrañé bastante.

Una chica que ronda los 15 años se sube al vagón con una gran guitarra colgada del hombro y acomoda la correa en su espalda y bajo uno de sus brazos para comenzar a cantar. Algunas personas se quitan los audífonos de sus reproductores para oírla y otros simplemente la ignoran. Su voz es hermosa y combina a la perfección con el sonido de la guitarra. Ignoro la canción que está interpretando, pero su melodía es lenta y calma, sin embargo, deja una sensación agradablemente triste. El Sol escondiéndose entremedio de los grandes edificios y apuntando a mi cara con debilidad me provoca una suerte de nostalgia, haciendo que todo a mi al rededor se vuelva melancólico.

Pienso en mi novia y dibujo su sonrisa partida en mi mente. Hoy tendremos una cita fuera, porque Key decidió que necesito estar en un lugar que no sea mi casa, la suya, una clínica o el instituto, por lo que una cita sería el remedio para mi falta de habla. No es que ya no hable, simplemente lo hago más conmigo mismo y no con el resto de las personas.

Me acerco a la chica de voz hermosa para darle un par de monedas antes de bajar del tren y caminar a casa, y por alguna razón, me siento más triste cuando las puertas se cierran y dejo de escucharla, que cuando oía la melodía nostálgica que ella estaba cantando ahí dentro.

Mi auto ya está aparcado fuera de la casa cuando llego.

—Buenas tardes, Horan—dice Keyra al abrirme la puerta.

—Oh, creí que esta era mi casa—me río y la beso. —Esperaba ir por ti, no que tu vinieras por mí.

—Quería venir por ti—dice sonriente. —Maura y yo estuvimos cocinando cosas, dice que necesito engordar.

Ruedo los ojos, sabiendo que mamá realmente espera que suba de peso sólo por comer cosas muy dulces, y probablemente hizo que Keyra comiera mientras ella no probó ni un sólo bocado. Una mujer de su edad sube de peso fácilmente comiendo cosas con mucha azúcar, pero lo cierto es, que una chica como Keyra no subiría ni un gramo, mucho menos estando enferma y débil.

—¿Dejaron algo para mí?

—Sí—Key sonríe—hay algo de pie en la cocina.

Toma mi mano entre las suyas y me percato de lo frías que están.

—Oye, ¿no tienes frío?

—Para nada—dice. —Sólo debe ser la presión. Sabes que mis manos siempre están frías.

—Voy a creerte—digo—, pero más vale que estés más abrigada cuando salgamos.

Saco un trozo de pie y me lo como en tres mascadas. —¿Dónde está mamá? —pregunto con la boca aún llena.

—Aquí estoy—dice ella, apareciendo de pronto en la cocina. Está poniéndose su abrigo favorito y lleva su juego de llaves en la mano.

—Oye, gracias por traer mi auto—digo, antes de que se me olvide.

—No hay problema, hijo.

—¿Vas a salir? —pregunto, achicándome un poco para que ella pueda besarme en la mejilla.

—Sí, estaba esperando a que llegaras. Tengo que, ah, hacer algunas cosas. Probablemente vuelva a la misma hora que tu, cielo.

—¿Cosas? —pregunto con aires de sospecha

—Sí—me corta—, cosas. Estoy algo apresurada, luego te explico. —saca su cabello fuera del abrigo y ajusta su bufanda. —Adiós chicos, disfruten de su cena.

Cuando oímos la puerta cerrarse y todo queda en silencio, Key y yo nos miramos el uno al otro.

—Tendrá una cita—acusa.

—¿Qué? ¿Cómo lo sabes?

—No lo sé—dice riéndose. —Pero ¿no es obvio?

—Mamá no tiene citas—digo. —Debe ser algo más.

—No estás celoso de que tu propia madre tenga una cita, ¿verdad, Horan?

Eso es tan tonto.

—Como sea—digo y miro la hora en la pantalla de mi teléfono. —Son las 5.30pm. Tenemos, como, tres horas antes de salir.

—¿Podemos dormir?

¿Dormir? ¿En serio?

—¿Estás cansada? —consulto algo preocupado y trazo el contorno de su barbilla con un dedo.

—No, sólo el tiempo pasa más rápido cuando duermes —se encoge de hombros.

Suelto una gran risotada. Me pregunto si algún día van a dejar de sorprenderme las cosas que dice y con la naturalidad que lo hace. Keyra es muy graciosa, pero la mayoría de la veces ella ni siquiera se da cuenta de ello.

—Tengo que rasurarme la cara. Podemos hacer eso también.

—A mi me gusta cómo te ves—dice. Las comisuras de sus labios comienzan a subir y presiona mi mano levemente. No me había dado cuenta de que seguimos en la cocina y ella no me ha soltado desde que entré en la casa.

Me inclino para besarla en la frente.

—Gracias, bebé. Pero la barba pica y molesta mucho.

—Te acompaño, entonces—dice. —Sólo si no es como un ritual íntimo masculino.

—¿Qué diablos es un ritual íntimo masculino? —pregunto, de nuevo tentado de risa. ¿Me perdí de algo? Ese término suena como algo que yo debería conocer por el hecho de ser hombre.

Keyra desliza su dedo por la muralla mientras subimos las escaleras y habla:

—Bueno, hay cosas que las chicas queremos hacer a solas, como peinarnos y cosas así. Creí que para ustedes podían existir cosas así también.

—No es como si fueras a decirme cómo rasurarme—bromeo. —No hay problema.

—Eso es tan machista—dice, rodando los ojos y dándome un pequeño empujón al final de la escalera.

—Ven aquí—sonrío y tiro de su mano para abrazarla y besarla.

Entramos luego en el baño y Key se sienta sobre la tapa cerrada del inodoro. En completo silencio, sólo observa todo lo que hago, desde que saco la maquinilla detrás del espejo hasta que comienzo a deslizar la hoja por mi cara.

—Entonces, ¿cuántas veces al mes debes hacer esto?

—Tres o cuatro veces a la semana, de hecho.

—¡¿Tan rápido crece tu cabello?! —exclama, como si estuviera diciéndole algo de otro mundo.

—Qué exagerada eres—me burlo. —Sólo mi barba crece así de rápido.

—Me pregunto cómo se senirá tener cabello en mi cara—dice y comienza a palpar sus mejillas con ambas manos estiradas.

«Te preguntas un millón de cosas»—pienso.

—Mierda. Oh, joder—me quejo al sentir la hoja de la maquinilla cortar mi piel. Más que el dolor, lo que odio de cortarme al rasurarme es la sangre, porque, Dios, es tan difícil hacer que se detenga. —Acabo de cortarme. Genial.

Rápidamente me agacho al lavabo para quitarme la crema de la cara. La sangre se mezcla con el agua, haciendo que luzca algo anaranjada. Cuando me levanto nuevamente veo a Keyra a través del espejo, sosteniendo un trozo de papel higiénico y mirándome con más preocupación de la necesaria.

—Está bien—digo, aún sonriendo por su reacción. Prácticamente saltó de su lugar para buscar el papel.

—Aquí—murmura. Me acerco un poco a ella y con sus dedos minúsculos corta un trozo muy, muy pequeño de papel, entonces lo pega en mi piel. Da tres pequeños toques sobre la herida para asegurarse de que la sangre se detenga y el tacto de sus deditos enanos sobre mi piel me hace querer besar cada parte de ella, comenzando por sus manos. La forma en que se concentra tanto en curarme, que la punta de su lengua se asoma con modestia entre sus labios, me está matando.

—Ya está.

Me mira sumamente seria al darse cuenta de que se formó una energía diferente entre nosotros a la que había hace un minuto, entonces busca mis ojos y parece estar estudiándome por completo, por la forma en que me observa. Enmarca mi cara con su mano y traza el contorno de mi boca con el pulgar.

Se muerde el labio. ¡Se muerde el labio! ¿Es en serio? ¿Y se supone que sobreviva a esto?

—Te amo, Key.

—Te amo más—dice y reemplaza el tacto de su dedo sobre mi labio, por el de sus propia boca.

El beso es dulce, pero aún así mi pulso se exalta considerablemente. Tiro con suavidad de sus caderas para acercarla a mí, sin embargo, no es suficiente.

—¿Podemos, solo, hacer el amor ahora mismo? —pregunto, y la expresión en su rostro no tiene precio; una hermosa mezcla de hilaridad y sorpresa.

Parece ser un sí.

—Sabes qué es lo que no puedo comprender? —Keyra pregunta más tarde.

Estamos acostados, aún desnudos bajo el cobertor de mi cama. Hay un pequeño espacio abierto entre las cortinas de mi ventana que nos permite tener una vista directa a un trozo de cielo nublado y oscuro.

—¿El qué?

—Las nubes.

—¿Las nubes?

—Sí—dice. —¿Puedes entenderlas? Quiero decir, ¡de dónde demonios provienen! ¿Cómo se forman? ¿En qué momento?

—Bueno, mi estimada Keyra—digo con voz solemne y no dejo de acariciar su espalda de arriba abajo. —Hay ciertas cosas que sólo no tienen explicación. O no la necesitan, al menos.

—Como las nubes—concluye.

—Sí, como las nubes. Y como las cosas que me haces sentir.

Inmediatamente se apoya en un codo para alzarme la mirada con un gesto risueño.

—Puedo explicártelo, si quieres. —No sé si lo dice como un desafío o como una broma. No me extrañaría si realmente tuviese la intención de sentarse a hablar sobre las cosas que sentimos y encontrarle una explicación detallada. Tampoco me extrañaría que lo hiciera sobre las nubes, sin embargo.

Me río, la beso y digo:

—Esas tres horas pasaron bastante rápido. Es hora de irnos.

Key sonríe y se sienta sobre la cama, tirando del cobertor hacia ella para no dejar ni un sólo trozo de su piel a la vista. Se ríe de forma traviesa al verme destapado por su culpa.

—¡Hey! —me quejo. Estoy dispuesto a fastidiarla un poco, pero la hora en mi reloj de mesa me está diciendo que debo darme prisa. —Voy a tomar una ducha rápida.

Keyra asiente y suspira.

—¿Sabes cómo amo esa sonrisa? —sonrío y me inclino a besarla una vez antes de sacar algo de ropa y entrar al baño.

Cuando aparco fuera del restaurant, los ojos de mi novia literalmente se agrandan al ver el lugar. Sabía que iba a gustarle, pero tampoco esperaba una reacción así. Key se pega a la ventana, como si con eso pudiese estar más cerca y observarlo mejor. Es un pequeño local lleno de luces navideñas por dentro y por fuera, sin embargo, no luce como un lugar navideño, sólo como un lugar muy lindo y lleno de luces. Algo como lo que a ella le gusta.

—¡Guau!

—¿Y si te digo que puedes salir del auto para verlo mejor? —bromeo.

Key rueda los ojos y abre la puerta. Literalmente tiene que saltar del auto hacia afuera.

Una vez en el interior del restaurant nos asignan una mesa y la observo caminar al rededor y no dejar pasar ni un sólo detalle de la decoración del lugar durante quince minutos, hasta que traen nuestra comida. Entonces le hago un pequeño gesto a mi novia y ella se acerca a paso rápido para tomar asiento y comer. Ella no puede estar sentada sin hacer nada durante más de diez o veinte minutos, lo sé.

Mientras comemos, una banda se sube a la pequeña tarima instalada al fondo del local y tocan algunas canciones acústicas de artistas conocidos. Son muy buenos, del tipo de bandas que probablemente cuelga sus videos de covers en Youtube.

La noche avanza y no dejamos de hablar sobre cosas que no tienen mucho sentido. Es agradable el hecho de que en la última semana casi no hemos mencionado el cáncer ni nada relacionado con ello. El siguiente paso será que yo deje de pensar en el tema, entonces podré estar cien por ciento tranquilo.

—¿Cuáles son tus días favoritos? —pregunta mientras caminamos lentamente hasta el auto. —Quiero decir, qué tiene que tener un día para ser genial. —Junto con su voz, sale vaho de su boca al hablar. Son cerca de las 11pm y no tenía planeado volver tan pronto, pero ella ya está algo cansada.

—A tí—digo sin pensarlo.

Keyra sonríe y cierra sus ojos lentamente.

—¿Qué hay de ti? ¿Cómo son tus días favoritos?

—Mis días favoritos son los que me dan la sensación de que mi vida apenas comienza. Tú sabes, los días en los que olvido que pronto voy a morir.

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