Johnny
-¿Te lo has pasado bien, Johnny? - me pregunta Loretta.
-¡Por supuesto!
La verdad es que ha sido una de las mejores noches de mi vida. El ambiente ha sido tan familiar e íntimo, que al principio me había costado adaptarme. En Los Ángeles no encuentras este tipo de cenas, ni de personas.
-Pareces sorprendido. - observa Maddie.
-Hace mucho tiempo que no iba a una fiesta en la que no se hablara de trabajo.
-Bueno, siempre serás bienvenido aquí. - me sonríe la mujer.
-Gracias.
-Buenas noches, JB. - se despide el padre de Maddie.
Me gusta mi nuevo apodo. JB... es como si ya formara parte de esta familia. Hace demasiado tiempo que mi única familia es Ginger. Ginger y yo, nada más. Y ahora que Ginger se casa, no la veré tan a menudo.
-Igualmente, Jack.
Los padres de Maddie regresan a la cocina para terminar de recoger. Estamos solos. La miro a los ojos, y me es muy fácil perderme en esa mirada de color verdoso brillante. Siento que ella me ha devuelto el recuerdo de lo que significa tener una familia. Un suspiro es lo único que logro articular cuando soy consciente del rato que llevo solamente mirándola a los ojos.
-Bueno, buenas noches.
Maddie me abre la puerta, y el frío de Diciembre roza mis mejillas.
-Buenas noches. - dice.
La puerta de cierra. Camino lentamente por el porche hacia las escaleras mientras me masajeo los nudillos, congelados. Bajo las escaleras observando la nieve que rodea el camino hasta la salida. La hierba que suele haber en verano en casa hogar americano está ahora cubierta por un manto blanco. Pequeños copos blanquecinos caen sobre mi hombro. Está nevando, lo cual me transporta, irremediablemente, a la Navidades en Florida, con papá y mamá.