Keyra en las nubes (fanfic n...

By hola_eff

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Niall nunca se ha enamorado. En su penúltimo año de instituto, lo único que le preocupa son las tardes de piz... More

Sinopsis
Prólogo
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Epílogo
Agradecimientos.

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By hola_eff

Cuando terminamos de comer, Keyra le dedica mucho tiempo a ordenar los platos en el lavavajillas y ponerlo a funcionar.

—No sé si quiero seguir viendo la película—dice. —Quiero decir, ni siquiera sé cómo comenzó, no puse atención ni un sólo minuto.

—No veamos esa tonta película—digo riéndome. —Confieso que desde un principio no quise verla.

Esperaba que se riera, pero en vez de eso, sus ojos se cerraron bruscamente y sus labios se funcieron. Ella realmente no va a llorar por lo que acabo de decir, ¿no es así?

—¿Dije algo malo? —pregunto, esperando cualquier reacción de su parte.

—No—dice. —Está comenzando a doler.

Oh, no.

—Siéntate—le digo.

—No, ya estoy bien. —suspira—. Ya estoy bien.

—Vamos arriba.

Si hoy es igual que muchas otras veces, el dolor sólo irá en incremento hasta que Keyra termine llorando. Will me ha dicho como son los dolores más fuertes, espero que hoy no sea así. La sigo escaleras arriba, su cuerpo está tan tenso, que incluso su mano aprieta un poco la mía.

No quiero ver esto. Will, llega pronto, por favor.

Keyra se recuesta en su cama y vuelve a apretar mucho sus ojos. Ella realmente está aguantándose las pequeñas punzadas de dolor en sus huesos, se ve tan débil, joder.

—Keyra, toma una ducha—ordeno. Will dijo que eso funcionaba, ¿no?

—No, estoy bien—dice, pero ni siquiera ella misma podría creer esa mentira.

—Keyra. Toma una ducha. —repito. —Vamos.

Entro al baño y enciendo el agua en el lado caliente. Keyra obedece y se mete al baño. Cierro la puerta conmigo afuera -por supuesto- y bajo las escaleras hasta la cocina nuevamente. Encuentro las tazas de café en el segundo intento y pongo agua caliente en el hervidor. Café, café... Aquí.

Marco el número de Will.

—Hola, Niall. ¿Todo está bien?

—Ah, si—digo, concentrado también en preparar el café—. Pero a Keyra ya comenzaron a dolerle los huesos. Está tomando una ducha caliente ahora y yo estoy preparando café para ella. Creo que de todos modos debería tener el ungüento de ibuprofeno a mano.

—Claro que sí. Está en mi armario. Puerta de la izquierda, abajo.

«Puerta de la izquierda, abajo» repito en mi mente.

—Yo estaré en casa en una hora o algo así, ¿okay?

—Está bien. Yo estaré cuidándola mientras llegas.

Pongo la taza de café sobre la mesita de luz de Key antes de ir a la habitación de Will. Es muy grande y bonita y todo parece estar en el lugar perfecto. Abro las puertas del armario y el ungüento salta a la vista. Deben usarlo muchísimo últimamente, claro que iba a estar en un lugar rápidamente accesible.

Sé que Keyra estuvo llorando ahí dentro cuando sale del baño, porque su rostro adquirió una tonalidad rosa debajo de sus ojos y están vidriosos. Odio verla llorar. Lo odio, joder. Lo odio.

—Ven aquí, bebé —Abro mis brazos para ella y se mete dentro. Se le escapa un hipo pequeño y cierra sus ojos mientras yo la rodeo con ellos y apoyo mi barbilla sobre su pelo. Se ve tan pequeña ahora. Digo, más de lo normal.

—Me duele—gime despacio.

Necesito hacer que se detenga. Necesito que ella deje de sufrir así.

—Vamos a ponerte el ibuprofeno—digo. Keyra asiente y se incorpora sobre la cama. Está mordiendose los labios para no llorar. Alcanzo el envase con crema y aplico una porción del tamaño de una almendra en mis dedos. —¿Dónde? —pregunto. Podrían ser sus brazos, sus piernas, quizá su espalda.

No habla y estira sus piernas.

—Aquí—indica con un dedo toda la parte entre sus rodillas y sus tobillos y cuando asiento, ella comienza a doblar sus vaqueros hacia arriba para que yo ponga la crema sobre su piel.

—¿Sabes que estos no son masajes de relajación, verdad? —pregunto, sólo para asegurarme de que ella no espere eso. Asiente. —Bien.

Se ve más tranquila mientras observa cómo presiono mi mano contra su pierna con el ungüento de ibuprofeno y me indica distintas partes en las que aún no lo he aplicado, sólo diciendo "aquí" todo el tiempo y tocándose en cada zona con su dedo índice.

—Se está yendo—dice. La miro y sonrío. No sé si está concentrada o sólo no tiene ganas de sonreír en este momento. Sus pestañas están aún empapadas y separadas entre sí y su piel al rededor de los ojos está irritada.

Termino de frotar su piel y dejo el envase sobre la mesa de luz. Le estiro la taza de café.

—Gracias—ella dice.

Alcanza a beber sólo la mitad del contenido en la taza antes de que vuelva a contraerse todo su cuerpo. Ahora se ve aún peor y ni siquiera emite un ruido antes de que las lágrimas se deslicen por sus mejillas. Estoy jodidamente estresado. ¿Qué hago ahora? ¿Esta mierda se detiene en algún momento?

—Dime, bebé. Qué puedo hacer—susurro.

—Solo estar conmigo—susurra y me mira como si estuviera suplicando.

Frunzo los labios y asiento con la cabeza. Keyra se acomoda lentamente sobre la cama, dándome la espalda y yo imito su postura para acariciarla. No dice nada, pero puedo oír muy bien sus pequeños sollozos. Si pudiera comprender al menos cómo se siente ese dolor, quizá podría pensar en alguna otra forma de arreglarlo, pero es algo que sólo ella siente. Verla así me afecta muchísimo más de lo que pensé.

De vez en cuando la escucho quejarse en un susurro.

—¡Auuu! —suelta en un aliento y sigue sollozando en silencio.

A ratos se tranquiliza y su cuerpo parece aflojarse, entonces espero que se duerma, pero pronto comienza desde el principio. El problema es que el volumen de sus sollozos va en aumento y puedo decir que cada vez le duele aún más.

Ya ha pasado una hora y Will aún no está aquí.

—Keyra, ¿no hay otra forma? Por favor piensa—ruego—, piensa en algo que pueda aliviar el dolor.

—Es que no hay nada —llora. —¡Estúpidas piernas! ¡Inútiles! —gime, dándose golpes con sus puños cerrados.

—No hagas eso, bebé—Trato de sonar tranquilo. Alcanzo sus muñecas y las alejo.

Keyra se queda quieta y cierra sus ojos. Si vuelve a apretar sus parpados de esa forma voy a explotar en desesperación. Está preparándose para el dolor nuevamente.

—Me duele—dice con apenas un hilo de voz saliendo de su garganta—. Me duele. —Gime y comienza a llorar de nuevo. Se deja caer sobre mí y tengo que reaccionar muy rápido para sostenerla. —¡Quiero que se detenga, esto duele mucho!

—Por favor aguanta, bebé. Ya va a terminar—digo, pero no puedo sonar terminante cuando ni tan siquiera yo mismo tengo la convicción suficiente. Yo no sé si va a acabar en algún momento. No parece que fuera a acabar, honestamente.

Sus puños se enganchan de mi camiseta con demasiada fuerza y presiona. Suspiro, esperando a que estalle en llanto por millonésima vez. Grita. Literalmente grita y patalea y creo que va a dejarme sordo. Jamás en toda mi vida había visto a una persona tan desesperada por un dolor físico y, ¡joder, es horrible! ¿Cómo infiernos es posible que sufra de esta manera todo el tiempo? Llevo apenas unas horas con ella y voy a arrancarme el pelo en cualquier momento.

La puerta de la habitación se abre de un tirón y un agitado Will aparece tras ella, vestido con el mismo traje de saco con el que me recibió esta mañana.

—Cariño—dice. Deja caer su maletín a la suerte junto a la puerta y se sienta frente a nosotros sobre la cama.

—Papá, me duele—Keyra solloza y la muevo hasta los brazos de Will. Cada parte de mí está completamente agotada. Ya no sé que hacer.

—Lleva horas así—digo.

—¿Tomó una ducha? —Will pregunta, acariciando a Keyra de la misma forma protectora en que yo lo he hecho otras veces. Asiento con la cabeza. —¿Masajes?

Ese maldito ungüento no funcionó ni un segundo.

—Sólo me falta hacer magia—bufo.

Will se queda en silencio y mece a Keyra. Poco a poco deja de llorar y suplico al cielo que sea la última vez. Su último grito fue suficiente. No sé si es posible que ella aguante un nuevo calambre, o lo que sea que esos malditos medicamentos le hacen a su cuerpo.

—Ya no quiero seguir con el tratamiento—dice Keyra después de un buen rato en silencio.

¿Qué?

—¿De qué estás hablando, Keyra? —pregunto, sólo para asegurarme de haber oído bien. Espero que no esté hablando en serio. Espero que esté pensando en lo que acaba de decir.

—Es que me duele mucho—murmura, confirmando lo que escuché.

No. No puede estar hablando en serio. Después de todo este tiempo, no puede simplemente decidir eso, menos ahora que está así. No puedes decidir una cosa como esa en momentos como este.

—¿Estás loca? —pregunto. Vale, eso sonó un poco violento.

—Niall...—Will dice, como advirtiéndome.

—Pero, ¿estás oyendo lo que dice?—pregunto, precipitado. —Ella no puede dejar el tratamiento—. Miro a ambos esperando que comprendan lo que digo. No es tan difícil. Esto es una locura.

Keyra. No. Puede. Dejar el tratamiento.

Ni siquiera trato de imaginar cuánto tiempo pasaría antes de que muera si dejara de medicarse de un día para otro. Mierda, no.

Me estremezco al ver la decisión con que Keyra se incorpora sobre la cama y me mira conseveridad.

—Pues quiero hacerlo—dice.

¡Vaya! De pronto se ve perfectamente y su voz suena muy audaz.

—Pues no vas a hacerlo—me mofo. Más vale que Will me apoye en esto. Él es su padre, no va a dejar que tome esta decisión así como así, ¿cierto?

—¿Disculpa? ¿Acaso tú estás sintiendo este puto dolor en los huesos? —desafía. Keyra seriamente no me está hablando de ese modo. ¡No puede sólo tomarse esto como un ataque, joder! Estoy preocupándome por ella. —¿Acaso eres tú el que se está quedando sin cabello?

Estoy a punto de burlarme del último argumento. ¡La personas no se dejan morir por no tener cabello durante un tiempo, maldita sea! Es sólo cabello, ¡Contra una vida! Pero Will interviene antes.

—Chicos, tranquilísense. —Oh, tienes que estar bromeando.

—No—Keyra dice, pero no deja de sostenerme la mirada. ¿Está desafiándome? ¿En serio? —Este es mí cuerpo y yo decido si termino el maldito tratamiento o no.

Presiono mis dientes para no gritarle. No sé cómo llegamos hasta este punto. Will se pone de pie y rueda los ojos antes de salir de la habitación, frotándose las sienes con sus dedos.

—Keyra, ¿acaso te estás oyendo? —pregunto. Suplico. —¿Te das cuenta de lo que dices?

—Claro que me doy cuenta. Sé perfectamente que no quiero seguir con ésta vida de perros. ¡Ya ni siquiera estoy viviendo!

—¿Que no estás viviendo, joder? ¿Tienes una puta idea de cómo estarías si jamás hubieras comenzado el tratamiento? ¿Tienes una puta idea? —digo más fuerte que ella. Me estremezco de sólo pensar en lo que acabo de decir, pero tengo razón. Ella no lo comprende.

—¡No! ¡No tengo una puta idea de cómo sería porque me he pasado los últimos dos meses metida en esa clínica que no hace más que deprimirme! Y tomando más medicamentos que comidas al día, con este maldito dolor de piernas —respira—, de brazos —respira—, de cabeza. ¡De todo!

Está gritándome. Me pongo de pie, dispuesto a salir cuando esta discusión termine.

—Bien, ¿quieres dejar el maldito tratamiento? Pues, anda. ¡Déjalo! Pero no cuentes con que estaré aquí viendote morir, ¿me escuchas? ¡No cuentes conmigo para eso!

Su respiración suena extraña antes de que vuelva a gritar.

—¡Bien! —Ruego porque no me deje ir. —¡Haz lo que quieras! ¡Eres libre de mi jodida enfermedad! —lo hizo.

Perdí. Keyra está dispuesta a perderme a cambio de dejar el tratamiento. Se me hace un lío en la cabeza y mi estómago se contrae. No sé qué es exactamente lo que siento, pero hago un esfuerzo por no mostrarle mis emociones, ahora que a ella no le importa. Voy a irme, porque ella quiere que yo lo haga.

Aprieto mis dientes con fuerza y tomo todo de mí para no desparrarme ahí mismo. Camino hasta la puerta y, para eso incluso, necesito concentración.

Will está en la sala cuando bajo las escaleras.

—Por favor, Will. No dejes que lo haga—digo. Es malditamente incómodo el hecho de que él haya presenciado toda esta pelea con su hija, pero necesito hacer algo para que no deje el tratamiento.

—No está pensando con claridad—Will dice. Se supone que eso me tranquilice.

Asiento con la cabeza antes de salir de la casa. Espero durante tres minutos en el auto a que Keyra salga a buscarme, pero no lo hace. Golpeo el volante, como si eso fuera a servir de algo. Luego me voy.

No se suponía que en una semana las cosas cambiaran demasiado.

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