Azul Destructivo

By Amanda_Beth

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Sus nombres son dolor. El tormento un secreto. Y las mentiras una opción. ¿Qué pasa cuando un alma rota se en... More

Sinopsis
Prefacio
Nota| Antiguos Lectores
Prólogo
1| Reencuentro
2| Mi soporte
3| Encerrada
5| Caos II
6| Contacto
7| Lo que me diste
8| Ahora estás junto a mí
9| Dime lo que sientes
10| Rétame
11| Cuando nos conocimos
12| Solo escucha
13| Lastímame, una vez más
14| Baile Terminado
15| Campamento
16|Sentimientos velados
17| Depresión
18| Sorpresa, sorpresa
19| Empieza a correr
20| Alcohol y decepción
21| Te quise tanto idiota
22| ¿Qué has hecho Zury?
23| Corte profundo
24| Permíteme acompañarte
25| Castigo Mortal I
26| Castigo Mortal II
27| Aceptación
28| Lo nuestro ha cambiado
29| Querido papá
30| Suspiro inesperado
31| Nuevas oportunidades
32| Juegos Peligrosos
33| Declaraciones Silenciosas
34| Revelaciones
35| Miedos ocultos
36| Miedos profundos
37| Lo que fuimos [1/2]
37| Lo que fuimos [2/2]
38| Restricciones
39| Anónimo
40| Marcas
41| Conciencia
42| Las realidades son crueles
43| Te necesito
44| Quédate así unos segundos
45| Ilusiones
46| Verdades Fragmentadas
Final| Primera Parte
Final| Segunda Parte
Epílogo
Nota del autor

4| Caos I

911 82 7
By Amanda_Beth

4| CAOS I

Aubrey Henderson

Hay mucha gente aquí. 

Varios chicos saltan sin camisa a la piscina para encontrarse con sus parejas. Muchos de ellos alzan sus vasos rojos y los beben. Se divierten empujando al agua a los que están secos. 

Un grupo de chicos observan con detenimiento a las universitarias que muestran sus bikinis y sus cuerpos bien cuidados, ellas sonríen y les coquetean. 

Drake está en el centro del grupo, mira hacia a un lado en busca de otro vaso rojo y me ve. 

Alza la ceja, se sorprende. Quizás piensa, «¿no deberías estar encerrada?». Sonríe y se lleva el vaso a los labios. 

Aprieto mis uñas a mis palmas para no gritarle desde la distancia. Aquí la música suena más alto. 

—Hola Henderson, ¿disfrutando la fiesta? —chasquea la lengua con diversión. 

—Necesito hablar contigo —contengo mi irritación. Se queda en silencio repasando mi figura, mordiéndose el dedo y dibuja una sonrisa.

—No quiero. —Se alza de hombros. No puedo creer que se comporte de esta manera tan infantil cuando él mismo sabe que ha hecho algo malo.

—¿Otra que has roto el corazón? —Le pregunta sin disimulo un rubio de ojos verdes, burlándose de mí como si fuera una de sus conquistas. Por lo visto, Drake tiene una larga lista de mujeres... ignoro mis pensamientos y respiro más lento para relajarme. Mi nivel de paciencia es demasiado limitado. 

—Más o menos —contesta sin quitar sus ojos de los míos. 

Su nivel de egocentrismo saca lo peor de mí.

Presiono mis dedos en su brazo y lo arrastro a una esquina más alejada. No está bien que discutamos en medio de un montón de desconocidos. Me deja que lo lleve conmigo, no pone resistencia. 

—Haz cruzado la línea —le suelto como si su cuerpo me quemara. 

Su rostro está en armonía, mira con tranquilidad como unos chicos se agarran a golpes, hace señas a uno de sus amigos y este detiene la pequeña riña. 

—Tranquilízate, ten —Sujeta mi mano y me planta su vaso con alcohol.

¡¿Cómo puede ser así?!  Se está comportando como una persona que deja de lados las emociones incluidas las responsabilidades, no le importa nada más que ser un marginado de la vida, contempla las situaciones y no se entromete por más que estás sean de suma importancia. Todo lo que pasa le tiene sin cuidado. 

Tiro el vaso que me ha entregado.

—Quiero que saques a toda esta gente de aquí —le ordeno. 

Se cruza de brazos analizándome y se inclina para que nuestras miradas se delineen.  

—No —dice con seguridad. 

¿Es que no entiende la gravedad del asunto?

La mansión está abarrotada de chicas y chicos universitarios que no cuidan de sus alrededores, pisan el jardín, vomitan en los pasillos y tiran la basura a sus pies. 

—¿Por qué te empeñas tanto en romper las reglas?

—Y tú, ¿por qué te empeñas tanto en respetarlas? ¿Qué más da? Son solo palabras... —Me toma del hombro y se acerca para susurrarme—. ¿Por qué no vas a la cocina, bebes un poco y te diviertes? ¡Deja de molestarme!

Me saca de quicio, sabe qué decir para que mi furia salga a flote.

—No eres el único que se molesta —digo con los brazos en jarras—, tú has sido el que ha traído los problemas a casa.

Su rostro se vuelve de piedra y se aleja como si mi presencia fuera letal para sus ojos. Mis palabras le han llegado. 

Quizás no debí usar la palabra «problema». 

«—Ten responsabilidad de tu vida, hijo. Por el contrario dejaré de apoyarte si sigues generando problemas —le dijo Max un día que le ayudaba a entrar a su habitación. Drake estaba muy borracho.»

Me arrepiento de inmediato. 

—Eres un dolor de cabeza. ¡¿Por qué no me hiciste el favor de permanecer donde te dejé?! —me grita enojado.

Para evitarnos justamente esta discusión es que se decidió por encerrarme. 

—Tus padres no se merecen que les hagas esto. No es lo correcto. 

—¿Qué te duele tanto? —Se cruza de brazos y me mira con suficiencia. —Al fin y al cabo, ésta es mi casa —sentencia con arrogancia.

Sé a dónde quiere llegar con tal afirmación, me está buscando.

—Dirás la de tus padres —Le devuelvo el golpe. Cuando trabaje y saque cosas a su nombre es que serán suyas.

—Al menos tengo unos —contraataca con frialdad, sus ojos azules son la personificación del hielo: insensible, intocable y doloroso.

 Me quedo pasmada con lo que ha dicho. No reacciono. 

Golpe bajo. 

¿Cómo pudo decirlo de esa forma? 

Me dijo huérfana, pero con otras palabras. 

Me abrazo para darme energías. 

Bufa con una sonrisa de victoria. Se da la vuelta, terminando con nuestra discusión y camina de regreso a su grupo por el filo de la piscina. 

Aprieto mis uñas contra mis palmas y le sigo. 

Ha usado mis inseguridades contra mí. 

Muchas veces me sentí mal, lloraba por la pérdida de mi papá y él fue testigo de ello. No solo me observaba, me abrazaba y me decía que él no se iría de mi lado.

Todas sus palabras fueron mentiras. 

Le empujo por la espalda con todas mis fuerzas. Su cuerpo cae fácilmente al agua, no sin antes llevarme con él, arrancándome un grito. 

El agua choca contra mí con fuerza, mi abrigo cae en la superficie posterior de mis brazos. Mechones de mi cabello me obstaculizan la visión y con una mano me deshago de ellos hacia atrás de mi oreja. El vestido se me pega como segunda piel. 

Drake sale al exterior, pasa sus manos por su rostro y sus ojos van directamente hacia a mí. Su cabello le cubre la frente y sus cejas se fruncen más de lo normal.

—Henderson... —aprieta los dientes.

Mierda. 

Su barbilla no para de temblar.

Doy media vuelta y nado un poco para llegar al borde. Quiero alejarme de su cercanía, de su intensidad, de su furia. Aunque yo también estoy molesta por lo que ha dicho hace unos minutos. 

Estoy por tomar el borde cuando sus frías manos me toman de la cintura, me pega a su pecho con fuerza, siento todos sus músculos tensarse. Pega sus labios a mi oído enviándome un cosquilleo desde el cuello hasta mi pecho.

—Muy mal, Henderson. Muy mal —susurra antes de hundirme con él, sin darme tiempo a respirar.   

Su agarre es fuerte, mi cabello se riega por todas partes, no veo nada con claridad. Grito y varias burbujas salen al exterior. 

«Aire, necesito respirar, no puedo respirar», digo mentalmente. 

Aprieto sus manos para que me suelte, pero el gira mi cuerpo de frente y me abraza para evitar que me escape de sus fornidos brazos. 

Todo está tranquilo bajo el agua.

Me pongo morada en segundos, casi estoy por desmayarme cuando me saca al exterior. 

Nuevamente la música resuena en mis oídos mientras yo toso sin parar. La garganta me quema. Me retuerzo al filo de la piscina. Mis brazos están descubiertos, mi abrigo lo he perdido en medio del agua. Drake ha sido un salvaje. 

—No vuelvas a molestarme —me advierte él, detrás de mí. 

Aprieto mis manos y me giro para enfrentarlo. 

No lo pienso dos veces, le cruzo la cara con la palma de mi mano derecha. Él aprieta los labios, no mueve ni un músculo y se limita a escucharme. 

—Tú te has metido con la memoria de mis padres —digo con una voz afilada que ni yo misma reconozco—, con eso si que no, Drake.

Le empujo del pecho para poner varios centímetros de distancia. Él levanta las manos en son de que lo ha entendido. Su rostro no muestra emoción alguna. 

—Casi me has ahogado —digo desconcertada—, no te me acerques más —expreso en tono bajo, dolida de lo que acaba de hacerme. 

Sigo por el filo, recojo mi abrigo, me lo pongo y salgo de la piscina. 

El exterior es frío, los chicos y chicas siguen divirtiéndose en los alrededores. No presto tanta atención de lo que sucede a mi alrededor.

Paso entre empujones entre la gente que baila en el centro del salón, espero que no hayan roto nada, porque no quisiera lastimarme los pies. Llego hasta las gradas de caracol del final y en el transcurso, veo a varios adolescentes borrachos besándose sin control. Niego y doy un masaje a mi hombro izquierdo.

Recupero a Lucas y lo llevo conmigo hasta mi habitación. Una vez allí, lo deposito en su cama verde agua y textura aterciopelada. Me siento en el centro de mi cama y suspiro. 

Es un idiota. 

Estúpido e irrespetuoso. 

Un rebelde sin causa.

Además de un patán. 

«Y a ese ser lleno de imperfecciones es al que todavía quieres», me susurra mi conciencia. 

Él ha sacado mi peor lado, pero es porque me ha maltratado, ha jugado conmigo y yo solo he respondido. Me he comportado de la misma forma que él. 

—Ha estado incómodo —Silva Zury y cierra la puerta. 

Masajeo mis hombros nuevamente. 

—Es tan difícil tratar con él —admito, estresada. 

—No le hagas caso —me frota la espalda con suavidad—, sabíamos que algo así pasaría al convivir juntos, sin que nadie los vigile—comenta. La miro de reojo y vuelvo a suspirar—. No estás sola amiga, mañana nos levantaremos temprano, limpiaremos todo y tus padres jamás se enterarán de lo que ha pasado esta noche—me abraza, siseando por mi ropa mojada. 

Recuesto mi cabeza en su hombro. 

—Gracias, Zury. 

—No hay de qué —se ríe. 

Dibujo una sonrisa pequeña. 

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