UNSTOPPABLE ━━Percy Jackson

By -beifong

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❝No puedo dejar de mirar esos ojos oceánicos ❞ ⇝ Basado en la... More

━━━ Unstoppable
01. Problema a futuro
━━ Acto I. Alma frágil ━━
02. Percy Jackson aka pececito
03. Que comience la odisea
04. Una promesa que solo la muerte puede romper
05. En medio del caos
06. Más preguntas que respuestas
07. Los límites de la hospitalidad
08. Iluminas mi camino
09. Poder creciente
10. Energía que se agota fácilmente
11. Sembrando dudas peligrosas
12. Sacrificio
13. Hacia la tormenta
14. Demuestra tu valor
15. Tregua perdida
16. Sentimientos encontrados
17. Intervención divina
18. Masticar el cristal roto
19. Dolor de un corazón ajeno
20. Blackjack
21. Entra al vacío, alma frágil
22. Bajo las estrellas
23. Lazos irrompibles
24. Calma que precede a la tempestad
25. La herencia de las sombras
26. Los hijos de la noche
27. Solo quieren crueldad
28. Las desgracias no vienen solas
29. La misericordia de una madre
30. Máscara de porcelana frágil
31. Presenta nuestros respetos
32. La sombra de una leyenda
33. Un legado familiar
34. El hedor de la traición
35. Secretos que matan
━━ Acto II. Voluntad de Hierro ━━
36. En tierra extraña
37. Aún más profundo
38. Demonios al asecho
39. Una dinastía maldita
40. Este no es mi sitio
41. La muerte está en el aire
42. Antes morir que perder el honor
43. Corazón de guerrera
━━ Acto III: Dulce Venganza ━━
44. La trampa está tendida
45. Deserta si te atreves
46. Respuestas en las cenizas
47. Lobo solitario
48. Nacidos para la batalla
49. El final del viaje
50. En busca de una voz propia
51. La venganza se sirve fría
52. Vencer o morir
54. Epílogo
Curiosidades

53. Prepárate para la gloria...

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By -beifong






—Penúltimo capítulo


















CAPÍTULO CINCUENTA Y TRES

Prepárate para la gloria...

━━

I put my armor on,
show you how strong I am.
I put my armor on,
I'll show you that I am
I'm Unstoppable








     La batalla en el Campamento Mestizo ya había comenzado para cuando llegamos.

Ni siquiera me detuve a contemplarlo, a ver qué diferencia tenía al nuestro, a apreciar que es lo que Jason veían en este. La invasión por parte de los monstruos fue suficiente para que centrara mi atención en ellos y nada más. El calor de la batalla inundó mis sentidos y me fue imposible ver algo más allá que el terrible escenario del asedio que se estaba llevando a cabo.

Nico se encontraba en las primeras líneas con los griegos, abriéndose paso a espadazos entre la multitud de hombres de dos cabezas. A escasa distancia, Reyna se hallaba montada en un nuevo pegaso, con la espada desenvainada. Gritaba órdenes a la legión y los romanos la obedecían sin rechistar, como si ella nunca se hubiera marchado.

— Ya era hora —gritó Reyna—. ¡Me alegro de que hayan podido venir!

— No te dejaría toda la diversión, jefa —le respondí mientras me acercaba a la batalla, juntándome con mi legión.

Los griegos y los romanos hicieron retroceder poco a poco a sus enemigos. Los centauros salvajes caían. Los hombres con cabeza de lobo aullaban al ser reducidos a cenizas. No obstante, siguieron apareciendo más monstruos: karpoi, espíritus de los cereales que salían de la hierba en forma de remolinos, grifos que caían del cielo, humanoides de barro que a mi parecer se veían bastante extraños.

— ¡Son fantasmas con coraza de tierra! —advirtió Nico—. ¡No dejes que te toquen!

No tenía pensado hacerlo de todas formas, aun así, agradecí su advertencia. Sin embargo, estaba claro que la cara de tierra se había reservado algunas sorpresas, aunque no tan grandes como su horrible hijo Temae.

— ¡Eiaculare flammas! —gritó Reyna y una oleada de flechas describieron un arco por el muro defensivo de la legión.

— ¡Igni! —recité con voz clara y fuerte.

Las puntas de las flechas se encendieron en llamas y destruyeron a un pelotón de orcos. Las filas romanas avanzaron, empalando centauros, pisoteando ogros heridos bajo sus botas con punta de bronce.

En algún lugar cuesta abajo, escuché a Frank gritar en latín:

— ¡Repellere equites!

Una enorme manada de centauros se dispersó presa del pánico cuando las otras tres cohortes de la legión se abrieron camino en perfecta formación, con las lanzas relucientes de sangre de monstruo. Frank marchaba delante de los legionarios. A su flanco izquierdo, a lomos de Arión, Hazel sonreía con orgullo.

— ¡Legión, CERRAR FILAS! —ordenó el pretor con determinación.

Los romanos prorrumpimos en virotes cuando las cinco cohortes se fundieron en una inmensa máquina de matar. Frank apuntó hacia adelante con su espada y del estandarte del águila dorada salieron unos rayos como zarcillos que arrasaron con el enemigo y achicharraron a varios cientos de monstruos. En las alturas, el chillido de Ícaro resonó junto con nuestros gritos de guerra. La moral del ejército incluso se elevó más, las águilas eran el símbolo de Roma.

— ¡Legión, cuneum formate! —gritó Reyna—. ¡Avancen!

Otra ovación sonó a la derecha cuando Percy y Annabeth se reunieron con las fuerzas del Campamento Mestizo.

— ¡Griegos! —les habló Percy—. ¡Vamos a... ejem... dar pelea!

Los campistas gritaron como locos y atacaron. De manera inmediata sonreí al escuchar a mi novio, definitivamente no se le daba tan bien enlistar órdenes. Además, me causaba cierta gracia ver que los griegos no tenían ninguna organización en lo absoluto, sin embargo, se les veía demasiados entusiasmados por mandar al Tártaro a varios monstruos.

No obstante, la inquietud que se había alojado en el pecho no se me iba. Ícaro seguía volando en las alturas, pero no había dado ninguna señal de haber visto a Gaia. Con rapidez observé mis alrededores, ahora que ponía más atención al lugar no encontré ninguna señal de Octavio, lo que me parecía grandioso. Sin embargo, mi tan distinguida amiga diosa de la tierra no se le veía por ningún lado y no sabía si tomar eso como una buena señal o no.

¿Dónde demonios estaba la cara de tierra?

Dudaba mucho que el panorama del mundo moderno la hubiera desalentado tanto como para que decidiera volver a dormirse. Lamentablemente, obtuve mi respuesta en los siguientes segundos.

La tierra se onduló bajo mis pies como si el Campamento Mestizo se hubiera convertido en un gigantesco colchón de agua. Todos caímos al perder el equilibrio. Los ogros se resbalaron. Los centauros embistieron de bruces contra la hierba.

DESPIERTA, tronó una voz a nuestro alrededor.

A cien metros de distancia, en la cumbre de la siguiente colina, la hierba y la tierra se elevaron arremolinándose como la punta de un enorme taladro. La columna de tierra se hizo más densa hasta transformarse en la figura de una mujer de seis metros de altura: su vestido estaba tejido con briznas de hierba, su piel era blanca como el cuarzo y su cabello era castaño y estaba enredado como raíces de un árbol.

— Pequeños insensatos —bramó Gaia abriendo los ojos de color verde puro—. La insignificante magia de su estatua no puede contenerme.

En cuanto dijo eso comprendí por fin el por qué Gaia no había aparecido hasta ese momento. La Atenea Partenos había estado protegiendo a los semidioses, reteniendo la ira de la tierra, pero incluso el poder de Atenea era limitado contra una diosa primordial. Un miedo palpable como un frente frío invadió a nuestro ejército.

— ¡Manténganse firmes! —gritó Piper, hablando alto y claro con su capacidad de persuasión—. ¡Griegos y romanos, juntos podemos luchar contra ella!

Gaia se rió. Extendió los brazos y la tierra, obedeciéndola al instante, se curvó hacia ella, los árboles se inclinaron, el lecho de roca crujió y el suelo se onduló en forma de olas. Jason alcanzó a elevarse con el viento, pero todos a mi alrededor, incluyéndome, caímos de sopetón contra el suelo.

Los monstruos se levantaron con rapidez y aprovechando nuestra desorganización corrieron en nuestra dirección dispuestos a aplastarnos.

— ¡Glacius! —grité con fuerza una vez que estuve de pie y de mi cuerpo brotó una ventisca helada, congelando a todos los monstruos cercanos.

En cuanto inmovilice a mis oponentes fue mi turno de atacar. Orbes de magia roja volaron en todas las direcciones posibles, desintegrado a cualquier desafortunado monstruo que se encontrara en el camino. Además, eso dio el tiempo suficiente para que los semidioses volvieran a reorganizarse. Junté ambas manos y una esfera de energía apareció en medio, después las extendí a los lados y un aura roja se expandió por varios metros, desintegrando a todos los monstruos que se encontraban cerca.

— Agh, escupe hechizos, estás comenzado a molestarme en serio —chilló Gaia desintegrándose para volver a adentrarse en el suelo como si nada.

Alcancé a desintegrar a varios ogros antes de que Gaia apareciera a mi lado. En cuanto salió del suelo tomó mi pierna derecha en el proceso y me alzó en lo alto dejándome colgada boca abajo, dando la sensación de que ella estaba a punto de comerme de un bocado. Lo cual no dudaba en lo más mínimo. Sin embargo, cuando lo hizo mi cabeza golpeó el suelo. Mi visión se volvió borrosa y la cabeza me dolió de una manera terrible.

— ¡Suéltame, cara de tierra! —bramé, ocultando a la perfección el dolor que me causó su reciente golpe. Traté de zafarme, pero la cara de tierra me tenía agarrada con fuerza.

— ¡Tú mataste a mi hijo!

— Bueno, ya estamos a mano, ¿no crees? —me esforcé por sonreír, lo que causo que ella se enojara aún más. Su entrecejo se frunció terriblemente, tanto que creí que se quedaría así de por vida.

La diosa de la tierra gruñó y luego ella, junto conmigo debido a que aún me sostenía de una mano, fue barrida de la ladera en medio de un destello de bronce, enredada en las garras de un dragón metálico de cincuenta toneladas. Festo, renacido, se elevó en el cielo con las alas relucientes, expulsando triunfalmente fuego por las fauces. Aún con la vista borrosa logré distinguir la sonrisa de Leo, quien iba montado en el lomo de su enorme dragón.

Antes de que Leo ascendiera más, Ícaro atravesó con sus filosas garras la mano de Gaia que estaba sosteniéndome. La diosa soltó un alarido y de forma inmediata su mano se desintegró en polvo. Al ya no haber nada sujetándome la gravedad me atrajo hacia el suelo. Mientras gritaba Ícaro regreso a mi lado y con sus enormes garras me tomó de la capa roja que vestía en la espalda y me alzó, evitando así que yo me convirtiera en puré.

— ¿Desde cuando tienes tanta fuerza? —grité con evidente sorpresa.

Ícaro chilló con arrogancia lo que ocasionó que yo solamente me limitará a rodar los ojos. Sin embargo, no tardó mucho cuando de manera lenta y suave me dejó en el suelo.

— De ahora en adelante recuérdame alimentarte mejor —le dije con una sonrisa.

El animal batió las alas y se posicionó arriba de mí, chillando señaló con el pico mi cabeza.

— Estoy bien, Ícaro —lo calmé y me pasé una mano por el rostro al sentir como algo me escurría por la frente—. Oh, mierda —al regresar mi mano me di cuenta de que un líquido rojo se había pintado sobre ésta.

De manera instintiva me lleve la mano a la cabeza y para cuando la regrese estaba cubierta de sangre. Grandioso, la cara de tierra si que me había dado de lo lindo y eso lo había hecho en un solo movimiento. El golpe en la cabeza que me dio hace unos minutos atrás ya no me parecía tan inofensivo como antes.

Sin embargo, no tuve tiempo para seguir preocupándome por eso porque un ogro vino corriendo hacia a mí. Vinmor se desenrosco de mi brazo y lo atravesó sin problemas.

— ¡Pipes! ¡Jason! —escuché el grito de Leo—. ¿Vienen? ¡La pelea está aquí arriba!

Jason invocó el viento y las nubes a su alrededor. El cielo respondió a una velocidad aterradora. Pronto él y Piper se encontraban en el ojo de un torbellino. Levanté la vista al cielo, Gaia no paraba de desintegrarse tratando de volver al suelo, pero los vientos la mantenían en lo alto. Festo rociaba llamas que parecían obligarla a adoptar forma sólida. Mientras tanto, desde el lomo de Festo, Leo lanzaba sus propias llamas a la diosa y le soltaba insultos.

Desvié mi vista y volví a concentrarme en la batalla, pero mis fuerzas se estaban desvaneciendo. Y la vista nublosa no hacía más que empeorar.

De acuerdo la próxima vez le haré caso a Ícaro cuando me diga que estoy herida de gravedad. Pero aún cuando quisiera, no podía simplemente sentarme a descansar y revisar mi herida. Aún había mucho por hacer. Pronto tuve que cerrar mi ojo izquierdo, la sangre comenzaba a empañarme la vista y mi visión se redujo considerablemente. Ícaro se había acercado y me defendía de cualquier enemigo que yo ya no lograba ver.

Mi águila chilló a mi lado y lo único que hice fue decirle que estaba bien. Sin embargo, logré escuchar el gritó de Percy a unos cuantos metros, quizás Ícaro no solo estaba tratando de mantenerme despierta si no que también estaba tratando de llamar la atención del hijo de Poseidón.

— ¡NO PUEDEN VENCERME! —escuché el gritó de Gaia—. ¡YO SOY ETERNA!

La diosa de la tierra se defendía bastante bien. Cuando no estaba desintegrándose, soltaba ráfagas de metralla compuestas de piedra y tierra que Jason apenas y lograba desviar. Avivar la tormenta, contener a Gaia, mantenerlos a él y a Piper en lo alto... Jason nunca había hecho algo tan difícil. Y sabía a la perfección que él no resistiría por demasiado tiempo, pronto sus fuerzas se esfumarían.

Miré a mi derecha, Percy se abría a espadazos hacia mi dirección. Por un segundo logré conectar mi ojo bueno con los suyos, sus irises azules como el mar que tanto me encantaban reflejaban angustia y terror y lo entendía, verme con la mitad de la cara manchada de sangre no debería ser muy hermoso que digamos. Aun así, le sonreí y llevé una mano al collar que me había obsequiado y lo tomé con fuerza. La acción duró solo unos segundos antes de que desviara mi vista y corriera en dirección contraria.

Me abrí paso entre los monstruos, desintegrando o cortando en dos a los ogros, centauros o cualquier otra cosa enemiga que tenía por enfrente. Ícaro seguía a mi lado y embestía contra los que no lograba ver, les arañaba el rostro y les picaba los ojos. Quizás la adrenalina de la batalla fue la que me ayudó a reunir fuerzas para seguir corriendo y llegar a mi objetivo, pues desde donde estaba anteriormente no lograba ver con claridad.

A medida que corría me solté la capa y me deshice del peto que traía puesto. Necesitaba toda la fuerza y la agilidad posible que aún me sobraba, y la capa y el peto me la reducían. Justo cuando llegué al lugar adecuado otra ráfaga de viento gélido salió de mi cuerpo deteniendo a mis enemigos. Esos segundos, fueron cruciales. Tomé de nuevo mi lanza e Ícaro chilló a lo lejos, tal vez regañándome al saber lo que tenía en mente. No me había dado, lo había dejado atrás.

Escuché el gritó de Percy a mis espaldas, pero no tuve el valor de voltear a verlo a los ojos. Si lo hacía sabía que daría marcha atrás a mi plan y eso no era algo que podía permitirme.

Solté un suspiro pesado tratando de relajándome para realizar mi próximo ataque. Pase una mano por mi rostro y limpié la sangre que mi ojo para poder ver un poco mejor.

Vencer o morir —susurré mientras alzaba a Vinmor y me acomodaba en el mejor ángulo posible para arrojarla.

De inmediato, sentí como el arma comenzó a absorber toda la energía que me quedaba.

— ¡Jason! ¡Leo! ¡Aléjense de ahí! —demandé y lancé con fuerza a Vinmor antes de que fuera demasiado tarde y yo cayera. Ambos me miraron angustiados, pero al darse cuenta de que Vinmor iba hacia ellos se alejaron de ahí enseguida.

Gaia apenas iba a volver a convertirse en arena cuando la punta de Vinmor la atravesó. Y a medida que iba cayendo sus ojos verdosos conectaron con los míos por lo que alcancé a darle una mirada de superioridad.

Al final, la que me daría una muerte gloriosa sería la cara de tierra y seguramente ella lo sabía porque sus ojos no solo demostraban miedo, sino que también, había un leve toque de malicia y felicidad, pues lo último que ella pudo presenciar fue verme a mí, a la semidiosa que más odiaba y que le había causado tantos problemas, cubierta de sangre y con las fuerzas apenas suficientes para seguir de pie. Gaia sabía que me había vencido.

La diosa de la tierra explotó de manera estruendosa y gloriosa, al menos a mi parecer, metros antes de tocar el suelo.

El sonido de la batalla se fue opacando y con la vista fija en el cielo comencé a cerrar los ojos.
De pronto, entendí que Gaia y yo habíamos cumplido con nuestra palabra. Ambas nos habíamos jurado destruir.

Y al final, ambas fuimos la perdición de la otra.




































Mera.

Una voz conocida me llamó, lejana y apenas audible como para poder descifrar con certeza de quién se trataba. Sin embargo, el dueño de la voz no se dio por vencido y volvió a repetir mi nombre numerosas veces y a medida que lo hacía parecía estar acercándose. Quise moverme, abrir los ojos, pero me era imposible. No tenía el control sobre mi cuerpo.

La voz volvió a llamarme de manera demandante y, esta vez, mucho más de cerca, tan cerca que la pude escuchar a unos centímetros de mi oído. En cuanto sentí el peso de una mano sobre mi hombro desperté.

Me levanté sobresaltada y mis nervios no hicieron más que aumentar en el momento que percibí su presencia a un costado mío. Y es que no creí que fuera a volver a verlo, no después que Hades me haya quitado la oportunidad de hacerlo. Mis ojos se posaron sobre sus irises color jade, él seguía viéndome con su singular sonrisa. Me observó con detenimiento, como si estuviera comprobando que estuviera bien. Su mano seguía sobre mi hombro. De manera inmediata, lleve la mía hacia la suya pues temía que su presencia se esfumara en un parpadeo como la última vez. Él sonrió una vez más y envolvió mi mano con la suya, luego me ayudó a ponerme de pie.

Podría decirse que el lugar donde me encontraba era el mismo que había visitado hace varios días atrás. Los Campos Elíseos seguían teniendo una aura de tranquilidad, sin embargo, el cielo figuraba ser de un azul casi verdoso y las nubes, que eran del mismo color, cubrían gran parte de éste. Había una leve aura verde rodeando el lugar, no obstante, la paz que brindaba este paisaje seguía siendo la misma.

Mira quién está aquí —la voz de papá era difícil de describir, sonaba lejana, casi parecía que se trababa un susurro que el viento venía arrastrando. Él hizo un gesto con la cabeza, señalando algo que estaba atrás de mí.

Di media vuelta y mis ojos se quedaron observando con melancolía a la persona que tenía enfrente. Las lágrimas me nublaron la vista y aun cuando sentí un nudo en la garganta las palabras lograron salir de mis labios con claro arrepentimiento.

— Perdóname —dije sin dudarlo. No obstante, la persona que tenía frente a mí negó con una ligera sonrisa en el rostro. Estiró la mano y con su pulgar limpió mi mejilla.

— Perdóname tú a mí. Lo siento mucho, Mel. Sabía que lo que estaba haciendo no era lo correcto, pero... —calló de pronto, luego negó con la cabeza—. No. No hay excusas que valgan, lo sé. Solo espero que puedas perdonarme.

— Ambos nos equivocamos —le recordé—. No hay nada que perdonar.

Sonreí con nostalgia y él me regresó la sonrisa. Noah tomó mi mano y me acerco a él para darme un abrazo. Pase mis manos tras su espalda, abrazándolo con fuerza. El peso de mis acciones pasadas se desvanecía, el perdón de Noah sanaba mi corazón y agradecía haber tenido la oportunidad de haber podido resolver las cosas.

Noah se separó, me dio un beso en la frente y luego se desvaneció en el aire bajo una bruma verdosa. Miré a papá, él seguía observándome. Corrí a su encuentro y está vez no fueron cenizas lo que abracé sino a él, mi rostro se enterró en su pecho e inevitablemente las lágrimas resbalaron por mis mejillas. Papá me arropo entre sus brazos y sentí el calor de su abrazo de una manera reconfortante. La paz, la tranquilidad y la felicidad inundaron mi corazón por completo.

— Me parece que hay alguien más que también quiere verte—dijo papá, señalando a la nueva y nada desconocida persona.

Una enorme sonrisa se instaló en mis labios.

— Le has dado paz a nuestros campamentos.

— Les hemos dado paz, pececito. Todos nosotros lo hemos hecho.

Percy me sonrió y señaló el lugar que se encontraba detrás de él. Esta vez pude observar a la perfección al Campamento Mestizo, sus colinas, el pasto verde que cubría el lugar, el mar a unos cuantos metros a mi derecha, un gran árbol que parecía ser el guardián del lugar junto con un enorme dragón, las cabañas... ahora entendía lo que Jason había visto en este lugar, era precioso.

Metros más adelante pude notar a todos los semidioses, gritando entre virotes celebraban su reciente victoria. Un aura de alegría, gloria, y felicidad se cernía sobre ellos.

— Nosotros también deberíamos ir a festejar, ¿no crees? —cuestionó Percy con entusiasmo. Estiró su brazo, ofreciéndome su mano— ¿Vamos?

Mi mano se quedó a mitad del camino. No pude evitar voltear hacia atrás, mis piernas y mi cuerpo en general no querían que yo diera un paso que me hicieran alejarme de papá.

— Si quieres venir conmigo, puedes hacerlo —dijo mi padre—. Pero no hay nada de malo que lo hagas después de disfrutar la fiesta. Después de todo, el triunfo es tan suyo como tuyo.

— Es solo que no quiero dejarte —dije de manera inmediata. No obstante, tampoco quería dejar atrás a Percy.

— No lo harás, yo siempre estaré contigo.

Papá sonrió, sus labios se ensancharon mostrando sus dientes. El cariño que siempre había percibido en él seguía estando presente, al igual que la confianza. Así que creí ciegamente en sus palabras. Antes de irme quería saber una última cosa, deseaba saber que todo lo que hice fue lo correcto, que haber dado marchar atrás a la pelea contra los dioses fue lo correcto y que mi sacrificio ante la cara de tierra no fue en vano. Quería escuchar que pensaba él acerca de mí, quizás estaba decepcionado, quizás no, pero necesitaba escucharlo.

— ¿Lo hice bien, papá?

— Lo hiciste perfecto, Mera. Estoy orgulloso. Siempre lo estuve —expresó, acercándose para darme un rápido abrazo y besarme la frente—. Te veré después.

Sonrió una última vez, antes de dar media vuelta y desaparecer entre las altas hierbas.

Volteé a ver a Percy y, está vez sin dudarlo, tomé su mano.















Me entró melancolía al hacer este capítulo. Quizás porque sabía que ya estamos en la recta final. Ya veremos qué tal me va con el último que se viene jaja lloro :c le tomé mucho cariño a la historia y a mis personajes.

Mera siempre viendo por los demás aún a costa de su propia vida me rompe el corazón 🥺 Yo la amo mucho ❤️
¿Me perdonan? 👉🏼👈🏼

Díganme que les pareció el capítulo, saben que me encanta leer sus comentarios.

Espero poder subir pronto el siguiente cap, pero la uni está acabando conmigo :(((

Nos leemos luego!
—B.

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