Keyra en las nubes (fanfic n...

By hola_eff

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Niall nunca se ha enamorado. En su penúltimo año de instituto, lo único que le preocupa son las tardes de piz... More

Sinopsis
Prólogo
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Epílogo
Agradecimientos.

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By hola_eff

—¡Creí que habías dicho que eras bueno en esto! —Grita Keyra burlezca en cuanto pasa por mi lado para quitarme la pelota de baloncesto por cuarta vez en un rato. 

Nuestras cosas ya están listas y arriba del bus, pero aún falta un rato para que todos estén en la misma condición, por lo que tuve la grandiosa idea de jugar un poco con ella, pero claro, no contaba con que fuera tan buena, y yo tan malo. No es que no sepa jugar al baloncesto, en realidad puedo y no se me da mal, pero llevaba un tiempo sin practicarlo, y ella se mueve como si lo hiciera todos los días. ¿Qué diablos? Ni siquiera debe medir más de un metro y medio como para ser tan buena. 

Se acerca a la canasta, no demasiado alta para ella, sin embargo sigue necesitando de un buen salto para que el balón entre en el aro. Ella se detiene por menos de un segundo en frente de él y se impulsa para saltar. 

La pelota lo atraviesa tan limpiamente, que me cuesta creer que ella lo haya hecho con tanta facilidad. 

—¡Chazzzz! —Exclama. Vuelve a trote y se detiene junto a mí. Sigue jadeando y se ríe, probablemente cuando repara en mi expresión de asombro, y cierro la boca cuando me doy cuenta de que realmente debo lucir como un bobo. 

No quiero sonar como si pensara que el sexo masculino es mejor, ni nada de eso. Pero en serio, no puedo creer que una chica tan delgada y pequeña como Keyra me haya ganado por tres puntos de diferencia. Vamos, ¡sólo anoté un punto y ella cuatro!

—Sólo te dejé ganar—bromeo. Ella suelta una carcajada más estrepitosa de lo que estaba esperando, y es tan hermosa. —¿Eres profesional y estuviste escondiéndolo, o algo por el estilo? —Pregunto. Es gracioso el modo en que los dos seguimos jadeando casi en sincronización. 

Su respiración hace una pausa mientras traga saliva antes de responder. —No —dice. —Sólo jugaba a veces en San Clemente, con algunos amigos. 

Creo en mi mente una imagen de ella jugando allá. Jamás he estado en California, pero he visto algunas imágenes y todo el mundo sabe que es un clima muy tropical. La imagino con shorts deportivos y zapatillas de correr, zigzagueando por toda la cancha a través del resto de los jugadores hasta robar el balón, tal como lo ha hecho conmigo cuatro veces. 

—Eres hermosa—digo. Me siento frustrado al querer besarla, hasta que recuerdo que en realidad puedo hacerlo ahora, por lo que me inclino hacia ella y deposito un beso en las comisuras de sus labios. 

Se siente tan bien. 

Ella me mira con una sonrisa tímida y se eleva en las puntas de sus pies, como si fuese a devolverme el beso, pero un silbato de monitor nos interrumpe. 

—¡Hora de irnos, alumnos! ¡Todos a sus buses! 

A partir de este momento, los monitores no me agradan. Y camino hacia el bus siendo arrastrado por ella de mi mano, con la sensación de no haber recibido ese beso aún presente, como si en vez de no dármelo, me lo hubiese quitado.

 Nunca antes había experimentado la sensación de calzar perfectamente con alguien más, como si su cuerpo hubiese sido hecho para quedar ajustado a la perfección dentro de mis brazos, mientras que su cabeza se apoya en el hueco entre mi cara y mi cuello. Así es como nos acomodamos en el autobus para volver a Londres. Siento que pertenezco a ella, a tal nivel, que no quiero separarme ni un sólo centímetro de su cuerpo apoyado en mí. Por el contrario, quisiera poder unirme más a ella, si eso tan sólo fuera posible.

Las horas pasan mientras el autobus avanza por la carretera, y todo el bullicio que hubo en un principio se ha desvanecido hasta quedar en completo silencio, donde sólo se oye el zumbido de las ruedas correr por el asfalto y algún movimiento entre los asientos de vez en cuando. Keyra y yo nos hemos reído bastante durante el camino, sólo conversando sobre cosas sin mucho sentido. Ahora puedo oír su tranquila respiración, y sentirla entrar por el cuello de mi camiseta. De algún modo me siento bien por haberla hecho dormir, hablando despacio y enredando mis dedos en su cabello hasta que su cuerpo se relajara por completo. Me dedico a mirar a través de la ventana durante gran parte del camino, y el resto del tiempo la miro a ella, contemplo sus largas pestañas, su nariz respingada y sus labios semi fruncidos. Dudo un momento antes de deslizar la yema de mi dedo índice desde el inicio de su frente, pasando por la curva cóncava de su nariz, hasta llegar a la carne hinchada de su boca, pero al hacerlo tan despacio sé que ella ni siquiera va a notarlo. Ella me provoca ésta extraña sensación de calidez que ni siquiera sabía que existiera, cada vez que se encuentra apoyada sobre alguna parte de mí. 

Es un poco tonto, pero realmente no deseo bajarme del autobus al momento en que se detiene dentro del campus. Ni siquiera quiero despertar a Keyra, porque sé que eso significará que ella se incorpore sobre su lado del asiento, se estire y bostece, y luego dirá que lo mejor será bajarnos a buscar nuestras cosas. Y como ya es un poco tarde por la noche, ella se irá a dormir con Toff, dejándome con una molesta sensación de vacío. De sólo pensarlo me siento irritado, ¿cómo diablos hacen las personas para despedirse de buenas noches de sus seres amados? 

Aún así sobrevivo hasta la mañana siguiente. Pero llego a frustrarme un poco durante la noche, mientras intento recordar cómo lo hacía antes de besarla por primera vez para no sentirme de éste modo tan molesto. 

Supongo que mientras más tienes a alguien, más difícil es alejarte, lo que me produce un temor odioso, porque no quisiera convertirme jamás en esos tipos que no pueden despegarse de su novia ni tener una vida además de ella. 

Después de la primera clase de la mañana camino un poco ansioso hasta la cafetería para encontrar al menos una mesa vacía por el costado, de tal manera que pueda ver en cuanto Keyra entre al instituto.

No, no estoy espiándola ni siendo un sicópata. No tengo esa necesidad ahora que ella es mi novia, ¿ya ven? Pero quiero darle una sorpresa. Después de que Toff me dijo ésta mañana que ella fue al médico a ver todo sobre sus manchas en la piel, no me he quitado de la cabeza la idea de que ella seguramente ni siquiera recordó tomar desayuno. Lo hace siempre antes de ir a clases, pero una cosa que he aprendido de ella es que al instante en que la sacas de su rutina, comienza a olvidar las cosas que debería seguir haciendo, como tomar su desayuno.

 Suerte que alcanzo a llegar un poco antes de que la capacidad de personas comience a colapsar, y encuentro una mesa desocupada junto al enorme ventanal que reemplaza a una de las paredes del casino, teniendo una perfecta vista de las personas que circulan por el pasillo del exterior, junto a la entrada del edificio. 

Casi no me doy cuenta cuando me descubro a mí mismo tratando de distinguir sus delicadas facciones entre todos los abrigos con capucha que entran y salen por el corredor. Hasta que encuentro sus enormes ojos mirando a los adoquines mojados antes de dar cada paso. La capucha de su abrigo es tan grande, que cubre toda su frente y toca el borde superior de sus cejas. La punta de su nariz adquirió una graciosa tonalidad rosa debido al frío que hace allá afuera. 

Extraño el clima caluroso de Bournemouth. Pero Keyra me da la calidez suficiente como para desplazarlo de mis pensamientos. En un año más podríamos estar de vuelta, y sería increíble que siguiéramos juntos para entonces. 

Salgo de mi trance cuando ella está a punto de pasar por mi lado, al otro lado del cristal. Agradezco enormemente el hecho de que ella camine tan lento y sus pasos sean tan cortos al momento de desbloquear la pantalla de mi teléfono celular y teclear con suma rapidez las cuatro primeras palabras que se me ocurren: «Mira a tu derecha»

Ruego porque lleve su teléfono en uno de los bolsillos en los que sus manos están metidas. Y así es. Ella se detiene a pocos pasos de alcanzarme, para sacar el aparato de su bolsillo y abrir el mensaje. Es gracioso cómo su ceño se frunce mientras ella intenta comprender lo que estoy tratando de decirle en el mensaje, pero finalmente mira hacia su derecha y se encuentra conmigo sonriendo para ella.

Se ríe, haciendo que sus ojos se achinen por los costados y que mi estómago se revuelva a su vez. Parece bacilar un poco antes de seguir caminando, más rápido ésta vez y entrar a la cafetería. Lo primero que hace al llegar hacia mí es besarme. Recién entonces me doy cuenta de que mis ojos se cierran automáticamente cada vez que ella lo hace. 

Me levanto para correr la silla de enfrente hacia atrás, ella me agradece con una sonrisa y toma asiento. 

—Toff dijo que estabas en el médico —digo.

—Sí, fui por eso de los moretones—dice. ¿Ella tendrá mal humor a veces? La única vez que la he visto sin sonreír ha sido el día en que Megan la hizo llorar. Incluso el día en que hablamos sobre su mamá ella seguía sonriendo. Eso significa que aún necesito conocerla más, porque es imposible que una persona jamás tenga otros sentimientos que no sean de felicidad. Aunque ella tampoco me ha visto molesto. No digo que necesitemos de alguna discusión o encuentro desagradable, porque odiaría tener el tipo de relación que Harry y Brandy tuvieron al menos en el principio. Pero, como sea, es necesario conocernos un poco más, y espero que el tiempo dicte esa situación. 

—¿Y? —consulto, esperando a que ella diga algo más sobre su visita con el médico.

—Pues—piensa—no es nada. Debo volver uno de estos días, pero no recuerdo bien para qué. 

Cada vez que me da respuestas como ésta, confirmo que definitivamente no vive con los pies sobre la Tierra. Sólo espero que no sea importante ésta vez, porque a pesar de lucir tranquila, podría estar olvidándose de algún detalle importante.

—¿Absolutamente nada? ¿No había una razón para que tus piernas se llenen de moretones? Y recuerda que te desmayaste poco antes del campamento —añado, recordando el día denuestro castigo. 

Caigo en la cuenta de que por primera vez me estoy dirigiendo a ella con la actitud de un novio preocupado. Si fuésemos sólo amigos aún, difícilmente me encontraría haciendo tantas preguntas y recordándole sobre su desmayo, quizá simplemente hubiese asentido y cambiado el tema de conversación en cuanto ella dijo que no tenía nada. ¿Por qué? Porque seguramente hubiese quedado como un metido en el caso contrario, aunque ella ni siquiera lo hubiera notado, de cualquier forma. 

—Na —dice, haciendo un gesto de poca importancia con su mano. —Dijo que quizá me esté perdiendo algunas vitaminas en mis comidas. —Agrega. 

Supongo que con eso debería quedar satisfecho.

—Genial.

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