Keyra en las nubes (fanfic n...

By hola_eff

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Niall nunca se ha enamorado. En su penúltimo año de instituto, lo único que le preocupa son las tardes de piz... More

Sinopsis
Prólogo
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Epílogo
Agradecimientos.

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By hola_eff

Joder, ¿Por qué diablos está pasando esto? ¡Qué es esta mierda! Keyra sigue teniendo pequeñas arcadas y secretando sangre. No puedo llevarla a la clínica así. No puedo sólo sentarla en el auto y conducir mientras ella sangra y tose de esta manera, ¿quién va a estar mirándola mientras yo conduzco?

Dejo el auto donde está; en el costado de la calle, y tomo a Keyra en brazos para entrar de nuevo en la casa. Ella me rodea por el cuello de inmediato, recordándome que yo tengo que protegerla. La llave de la puerta es lo único que hay en mi bolsillo, por suerte, y me las arreglo para abrirla y meternos dentro.

—Toma aire, amor, ya va a terminar—digo. Pero ella no puede hacer nada, su cuerpo sigue agitándose y ella intenta tomar aire, consiguiendo nada más que un ruido ahogado de su garganta y tos, y arcadas, y sangre sobre mi hombro.

Quiero decirle que todo está bien, que es normal, pero ni siquiera yo mismo tengo la certeza de eso. No sé qué está sucediéndole, ni por qué. Ni mucho menos, cómo afrontarlo.

La coloco sobre el sillón más cercano y corro a la cocina. Desde ahí puedo oírla aún, mientras busco alguna cosa para cubrir su boca. La desesperación comienza a crecer dentro de mí porque ella no se detiene y Will no podría tardar menos de diez minutos en llegar.

Diez minutos es demasiado tiempo.

Vuelvo hacia ella con la primera toalla que encuentro sobre el mostrador y me inclino a su lado. Pongo la toalla bajo su barbilla para recibir la sangre. Las venas en sus ojos están más rojas que antes y las lágrimas se arrancan, trazando el camino por sus mejillas.

Estoy jodidamente horrorizado viendo tanta sangre salir de su boca. No es la sangre, es el hecho de ser suya, de ser ella quien la pierde y quien se retuerce sobre el asiento, mientras yo intento pensar en algo, pero es inútil. Soy inútil en este momento. ¿Qué mierda hago ahora? Necesito que Will llegue ya.

Puedo oir cómo su garganta parece desgarrarse cada vez que intenta tomar aire, pero no logra más que ahogarse aún más, como si el mismo oxigeno le dañara los pulmones, como si su cuerpo estuviese rechazando lo que más necesita para vivir. Como si estuviese tratando de morir.

El pensamiento de Keyra muriendo me lleva al borde. ¿Va a morir? ¿Voy a perderla ahora? Ella no puede. El nudo en mi garganta crece y me quema. Ni siquiera puedo pensar en algo que hacer para ayudarla.

Está muriendo.

Con sus manos agarra la toalla con fuerza debajo de su barbilla, presionando mi mano también. Cierra sus ojos en un nuevo intento por tomar aire. No va a rendirse. Antes de comenzar a toser otra vez, me mira por el rabillo del ojo. Sé que no puede hablar, pero está tratando de decirme que no va a rendirse. Es la forma en que me mira, la forma en que sigue ahogándose, pero no deja de intentarlo, buscando el aire una y otra vez, entre arcadas.

Su garganta está malditamente seca. Mi mano, ahora ensangrentada por la toalla y sus manos frías al rededor. Es como si estuviese tratando de presionar con fuerza, pero no lo hace en realidad. No hay fuerza en absoluto ahora, y la está perdiendo cada vez más.

Su cuerpo comienza a desvanecerse sobre el sillón, tosiendo más seguido, pero más pequeño. Ella se está volviendo pequeña. Está luchando con todo lo que puede, pero yo estoy viendo cómo pierde la capacidad de hacerlo.

Si algo le sucede va a ser mi culpa, por no salvarla.

—Resiste, amor. Respira más lento—pido, y mi voz delata el pánico que me aplasta.

Su maldita garganta no deja pasar el puto aire gracias a la sangre saliendo, no puedo creer que siga consciente y aún esté tratando de respirar.

Will no llega. Mi Keyra está muriendo. Comienzo a llorar, porque estoy desesperado, porque está sucediendo lo que he temido todo este tiempo y no puedo hacer nada al respecto. No puedo salvarla yo solo. No puedo salvarla como creí.

¿Realmente voy a perderla? Ahora, después de que todo estaba muy bien.

Tengo miedo. Joder, tengo miedo. Por primera vez en mi vida estoy cien por ciento consciente de que podría perderla en cualquier momento. Podría morir ahora mismo, en mis brazos.

—Vas a estar bien—murmuro. Mi voz ronca por el dolor.

Will entra por la puerta. Joder, ¡al fin! En dos segundos tengo a Keyra en mis brazos y Will exclama.

—¡Vamos, vamos, rápido!

Me dirijo directamente a mi auto, esperando a que Will me siga. Lo hace. No podemos perder ni un sólo segundo. Will abre la puerta trasera para nosotros y me subo rápidamente. Él vuelve a cerrar la puerta a mi lado.

—Las llaves están puestas—digo.

Pongo a Keyra a mi lado, manejando su cuerpo amainado con extrema facilidad, recostándola a lo largo del asiento y con su cabeza sobre mi regazo. La toalla debajo de su boca. De pronto puede dejar de toser y su barbilla tiembla, haciendo sonar sus dientes de vez en cuando. Una arcada vuelve a estremecerla y de nuevo tiene dificultad para respirar. Mi corazón se encoge con cada nuevo espasmo.

—Por ningún motivo dejes que mire hacia arriba—Will dice. No suena como una orden, suena como si estuviese pidiéndomelo, casi como un favor.

No puedo dejar de llorar en silencio y mirarla, esperando a que se detenga. Keyra ya no hace ruido y su cuerpo sigue contrayéndose en completa afonía.

No necesito mirar en el tablero del auto para saber que Will va muy por encima de la velocidad permitida dentro de la ciudad, y se lo agradezco enormemente.

Marco el número de Urgencias de la Clínica de Londres que Will me dió entre otros cuántos anotados en el primer papel de informaciones desde que operaron a Keyra.

—Urgencias, ¿En qué le puedo ayudar? —pregunta una voz femenia después del primer pitido.

Hago lo posible por no sonar demasiado afónico en el teléfono.

—Llevo a Keyra Johnson en una Chrysler Aspen negra. Está tosiendo y sangrando y está muy mal. Estamos a menos de dos minutos de llegar.

—Estaremos esperando.

Corto la llamada y acaricio la mejilla de Keyra con mi pulgar. No puedo creer que esté así. Suspiro, tratando de evitar un sollozo y tiro mi cabeza hacia atrás. Cierro mis ojos por un segundo, rogando porque esta pesadilla termine. Cuando los abro, Will está aparcando en la puerta de urgencias de la clínica. Un equipo de personas se acerca corriendo con una camilla. Will se apea del auto y abre la puerta del lado de Keyra. Ellos la sacan de mi lado con un increíble equilibrio entre rapidez y cuidado y la ponen en una camilla. Cuando me apeo del auto, ellos ya están corriendo de vuelta al interior, llevándosela con ellos.

Observo a través del agua en mis ojos cómo se alejan y desaparecen tras las puertas de cristal.

Sorbo por la nariz y tomo un respiro.

—¿A dónde la llevan?—le pregunto a Will y la voz aún me raspa la garganta. —¿Qué van a hacerle?

Él me mira triste y confundido.

—No sé—murmura. —Tengo... Tengo que, ah, entrar.

Me da las llaves del auto y camina con torpeza hacia la zona de Urgencias. Parece como si estuviera en shock.

Yo me quedo junto a mi auto.

Llorando.

Y sintiéndome frustrado porque no pude hacer nada para que Keyra se pusiera mejor. Tengo rabia conmigo mismo y con todo el mundo.

¿Por qué tiene que ser ella precisamente? ¿Por qué no alguien más?

Trato de calmarme, tomando respiraciones profundas. Tengo que tranquilizarme y estar bien para ella. Me meto en el auto nuevamente, en busca de mi teléfono para marcar a la única persona que puede ayudarme calmarme.

—Hola, cariño —responde alegre, apenas después del primer pitido.

Había logrado dejar de llorar hasta que ella contestó en el teléfono. Entonces, cuando tengo que hablarle, mi voz se quiebra de nuevo.

—¿mamá?

Mamá hace una pausa.

—¿Qué sucede? ¿Estás bien? ¿Dónde estás, Niall?

—Estoy en la clínica—digo. Trago saliva para bajar el nudo con ella. —Keyra está mal.

Cierro los ojos, apoyando la frente sobre el respaldo del asiento conductor, y una nueva lágrima se desliza por mi cara.

—Voy allá, te llamaré cuando esté ahí.

Corto el teléfono y lo tiro a un lado. El silencio me invade y me presiona. Mis manos están pegajozas y un poco manchadas por la mezcla de saliva y sangre de Key. Y aún me cuesta creer que esto esté pasando.

Sigo preguntándome una y otra vez si esto significa que va a morir, y si hay algo que debí haber hecho para hacer que la sangre se detuviera. Me pregunto si esto es mi culpa.

Meto mi teléfono de vuelta a mi bolsillo, me apeo del auto y lo cierro con el control remoto. Camino lentamente hacia el interior de la unidad de urgencias, pero en vez de preguntar por mi novia o buscar a Will, me dirijo hacia el baño de varones directamente para lavar mi cara y manos.

Odio este lugar.

Mayra está sentada en la sala de espera cuando salgo del baño. Escaneo todo el lugar al tiempo en que me acerco a ella, vacilante. La sala está prácticamente vacía, si no fuera por una mujer sentada junto a un niño, unas cuantas filas de asientos más atrás que Mayra.

—Niall, ¿Qué sucedió? —pregunta, poniéndose de pie apenas me ve. —Siéntate, necesitas descansar.

Me pregunto qué tan mal se ve mi cara para que ella diga algo así. Hago caso y me siento a su lado. ¿Dónde está Will?

—Will ha ido por café —dice, respondiendo a mis pensamientos—, traerá chocolata para tí.

¿Keyra lo habrá mencionado alguna vez, para que él lo sepa?

Mimi llega caminando tan rápido como puede hacia nosotros, probablemente estaría corriendo, si sus zapatos de tacón se lo permitieran.

—Dios mío, díganme que está bien. Díganme qué pasó—pregunta. Está al límite de un ataque de nervios.

Las dos mujeres me miran en espera de una respuesta. Mi mirada se pega en un pequeña mancha de los azulejos en el suelo y me encojo de hombros. ¿Qué se supone que diga? No tengo ni la menor idea de lo que acaba de suceder hace un rato.

La última imagen que tengo en la cabeza es de mi haciendo el amor con mi novia hace unas cuántas horas. ¿Cómo pudo suceder todo en el mismo día?

—Traje café—Will dice, sacándome de mi propia mente.

—Will, qué sucedió—gime Mimi. —Por favor, digan algo.

—Keyra estuvo tosiendo y vomitando sangre—dice en un tono neutral, mientras estira una taza deshechable de chocolatada para mí. —Nadie ha salido a decir nada por el momento, pero deberían tener algo de información dentro de poco rato.

—Oh, por Dios—Mimi se estremece y Mayra la rodea con un brazo, acariciando su espalda cordialmente. Ellas se han hecho muy cercanas, al parecer.

Mi teléfono comienza a sonar. Es mamá.

—¿Hola? —me pongo de pie rápidamente, buscándola con la mirada.

—Cielo, estoy en el aparcamiento, ¿por dónde tengo que ingresar? —mi pecho se siente abrigado al saber que mamá ya está aquí.

—Estamos en la unidad de urgencias—digo. —La sala de espera está a pocos metros de la entrada.

—Estoy caminando hacia allá. Te veo en un minuto—dice.

Cuando entra caminando, se apresura a llegar hasta mí y me envuelve en un abrazo apretado y muy, muy protector. Es aquel abrazo que sólo ella podría darme. Cuando me alejo de ella, Will, Mayra y Mimi están mirándonos conmovidos.

—Ésta es mi mamá—digo.

—Es un gusto—mamá dice, en un intento de sonrisa. Tú sabes, es de aquel tipo de situaciones en que no quieres sonreír demasiado, porque sabes que todo está mal, pero debes hacerlo de todos modos e intentar calmar el ambiente. —¿Cómo está Keyra? ¿Le han dicho alguna cosa? —pregunta angustiada.

—No aún—dice Will. —Gracias por venir, Maura.

—Oh, no podría haberme quedado tranquila en casa sabiendo que Keyra está aquí. Ella y yo nos hemos hecho buenas amigas—dice mamá, mirándome, y acaricia mi pelo con una mano.

Todos se ponen de pie cuando una puerta al costado se abre y un médico que no conozco da unos pasos fuera. Supongo que por ahí ingresaron a Keyra.

—¿La familia de Keyra Jonhson? —pregunta.

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