Someday Mine |ZM| En Edición.

By FreeSkyline

541K 22.4K 3.6K

"Ella podría ser quien cure sus heridas. Pero también podría ser la causante de una más" More

Antes de leer + Sinopsis.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capitulo 6
Capítulo 7
Capitulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Importante leer
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Solo quiero decir...
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Nota III
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
¡Test Interactivo!
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Zayn.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40
Capítulo41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45.
Capítulo 46
Trailer
Capitulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
¡Concurso!✍
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Epílogo
Bonus I: Él.
Bonus II: The Wedding
Agradecimientos

Capítulo 12

10.8K 490 47
By FreeSkyline


Capítulo 9 (parte uno)

           

           Cuando la claridad comenzó a hacerse paso sobre la oscuridad de la habitación, ya estaba despierta o al menos lo más parecido a estarlo. Mi mente estaba embotada en una bruma densa, tan pesada y sinuosa que solo había un pensamiento capaz de atravesarla, por más fuerte que intenté, por mucho que quise cerrar mis ojos el recuerdo aun vívido aparecía haciendo gala y jugando con mis nervios. En algún punto de la madrugada dejé de sentir el calor que se expandía desde mis labios hacia el resto de mi cuerpo, en algún punto de la madrugada también llegué a la conclusión de que por mucho que quisiera levantarme e irrumpir en la habitación de aquel chico no obtendría ningún esclarecimiento de lo sucedido. Quizás hasta terminaría por empeorar las cosas.

Lo que sucedió simplemente no debió pasar.

Lo que sentí simplemente no debí sentirlo.

Era mejor olvidarlo. ¿Por qué avivar algo que era tan jodidamente improbable?

Para cuando bajé a desayunar eran más de las diez de la mañana, a ese punto ya no podía seguir ignorando mis necesidades fisiológicas. Mi madre estaba en la cocina, como todos los domingos, haciendo alguna limpieza y corrigiendo lo que estaba fuera de lugar, aunque no hubiese nada realmente.

Tomé uno de los sándwiches y me senté a sus espaldas, cuando se dio la vuelta dio un pequeño respingo por fin dándose cuenta de mi presencia.

—Oh Emma, buenos días, me alegra que ya estés despierta— hizo una pausa y sirvió un poco de jugo de naranja para mí—. Justo ahora iba de salida a hacer las compras, quizás llegue tarde.

—Está bien, yo saldré con Edward a algún restaurarte nuevo cerca.

—Bien pero no lleguen tarde. Espero una reseña de la comida, tal vez podamos ir algún día de la semana y decirle a Dan.

Asentí y luego vi cómo se marchaba. Acabé la comida y sopesé mis opciones. Era temprano aun, no sabía si Edward querría ir a almorzar o a cenar. No me importaba pero el problema era que no quería permanecer encerrada en una casa donde estaba a expensas de encontrarme de cara con Zayn.

Sin perder tiempo me encerré en mi habitación y tomé mi celular. Estaba siendo iracunda pero realmente me resultaba mortificante tener que mirar un rostro que horas antes estuvo íntimamente cerca de mí, un rostro cuyos labios acariciaron tentativamente los míos.

Diablos.

Edward no tardó en responder y al parecer tendría que esperar resguardada en mi habitación durante unas cuantas horas más.


                                                                                                   * 

Sólo faltaba media hora para las seis, media hora y finalmente saldría de aquí, acababa de secar y alistar mi cabello era lo único que faltaba para estar completamente lista. Dentro de unos pantalones blancos y una camisa turquesa pensé que no podría hacer algo mejor considerando a mi vulnerable estado de ánimo. Cuando la bocina del auto de Edward resonó en la planta baja me di el lujo de salir de la habitación. Sin embargo me apresuré tanto que no me percaté de la figura que en ese mismo instante se encontraba cruzando el pasillo.

Sentí mi cuerpo chocar y luego precipitarse deliberadamente hacia el suelo pero precisamente no aterricé contra el sino más bien contra un cuerpo firme y dolorosamente cálido.

Un gemido de dolor se escapó de sus labios al tocar el suelo, aunque sabía que debía alejarme cuanto antes mis músculos se sentían rígidos incapaces de reconocer ni emplear una simple orden. Toda mi sangre circuló hasta concentrarse en un único lugar, maldiciendo internamente, sabía que en entre todos los lugares no debía estará ahí, yaciendo encima de él.

—Estas sonrojada— susurró rompiendo mi pequeña burbuja, sin poder evitarlo miré su rostro encontrando su mirada fija en mí.

Tragué pesadamente, sus ojos cuyo color era uno de los más cálidos que jamás había visto ahora resplandecían con una frialdad que me heló la sangre. Su mirada no abandonó la mía ni su rostro mostró alguna señal de sentimientos ni cuando mi rostro estaba acaloradamente carmesí.

—Lo siento— bramé, pero mi voz sonó tan quebradiza que se transformó un débil susurro lastimero.

Sin dar paso a nada más, flexioné mis brazos estableciendo un considerable espacio entre nuestros cuerpos y proseguí a levantarme. En el intento sentí como sus manos se aferraron a mi cadera, paralizándome en el acto. Sus manos alrededor de mí se aferraron fuertemente mientras su mirada nunca se apartó de mi rostro. Con mi pecho otra vez aprisionado junto al suyo lo único que podía escuchar era mi corazón latiendo fuertemente en mis oídos, sin embargo lo oí perfectamente cuando hablo de nuevo.

—Diviértete en tu cita— profirió y aunque miles de veces lo escuché fanfarrón, molesto o engreído, nunca había escuchado el matiz aterradoramente gélido que podía adquirir su voz.

Intenté levantarme nuevamente, esta vez con éxito. Le di un mirada rápida y el ya se había levantado y lo último que vi fue su espalda perderse tras su habitación.

Me quedé ahí, estática, mirando y no mirando en absoluto la madera de la puerta cerrada, despotricando interiormente por lo que había pasado.

Su cuerpo se sentía tan caliente pero su temperamento era frío.

Saliendo del ensimismamiento noté mi celular sonar dentro de mi bolso y recuerdo a Edward, esperando por mí, el restaurante. Respiré profundamente y exhalé sintiendo como mi pulso recobraba la normalidad poco a poco. No había pasado nada, simplemente acababa de salir de mi habitación, sin improvistos ni contratiempos. Todo estaba bien.

Alisé mi camisa y me dirigí a la planta baja. Fuera Edward abandonó su celular y me sonríe, trato de hacer lo mismo pero al momento que abre la puerta del auto lo único que puedo hacer es escabullirme y esperar a alejarme lo máximo que pueda de la casa.

Me había afectado y no podía odiarme más por ello.

—Luces hermosa.

—Gracias, tú también te ves bien— le dije y esa vez logré un mejor intento de sonrisa.

Cuando el auto finalmente se puso en marcha, sentí como si por primera vez desde la caída puedo respirar. Antes de dejar la casa a nuestra espalda elevé la mirada, una de las ventanas tenía una particularidad: desde allí la silueta de Zayn podía ser vista. Era la ventana de su habitación.

En el camino Edward y yo hablamos de distintos temas, lo que me permitió enfriar la cabeza de pensamientos escandalosos. Edward entró en la zona de parking de un restaurant aparentemente nuevo y elegante, tanto que me hizo cuestionarme sobre el atuendo que pobremente había escogido.

La fachada del exterior no tenía nada que ver con el interior del lugar, las mesas estaban colocadas cuidadosamente, la comida servida lucía exquisita y la banda sonora del fondo tocaba sutiles melodías clásicas mientras los hombres vestidos con esmoquin se paseaban con una gracia que me hizo cuidar mucho más mi postura. En conclusión era un lugar de clase.

—Buenas noches, ¿en qué puedo ayudarles? — dijo la mujer de resección cordialmente.

—Buenas noches, tengo una reservación— le respondió Edward con el mismo tono.

Sorprendida miré a la mujer tomar un libro negro, el lugar además de lucir costoso era exclusivo.

—¿Me indicaría su nombre, por favor?

—Edward Middleton.

Observé a la mujer recepcionista ojear a través de las hojas del libro, unos segundos más tarde pareció encontrar lo que buscaba, levantó la mirada hacia nosotros y con una sonrisa afable nos hizo pasar. Edward me guió como si no fuera nuestra primera vez en aquel sitio. Su cálida mano en mi espalda baja me condujo a través de las mesas pulcramente decoradas y mi sorpresa creció aún más cuando dejamos todo eso atrás y nos abrimos paso a lo que era un extenso jardín con arbustos de distintas figurillas e iluminados con pequeñas luces que hacían la ilusión de pequeñas estrellas que abandonaron el cielo para iluminarnos a nosotros. Las mesas allí eran distintas, el estilo era más fresco, pero sin perder el lujo que los caracterizaba. La docena de personas allí presentes bebían copas de lo que parecían vino tinto y lucían tan vanidosas que de nuevo me regañé por la elección de mi vestimenta.

Nos sentamos en una de las mesas más alejadas, la noche había caído y la vista del cielo era impresionante, por alguna extraña razón el clima parecía contribuir al ambiente delicado, la brisa apenas soplaba lo suficiente para solo mantenerte fresco. Al parecer había otra banda sonora cerca, pues la melodía sutil llegaba con claridad a mis oídos a pesar de estar lo suficiente alejados del salón principal.

—¿Te gusta?

—¿Uh?

—Todo esto. ¿Te gusta?

—Por supuesto que sí, es impresionante— le dije, porque era la verdad. Solo faltaba comprobar si la comida estaba a la altura.

Los ojos azules de Edward antes preocupados cambiaron a lucir una calidez abrumadora que me hizo sonreír.

—¿Cómo lo descubriste?

—El tío George vino hace dos días. Sabes que si algo logra gustarle es porque es realmente bueno. Así que tenía que comprobarlo yo mismo.

—Me parece razonable. Aunque me abruma un poco, toda esta gente... simplemente parece que hubiesen ensayado todo antes de venir aquí.

—¿Y desde cuando te ha importado la gente?

—Tienes razón, corrijo, el lugar es más abrumador. Supongo que nos cobrarán hasta por respirar este aire tan jactancioso.

—Yo te estoy invitando— dijo reclinándose en su sillas—. Además, siempre te has aprovechado de mi hospitalidad ¿Por qué hoy es diferente?

Mis mejillas ardieron al instante. Ese chico descarado. Solo me había aprovechado en situaciones de real urgencia, como cuando compré unas sandalias nuevas en plana salida porque las que llevaba se arruinaron, intenté pagarle de mil y un maneras y no lo aceptó. Edward era el amigo rico, y aun así sonaba insipiente, ya que escandalosamente rico seria la expresión adecuada. El padre de Edward, un hombre despiadado pero indudablemente inteligente era dueño de la cadena de hoteles Middleton, poseyendo un total de sesenta hoteles a lo largo del país y sin contar con los internacionales. Así que para el señor Middleton mimar a su único hijo varón con cantidades obscenas de dinero era como despertar por las mañanas. Algo simplemente normal. Sin embargo, cuando Edward se ofrecía a invitar o pagar algunas de mis cuentas o las de Alice, se sentía incorrecto.

Como ahora. Era incorrecto.

—Porque una cosa son unos cuantos dólares y otra son cientos de ellos. Creo que jamás podría pagarte todas tus indulgencias.

—Lo hago porque me complace. Si puedo darte lo mejor ¿Por qué me negaría?

—Oh por Dios, suenas igual que un Sugar Daddy— reí porque de otra manera iba a terminar haciendo erupción como el volcán de Pompeya. Un volcán de vergüenza y sentimientos desconcertantes.

—Yo soy más guapo y joven que cualquier Sugar Daddy que podrías encontrarte por ahí. Siente afortunada.

Puse los ojos en blanco y lo veo reír.

—Que hilarante.

—Tú has empezado— refutó y asentí, pues tenía razón.

—Buenas noches, ¿ya saben lo que desean ordenar?

Mire desconcertada a la carta de comida, donde ellas lucían deliciosas sin excepción al mismo tiempo que me preguntaba en que momento la habían colocado ahí.

Entre tantos platos tan coloridos casi no pude decidirme pero al final ambos pedimos confiando a ciegas que cualquier cosa seria una exquisitez. Y lo fue. Cuando el mismo hombre que nos había pedido la orden regresó con platos cuidadosamente adosados entre sí, era como una exhibición de arte culinaria y ¡ni hablar del aroma!

Tomé un trozo de la carne salteada y cuando estaba tan cerca de sentir su sabor contra mi paladar un tintineo desagradable logró que el pedazo regresara al plato abruptamente.

Gemí desilusionada mirando a Edward con curiosidad.

—¿Hola?— contestó el chico apresuradamente.

El interlocutor parecía estar exasperado pues debía haber dicho algo tan alto que ocasionó que Edward se alejara abruptamente el celular de su oído. Si la música no hubiese sido tan complaciente y no hubiese estado tan concentrada en ella, tal vez y solo tal vez habría escuchado algo.

La actitud relajada de Edward cambió al instante, sus hombros se volvieron rígidos y su tez se convirtió en un conjunto de piel lívida y sin expresión.

¿Podía tratarse de su padre? ¿Acaso estaba intentando sacarlo del país otra vez?

—Si— contestó mirándome aunque sus ojos no tardaron ni un segundo en volver a desviarse.

—No.

—No, aun no.

—No es el momento adecuado para eso.

—Basta, adiós.


Colgó la llamada abruptamente. Parecía descolocado, nervioso. Y en toda nuestra historia Edward nunca se había comportado tan extraño como ahora. En el fondo aunque constantemente lo negara, sabía de lo que se trataba, no era tonta y Edward era mi mejor amigo, aun así era tan inconcebible que me seguía dejándolo pasar.

Sacudí la cabeza. Podría estar errada. Quizás había sido su padre después de todo.

—¿Sucede algo?— pregunté porque sabía que tenía que hacerlo, pero era obvio ¡claro que pasaba algo!

—No.

—¿Era tu padre?— Inquirí pero Edward parecía reacio a responder.

Finalmente contestó. Un monosílabo no era lo deseaba, no para ese entonces.

—No.

Lo miré con tal intensidad que lo vi removerse en su silla con incomodidad. Si él no quería responderme por las buenas, lo haría entonces por las malas. Simplemente no podía quedarme sentada allí degustando un plato de cientos de dólares—que incluso me estaba invitando—, mientras él luchaba una guerra interna.

—Era Alice— anunció finalmente.

Deje escapar el aire contenido, al menos no era el ogro de su padre intentando un trifurca para arrancarlo de su madre y llevarlo con él, como había intentado veces anteriores.

Ah ¿quería algo?

—Solo era ella tonteando sobre mí y el equipo de la escuela.

—¿Te inscribirás?— pregunté sorprendida, jugar en el equipo de la escuela era algo con lo que Edward algunas vez había soñando. Sin embargo nunca había dado el paso para apuntarse a las selecciones.

A pesar de no creerle del todo, decidí dejarlo pasar por esa vez.

—No lo creo.

—¿Por qué no? Es ahora o nunca. Estamos en el último año Eddie, si no lo haces ahora se acabó tu oportunidad.

—No soy lo suficientemente bueno para que me acepten.

Lo mire con la boca abierta, incrédula de lo que había dicho y él también lo notó porque volvió a desviar la mirada como si fuera doloroso mirarme.

—Esa es la mayor blasfemia que has dicho en tu vida Edward Middleton, lo sabes ¿no?

—Solo diré que lo pensaré.

—Sí, creo que deberías, hombre.

Posteriormente nos callamos y al final pude sentir el clímax de sabores en mi boca. Deliciosos y totalmente gratificantes. El tío George tenía razón después de todo.

                                                                                                *

De regreso a casa conversamos sobre lo bueno pero escandalosamente cara que estuvo la comida. Por más que intenté pagarle de regreso, Edward se rehusó, por mi parte bromeé sobre que había sido su idea por lo tanto debía abstenerse a las consecuencias. El camino se hizo tan corto que en un abrir y cerrar de ojos nos encontrábamos fuera de mi casa.

Tanteé en la oscuridad hasta dar con las llaves dentro de mi bolso. Miré a Edward con la intención de despedirme, pero me detuve. Su perfil estaba débilmente iluminado por la luz de la farola que se filtraba a través de la ventanilla. Deslicé la vista desde su cuello hasta su mandíbula contraída, su expresión corporal era de alerta a pesar de estar solo los dos; sin ningún peligro aparente.

—¿Qué te molesta?— pregunté tocando su brazo hasta que suavizo el aguerre firme contra el volante.


Edward se inclinó, tomó mi rostro entre sus manos con sus ojos azules suplicando algo silenciosamente tan azules y tan tristes, entonces lo oído suspirar antes que sus labios se unieran a los míos. Permanecí congelada ante su calor. Mi respiración atascada en mi garganta mientras intentaba entender algo que ya había previsto. Por más que intentara, que lo pensara, no podía creer que Edward me estuviera besando.

Sus labios, su beso estaba tan cargado de necesidad que rompió mi corazón. Labios suaves con sentimientos feroces, así se sentía. Tomé su rostro entre mis manos como si en algún momento fuera a quebrarse y le besé de vuelta.

Él era mi mejor amigo y sin embargo no me di cuenta de esto antes. Quizás sí, quizás solo había estado fingiendo estar ciega.

Me separé de sus labios y lo miré, era un chico grande y apuesto pero lucía tan aterrado.

—Todo está bien— susurré.

—Ahora lo está.

Me removí en mi asiento, incomoda y avergonzada. No sabía si debía decir algo más, casi diez años sin tener ningún filtro entre nosotros y de un momento a otro una barrera tan alta y densa se alzaba.

—Ya tengo que entrar, gracias por lo de hoy. Conduce con cuidado.

Mire sus ojos por última vez, ojos azules de cervatillo más brillantes que antes.

Permanecí en la entrada de mi casa una vez que el auto se perdía en la distancia. Deje que el frío de la noche se colara con el que sentía por dentro. El cielo fulguraba un amplio manto negro sin estrellas. Edward besándome era algo que nunca había imaginado. Dos chicos me habían besado en menos de veinticuatro horas, uno de ellos era mi mejor amigo y el otro uno que parecía odiarme y probar mis nervios al mismo tiempo. No era justo. Aun podía sentir el roce de los labios de Zayn y al mismo tiempo recordar la oscuridad de su mirada. Luego estaba Edward, mi amigo de la infancia a quien jamás podría herir.

Suspiré dejándome embriagar por el frío nocturno, entregándome a él.

La noche siguió cayendo al mismo tiempo que nuevos sentimos luchaban por salir a luz.

Sentimientos feroces.


N/A: Para aquel entonces el capítulo estaba dedicado a: Edwardxxhazza

 Cualquier error u horror no duden en comentármelo. Gracias.

No olviden votar y comentar.

Muchas Bendiciones. P.    

Continue Reading

You'll Also Like

688K 32.6K 69
Creo que lo que más me representan son las palabra SEXO, ALCOHOL & MUJERES. Creo que jamás pensaría a lo que me podrían llevar esas simples palabras...
146K 6.9K 32
Ambos viven en la masía. Desde que se conocen Héctor siempre la ha molestado. Y ella no piensa nada bueno del él. Pero todo cambiará tras un trabajo...
258K 26.8K 53
« Esos síntomas no son normales. » © 2017 baexkiss. ➻ Secuela de Proyecto Bebé. #98 en Fanfic » 23 de Enero, 2018. #142 en Fanfic » 06 de Enero...
1.7M 103K 50
"-Te dije que siempre volvería a ti -susurró, finalmente." ESTA NOVELA NO ES MIA. La historia le pertenece completamente a Sam Leon Segunda temporad...