Keyra en las nubes (fanfic n...

Por hola_eff

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Niall nunca se ha enamorado. En su penúltimo año de instituto, lo único que le preocupa son las tardes de piz... Más

Sinopsis
Prólogo
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Epílogo
Agradecimientos.

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Por hola_eff

Hoy es Lunes, y la fiesta pasó casi desapercibida en las vidas de todos los que estudiamos en este instituto, pues no ha sido la gran cosa. Y es incluso algo penoso que hasta el momento nadie haya hecho ninguna clase de comentario al respecto. Ni buenos, ni malos, lo que significa que no ha sido más que un evento regular. 

Aunque, de cierto modo, regular está lejos de ser la palabra que yo, Niall Horan, utilizaría para definirla, pues hubo un momento que la hizo diferente y, de hecho, un poco extraña.

Resulta que, llegando a la fiesta, y esperando que sea como lo es cada año, me encontré con Toffee bajando del auto de Will. Detrás de ella, Keyra. Con el cabello tomado en una cola ridículamente despreocupada y unos tejanos amarillos, acompañados por un sweater oscuro y una chaqueta de mezclilla. Vaya— pensaba. —A ella realmente no le importa nada. 

Entonces Toff, muchísimo más arreglada, corrió hacia la entrada del gimnasio, de donde la música y las luces de colores parecían querer salir despedidas por las ventanas. Brandy estaba ahí, y con un chillido reprimido se abrazaron, luego Keyra se acercó a ellas, acompañada de una pequeña sonrisa en su rostro y la abrazó también. 

Todos los años pienso la misma cosa al llegar a la fiesta: Volvemos a casa como cada Viernes después de clases, sin embargo, una hora después, nos encontramos de nuevo en el instituto para tener una fiesta. ¿No es estúpido? 

Louis de pronto me sacó de mis pensamientos. —Hey, duendecillo. ¿Vamos a entrar o qué? 

—Ah, sí —Me río, imaginando lo bobo que debí haberme visto, pegado en la nada. 

—Es linda. —Dijo, de pronto. 

—¿Quién?

—Keyra, ¿no es ella a quién mirabas? —Vale, me descubrió. 

Deslicé mi mano sobre mi cabello, tratando de lucir relajado y respondí: —Algo. 

Nos encontramos con ellas en la entrada y saludamos a cada una. Más tarde llegó el resto de los chicos y chicas y entramos juntos en el gimnasio. Todos estábamos dispuestos a pasarlo bien y tener una gran noche de bienvenida, a excepción de Keyra, que parecía sorprenderse por cada cosa que veía. Siempre medio silenciosa, sin embargo. 

Toffee dijo un par de bromas, y todos nos reímos. Es algo así como la graciosa del grupo, lo cual la hace tan genial, pues siempre, y absolutamente siempre, tiene algo gracioso que decir. 

Poco después, todos nos encontrábamos bailando y conversando en un gran grupo, en medio de la pista. Pero no tardamos en comenzar a separarnos cuando Toff y Liam caminaron juntos a la mesa de ponche, Harry y Brandy se alejaron un poco para bailar solos, y Keyra se apresuró en salir de la pista para caminar hasta la salida, con su teléfono en una mano. Entonces el grupo que tuvimos en un principio, quedó desmenuzado.

No dejé de pensar, durante tres largos minutos, en lo incómoda que debía sentirse, por lo que me decidí al fin y salí también. Ella estaba a dos o tres metros de la puerta, sentada sobre las grandes escaleras que le antecedían. 

Me senté junto a ella, aun dudoso. 

—Hola —Dije. Y me sentí un completo perdedor. 

Ella me miró con detención y no tardó en elevar las comisuras de sus labios. —Hola. —Intenté decir algo, pero no había pensado en nada antes de llegar hasta ahí, y ella habló primero: —No, no estás interrumpiendo nada. Y no molestas, tampoco. 

Vale, eso fue inesperado, pero definitivamente gracioso. Me reí con ganas. —Eres buena rompiendo el hielo. —Dije.

Keyra sonrió, más con los ojos que con la boca. —Nah. —Bajó la mirada hasta su teléfono, enciendió la luz de la pantalla y luego metió el aparato en un bolsillo de su chaqueta. Suspiró y volvió a mirarme, haciendome sentir el responsable de que la conversación continuara.

—Y bien. —Comencé. Quería conocerla un poco, pero hacerla sentir cómoda y bienvenida a la vez. —¿Quién eres, Keyra Johnson? Digo... ¿Qué te gusta, qué haces por la vida?

Ella desvió la mirada y entrecerró un poco sus ojos. Estaba pensando en algo. —Bueno... vivo en San Clemente. Quiero decir, vivía. —Se corrigió. —Pero sólo estaré aquí por dos años, luego volveré allá.

Por alguna razón que desconozco, se sintió un poco desepcionante oír eso. Es que dos años no parecen tiempo suficiente para conocer a una persona. Menos a una tan cerrada como ella parece serlo.

Dejé que siguiera hablando. 

—Me gusta dibujar. —Fue todo lo que agregó.

—¿Algo más? —Insistí. 

—Uhm... —Volvió a entornar sus ojos. ¿En serio era todo lo que tenía para decir sobre sí misma? ¿Su color favorito, al menos? —Me gusta beber café. 

Fascinante. 

Supuse que tendría que, yo mismo, comenzar a hacer preguntas. Pero era algo difícil hacer una selección. Habiendo tantas cosas que preguntarle a alguien nuevo, y elegir las precisas, sin hacerle sentir incómoda, era algo complicado. 

Ella parecía abierta a responder, sin embargo. Entonces comencé: 

—¿Naciste ahí? ¿En San Clemente? 

—Sí. —Dijo, con una sonrisa orgullosa y un movimiento de cabeza incluído.

...

Esto no iba a ser fácil. 

—Y, ¿qué tal? ¿Te gustaba ahí? —Moría por preguntarle con quién vivía, por qué vino a Londres y otras cosas más personales, pero no me parecía una buena idea hacerlo. No por el momento. 

—Me gustaba el calor y la playa. Pero admito que estaba un poco encerrada en un círculo. No sé si vaya a extrañarlo, para ser honesta. 

—No pareces una persona que no tenga un millón de amigos por doquier. 

—Pues lo soy. —Dijo sin problemas. 

—No pareces muy preocupada por ello, sin embargo. 

—No, no lo estoy. 

—Tampoco pareces alguien que hable mucho de sí misma.

De pronto comenzó a reírse, y con esa misma vocecilla risueña, dijo: —Creo que no parezco muchas cosas para tí.

—Lo siento. 

—No. Está bien. —Dijo. Y la conversación murió ahí. 

Abrí la boca para hacer una nueva pregunta, pero ella me interrumpió. —No es que no hable de mí misma. Es que creo que las personas tienen mucho que contar, y me gusta oír esas cosas. 

—Tal vez yo podría pensar lo mismo —La desafié. No porque quisiera comenzar un debate ahí mismo, no me considero esa clase de persona. Pero Keyra parecía tener una respuesta para todo, y me gustaba saber qué era lo que tenía en su repertorio. 

—Sí. Podrías. —Fue toda su respuesta. 

Nos quedamos un rato en silencio. Y a juzgar por la expresión en su rostro, era como si relamente lo estuviera disfrutando. El silencio, digo. Porque sólo suspiró y su semblante se serenó, sin dejar de mirar a la nada. Y lo interesante, fue que yo logré disfrutarlo también, casi tanto como ella. 

Hasta que me asaltó una nueva duda, y no pude evitar averiguar. 

—¿Tienes un novio en San Clemente? —Pregunté. Y esperé no sonar como si ella estuviese en el mercado.

Me miró con una expresión extremadamente graciosa, como si se hundiera en el pánico. —¡¿Dónde?! —Exclamó —¡Quítamelo! 

La miré, por completo atónito y descolocado en un principio, pero luego capté su idea y me largué a reír. Esta chica es extraordinaria. —Estás loca —Dije al fin. 

Y el resto de la noche fue aburrida y monótona. Tanto así, que la fiesta acabó un poco antes de la 1.30am. No porque se hubiese acabado la comida, o el ponche, o hubiesen cortado la música. Sino porque todo el mundo comenzó a irse, muertos de sueño y sumamente aburridos, incluídos nosotros y las chicas. 

Un golpe sobre la mesa me saca de mis pensamientos. Es Gauss, que acaba de lanzarme su plumón de pizarra. —Haga lo suyo, Horan. 

Recojo el lápiz de mi escritorio y arrastro mi silla hacia atrás, para acercarme a pasos flojos hasta el gran rectángulo blanco al fondo del salón, donde me espera una horrible ecuación de segundo grado que no me siento capaz de resolver. 

No lo logro, y me gano una mirada asesina de Gauss. Como sea, no es la gran cosa. 

Cuando suena el timbre de receso, Louis y yo prácticamente corremos a hacer fila en la cafetería. Ha sido muy difícil adaptarme a los cambios de horario que me proporcionó el paso de las vacaciones a la vida en el instituto, por lo que, durante toda la primera semana, he priorizado los últimos quince minutos de sueño y he tomado mi desayuno en los recesos, justo antes de comenzar a desfallecer por el hambre. 

—¿Ye haz bijado eb Gandy? —Comenta Lou, aún con la boca llena de muffin. 

—¿Disculpa? —Pregunto irónico y fallo al intentar reprimir una risotada. 

Él termina de tragarse la comida y vuelve a decirlo: —Que si te has fijado en Brandy. 

Miro a mi izquierda, donde las chicas se encuentran reunídas, unas cuántas mesas más allá. Megan y Johanna hablan tanto, que casi veo la línea de palabras salir de sus bocas, y es como si jamás fueran a detenerse. Mientras que Brandy tiene la vista perdida, y hasta suspira un par de veces. 

Me pregunto si se encuentra bien.

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